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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Encuentro en el autobús
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El motor de mi coche se había averiado la noche anterior y al día siguiente fui a mi oficina en autobús. Mientras esperaba en la parada del autobús, observé a una joven y sexy mujer que también esperaba allí. Tendría unos treinta años y era una chica muy sensual. Llevaba un vestido ajustado y medias negras, uñas negras, pelo oscuro, ojos oscuros y pintalabios oscuro. Todo era muy oscuro, incluso su aspecto.

El autobús llegó lleno de gente e intenté subir porque llegaba tarde. La mujer caliente fue empujada con fuerza contra mí mientras yo era empujada contra la puerta. Había demasiada gente y apenas había espacio.

Cuando el autobús empezó a moverse pude notar una mano tocándome las nalgas. Cuando me giré para ver, descubrí que era aquella mujer morena. Aparté su mano, pero ella la volvió a poner y me apretó el culo. Entonces le puse la mano en mi espalda pero entonces ella me tocó las tetas. Moví sus manos, pero ella volvió a poner las suyas en mis nalgas. Incluso me metió un dedo entre los labios del coño a través del tanga. Grité mientras ella se reía en voz baja. El autobús se detuvo y ella movió su dedo de los labios de mi coño hasta mi entrada trasera. Lo metió profundamente en mi culo, de nuevo a través del fino tejido de mi tanga. De repente, sacó su largo dedo de mi cuerpo y se bajó del autobús.

Más tarde, salí de mi sitio para tomar el ascensor porque mi jefe me llamaba desde su despacho en el décimo piso. Mi sorpresa fue mayúscula; cuando en el quinto piso se abrieron las puertas y entró en el ascensor la misma mujer morena que me había toqueteado en el autobús. La muy perra sonrió al verme allí. Me alejé de ella mientras me miraba con una lujuriosa mirada en sus ojos oscuros. Nos quedamos solas después del séptimo piso. Cuando llegamos al décimo piso y cuando salía, me agarró por detrás y me retuvo dentro del ascensor. Fuimos hasta el último piso, hasta la azotea.

Aquella zorra cachonda me levantó la falda ajustada, me apartó el tanga y me metió dos dedos en mi húmedo coño. Estaba excitada y los labios de mi coño estaban muy húmedos. Esta vez la mujer no fue tan delicada.

De repente, me esposó las manos en la espalda y me obligó a inclinarme contra la pared. Me arrancó el tanga y empezó a golpearme en las nalgas. Me agarró del pelo y me miró a los ojos mientras me preguntaba si había sido una niña traviesa. Dijo que me merecía un buen castigo. Aquella zorra me mostró, mientras se levantaba la falda, que llevaba un enorme arnés negro alrededor de su estrecha cintura. Entonces me preguntó si había visto aquel tipo de juguete. Asentí con la cabeza.

Volvió a reírse diciendo que esta buena chica no debía saber lo que era un strap-on. Entonces me preguntó si estaba preparada para recibir el castigo adecuado. Nuevamente asentí con la cabeza.

Introdujo la cabeza de aquella enorme cosa entre los labios de mi coño, muy suavemente al principio; pero de repente, empezó a meterlo y sacarlo mi vagina de forma salvaje, lastimándome y haciéndome llorar de dolor.

Aquella malvada zorra me folló sin piedad. Me hizo correr dos veces antes de sacar aquel trozo de goma de mi bien castigado y húmedo coño. Luego me susurró al oído que creía que seguía comportándome como una niña mala y que merecía más y más castigo. Pedí clemencia y le dije que ya era suficiente para mí. Que me comportaría como era debido. Pero ella se rió y pronto sentí aquella enorme vara de goma entrando en mi apretado culo. Me folló el ano con mucha fuerza, era muy fuerte. Me hacía daño y apenas podía respirar cuando estaba encima de mí.

Cuando terminó en mi culo, tuve que chupar el arnés. Luego se puso delante de mí y me hizo lamer su húmedo coño hasta que se corrió en mi boca. Metió sus dedos dentro de su coño y me llevó sus jugos a la boca.

Finalmente quedó satisfecha después de verme lamer sus dedos y tragar sus jugos. Me abofeteó las nalgas una vez más y luego me dejó ir.

Me apresuré al baño para limpiarme y retocar el maquillaje antes de ir a ver a mi jefe. Mis propios jugos seguían saliendo y resbalando por mis muslos. Y me dolía el culo.

Diez minutos después llamé a su puerta. Mi sorpresa esta vez fue aún mayor que dentro del ascensor cuando vi a aquella malvada perra allí sentada y charlando con mi jefe. Que me sonrió y me presentó a la mujer como Tamara, sería mi nueva secretaria.

Tamara me sonrió mientras se tocaba la parte delantera de la falda. Pude ver la sombra del enorme strap-on entre sus muslos. Le sonrió a mi jefe, diciéndole que sería la secretaria perfecta para una dama tan fina como yo.

Luciérnaga

Otro relato ...




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