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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Humillado
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Yo era casi aun un puberto y cursaba secundaria, aquí en mi país. Mis padres no me habían acostumbrado a usar vestimenta deportiva. De hecho, no me gustaba, me daba cierta vergüenza mostrar los muslos. Así que rara vez los rayos de sol los llegaban a acariciar.

Rondaba las quince primaveras y era un chico retraído y callado, pero con buenas notas en el colegio. De hecho, era abanderado y los profesores me apreciaban mucho.

Ese día nunca lo voy a olvidar. Era el día que más detestaba, ya que era el día de Educación Física, así que obligado y por primera vez en el año lectivo, teníamos que usar el uniforme de deporte, que consistía en una playera blanca, calcetas blancas, tenis blancos y pantaloneta blanca.

Con cierta angustia por mi parte, nos preparamos todos los grados para recibir dicha clase que la impartía un profesor que era muy apreciado en el gremio.

Así que con vergüenza y tratando de ocultarme entre el grupo, tomé mi lugar en la fila. Nos formaron en grupos de tres filas en el patio de recreo. Yo podía sentir el viento en las piernas ya que no estaba acostumbrado, como dije antes, a mostrarlas en público y era una sensación extraña, como de sentirme desnudo ante tanta gente. El short obligado era bien cortijo así que dejaba mostrar bien mis piernas, y encima de todo esto, me quedaba algo apretado, dejando entrever el bulto de mi "cosita" y la línea de separación de mis nalgas... era muy incómodo sentirme así.

Chicos y chicas estábamos entremezclados formando tres filas de alumnos, de suerte que a mí me tocó la fila de en medio. Podía ver a los chicos de la fila de enfrente y podía ver cada uno de sus traseros en los shorts blancos del uniforme. Todos mirábamos al frente viendo al profesor y la fila de atrás nos veían a nosotros por detrás. Podía notar sus miradas sobre mi culo bien formadito y que por primera vez mostraba en público. No por nada me sentía cohibido ante tale circunstancia.

El profesor dio la orden de que nos tocáramos la punta de los pies con la punta de los dedos de las manos. Así que en esa posición ustedes podrán imaginarse como se quedaba mi culo a la vista y a disposición. Vino un chico de la fila de atrás y viniendo desde su lugar específicamente hacia mí, me propinó una primera nalgada y regresó corriendo a su lugar antes de que el profesor se diera cuenta y que yo pudiera incorporarme para ver quien había hecho ese acto tan vergonzoso para mí. El profesor dio la orden de incorporarnos y no logré descubrir quién era.

Luego una segunda orden de volvernos a inclinar y quedarnos así por unos segundos, momentos que fueron aprovechados por el mismo niño para cometer por segunda vez dicha acción. Con gran vergüenza, la nalgada fue sonora y me ardieron las nalgas, pero de nuevo nada pude hacer.

Una tercera vez la orden del profesor, y en posición como dispuesto a esperar el castigo al que estaba siendo sometido, y así fue. Mis nalgas recibieron una tercera nalgada.

Quise saber quién había sido, pero nunca lo supe. Estaba muy avergonzado para poder preguntar y que alguien me dijera quien había sido el chico malvado que me había humillado en público.

En mi interior hubiese querido decir que me había gustado y que hubiese deseado que me colocará sobre sus piernas y en público me propinara una buena tunda qué dejara ardiendo mi trasero, hambriento de caricias y de golpes. Que me lo dejara ardiendo y colorado.

Desde entonces busco a alguna chica que quiera castigarme. Que me saque a pasear en short por la ciudad y el parque, y luego en alguna banca se siente y me ponga sobre sus piernas y en público me castigue y me haga sentir que soy un chico malcriado qué merece ser castigado...

Lucho

Otro relato ...




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