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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Jueves
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Había acordado con Jaime inscribimos en un club a fin de practicar juntos natación. Lo haríamos en la pileta libre en el horario que nuestra actividad laboral lo permitiese.

Nos encontramos por primera vez un jueves en el horario de veinte y treinta. Cuando ingresamos al vestuario, para cambiarnos y dejar nuestras pertenencias en una taquilla, se encontraban allí tres chicos, vistiéndose para irse.

Me senté en un banco de madera para quitarme las zapatillas. Jaime lo hizo a mí lado, luego se puso de pie para desnudarse y ponerse su malla de baño. Estaba frente a mí y me encantó ver su pelambrera púbica totalmente rasurada. Lo que hacía resaltar el tamaño de su pene aún dormido. ¡Era gigante!

Sin proponérmelo, me mordí el labio inferior. Él sonrió y dijo― Lo hice por ti. Se que es de tu agrado.

Su herramienta era visible únicamente para mí ya que daba la espalda a los otros bañistas.

De las cinco personas presentes en el vestuario, Jaime era el de mayor estatura, edad y peso corporal. Yo el más pequeño.

También me desnudé, dándole la espalda y me calcé la sunga negra.

Fuimos hacia la ducha y luego a la piscina, en malla y chanclas, con una toalla en mano. El sexo de Jaime, formaba un montículo muy grande bajo la elástica tela de su malla. Era inocultable. Algunos lo miraban con disimulo.

Hicimos nados no sincronizados durante unos minutos y nos detuvimos a conversar en un extremo de la larga piscina.

Jaime dijo sentirse contento de compartir conmigo ese momento. De que esté mí cuerpo tan próximo al suyo. Dijo que él no poder besarme, aumentaba su deseo por tocarme y poseerme.

― Me encanta oír eso de tus labios― Respondí, halagado por sus palabras

Poco después él, a cada momento hacía lo posible para tocarme. Apretaba entre sus dedos mis pezones, atenazaba mis nalgas y rozaba mis piernas con las suyas. Ese tiempo en la pileta se convirtió en un juego previo a un encuentro íntimo que maginaba donde gozaría y explotaría en orgasmos. Nuestro deseo ha sido contenido por muchos días,

Durante una hora permanecimos con nuestros juegos de manos. Recordé lo dicho por Claudio en una ocasión― Juego de mano, rompedero de ano ― Debimos esperar unos minutos para que bajase la erección de Jaime, antes de salir del agua de la piscina. Su tremendo bulto era muy notorio. Debió llevar la toalla colgada de la mano cubriendo la parte delantera hasta llegar al vestuario.

Cuando se quitó la malla se desplegó su gruesa verga coronada con el glande siempre descubierto, semejante a una ciruela morada. Su visión me hipnotizo, no podía apartar mis ojos de ella. Me dijo que abrí mí boca y me cruzó un temblor espasmódico. Entonces me dio una nalgada para volverme en mí.

Nos vestimos mientras le bajaba la erección y nos dirigimos a su casa. Apenas traspasamos el umbral de su puerta en el sexto piso, me dio otra fuerte nalgada. Cuando me volví hacia él, mariconeando, me devoró la boca introduciendo su lengua hasta sofocarme.

Dejamos caer nuestros pequeños bolsos sobre un sillón y comenzamos a quitarnos la ropa uno al otro con la urgencia de los amantes. También tenía urgencia su verga que se levantaba majestuosa, dura, venosa, caliente y palpitante.

Me arrojó desnudo sobre la cama haciéndome rodar hasta quedar sobre él mirando hacia sus pies y comenzamos un 69. Jaime chupaba con fuerza mi pequeño pene. Yo me atragantaba intentando engullir, aunque más no fuese la mitad de su grueso miembro. Sus manos y su lengua jugaron en mí capullo y luego comenzó a azotar mí culo con sus grandes manos, haciéndome gemir, chillar y llorar.

Descargó a chorros en mí garganta y sostuvo mí cabeza con una pierna hasta que tragué todo su semen.

Cuando me liberó, me volví hacia él y apoyé mí cabeza en su pecho. Me ardía el traste por los azotes recibidos.

― Me enloqueces Ro. Así con el culito enrojecido, con mis dedos marcados. Me lleva a desearte más, a querer cogerte bien profundo. Que sientas mí verga abriéndote todo. A qué goces conmigo cuando te llene de semen las entrañas. Y que llores y tiembles en tu orgasmo como una hembrita que está sodomizada ―dijo.

Le respondí, siempre apoyando la cabeza en su pecho― Nunca nadie me ha tratado, así como vos. Eres rudo y tierno a la vez. Tan vehemente e intenso, me posees de tal manera que no puedo reaccionar. Únicamente entregarme a ti sin ninguna resistencia y deleitarme gozando aun sintiendo dolor, para que lleguemos al clímax.

Me acarició la cabeza y dijo― Gracias por comprenderme. Te deseo tanto Ro que en momentos de descontrol hasta quiero causarte daño.

Levanté la cabeza y juntamos nuestros labios. Mi lengua buscó su lengua y me respondió invadiendo mí boca con la suya, llena de caricias y mimos.

El pene de Jaime recobró firmeza. Lo sostenía entre mis manos, casi sin lograr rodear su circunferencia. Acostado mirando el techo pidió le pasase el pomo de Arginina lubricante. A horcajadas sobre él, lubriqué con esmero la cabeza y el grueso cilindro de su pene. Él con sus dedos untados masajeaba el capullo marrón separando mis nalgas.

En pocos minutos, Jaime mordía mis pezones crecidos y duros. La cabeza de su falo se hundía en mí haciendo que gimiera. Despacio, pero sin pausa continuó presionando con su pelvis, hasta ensartarme a fondo con todo el largo de su miembro. El movimiento leve de meter y sacar se incrementó hasta volverse un vaivén frenético, haciendo que gritase por el ardor del estiramiento y los azotes que me daba. Sumado al orgasmo con el que exploté.

Cuando dejo de moverse, su boca buscó y se acopló a la mía. Con contracciones, su pene descargó profundamente semen caliente en mí interior.

Permanecimos abrazados. Yo sobre él, sintiendo como nos ganaba el sueño. El miembro de Jaime aún me sodomizaba con el generoso glande morado hasta ablandarse y salirse Luego de higienizarnos, volvimos a dormir abrazados por otras dos horas.

Antes de regresar a mí casa, Jaime volvió a metérmela en la boca, haciendo que salivase mucho y me provocó náuseas. Su intención era que se pusiera dura una vez más y volver a cogerme el culo.

― Basta por hoy Jaime ―Le rogué a mí amigo― Me arde todo por tanto roce. He gozado mucho contigo. Volvería cien veces a entregarme a ti.

Jaime sonrió y me acariciaba mientras yo me vestía. Nos prometimos volver al club. Haríamos un nado juntos y posiblemente luego me penetraría tan rico como hoy.

Rober.

Otro relato ...




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