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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Hábiles técnicos del cable
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El puto cable no funcionaba bien y yo estaba sola en casa todo el fin de semana, porque mi marido estaba fuera de la ciudad por trabajo. El sábado por la mañana empecé a quejarme y la compañía prometió enviar a alguien para arreglar el problema.

Después de comer algo rápido, tomé un café y esperé pacientemente una solución milagrosa sobre el cable. Finalmente, un par de técnicos del cable se presentaron en la puerta principal.

Los dejé entrar para que hicieran su trabajo y, afortunadamente para mí, un rato después dijeron que la pequeña avería estaba arreglada. Me sentí feliz y les ofrecí un trago. Ambos me devolvieron la sonrisa y aceptaron.

Mientras nos sentábamos en la mesa de la cocina, les pedí si podían comprobar también la línea de cable en nuestro dormitorio. Subí las escaleras y me siguieron. Decidí darles un pequeño espectáculo; así que moví mis caderas de forma muy sexy mientras subía los escalones con ellos detrás. Y mientras revisaban la línea, me senté en la cama. Cuando terminaron, los dos chicos se sentaron en la cama a mi lado. Gus era el mayor y pidió usar el baño.

El más joven, Berto, se sentó cerca de mí. De repente se apoyó en mí y me besó intensamente. Le respondí y pronto lo tenía acariciando mis duros pezones a través de la camiseta.

Cuando su compañero regresó, extendió la mano y me masajeó los firmes glúteos bajo mi pequeña falda vaquera. Muy pronto ya estaba completamente desnuda, mientras agarraba las dos pollas duras se ambos con mis manos y las comenzaba a chupar. Gus estiró la mano y me metió dos dedos en el coño mojado, mientras su compañero me pellizcaba los pezones endurecidos. Solté ambas pollas y susurré― Ya me voy ―ya que los dedos de Gus se sentían increíbles en el interior de mi caliente coño.

Quería que me follaran aquellos hombres cachondos, lo necesitaba de verdad. Gus se sentó en el borde de mi cama matrimonial y me hizo sentarme en su regazo. Sentí su pulsante polla, dura como una roca empujando contra mi húmeda rendija. Levanté mis caderas y me bajé hasta su enorme polla erecta empalando mi coño mojado en su maravillosa y dura polla.

Empecé a balancearme hacia adelante y hacia atrás, sintiendo su polla hundiéndose en mi vientre con cada movimiento. Me vine, gritando como una loca con su polla dentro de mí arrancándome estrellas de colores. Me apoyé en el pecho de Gus, mientras intentaba recuperar el aliento.

Luego sentí las manos de Berto alrededor de mi cintura. Se inclinó y me susurró al oído que quería su parte. Me preparé, sabiendo que quería decir una doble penetración, una polla en cada uno de mis dos agujeros. Pero, para mi sorpresa, el joven empujó su gruesa cabeza de verga dentro de mi coño, añadiendo su polla a la de Gus. Ahora tenía dos pollas en mi húmedo coño dilatado y no una en el coño y otra en el culo.

Grité como loca, cuando Berto finalmente logró meter toda su polla en mi follada vagina. Entonces empezó a moverse, dándome mucho más placer. Los tres comenzamos a movernos en sincronía, mientras yo gritaba con placer y los chicos gruñían con fuerza.

Alguien vino primero y me hizo tener mi propio orgasmo salvaje. La segunda polla estalló de repente en lo más profundo y luego ambas pollas salieron de mi coño empapado y dilatado. Cuando sentí el repentino vacío, volví a venir.

Mientras un terrible orgasmo recorría mi cuerpo, me puse a cuatro patas, preguntándoles quién sería el primero en mi trasero. Gus sonrió, diciendo que había terminado; pero su compañero más joven volvió a la cama y me pasó la lengua por la raja del culo, haciéndome gemir y gritar como una loca. Agarrando su polla, Berto la empujó dentro de mi culo, haciéndome gritar de dolor. Pero siguió cogiéndome por el culo. Aunque su polla dura me estaba matando, me sentía en el cielo, con mi pobre culo siendo tan bien follado. Berto me folló muy fuerte y finalmente tensó su espalda y me la metió profundamente en mi pequeño ano. Cuando se retiró, sentí de nuevo el vacío y llegué otra vez con mi cuerpo temblando por el clímax.

Después de que los chicos se hubieran ido, mi esposo me llamó desde el hotel. Me preguntó si todo iba bien y le dije que hacía unos minutos que los técnicos del cable habían resuelto un pequeño problema en la línea.

Mi esposo se rió al teléfono, preguntando si mi trasero ahora estaba dolorido. Yo me reí, diciendo que un poco de dolor en mi culo no importaba en absoluto, ahora estaba ocupada viendo la televisión por cable.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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