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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Fiesta de Año Nuevo
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En la víspera de año nuevo, mi mujer Andrea y yo asistimos a una fiesta organizada por uno de sus compañeros de trabajo. Ese año era viernes, así que el hecho de tener dos días libres después tuvo mucho que ver con lo salvaje que fue. El tema era finales de los sesenta, así que Andrea me compró unos vaqueros de campana y una camiseta teñida. Cortó los lados de las piernas a la altura de la campana y cosió una tela para hacer la campana extremadamente grande. También encontró un par de zapatos de tacón para mí y un par de gafas rectangulares "de abuela".

Yo quería ver qué iba a llevar, pero me dijo que sería una sorpresa. Me imaginé que también llevaría pantalones de campana y camiseta teñida como yo, pero me equivoqué. La noche de la fiesta cada uno fue a su propio baño para prepararse. Yo, por supuesto, me preparé primero y fui al estudio a esperarla. Después de un rato oí sus tacones por el pasillo y que me levanté de para reírme. Bueno, no me reí, Andrea entró en el estudio con el vestido más corto que he visto. Era de color azul clarito y el borde apenas le llegaba a las nalgas. Y quiero decir apenas. Sus piernas parecían kilométricas, estaban cubiertas de pantimedias de color bronceado y llevaba un par zapatos de tacones de 10 centímetros. Su largo pelo rubio estaba completamente liso y con raya en medio. Me encantaba su aspecto.

Mientras la ayudaba a entrar en el coche, tuve la oportunidad de una impresionante visión de su entrepierna. Le dije que no llevaba bragas y respondió que no, que llevaba medias hasta la cintura y que quería mostrar todo lo que pudiera sin que las innecesarias bragas bloquearan la vista. Le pregunté si tenía un plan para esta noche. Se rió y dijo que por supuesto.

― ¿Puedo preguntar quién es?

― Mejor no, será más divertido ver cómo tratas de averiguar quién va a tener mi coño esta noche.

En la fiesta todos nos divertimos viendo a los demás, bueno, Andrea no se rió mucho. Su cuerpo parecía estar listo para el sexo. La sala estaba llena y yo no podía seguir su ritmo. Me puse a hablar con uno de los otros maridos sobre la tracción a las cuatro ruedas. Hacía más de una hora que no veía a mi mujer y estaba a punto de excusarme para ir a buscarla cuando apareció y me besó en la boca. Yo sabía por aquel sabor que acababa de chupar una polla. Le dije a mi nuevo amigo que iba a salir a tomar el aire, tomé la mano de Andrea y salimos por la puerta de la cocina a la terraza de atrás.

Tan pronto como estuvimos en la oscuridad, pasé mi mano por debajo de su vestido y froté su coño a través del fino nylon. Estaba definitivamente mojado. Le pregunté si había follado y dijo que no, que era todo suyo. Le dije que había probado semen cuando me besó y me dijo que acababa de chupar una polla y que se había corrido en su boca, y que había hecho lo posible por aguantar hasta que me encontró.

― ¿De quién era la polla? ―pregunté.

Me pidió que no le preguntara el nombre. La besé y le llamé pequeña zorra.

― Lo disfrutas ¿No? ―dijo.

― Soy el hombre más orgulloso― Entonces le dije que fuera a buscar a un hombre para que se corriera en su coño. Ella hizo un gesto y dijo que sí.

Al entrar en la cocina pude ver que los pezones de Andrea estaban duros como piedras. Le pregunté si tenía frío. Ella miró hacia sus tetas y dijo que no, que estaba caliente. Le di una palmadita en el culo y le dije que se jodiera el coño. Mientras ella se iba, mi nuevo amigo se me acercó y los dos nos quedamos mirando el culo de mi mujer mientras ella empezaba a bailar al ritmo de la música.

― ¿Es esa tu mujer? ―preguntó-

― Sí, es mi mujer, Andrea.

― Más vale que la vigiles, que con esa pinta se la pueden follar ―Me dijo.

― Cuento con ello ―Le dije. Me miró desconcertado y lo arreglé diciendo ―De eso me voy a encargar esta noche.

Los dos hablamos durante mucho tiempo, no tenía ni idea de dónde había ido Andrea, pero cuando alguien gritó "es casi medianoche", la música se detuvo y, de repente apareció. Me cogió de la mano y me dijo― Vamos a esperar el año nuevo fuera.

La seguí mientras me llevaba de vuelta al mismo extremo oscuro del patio, junto a la cocina. Se apoyó en la barandilla y se bajó las medias hasta las rodillas, abrió las piernas todo lo posible y dijo― Empieza a comerme el coño y que no pares hasta el año que viene.

Me puse en cuclillas y tomé las nalgas en mis manos luego enterré mi cara en su recién follado coño afeitado. Pasé la lengua entre los labios y cuando encontré su clítoris los músculos de sus muslos se tensaron y gimió con fuerza. Chupé los suaves labios y eso liberó el flujo de las corridas de algunos afortunados. Pudimos escuchar a todos los que estaban dentro la cuenta atrás y luego un fuerte ¡Feliz Año Nuevo! Me puse de pie y besé a mi caliente esposa― Te amo, cariño, y gracias por la merienda de tu coño recién cogido.

― Fue todo un placer ―dijo.

Después, se subió las medias y entramos. Después de media hora me dijo que tenía que darle las buenas noches a alguien que se iba y se fue. Mi nuevo amigo se acercó y me dijo que te había visto comiéndole el coño a mi mujer en la terraza, que había salido a ver y nos había visto. Dijo que seguro que el coño sabía a caramelo. Le dije que seguro que sí.

Gogo

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