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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Food Truck
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Lunes, miércoles y viernes, entre las once y las dos. Ese es el horario semanal de comidas.

El camión de la comida entraba en el aparcamiento, abría el panel del lateral de la furgoneta y encendía el cartel de “Abierto” de la ventanilla. En cuestión de minutos, el aroma de la comida recorría las calles y el aparcamiento se llenaba rápidamente de trabajadores de las empresas de los alrededores, entre los que me encontraba.

A las dos, el lugar se quedaba vacío de gente. Tom apagaba el cartel, se bajaba el panel, y se limpiaba la basura del suelo y daba una vuelta rápida por la furgoneta mientras Marina aseguraba todo lo que había dentro y limpiaba la cocina.

Tom era un chef mexicano de cincuenta y tantos años que se había cansado de las horas y el estrés de llevar la cocina en restaurantes ajenos y había comprado un camión de comida. Le gustaba cómo sonaba Tom's Tacos, así que prefirió ese nombre al suyo propio.

Marina era su hija mayor. Con veintidós años, pechugona y guapa, era muy popular y una de las principales razones por las que el camión estaba tan concurrido. Muchos hombres coqueteaban y bromeaban con ella, con la esperanza de llamar su atención y tener la oportunidad de salir con ella. Luis la vigilaba con cautela y más de uno tuvo la mala experiencia de conocer su mal genio cuando fueron demasiado lejos para su gusto.

El lunes la furgoneta llegó poco antes del mediodía. La gente esperaba mientras Marina levantaba el panel y encendía el cartel. El ritmo de clientes atendidos era mucho más lento. A las dos apagó el cartel y pasaron casi veinte minutos hasta que Marina salió y bajó el panel. La furgoneta se fue cerca de las tres.

El miércoles el camión llegó poco después de las once. Marina abrió y los clientes empezaron a hacer cola. Una vez más el ritmo fue lento. Cuando llegó mi turno pude ver que estaba sola, ni rastro de Luis en su lugar habitual detrás en la parrilla. Se disculpó por el retraso y me tomó nota. Podía oír gruñidos detrás de mí mientras la cola avanzaba lentamente.

― ¿Quiere que le ayude? ―ofrecí.

Me miró un momento, observó la fila de gente que había detrás de mí y asintió con la cabeza― ¡Claro! ―respondió. Abrió la puerta y me dejó entrar.

― Si pudieras tomar nota de los pedidos, sería estupendo ―me dijo señalando el mostrador― Escríbelo en el bloc y ponlo en el soporte.

Hice lo que me pidió y tomé los pedidos, cambié y repartí la comida mientras ella trabajaba detrás de mí. Varios clientes comentaron que yo estaba en el camión y no en mi trabajo.

― Oye, se supone que estás arreglando mi coche ―dijo uno cuando se acercó.

― No te preocupes ―me reí―Otros se ocuparán de eso.

Por suerte, tengo un personal excelente en mi taller y puedo marcharme en cualquier momento.

― Les haré saber que estás aquí ―dijo con una sonrisa― Gracias por los tacos.

A las dos, Marina apagó el cartel y me pidió que cerrara las ventanas y bajara el panel.

Lo hice lo que me pedía y di una vuelta rápida, como había visto hacer a Luis muchas veces. Una vez hecho, regresé al camión y me recibió con una gran sonrisa― Muchas gracias ―dijo Marina mientras me abrazaba― Has sido de mucha ayuda.

Sus pechos empujaban mi pecho y su pelvis presionaba la mía mientras me apretaba. No sabía si había notado la repentina hinchazón entre nosotros, pero me dedicó una sonrisa socarrona cuando me soltó.

― Encantado de ayudar ―respondí― ¿Dónde está Luis?

―No está bien ―explicó― Se cayó y se rompió una pierna.

― ¿Se encuentra bien?

― Sí, pero no trabajará durante un tiempo ―dijo con un suspiro― Es duro estar sola.

― Bueno, puedo ayudarte durante unas semanas si quieres ―le ofrecí.

― No, estás ocupado con tu trabajo.

― No, no es un problema ―continué― Los chicos están bien sin mí. Puedo permitirme unas horas aquí y allá para ayudarles.

― ¿Estás seguro?

― Sí ¿Necesitas más ayuda hoy?

― No, pero muchas gracias ―dijo agradecida.

Volvió a abrazarme y sentí cómo empujaba su pelvis contra la mía. Mi polla volvió a hincharse mientras se estrechaba contra mí.

― No hay problema ―le aseguré― Ha sido divertido, algo diferente.

― Mañana me ayuda mi hermana, pero ¿puedes ayudarme el viernes? ―preguntó.

― ¡Claro! Te estaré esperando a las once ―le dije mientras salía del camión.

Volví al trabajo, donde me recibieron con numerosos comentarios sobre mi nueva carrera en la hostelería.

El viernes por la mañana me acerqué al aparcamiento cuando llegó la furgoneta. Marina me saludó mientras levantaba el panel lateral y me abría la puerta.

― Buenos días ―sonrió― Gracias de nuevo por la ayuda.

― Buenos días a ti ―le contesté― ¿Qué tal ayer?

― Fue bien ―contestó.

Miré a mí alrededor y observé cómo lo preparaba todo, sorprendido por la cantidad de cosas que cabían en los estrechos límites de la furgoneta. Me dio instrucciones sobre algunas cosas en las que ayudar mientras la gente empezaba a llegar. El tiempo pasó volando y pronto llegó el momento der apagar el cartel.

― ¡Ya está! ―anunció.

― Entonces vamos a cerrar ―respondí.

Después de recoger la basura suelta, entré en la furgoneta y la encontré sentada en el mostrador. Me dedicó una sonrisa y me tendió una botellita.

― ¿Tequila? ―Me reí.

― Sólo un sorbo para cada uno por nuestro duro trabajo ―respondió.

Le di un trago y le pasé la botella. Ella bebió otro trago y me la devolvió.

― Bueno, dos no me vendrán mal ―se rió.

Me reí y bebí otro trago mientras se pasaba las manos por el pelo. Sonrió cuando le devolví la botella.

― ¿Tienes que irte ahora mismo? ―preguntó mientras la botella se elevaba al encuentro de sus labios mohínos.

― No, no tengo prisa ―respondí.

 ―Bien. ¿Te importa cerrar la puerta?

Me encogí de hombros y cerré la puerta. Me volví para verla tomar otro trago.

― ¿Uno más? ― ofreció.

― ¡Claro!

Cuando me llevé la botella a los labios, empezó a desabrocharse la camisa. El sujetador negro se hizo visible y sus pechos sobresalieron por encima. Se quitó la camisa y desabrochó el cierre, dejando que sus pechos aparecieran en cascada mientras se quitaba la prenda de encaje.

Le devolví la botella mientras me limpiaba una gota de la barbilla. Vació la botella, la tiró a la papelera y se bajó de la encimera. Sus dedos desabrocharon los botones de mi camisa antes de pasarlos ligeramente por mi pecho.

― Estás en muy buena forma ―dijo en voz baja.

― Tú también ―murmuré mientras mis manos empezaban a recorrer su firme cuerpo.

Ella soltó una risita y sus manos se deslizaron hasta mi cinturón, me desabrocharon los pantalones y liberaron mi polla hinchada.

― Sabía que era grande ―susurró mientras me acariciaba la polla ―La sentí.

Se arrodilló y me bajó los pantalones. Me rodeó la polla con las manos y la acarició hasta endurecerla mientras me sonreía. Le puse la mano en la cabeza y le pasé los dedos por el espeso pelo negro mientras se la metía en la boca.

Me la chupó despacio, manteniendo una mano en el tronco y tocándome los huevos con la otra. Su lengua jugueteaba por debajo y alrededor de la punta mientras me la chupaba, apretaba y provocaba. Se la pasó por la cara, por los labios y volvió a metérsela en la boca mientras yo gemía de placer.

Con un sorbo, apartó la boca y se levantó. Se desabrochó los vaqueros, se los quitó de un tirón y luego los apartó. Se quitó las bragas de seda negra, las tiró al suelo y saltó sobre la encimera. Abrió las piernas y se apoyó en las manos, dejando al descubierto su raja húmeda y brillante.

Me arrodillé y puse la cara entre sus piernas, aspirando intensamente su aroma antes de poner a trabajar mi lengua. Podía oír ligeros gemidos mientras mi lengua la exploraba y le daba largos y lentos lametones y el punteo de la punta en su clítoris. Sentí que se me humedecía la cara cuando llegó al clímax con un gemido estremecedor. Su mano me agarró del pelo y me apartó la boca mientras intentaba volver a lamerla.

― ¡No... espera...! ―suplicó.

Esperé a que me soltara y le di un último lametón antes de levantarme. Froté mi polla hinchada entre los pliegues húmedos antes de poner la punta contra su abertura.

― ¡Oh, sí! ―gimió.

Separé los pliegues con los dedos y empujé hacia su aterciopelada y húmeda vagina. Poco a poco me fui abriendo paso en su interior, retrocediendo lentamente con cada embestida. Sus piernas me rodearon la cintura mientras la follaba, empujando mi polla más adentro con cada embestida hasta que se la metí toda.

― ¡Oh, fóllame bien! ―gimió.

Me la follé deprisa, observando cómo sus pechos rebotaban y se agitaban al moverse. Se chupó el labio inferior y cerró los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás y disfrutaba de la sensación de mi polla dentro de ella.

― ¡Oh, sí... así...!

Emitió un gemido profundo y empezó a estremecerse. Empujé con fuerza y me mantuve así mientras el orgasmo la inundaba. Mi polla estaba a punto de estallar mientras luchaba por mantenerme quieto.

Soltó un profundo suspiro, abrió los ojos y me sonrió.

― ¡Fóllame por detrás! ―me pidió.

La saqué y ella se bajó de la encimera y se dio la vuelta. Se inclinó, apoyó los codos en la encimera y levantó su firme trasero para mí. Volví a metérsela en aquella húmeda y sedosa vagina mientras la sujetaba por sus amplias caderas.

― ¡Oh, sí...! ―gimió mientras la follaba furiosamente, penetrándola tan fuerte y tan rápido como podía.

La rodeé con ambas manos y le cogí los pechos, apretando y amasando suavemente las firmes tetas mientras bombeaba mi polla dentro de ella. Sentí que aumentaba la presión y la agarré por las caderas.

Su coño me apretó con fuerza y no pude contenerme. Saqué la polla mientras entraba en erupción, un chorro de líquido caliente y perlado recorrió su espalda y el resto sus firmes nalgas mientras la sacudía furiosamente.

Cuando los chorros disminuyeron, volví a embestirla y empujé con fuerza, metiéndola en lo más profundo de su coño. Los dos gemimos cuando cesaron las palpitaciones y bajó la hinchazón. Cuando la saqué, ella soltó un pequeño grito ahogado y se desplomó sobre la encimera. Nos dimos un largo beso antes de que empezara a recoger su ropa.

― Voy a empezar a llevar faldas si sigues ayudándome ―se rió.

Unas semanas más tarde, Luis me estrechó la mano y me dio profusamente las gracias por haber ayudado a Marina durante las últimas semanas― Muchas gracias, te agradezco que te ocuparas de ella. Sé que le has quitado tiempo a tu negocio para ayudarnos con el nuestro.

― No hay ningún problema ―le aseguré mientras Marina se colocaba a su espalda y sonreía socarronamente― Realmente lo disfruté.

MJ

Otro relato ...




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