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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Haciendo la compra un martes
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Mi esposa me había pedido que hiciera la compra, porque esa mañana iba a comer con sus amigas. Así que allí estaba, recorriendo algunas islas de la tienda, buscando los encargos.

Estaba examinando unos vinos tintos, cuando vi a una señora delgada y madura tratando de llegar a un estante por encima de ella con cierta dificultad. Se veía muy sexy, con sus jeans ajustados, y su camiseta sin mangas y sandalias de tiras.

Me miró y dijo― ¿Podría pasarme una caja de esas, por favor?

― Por supuesto, señora ―le respondí y nos pusimos a charlar.

Me sonrió, demostrando que era más caliente de lo que había supuesto antes. Me dijo que su marido estaba muy ocupado en el trabajo y que la dejaba sola durante la mayor parte del día.

Mientras charlábamos, se inclinó de repente para coger algo del estante de abajo y no perdí la oportunidad de contemplarle las nalgas.

― ¿Te gusta lo que ves? ―Siseó, con malvada entonación.

― Por supuesto que sí, por supuesto ―Acabé por responder.

Al ponerse de pie me tomó por sorpresa al decir― Realmente me gustaría que me llevaras ahora mismo.

― ¿Dónde...? ―Sólo pude balbucear.

― ¿Qué hay de los baños...? ―respondió, sonriendo de nuevo.

Luego seguí sus caderas oscilantes, mientras nos dirigíamos a los baños de los clientes. Ella eligió el último cubículo del baño de damas. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, me besó frenéticamente.

Sentí sus firmes y bonitas tetas mientras gemía, frotando mi dura a través de los pantalones. Le subí la camiseta dejando que sus duros pezones llegaran a mi boca. Gimió mientras yo le lamía aquellos duros pezones.

Le desabroché los ajustados vaqueros y ella acabó por bajarlos hasta los tobillos. Me sorprendí al ver que no llevaba bragas. Pase mis dedos por su afeitado pubis y le froté la raja que ya estaba húmeda. Arrodillado delante de ella, le lamí la raja con insistencia, disfrutando de sus salvajes gemidos. Se corrió vino de repente cuando añadí mis dedos a su clítoris lamiendo. La salvaje dama me agarró por detrás del cuello y me metió la cara en su coño hasta que tuvo un clímax explosivo que hizo que sus jugos llenaran mi boca.

Cuando me levanté, me besó, metió su lengua en mi boca y luego me bajó la cremallera de los pantalones, me agarró la polla y comenzó a masturbarme lentamente.

Al rato hice que se diera la vuelta y que abriera los muslos para mí. Agarré sus caderas redondas y lentamente empujé mi pene por detrás, dentro de su húmeda raja. Empecé a follarla con un ritmo constante, oyendo a aquella caliente mujer suspirar con cada empujón.

Después de unos minutos pasé mi mano por su húmeda raja, usando mis dedos para frotar su hinchado clítoris mientras la follaba.

― Por favor, haz que me corra de nuevo ―Siseó suavemente.

Sofocando algunos gritos con su mano sobre su boca la follé hasta otro clímax salvaje. La dama finalmente tuvo dos orgasmos más, mientras yo seguía a mi propio ritmo. Su siguiente clímax se unió a mi propio orgasmo.

Al sacarla, giré a la sexy dama para que me mirara a la cara. Se sentó en el inodoro y aceptó mi polla goteando en sus codiciosos labios rojos. Mientras me follaba su boca, se atragantó conmigo pero la dama, hábil con la boca se las arregló para hacerme una de las mejores mamadas que he tenido. Era incluso mejor chupapollas que mi esposa.

Cuando terminamos, me besó de nuevo, diciendo que ciertamente necesitaba el buen momento del que habíamos disfrutado juntos.

Le pregunté su nombre pero ella sonrió, diciendo que era mejor de esta manera, sólo anónimo. Acepté sus deseos.

Antes de salir del baño, dijo que solía ir allí de compras sólo los martes y yo le devolví la sonrisa.

Merchant

Otro relato ...




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