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La Página de Bedri
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Mirando por encima de los campos de heno en la parte trasera de nuestra casa, recordé los muchos recuerdos felices. Había, y sigue habiendo, campos y bosques preciosos, exuberantes y verdes, con muchos caminos que se pueden recorrer, todos diferentes, algunos con densa maleza, otros con un paisaje encantador y tranquilo. Solía pasar muchas horas felices corriendo casi desnuda entre el heno y los árboles del bosque, tratando de atrapar las mariposas de hermosos colores, mientras escuchaba el canto de los pájaros, la larga hierba haciendo cosquillas en mis piernas. Riendo, y saltando, en todos los pequeños charcos de agua con mi padre y mi hermano Francis.

Jugando en una laguna que encontramos, el agua me llegaba a las rodillas cuando salpicaba a Francis. Papá estaba es una manta en el suelo, preparando algo de comida y bebida para nosotros, mientras nos observaba, y luego le dijo a Francis mientras comíamos― ¿Qué tal si le enseñamos a nadar a Ángela? ―mirando de Francis a mí, y luego de vuelta.

― Oh, papá ― chillé― sabes que lo intenté cuando estaba en la escuela, y me dio un susto de muerte. Deja que me lo piense, quizá lo intente más tarde.

― Ángela, todo el mundo debería aprender a nadar, sólo seremos nosotros tres, y sabes que nunca dejaríamos que te hicieras daño.

Le miré, asintiendo, con el sudor brotando en mi frente sólo de pensarlo― Oh, papá, ¿debo hacerlo? ―Dije con hosquedad― Lo intentaré, pero sólo tú e Francis, nadie más, por favor, tienes que prometérmelo, y sólo en la piscina de casa ―mis dedos retorcieron el dobladillo de mi corta falda, arrancando un hilo invisible.

― Te lo prometo, cariño ― dijo mirando mis dedos temblorosos y el sudor brotando en mi frente.

Me tumbé en la manta y me vinieron a la cabeza los recuerdos de tiempos pasados. Pensé― Eso fue hace más de diez años ―Ya tenía más de dieciocho años y me pregunté si realmente podría aprender a nadar. Cerrando los ojos, me alejé de aquel pensamiento tan aterrador. Tomando todo el calor del sol que pude y sin pensarlo, dejé que mis piernas se abrieran, con mis dedos acariciándome el cuerpo y preguntándome― ¿acaso los atormenté inconscientemente a ambos? ―si lo hice, no sabía que lo estaba haciendo hasta que papá tosió y dijo― Ángela, cierra las piernas y deja de mostrarnos tu coño, no es algo propio de una dama ― Jadeando, cerré las piernas, ruborizándome de pies a cabeza mientras miraba a papá y a Francis.

Mis dedos jugaban mientras me relajaba junto a la piscina, recordando, desnuda como siempre que estaba sola, disfrutando del caliente sol mientras me acariciaba el cuerpo. Una brisa ocasional acariciaba mi piel, haciendo que mis pezones se pusieran erectos y rozando mi clítoris sobresaliente. Abrí más los labios de mi coño mientras me tumbaba en la tumbona contemplando la piscina, que brillaba y centelleaba con los rayos del sol rebotando en la superficie del agua.

Las yemas de mis dedos acariciaban mis pezones, mientras retiraba el capuchón de mi clítoris. La cálida brisa me hacía sentir un excitante cosquilleo, haciendo que empezara a salir mi jugo. Mis dedos encontraron mojado mi coño y me acaricié los labios de mi coño, con los dedos empapados de humedad.

Lamiéndome los dedos, descubrí que me gustaba el sabor de mi coño― ¿Se enfadaría papá si supiera que estoy desnuda, con las piernas abiertas, lamiendo mis jugos de los dedos? ¿Me azotaría, como solía hacer con mamá? ―pensé.

La piscina estaba en la parte trasera de la casa y muy aislada. Sólo tenía que asegurarme de ponerme el bikini antes de que papá o Francis llegaran a casa. Pero me encantaban las sensaciones que tenía al estar desnuda, el calor del sol que me bañaba el cuerpo. La brisa pasaba acariciando mis pezones y entre mis muslos. Mis dedos, rodeando mis pezones endurecidos mientras mi otra mano acariciaba mi clítoris. Abriendo bien las piernas mientras abría los labios de mi coño con los dedos, mi clítoris empezó a sobresalir más. Cuanto más lo acariciaba, más sobresalía, y más disfrutaba.

Las sensaciones que disfrutaba me hacían temblar por completo. Especialmente cuando tiraba con fuerza de mis pezones, enviando millones impulsos de cosquilleos hasta mi apretado coño virgen. Me encantaba cómo me hacía sentir, mis caderas se agitaban y sacudían automáticamente, haciéndome gemir en voz alta― ¡Sí!

El calor del sol me hacía sentir acalorada y sudorosa, así que me levanté y fui a la cocina a por una bebida fresca. Me preguntaba cómo se sentiría tener un hombre de verdad, como mi padre, que me acariciara así. Podía notar y ver hilos de humedad perlada entre mis muslos, notando que bajaba por el interior de mis piernas. No me molesté en ponerme nada, ya que era la única que estaba allí. Tenía una hora más o menos antes de que papá o Francis llegaran a casa.

Cogí una cerveza fría de la nevera y me la llevé a los labios, engullendo la mitad de un trago. Algunas gotas cayeron sobre mis pezones haciéndolos reaccionar al frío, lo que me hizo estremecer. Podía notar que el interior de mis muslos estaba más que húmedo. Me llevé la mano abierta al coño, sin darme cuenta de lo mojada que estaba.

Me senté en el borde de la mesa, abriendo bien los muslos. Puse un espejo entre mis piernas, mis dedos tocaron el clítoris y la humedad que rezumaba. Recogiendo algunos jugos en mis dedos, me los llevé a la boca saboreándome de nuevo. Los dedos me abrían los labios del coño y mi clítoris había adquirido un color rojo más intenso. Podía ver mi coño, todo rosado y jugoso.

Me gustaba cómo se sentía mi clítoris cuando lo acariciaba. Cómo se veía mi coño mientras me exploraba, y cómo me hacían disfrutar aquellas sensaciones. Disfruté de todas esas nuevas sensaciones que estaba experimentando. Podía ver los labios de mi coño abriéndose y cerrándose. Recogí mis jugos con mis dedos y los chupé.

Puse el espejo en ángulo para poder ver mi coño mientras me masturbaba. Empecé a frotar mi clítoris con fuerza. Cuanto más me frotaba, más jugo salía de mi coño, acumulándose en la mesa. Estaba tan sumida en mis pensamientos que veía cómo mi coño se abría y se cerraba, acercándose cada vez más a la eyaculación― ¡Joder! ¡Sí! ¡Joder!

No vi ni oí a mi padre entrar. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo y mirando, se detuvo junto a la puerta mirándome mientras decía. ― ¿Qué estás haciendo, Ángela?

Oír su voz me hizo dar un salto, justo cuando volvía a lamerme los dedos, haciendo que el espejo chocara contra la mesa, cerrando rápidamente las piernas por la vergüenza.

― ¡Oh, mierda, papá, me has asustado! ¿Qué haces en casa tan temprano? No te esperaba hasta dentro de un rato ―respondí poniéndome roja como la remolacha, y manteniendo la mirada perdida. También era consciente de que aún estaba desnuda y que papá podía ver todo mi cuerpo desnudo.

― Como acabo de decir, ¿qué haces sentada en la mesa de la cocina, desnuda y con las piernas abiertas, mirándote el coño?

Podía sentir sus ojos recorriendo mi cuerpo y tuve que pensar en algo que decir rápidamente― No estoy segura de sí me ha picado algo, así que estaba intentando comprobarlo, lo siento, papá.

Dejó su maletín en una silla y se acercó a mí. Levantándome la barbilla con la punta de los dedos, me miró a los ojos, y quitándome el espejo lo colocó en el mostrador detrás de él.

― Toma, deja que eche un vistazo para ver dónde te han mordido. Tal vez pueda aliviarte ―dijo, sin apartar los ojos de los míos en ningún momento― Muéstrame dónde crees que te han mordido, nena ―miró mi cuerpo, notando mis pequeños pechos turgentes y cómo mis pezones se endurecían ante su mirada, mi pequeña cintura y mis caderas más llenas. Me cogió las manos y las extendió, pero no pudo ver nada parecido a un mordisco. Sin embargo, pudo ver la abertura de mi coño y el clítoris rojo que sobresalía. Pudo ver lo roja e hinchada que estaba y mis jugos acumulándose debajo de mi trasero.

― No, papá, no me han mordido en el cuerpo ―dije intentando apartar mis manos de las suyas, pero me sujetó firmemente. Separando mis piernas, para poder mostrarle la parte interna de mi muslo― En algún lugar por aquí ―dije, tratando de señalar la parte interior de mi muslo, que no podría ver sin un espejo.

― Recuéstate, cariño, deja que eche un vistazo. Deja que coja una pomada para y mientras la cojo, cúbrete ―Me tendió una toalla para que me cubriera. Mientras iba al baño a por la pomada, le vi ajustarse los pantalones. Esperaba que no me hubiera dado cuenta del efecto que estaba causando en él.

Cuando mi padre regresó con la pomada, estaba con una toalla cubriéndome parcialmente. Mi padre podía verme los pezones asomando, ya que la toalla no era lo suficientemente grande como para ocultarlos.

― ¿En qué pierna crees que te han mordido, nena? ―me preguntó levantando una ceja, mientras colocaba la pomada a mi lado. Mirando hacia él, señalé mi pierna izquierda.

― Levanta las rodillas y sujétalas para que pueda ver bien.

Cuando levanté las rodillas, la toalla se agitó entre mis pechos, dejando al descubierto mi coño húmedo y desnudo. No me molesté en cubrirme de nuevo, pues papá ya me había visto cuando entró en la cocina viendo cómo me corría. Tratando de ignorar lo que estaba viendo, papá escaneó mis piernas mientras levantaba mis dos tobillos― No veo nada que parezca un mordisco, ¿estás segura de que te han mordido?

― Sí, papá, pero está más cerca de mi culo ―dije separando más las piernas, lo que abrió más mi coño para él. Sabía que estaba rezumando jugo, podía notar cómo se deslizaba hacia abajo, acumulándose en mi agujero del culo. Papá también podía verlo.

― Bien, nena ―dijo, empujando mis dos piernas hacia los lados de mi pecho, levantando mi trasero ligeramente de la mesa, haciendo que mis piernas se abrieran más, no sólo mostrando a papá mi coño, sino también el agujero de mi culo. Tragando audiblemente, me sonrojé, sabiendo que mi padre podía ver lo mojada que estaba. ¿Sabría él que había estado jugando conmigo misma? Estaba mirando mi coño abierto o mi culo, o simplemente buscaba el mordisco que le dije que había recibido; no estaba segura.

― Papá, ¿ves algo?

― Sí, puedo ver mucho, pero no hay ninguna marca de mordedura, aunque te ves muy roja alrededor del clítoris y del coño. ¿Tal vez te has rascado o masturbado? ―me preguntó, mirándome mientras levantaba las cejas― No importa, quédate cómo estás mientras te pongo una pomada, y mantén las piernas abiertas.

No pude responderle; me limité a asentir con la cabeza. Cogió el ungüento, se echó un poco en los dedos y lo extendió en mi coño y alrededor de mi clítoris y mi culo hinchados, lo que me hizo sentir un cosquilleo y que mi coño volviera a palpitar. Mientras lo hacía, Francis entró, riendo y bromeando con su amigo Paul, con una expresión de sorpresa en la cara de ambos, cuando creyeron ver lo que estaba pasando.

― Papá, ¿qué haces? Y tú Ángela, estás desnuda.

― No es lo que piensas Francis, ella estaba buscando una marca de mordedura cuando entré, no pudo encontrarla, así que he tratado de encontrarla por ella. Pero no la han mordido, aunque está muy roja alrededor del coño, así que le he puesto una pomada. Echa un vistazo tú mismo.

― No hace falta, papá, puedo ver perfectamente desde aquí, y Paul también. Sí, parece muy roja ¿Qué es lo que has estado haciendo, Ángela, intentando correrte? ―fue su simple respuesta, sonriendo, mientras miraba a su padre y luego a su amigo Paul.

Un grito ahogado salió de mi boca, mis manos bajaron por mi cuerpo, mientras intentaba cubrirme y cerrar las piernas― ¡Papá! ―grité.

― Quédate quieta hasta que el ungüento se haya absorbido ―dijo impidiendo que cerrara las piernas, lo que les permitió a los otros dos ver mi coño y mi culo. Pudieron ver los labios de mi coño de doncella hinchándose y produciendo más jugos que goteaban hasta mi culo. Podían ver mis pezones endureciéndose ya que la toalla no cubría nada.

― Francis, sujeta sus piernas por favor, mientras me lavo las manos.

Francis miró a su padre pero hizo lo que se le pedía, y no pudo evitar mirar como mi coño se abría y se cerraba, lamiéndose los labios, mientras veía mis jugos correr por mi raja y se acumulaban debajo de mi culo. Notando una agitación en sus pantalones, miró a Paul, que estaba de pie junto a la puerta, intentando asimilar todo lo que estaba viendo. Paul también estaba ajustando su polla que se alargaba. Ambos notaron mis dedos pellizcando mis pezones.

Paul tosió mientras miraba a Francis― ¡Te esperaré fuera, amigo! ―Dijo saliendo rápidamente por la puerta abierta.

― Vale, vale,

Paul, estaré contigo en cuanto vuelva papá ―Unos minutos después, papá volvió a la cocina y le preguntó a Francis― ¿Se ha ido Paul?

―No, papá, me está esperando fuera ―dijo mirándole como diciendo―qué esperabas.

― Bien, vamos a echarte un vistazo ahora, cariño― me agarró por los tobillos y dejó que Francis desapareciera en la misma dirección que Paul diciendo― Nos vemos luego papá.

― ¡Bien hijo! Ahora dime, Ángela ¿Qué has estado haciendo exactamente? Por tu coño parece que te has estado masturbando, o es que, puede que necesites algo de ayuda. ¿Quieres que te ayude con lo que necesitas? ―Comprobando que la pomada se había empapado bien, sus dedos tocaron con ternura los labios de mi coño, abriéndolos con sus dedos. Pudo ver que aún no había sido tocada por ningún hombre por lo pequeño que era el agujero de mi coño y dijo― ¡Ya está, nena! ya deberías estar bien ―y siguió acariciando mi coño con sus dedos, tocando tiernamente mi clítoris, haciéndome jadear, oyendo cómo mi respiración se agitaban cuanto más tocaba. Me soltó los tobillos y dio un paso atrás.

Juntando las piernas, me senté, salté de la mesa y corrí a mi habitación cerrando la puerta tras de mí. Pero la puerta no se cerró bien al abrirse lenta y silenciosamente, por lo que quien pasara por delante podría ver dentro. Al caer en la cama, me sentí mortificada por el hecho de que tanto papá como mi hermano y su amigo Paul hubieran visto mi coño y mi culo abiertos y lo mojada que estaba.

Pero no podía ignorar lo que sentía mi cuerpo. Mi corazón latía con fuerza con mis pezones, rozando las fundas del edredón. Me di la vuelta y me puse de espaldas, colocando los dedos en mis pezones, que empezaban a arder mientras se alzaban orgullosos. Estirar de ellos y pellizcarlos provocó una erupción de mariposas por todo mi cuerpo, que se acumulaban en mi coño. Necesitaba liberarme, sobre todo después de la forma en que papá acababa de tocarme.

― ¿Papá sabe lo que deseo? me pregunté.

Mis dedos eran como mariposas flotando por todo mi cuerpo hasta llegar a mi clítoris. Empecé a rodearlo, gimiendo más fuerte. Sentía que las sensaciones de hormigueo eran cada vez más fuertes, mis dedos giraban más rápido. Sabía que me estaba corriendo, mi coño y mis dedos estaban completamente mojados. Mis muslos se abrieron de par en par mientras mis caderas se agitaban, haciendo chirriar la cama mientras me corría, pensando― ¿Tendré las mismas sensaciones cuando me follen, quitándome la virginidad?

Cuando me calmé un poco, me sentí un mejor. Mis piernas seguían abiertas a la vista de todos y seguía jugando, aunque los pensamientos de que deseaba que alguien se llevara mis dos virginidades no salían de mi mente.

Cuando estaba desesperada por ir al baño, entré corriendo para no orinarme y me topé con papá, que estaba desnudo, mientras salía de la ducha, con el agua chorreando por su pelo y por su cuerpo. Ambos dejamos de hacer lo que estábamos haciendo y nos miramos fijamente― Papá, lo siento, pero estoy desesperada, tengo que orinar ―dije bailando de una pierna a la otra, presionando mi mano en mi coño, con la esperanza de no mojarme. Vi que su pene se balanceaba mientras se movía― Papá, por favor, tengo que orinar ―dije sin apartar la vista de su polla.

Sonriendo, se puso una toalla alrededor de las caderas y salió del baño, sacudiendo la cabeza y tirando de la puerta también, pero sin cerrarla. Me oyó orinar mientras yo suspiraba aliviada, diciéndome en voz baja. Pero lo suficientemente alto como para que papá lo oyera.

― ¡Joder, qué polla! me encantaría tener una así.

Al oír esto, papá se paró en seco, preguntándose si había oído bien. Pensó que tendría que tener más cuidado en el futuro, ya que me estaba convirtiendo en una mujer joven, ya no era una niña. Anotando esto en su cabeza, siguió adelante.

Cuando se vistió, volvió a chocar conmigo al salir de su habitación. Yo tenía la cabeza gacha secándome el pelo, con una pequeña toalla envolviéndome, que apenas cubría nada.

― ¿Ángela, qué te pasa últimamente, que te paseas prácticamente desnuda?

― Bueno, por qué no, tú y Francis ya me habéis visto el coño y el culo, Paul también, ahora que lo pienso ― contesté dejando caer la toalla al suelo mientras le miraba de arriba abajo, sabiendo lo que se escondía bajo la ropa. Con ese pensamiento en la cabeza, me sonrojé apresurándome hacia mi habitación, sin molestarme en cerrar la puerta.

Unos minutos después, papá estaba de pie junto a mi puerta observándome. Estaba sentada en el tocador mirándome al espejo, con las manos apretadas entre los muslos y los dedos frotando mi sensible clítoris. Me di cuenta de que papá estaba observando cada uno de mis movimientos. Vio que llevaba un pequeño top transparente y una falda corta de verano. Se preguntó si llevaba ropa interior.

― Vale, nena, ¿qué pasa? Díselo a papá ―Todavía podía ver mi cuerpo desnudo, y eso empezaba a afectarle. Tendría que hacer algo al respecto, ya que me estaba convirtiendo en una hermosa jovencita.

― Tengo miedo ― tartamudeé, mis ojos se convirtieron en platillos llenos de lágrimas, mientras lo miraba.

― ¿Qué? ¿De qué tienes miedo? ―Y una mirada de preocupación cruzó su rostro. Se sentó en mi cama y abrió los brazos. Me giré hacia él, chupándome las puntas de los dedos mientras saltaba a su regazo, rodeándolo con mis brazos. Podía notar mis pechos y cómo mis pezones se endurecían y se clavaban en su pecho mientras me abrazaba. También podía oler mi sexo mientras me abrazaba con fuerza. Y yo podía sentir su polla moviéndose entre mis nalgas.

― Nena, dile a papá lo que te preocupa ―Podía sentir las lágrimas mojando su camiseta mientras mis hombros se agitaban.

Retorciéndome sobre su polla cada vez más dura, notaba cómo me calentaba y humedecía― No puedo hacerlo, papá ―fue todo lo que dije.

― ¿No puedes hacer qué, cariño? ―dijo mientras me apartaba de él para poder mirarme a los ojos.

Mi barbilla empezó a temblar― ya sabes ―dije asintiendo con la cabeza hacia la ventana.

― No, lo siento, no lo sé, cariño, dímelo ―Su mano se posó en mi regazo, y pudo sentir lo caliente y húmeda que me estaba poniendo, preguntándose si tendría algo que ver con lo que había pasado antes.

Al levantar la mano hacia mis pechos, podía sentir mi corazón acelerado. Puse mis dedos sobre los suyos y comencé a apretarlos suavemente― Bueno, en realidad hay un par de cosas ―dije notando como mis pezones se endurecían aún más bajo su tierna abrazo. Eso me hizo retorcerme más, sintiendo su dura y alargada polla entre mis muslos. Me encantaba lo que estaba sintiendo, y no quería que se detuviera.

― Quiero saber lo que se siente al ser follada ―dije, mirándole a los ojos. Sentí que me apretaba el pezón, que me lo acariciaba y pellizcaba con los dedos y los pulgares, y que las emociones me recorrían el cuerpo ― Oooh ―me oyó gemir.

― Ángela ―dijo con firmeza―eres mi hija.

― Pero papi, confío en ti, o prefieres que me vaya con cualquier chico que pueda darme algo y hacerme daño ― Moví las nalgas sobre su polla, que se ponía cada vez más dura. Los chicos con los que he salido sólo quieren verme el coño y tocarlo para satisfacerse, y luego decirles a sus amigos― Anoche me comí el coño de Ángela, o que les haga una mamada, y eso me deja muy frustrada.

― Vale, vale, quiero que me digas qué más te preocupa ―dijo sin apartar sus ojos de los míos.

― Yo, yo… ―empecé a tartamudear.

― Ángela, sea lo que sea, no puede ser tan malo ―dijo aunque él tenía una idea de lo que me preocupaba.

Sacudiendo mi cabeza de lado a lado, notó que otra lágrima caía sobre el dorso de su mano― Oh, cariño, vamos ―dijo mientras me abrazaba con más fuerza― nada es tan malo como crees ―y se inclinó para besarme la mejilla.

DÁngela

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