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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Fallar a mi esposa en la cama
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Esta noche traté de follarme a mi esposa pero estaba demasiado estresado y cansado, así que no pude hacer que se corriera con mi polla. Me aparté respirando pesadamente y me rendí. Ella entonces dijo que seguía estando caliente por mi pobre desempeño en la cama. Finalmente me habló de una chica negra de su oficina que le ofreció su propia casa en caso de que mi esposa quisiera coger con otro hombre.

Mi esposa estaba encantada con la propuesta y me preguntó si me importaría saber que se la estaba cogiendo un hombre negro. Su amiga le había dicho que podía ir a su casa y que allí estaría a salvo. Esa amiga y su marido estarían presentes cuando el otro hombre, amigo de ellos, se follara a mi esposa. Acepté y mi esposa lo arregló todo para la noche siguiente ya que no podía esperar más.

Al volver de la oficina la noche siguiente, encontré a mi esposa en el dormitorio lista para irse. Llevaba unos vaqueros ajustados, una blusa blanca y unos zapatos de tacones muy altos.

Conduje hasta una casa que no estaba muy lejos de la nuestra. Después de tocar el timbre, una mujer vino y nos dejó entrar. Su marido me dio la mano y me aseguró que mi esposa estaría sana y salva en su casa y que la traerían de vuelta a casa por la mañana. Me sorprendió oír eso ¿Una noche?

Mi esposa confirmó que sería toda la noche y me besó antes de que pudiera protestar. El marido de su me acompañó hasta la puerta y antes de que me diera cuenta estaba fuera y la puerta cerrada detrás de mí.

Me fui a casa y me masturbé varias veces, pensando que mi esposa estaba siendo follada por un perfecto desconocido hombre negro, totalmente extraño.

A la mañana siguiente, a las diez en punto, oí a mi esposa entrar en la casa y fui a saludarla. Pero no estaba sola, un hombre negro estaba allí a su lado. Mi esposa lo presentó como Carlos y luego agregó― Es el joven que le folló el coño a tu mujer toda la noche. ―Luego dijo que había estado pensando en ello y después de la forma en que Carlos la había follado, pensó que debería ver cómo un hombre negro con una polla realmente dura hace un coño de mujer casada blanca. Después, tomó de la mano de su semental y se dirigió a nuestra habitación. Una vez allí se bajó los vaqueros y me sorprendió ver que no llevaba la pequeña tanga negra que se había puesto la noche anterior. Se quitó la blusa y se quedó totalmente desnuda delante de mí y de su flamante nuevo semental.

Observé los muslos de mi esposa brillando con un líquido brillante entre ellos. Ella lo notó, se rió y dijo― ¡Oh, sí! todavía no me he duchado.

Luego se arrodilló y sacó la polla del hombre que era suave y de unos veintitrés centímetros de largo. Pensé que no era tan grande; pero después de cinco minutos de recibir las habilidades orales de mi esposa, era de casi treinta centímetros de largo y tan gruesa como mi propia muñeca.

Mi esposa se levantó y se recostó en la cama. Sus piernas se separaron y su suave coño afeitado parecía hinchado, como si acabara de tener sexo. Vi claramente que los labios de su coño estaban brillantes y húmedos.

Carlos tomó su polla en su mano y la guió hacia el coño de mi esposa cuyas piernas inmediatamente se envolvieron alrededor de él y sus tobillos se trabaron. Le bombeó el coño a mi esposa con fuerza durante lo que parecieron unos veinte minutos. Luego, la hizo rodar de manera que ella se sentara a horcajadas en su regazo, completamente empalada en su duro trozo de carne negra. Carlos la bajó para poder besarla apasionadamente y eso me dejó ver a su polla negra separando los labios blancos del coño de mi mujer.

Le dije que quería meterle la lengua en el culo y casi hice ese movimiento, pero mi ella me advirtió que sólo podía mirar.

Mi esposa gimió, gritó, gruñó y lloró durante todo el tiempo que el semental le folló su ahora más hinchado y rojo coño.

Acabó con ella al estilo perrito. Cuando su polla salió fuera del coño, le siguió un hilo grueso de semen pegajoso. Se levantó y se vistió sin decir una sola palabra. Le acompañé hasta la puerta. Cuando volví a la habitación le pedí a mi esposa que me dejara zambullirme en su culo intacto; pero ya se estaba subiendo las bragas.

Dijo que había pasado toda la noche follándole el coño, que una vez estuvo apretado, pero ahora estaba estirado por una enorme polla negra. Luego dijo que estaba cansada y que le dolía el coño hinchado. Mi esposa me mostró entonces que el esperma de aquel hombre estaba tratando de salir de ella, a través de sus bragas empapadas. Luego se fue a la cama y me dijo que me masturbara si quería.

Más tarde, a la noche se despertó y vino al comedor, donde yo estaba viendo la televisión. Llevaba sólo las mismas bragas húmedas que se había puesto antes. Cuando le pregunté cómo se sentía, respondió que todavía estaba un poco cansada y dolorida. Le pregunté si podíamos tener sexo más tarde, pero se frotó el coño metiendo la fina tela entre sus labios hinchados y dijo que no. Después de ducharse se puso un camisón transparente y me torturó durante los restos de la noche.

La noche siguiente me concedió que me cogiera su excitante y hermoso cuerpo. Su coño todavía estaba dilatado y se quejó de dolor. Pero su pasión por el sexo duro seguía intacta.

Esposo confiado

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