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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Fuga en el baño
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Ahora mismo escribo en la comodidad de mi cama, tan solo cubierta por una ligera bata de satén negro que deja ver imponentes mis deliciosas nalgas. Recuerdo que una ocasión, ya siendo adulta, pero no tan adulta, digamos 25, antes de salir al trabajo, me masturbaba en la regadera con un dildo negro, de venas inflamadas ¡tan real! Mmm… que ahora mismo me provoca un rico escalofrío. Bueno, pues mientras jugaba con esa delicia, a la vez me daba un rico masaje anal con un plug que recién había comprado y que al combinar los movimientos, ¡caramba! hacía que mis piernas se doblaran de placer, y es que en verdad, se sorprenderían de saber lo benéfico que resulta salir a laborar después de una buena corrida. Ji ji ji; bueno, pues en eso estaba cuando llamaron a la puerta, como no es común que alguien me visite por las mañanas, no presté atención pensando en que era algún vendedor y que al no recibir respuesta se iría. Sin embargo, los llamados no cesaban, por lo que tuve que suspender mi delicioso ritual y sacándome el dildo, que chorreaba de mis jugos, lo deposité en el lavabo, dejando traviesamente alojado en mi excitado ano el plug (me encanta la sensación de caminar con él dentro) y enredándome en una pequeña toalla, acudí a la puerta. Al mirar a través de la mirilla, allí, con aspecto varonil, estaba un tipo de no más de 50 años insistiendo nuevamente en que abriera, al notar mi presencia de inmediato me requirió ―Hola soy Armando ¿es aquí donde solicitan un plomero? Me envía la señora Lola.

No recordaba haberle preguntado a mi madre si conocía a algún plomero y me lo recomendara.

― Es cierto, había olvidado la fuga del lavabo, pero pase.

Al entrar y verme muy confiada y semidesnuda, se apresuró a cerrar tras de sí.

― No mi chula, no debería asomarse así casi encuerada, imagínese que le ven las nalgas… y de a gratis.

Su comentario me causó mucha gracia y no pude menos que soltar una sonora carcajada al tiempo que soltaba la toalla, quedando expuesta a la mirada de aquel ocurrente señor.

― ¡Caraaamba! ¿Ve que le dije? tápese pues.

Y agachándome a recoger la toalla, le di la espalda sin pensar en lo que mi oscuro hoyito trasero escondía y que al empinarme, se mostraba totalmente a la vista de mi inesperado visitante. Así que al ver de reojo su gesto de asombro, me enderecé rápido ruborizándome. Él, al ver eso, me hizo saber lo deliciosa que me veía.

― Ufff con todo respeto, es usted hermosamente sensual, pero ándele, si quiere vaya a vestirse y aquí la espero, reinita.

Y dando media vuelta me retiré contoneándome para sentir más rico el plug pero con un gesto de incredulidad pues cualquiera en su lugar, de menos hubiera aprovechado para ver más de mis carnes pero él―seguro es gay―pensé mientras me dirigía a la habitación.

Una vez apenas cubierta por una bata de baño, salí a explicarle la fuga que había en la llave del lavabo, a lo cual dijo que si tenía que salir, él podía trabajar y si terminaba, se iría y regresaría a cobrar al día siguiente, si no tenía inconveniente.

― ¡Caramba, este tipo salió de una cueva seguramente! ―pensé.

― No se preocupe, espero aquí, casualmente hoy puedo llegar tarde al trabajo.

― Desconfía de mi ¿verdad?

― Como cree, con tantos años de conocernos.

― Tiene razón reinita pero déjeme decirle que si tuviera malas intenciones, desde que me abrió encuerada, ya hubiera podido abusar de su confianza. En fin, si gusta reviso la fuga, la reparo rapidísimo y me voy para que pueda salir al trabajo.

Lo que dijo me causó pena, pues en realidad recelaba de él, siendo que tenía razón, en fin.

Acto seguido, se dirigió al baño mientras yo me iba a la cocina a preparar el desayuno pensando convidarlo en agradecimiento a su honestidad. Así, mientras lavaba los trastos, llegó a mi mente como un rayo fulminante el recuerdo de cómo había salido repentinamente del baño para ver quien tocaba, dejando todo mi desorden a la vista. Al recordarlo, pasé de la cocina al corredor en un segundo y al llegar al baño, frené de golpe, pues grande fue mi sorpresa de ver al plomero de espaldas pasando su lengua por todo lo largo de mi dildo, sí, de mi dildo. Al no advertir mi presencia, opté por espiarlo. Resultó que el correcto personaje que vi al entrar, era un total degenerado, que al tener mi juguetito a su disposición y percatarse que conservaba restos de mis fluidos, comenzó a desabotonarse el pantalón, mostrando ante mi vista un hermoso pene totalmente erecto. Sorprendida y excitada pensé― ¿Cómo es que una persona de su edad pueda tener una erección tan potente?

No podía dejar de mirar sus movimientos, estaba hipnotizada, pues a la vez que pasaba el dildo por la nariz para olerlo, su otra mano la pasaba a lo largo de su antojable verga, cada vez más rápido, tensándose de vez en vez, pelándola totalmente, haciendo que luciera hermosa, inflamada y brillosa por el cristalino lubricante que de ella emanaba. No pude aguantar más y sin pensarlo, me deshice de la incómoda bata y crucé la puerta integrándome a su erótica actividad. Al verme se sorprendió tanto, que de inmediato trató de guardar su verga, cosa que resultó imposible por la tremenda erección que tenía. Al ver su mortificación, me acerqué muy despacio.

― Aguarda, no hagas eso, es muy linda para que la castigues así, permíteme ayudarte.

― Perdone reinita, en serio no quise faltarle.

― Shhh… no digas nada.

― Pero que va a pensar, que pena.

― ¿Que qué pienso? Pienso que te excito, que eres vigoroso porque tienes una erección enorme y que tienes una linda verga, déjame tocar ¿Si?

― Lo que usted diga, es tan linda y tiene un cuerpecito de infarto que sería un tonto si le dijera que no.

Ya más calmado, como pudo se acomodó sobre el retrete mientras me acercaba de rodillas a oler de cerca su amoratada verga, que olía delicioso, a limpio, para después devorarla hasta el fondo haciendo cosquillas a mi nariz al chocar en su ensortijado vello. Mientras, se estremecía de placer al sentir mi lengua deslizándose sobre su cabecita al tiempo que succionaba todo su pene.

― Mmm que rico huele, lo tienes hirviendo, siento que al acariciarlo con mi lengua crece más ¿Acaso te tenían amarrado papito?

En cuanto oyó eso, comenzó a temblar anunciando una rica venida. Al sentir su caliente esperma, sin dudarlo lo recibí en la boca sin tragarlo y una vez que disfrutamos su deliciosa eyaculada, con el mismo semen fui deslizando los labios sobre su abdomen hasta posarlos en sus pezones, embarrándolos y jugueteando con ellos. No le di importancia a que hubiera durado muy poco para venirse, por el contrario, adiviné que tenía siglos sin hacer el amor y acerté pues al sentir mi boquita sorbiendo sus pezones, uno a uno, con su semen como lubricante, comenzó a crecer nuevamente su linda verga. Así que me enderecé disponiéndome a acomodarla entre mis piernas para sentirla dentro mío; y mirándonos de frente, poco a poco me fui enterrando ese rico trozo de carne hirviente, hasta pegar completamente nuestros rizos iniciando una cabalgata desenfrenada en la cual sentía su potente erección en mi interior como si fuera mi dildo favorito y recordándolo, lo alcancé. Me salí un momento de mi furtivo amante para introducirlo en mí y lubricarlo con mis jugos que ya eran abundantes. Una vez que lo tuve totalmente empapado de mí, volví a introducirme su verga y entregándole el dildo, lo invité a que retirara el plug que celosamente alojaba mi oscuro anito para llenarlo con la rica verga artificial.

― ¡Anda papi, dámelo atrás! ¿Si?

― Lo que pidas reina, eres muy ardiente.

― ¡Anda dámelo!

Al sentirlo en mi entrada posterior, alcé lo más que pude las nalgas sin zafarme de su rica verga para facilitarle su tarea. Poco a poco lo fue introduciendo a mi ritmo hasta que me penetró por completo.

― Aaaggghhh… aaaggghhh… ¡Así, dámelos juntos! Mmm rico… ¡Chúpame las tetas cabrón chúpalas! Mmm me viene mmmggg… me viene papi aaah, aaah.

Así estuvimos hasta que comenzó a jadear anunciando nuevamente su descarga, que esta vez la recibí gustosa en mi atormentada vulva escuchando sus sensuales gemidos.

― Aaahhh aaahhh mmmfffggg mmmfffggg ya linda, mmmgggfff ya mami.

― ¡Échamelos papi todos, todos, inúndame cabrón! Aaaggghhh, que deliciosa venida aaahhh.

Sentía como su semen súper caliente y abundante bañaba las paredes de mi cosito mientras el dildo que yacía preso en mi oscuro rinconcito, con las contracciones de ambos, solito se iba saliendo hasta caer al piso sobre mi tanga y el plug, que instantes antes había invadido y dado placer a mi rico culito.

Una vez saciadas nuestras ganas, y desnudos como estábamos, pasamos a la sala. Moría de curiosidad por saber el motivo de su gran vigor sexual y ya relajados le pregunté el porqué de tanta calentura- Me respondió que ya tenía años en abstinencia y que al ver mis juguetes, recordó las últimas veces que tuvo actividad sexual. Mientras me decía eso, una expresión de tristeza invadió su rostro, lo que me obligó a preguntar que motivaba ese cambio de actitud.

― Como le dije reinita, hace ya más de diez años que no le hacía el amor a nadie.

― Si me lo dijeran de alguien no lo creería, pero al ver tu vigor ¡caramba! creo que si estabas amarrado Armando, diez años ¡increíble!

― En la actualidad soy plomero pero antes fui un prestigiado dentista, y es ahí donde abandoné mi matrimonio y mi vida laboral por una mujer tan caliente como usted reinita.

― Gracias por el halago pero llámame Carla papi, acabamos de coger como locos ¿recuerdas?

Lo siento Carla, quisiera contarte mi historia pero no creo que te interese y más que ya tienes que ir a tu trabajo.

― Adelante, te escucho, en parte porque soy muy curiosa y en parte porque en realidad tengo flojera después de la tremenda revolcada que me diste. Reconozco que me sorprende tu vigor y pretendo hacértelo más rico en cuanto te recuperes, papacito.

Y abrazando su verga que nuevamente brillaba de lo dura que estaba, sonrió― Ja, ja, ja, chiquilla loca ¿Así o más recuperado?

― Mmm deliciosa.

― Mejor ven acá quiero saborear tu panocha, quiero saborear nuestros enervantes jugos mezclados.

Y jalándome hacia sí, me tomó de la cintura, me elevó como si levantara una almohada y pasó muuuy lentamente su lengua a lo largo de mis derretidos labios, arrancándome un gemido que debió oírse en todo el vecindario― Paaapi ¿Qué haces?

― Te gusta ¿cierto?

― Me encanta, sigue, sigue.

Entonces, acomodándose y acomodándome sobre él, de pie y con las piernas separadas sobre el sofá, inició una rica mamada con su lengua que iba de mi delicado y dilatado ano, deslizándose entre los labios de mi vulva, abriéndola, incendiándola, terminando en un agresivo chupetón en lo más sensible de mi clítoris. En serio lo digo, yo misma no sabía cuál era el punto exacto en que disfrutaba intensamente mi erótico botoncito, este tipo de veras sabía joder.

Poco a poco me fue acomodando para girarme lentamente, hasta quedar de cabeza con mis piernas descansando en sus hombros y mi rostro justo en su hermosa verga, jamás me habían puesto así y me gustó. En esa posición, que por cierto resultaba muy cómoda para ambos, continuó deleitándose plenamente con mi cosito. Cuando quise introducir su verga en mi boca, me separó impidiéndome disfrutar de su rico manjar.

― Aguarda linda, ahora solo quiero que no te ocupes de otra cosa que no sea la sensación de lo que estas recibiendo.

― ¡Déjame papi, por favor!

― Espera golosita, disfruta lo que recibes.

Y haciendo caso de sus palabras, me dispuse a cerrar los ojos y recargar mi mejilla a lo largo de su erecta verga sintiendo su calor y su palpitar. Mmm ¡que delicia! Jamás había sentido los latidos de un pene en mi rostro, era en verdad erótico.

Así, mientras disfrutaba de esa sensación, poco a poco fui sintiendo su lengua invadiendo, cada vez más, mis rinconcitos, era delirante, este tipo no se cansaba, su lengua era un hierro candente que me estaba elevando al cielo.

― ¡Dios, dios! Aaahhh… ¡Sigue, paaapi! Sigue, me vuelves loca aaahhh, aaahhh ¿Dónde habías estado bandido?

Apenas terminé de decir eso sentí como si toda la sangre se me agolpara en la cabeza, todo mi cuerpo temblaba incontrolablemente o quizá voluntariamente, pues eso hacía que gozara intensamente la fuerza con que llegaba ese rico orgasmo.

Apenas me recuperaba, cuando me giró para ponerme de espalda a él y con las piernas abiertas y las nalgas totalmente expuestas, fue acomodando su verga en mi hoyito y yo sin esperar, comencé a moverme en círculo para devorar aquel caramelo que me trastornaba mientras frotaba mi botoncito con deleite.

― Uuuf… ¡Dame duro! Quiero tu semen hasta el fondo de mis entrañas papi, dame duro, quiero amoldar mi anito a ti, dame duro… mmmfffggg, mmmfffggg, no lo saques te lo ruego aaahhh.

Fue poco el tiempo que me tuvo así, pues repentinamente comenzó a pujar muy lentamente.

― Mmmfff, ya viene… mmmfff, que rico me aprieta, ya viene, aaahhh me viene, aaahhh, que rica chiquilla.

Hasta el día de hoy recuerdo esa experiencia tan vívida, pues ese señor me hizo disfrutar de lo lindo, no cabe duda, el que sabe, sabe, ji ji ji…

Carla

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