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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Julia es el regalo
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Esa mañana desperté con la luz del amanecer y una polla empujando entre mis nalgas. Mi muchachito número seis estaba despierto. Así que aparté la ropa de la cama, le hice ponerse de espaldas y colocándome a horcajadas y lo cabalgué. Le tomé las manos, le hice ponerlas en mis tetas y me incliné hacia delante apoyando todo mi cuerpo y mis tetas en sus manos. Empecé a mover las caderas muy cadenciosamente al principio, adelante y atrás y girándolas. Estaba disfrutando tanto que después me descontrolé y no me reconocía moviendo las caderas con tanto frenesí. Me corrí haciendo ruidos sordos con mi garganta, como ronroneos. Luego me dejé caer satisfecha a su lado.

― Me gustas, Julia ―dijo amasándome las tetas tanto y tan bien que tuve otro orgasmo.

― ¿Sabes que entre ayer y esta mañana he hecho el amor ocho veces y he tenido dieciocho orgasmos? ―Le dije ante su sorpresa― ¿Y sabes que este año he hecho más veces el amor contigo que con mi marido?

El chico tiró de mí y me abrazó con mucha fuerza― Yo me pasaría haciendo el amor contigo todo el tiempo que estuviéramos juntos.

― ¿Y cuándo vuelvas con tu tía te olvidarás de mí?

― No, Julia, no creo que pueda olvidarte y te buscaré para hacer el amor contigo siempre que pueda.

― ¿Y se lo contarás a tu tía?

― Siempre se lo cuento todo.

― ¿Y qué le contarás de mí?

― Que eres una mujer hermosa, dulce y cariñosa que hace el amor tan bien como ella.

Poco apoco comenzamos a oír ruidos en las habitaciones y dejamos nuestra conversación que, yo sé que continuaremos por la noche. Mi chico se puso el pijama y cuando yo entraba al baño para ducharme, se detuvo y preguntó en voz baja― ¿Puedo llamarte tía Julia?

― Claro que sí, mi amorcito, pero solo para mí, que nadie te oiga.

Le miré mientras salía esperando a que cerrara la puerta para entrar en el baño. En la ducha me volví a hacer una paja y me corrí pero esta vez no contuve los gemidos. Luego salí de la ducha, me sequé, me vestí el uniforme y bajé a la cocina dispuesta para empezar otro día con los seis muchachitos con los que tanto disfrutaba.

El día empezó como el anterior, después de desayunar, los chicos se fueron a sus habitaciones a sus tareas. Como el día anterior, el muchachito número seis me rozó una nalga al pasar y luego puso su mano en mi cintura deslizándola lentamente.

Después de desayunar inicie mis tareas, pura rutina que en nada se diferenciaba de cuando en lugar de seis jovencísimos estudiantes de primer años, la residencia estaba ocupada por sesudos profesores universitarios que estudiaban complicados e importantes asuntos. Tantos unos como otros siempre me trataron con mucho respeto y consideración pero solo los jóvenes estudiantes me hacían disfrutar con el sexo. En lo que también se diferenciaba era que al entrar en las habitaciones de los chicos, para cumplir con mis obligaciones, siempre había una sonrisa, un beso o una caricia, en ocasiones hasta algún abrazo. Esa mañana tampoco fue diferente a la anterior y en la habitación número seis, nuevamente me entretuve algo más con algunos besos y varias caricias.

Después de esa última tarea, fui despachito para la llamada de teléfono y decir que todo había ido muy bien y no había ningún problema. Luego subí a mi cuarto a relajarme un poco. Cómo la mañana anterior, nada más entrar me desnudé, me puse delante de una ventana y me contemplé con calma en el espejo de la puerta del armario, esta vez miré hacia fuera buscando al jardinero. Estaba en un lugar distinto del jardín de al lado pero me miraba y yo lo saludé con la mano. El me respondió y una idea comenzó a tomar forma en mi cabeza. Me giré varias veces mostrándole mi desnudez y poco después fui al saloncito y me tumbé desnuda en el pequeño sofá. Me quedé allí maquinando como dar forma a la idea que me había asaltado frente a la ventana. Poco a poco fui perfilando los detalles mientras una mano acariciaba suavemente un pecho y la otra frotaba delicadamente el clítoris. No fue una paja liberadora de tensión sexual. Era una paja producto de la excitación de mis elucubraciones con el jardinero. Tanto es así, que mi orgasmo coincidió con el momento de la solución. Al tiempo que lograba poner en claro mis ideas, dos de mis dedos entraron repetidamente casi con violencia entre los labios de mi coño y la otra mano se aferró a mi teta retorciéndome el pezón hasta hacerme casi daño. Mi corrí profusamente y por un momento me asusté por no sentirme satisfecha con el placer que me proporcionaba el sexo de mis chicos y mis pajas. Pero solo fue un segundo y me levanté para ponerme nuevamente ante la ventana acariciándome los pechos. El jardinero era consciente de que estaba desnuda para él. Y esa era una de mis intenciones.

Volví a vestirme el uniforme de camarera para recibir el catering con la comida, la cena y el desayuno de la mañana siguiente. Luego me dediqué a para preparar la comida y el servicio en el comedor. Después esperé a que los chicos fueran bajando y nos sentamos a comer los siete juntos.

Nada más acabar de comer sonó el timbre de la puerta exterior, la del jardín que da a la calle. Extrañada me dirigí allí mientras los chicos recogían la mesa y esperaban expectantes. Cunado regresé al comedor, los seis me miraban sorprendidos al verme entrar con una caja en las manos. Los reuní a mi alrededor y comencé a hablar― Vamos a ver, se ha producido un imprevisto, alguien se ha callado algo ―dije intentando crear una sensación de misterio que casi consigo.

― ¿Quién se ha callado qué? ―preguntó el chico número seis.

― Bueno… me acaban de traer esto del rectorado, parece ser que alguien cumple años hoy…―Mientras tanto, había dejado la caja sobre la mesa del comedor y la había abierto. Contenía una tarta de cumpleaños con velas y todo. Era muy colorida, un poco infantil pero era una tarta de cumpleaños y un motivo de celebración. Al verla, me di cuenta de que tenía bastante merengue de colores y por unos breves momentos imaginé mis pechos cubiertos de aquella crema y seis las bocas lamiendo el merengue. Una punzada como de electricidad salió desde mis muy duros pezones y llegó hasta el coño que se me mojó. Este confinamiento me pone muy cachonda.

Algunos chicos fueron a la cocina y regresaron con platos y cubiertos para la tarta. El cumpleañero sopló las velitas y repartió la tarta. Sobró un buen pedazo y yo seguía obsesionada por el merengue, pero ya no solo en mis pechos. Mi excitación iba en aumento y sentía cierta inquietud por correrme delante de todos sin que nadie me hiciera nada, ni siquiera que nadie me tocara. Llevábamos dos días encerrados y me estaba convirtiendo en una ninfómana adicta al sexo. O quizás ya lo era pero no lo sabía.

Había mucho silencio, solo roto por el ruido de los cubiertos sobre la vajilla y me costaba ahogar algunos suspiros que se me escapaban. Y comenté― La tarta está muy rica, solo nos faltan los regalos. Es una lástima no haberlo sabido con tiempo para preparar alguno.

― Ya tenemos regalo ―dijo el chico número seis.

Todos le miraron y otro le preguntó ― ¿Qué regalo?

El chico número seis me señaló con la cabeza y dijo― Julia, tenemos a Julia.

― ¿Julia? ―preguntó otro.

― Si, Julia es el regalo.

― Me parece un regalo muy apropiado ―dijo sumamente complacido el homenajeado.

Yo también estaba complacida y sin que nadie se diera cuenta había tenido un orgasmo. Breve y no muy intenso pero fue un orgasmo. Mi quinto orgasmo del día y si hacer nada.

― A mí también me parece muy buena idea ―dije como pude entre oleadas de placer interno.

― Espera que la desnudemos… ―propuso uno.

― ¡No! Es su regalo, la tiene que desnudar él ―Alegó mi chico número seis.

― ¡Pues que la desnude aquí! ―apostilló otro.

― ¡No! Es su regalo de cumpleaños y su regalo de cumpleaños lo tiene que abrir él cuando quiera ―volvió a insistir mi chico mientras nuevos calambres salían, esta vez de mi vagina, irradiando a todo el cuerpo. Si seguían discutiendo de eso me iba a correr de nuevo y no lo iba a disimular.

El cumpleañero me tomó de la mano y me condujo escaleras arriba hasta su habitación entre los aplausos de sus compañeros. Y tuve mi orgasmo cuando al llegar al piso de arriba me hizo volverme hacía los otros chicos y me amasó las tetas. Luego me hizo entrar en su habitación.

― ¡Deja la puerta abierta! ―gritó uno.

― ¡Ciérrala! ―corrigió mi chico número seis― Hoy es toda tuya.

Entramos en la habitación número dos y nos fuimos al sofá sin dejar de besarnos ni él dejar de tocarme el culo y las tetas. Nos sentamos abrazados con las bocas juntas y las lenguas peleándose. Me sentía cada vez más excitada y sin separar mi boca de la suya moví mi cuerpo para ofrecer mis tetas a sus manos que aceptaron la invitación.

Poco a poco me fue desabotonando la blusa del informe hasta descubrir el sujetador, luego me hizo girar y me lo quitó. Antes de que el sostén cayera al sofá, sus manos ya me masajeaban las tetas jugando con mis pezones. Y me corrí.

El no pareció darse cuenta y siguió enfocado en mis tetas hasta que me hizo levantar y me acabó de quitar el uniforme para dejarme solo en bragas. Me hizo darle la espalda y con mucha delicadeza me desnudó completamente al quitarme mis braguitas blancas de algodón, tan puras y castas ellas. Las dejó caer al suelo y me acarició con suavidad las nalgas y luego, pasó las manos por mis caderas y acercó su boca a mi culo y mi cubrió las nalgas a besos. Luego, sorpresivamente me dio un mordisco. No le dije nada porque aunque me dolió, también me gustó.

Nos volvimos a sentar en el sofá y volvimos a besarnos apasionadamente sentados frente a frente. Él puso una mano en mi pecho y yo volví a recostarme para ofrecerle mis tetas mientras mi excitación iba aún en más aumento y notaba otro orgasmo acercándoseme mientras me amasaba los pechos. Mientras tanto, instintivamente iba abriéndome de piernas y cuando el bajó su cabeza hasta mi pecho para comerme las tetas, su mano libre encontró mi coño y notó su humedad― Estas muy mojada, Julia ―dijo mientras comenzaba a frotarme el clítoris con el pulgar y me follaba con sus dedos índice y medio. No le respondí, solo gemí mientras otro orgasmo se me acercaba desde las tetas, el clítoris y mi propia vagina follada por los dedos del cumpleañero.

Comencé a retorcerme de puro placer mientras él aceleraba el ritmo de los dedos con los que me follaba provocando ruidos de chapoteo al meterme y sacar los dedos rápidamente del interior de mi coño en plena erupción orgásmica. Mi octavo orgasmo del día me hizo explotar en un concierto de susurros, gemidos, jadeos y sollozos que se fueron apagando poco a poco.

Cuando abrí los ojos vi el alegre rostro del chico mirándome con atención― Pones una carita muy hermosa cuando te vienes, Julia.

Luego me hizo arrodillarme en el sofá dándole la espalda. Pensé que me iba a montar a lo perrito pero lo que hizo fue metérmela por el culo. Empezó cuidadoso, metiéndomela despacito pero en cuanto me la metió toda cogió velocidad y me hacía daño. Pero no le dije nada ni me quejé. El dolor me excitaba y pasé una mano por debajo de mí hasta el coño y me empecé frotar el clítoris hasta que comencé a gemir. Entonces, el chico se cogió fuerte a mis nalgas y aumentó la velocidad y la fuerza con la que me daba por el culo. Nos corrimos casi al tiempo y noté su semen entrando en mi recto.

Después de correrse se quedó quieto, aún dentro de mí pero y luego la sacó con rapidez corriendo al baño a lavarse. Yo me quedé en el sofá sin cambiarme de postura, cansada, dolorida e incómoda. Me recordaba bastante la primera vez que me dieron por el culo pero en aquella ocasión no me lo pasé tan bien como con esta. Es verdad que aquella primera vez era planeada y esta me cogió por sorpresa. Pero aun así, esta me gustó mucho.

Cuando el chico salió del baño me hizo levantar, me tomó de la mano y me arrastro fuera de la habitación― Vamos a tomar algo ―dijo.

― Y a contarles a los demás que me has follado el culo ―añadí mientras intentaba caminar con cierta dignidad.

Entramos al salón ambos completamente desnudos ante la sorpresa de los otros cinco. Me hizo apoyarme en el respaldo de un sillón mientras llamaba a los demás― ¡Mirad! Se la he metido por el culo ¡Y ha sido fantástico!

Los demás le dieron la enhorabuena, hasta mi chico número seis que disimuladamente me hizo un gesto que entendí. Esa noche mi culo sería para él. Todos contemplaron el agujero de mi culo, que por los comentarios, debía de estar bastante dilatado. Luego nos fuimos a la cocina a comer y beber algo antes de volver a subir. Después fuimos a la habitación con el chico palpándome las nalgas mientras subíamos la escalera. Al llegar arriba, se puso detrás de mí, me giró para ponerme de cara a los otros mientras su boca conquistaba la mía y sus manos pellizcaban mis pezones duros y tiesos. Me corrí, poco pero me corrí.

Fue de agradecer, que lo otros cinco se quedaran en el salón y ninguno quisiera obtener placer de mí. Pude recuperar mi modo normal de caminar y mi culo dejó de dolerme. Apenas entramos en su habitación cerró la puerta y me asaltó la boca con frenesí― ¡Gracias, Julia! Eres el mejor regalo de cumpleaños que he tenido.

― Todavía sigue siendo tu día de cumpleaños ―le respondí mientras me arrodillaba delante de él, lamiéndole todo el torso con la punta de mi lengua hasta llegar a su polla y metérmela ansiosamente en la boca. Se la chupé con lujuria y casi con gula. Me sorprendí a mí misma por lo ansiosa que se la chupaba. Él chico se dejó hacer y no tardó mucho en corrérseme en mi boca mientras su cabeza golpeaba la puerta de la habitación, donde se había apoyado. Luego volvió a darme las gracias repetidamente mientras le limpiaba los últimos rastros de semen. Cuando hube acabado, me puse de pie, me abrazó y le besé en la boca compartiendo con él su propio sabor.

Poco apoco, sin dejar de besarnos y sin romper el abrazo fuimos hacia la cama. Estuvimos un buen rato comiéndonos las bocas hasta que el cumpleañero retrocedió medio paso, tomo mi cara con las manos y dijo― Ahora me toca a mí, me haría mucha ilusión comerte el coño

Fue oírle y comenzar a sentir calambrazos en el clítoris que me hicieron responderle casi con un gemido― Todo lo que quieras amorcito, soy toda tuya.

Me acosté en la cama mirando al techo con las rodillas levantadas y bien separadas. El chico se situó entre ellas y me dio un beso muy sonoro en el clítoris― Me encanta tu coño, Julia.

―Es todo tuyo, amorcito ―Y gemí nuevamente cuando su lengua acarició por primera vez mi clítoris. Luego fuero todo un concierto de gemidos, jadeos, sonoras exhalaciones de aire y ronroneos mientras un orgasmo me invadía el interior del vientre levantándome los pezones duros como el acero.

Técnicamente resultaba ser una comida de coño torpe e inexperta, pésimamente ejecutada, pero excepcional en sus resultados. Apenas me había recuperado del primer orgasmo cuando me vino el segundo, más intenso y más duradero. El cumpleañero tuvo dificultades para mantener su boca en mi coño por la amplitud de los movimientos de cadera. Pudiera que fueran esos movimientos, o la saliva del cumpleañero que me empapaba la entrepierna, colándose entre todos los pliegues de mis más íntimos lugares y se mezclaban con los míos, o simplemente la sobrexcitación pero apenas amainó ese segundo orgasmo me llegó el tercero. Mis caderas volvieron a bailar y retorcerse levantándose de las sábanas y poniendo en más dificultades al chico que se esforzaba en mantener su boca en mi coño. Volví a gemir, un gemido largo y profundo que me salía del fondo del útero. Segundos de exhalación de aire que hicieron vibrar mis cuerdas vocales varios tonos más bajo de mi timbre de voz normal. Y otra y otra vez volví a gemir de la misma manera mientras notaba como mis jugos abandonaban mi vagina mezclándose con la saliva con la que el cumpleañero me estaba cubriendo. Y pasó lo imaginable, me llegó un cuarto orgasmo. No había acabado el tercero y el chico, en sus esfuerzos en mantener su boca si dejar de comerme, me había mordido muy levemente, con los dientes, en el clítoris y eso me hizo estallar. Los movimientos de mi cadera se volvieron incontrolables y mi cuerpo se levantó tensándose y apoyándose solo en mi cabeza y mis pies. Mil sensaciones recorrieron mi cuerpo y todas muy placenteras. Mi garganta expresó el extraordinario placer que me embargaba con un ronquido de animal salvaje. Luego agotada me dejé caer sobre la cama empapada de saliva y efluvios vaginales de hembra sexualmente satisfecha.

Tumbada sobre la cama únicamente pretendía recuperar algunas fuerzas pero el chico seguía chupeteándome el clítoris y al notar un quinto orgasmo acercándose le rogué casi sollozando― ¡Por favor, no! Más no por favor, estoy agotada.

El cumpleañero me dio otro sonoro beso en el coño, levantó la cabeza y me miró― ¿Lo he hecho bien, Julia?

― Lo has hecho muy bien pero tenemos que cambiar algunas cosas ―Le respondí. Y luego le expliqué en que entendía que tenía que mejorar― Tendremos tiempo para hacerlo ―añadí.

Nos quedamos acostado uno al lado del otro y me dormí. Había sido una comida de coño agotadora, casi cinco orgasmos eran demasiado, nunca antes me había pasado. Pese a la torpeza del chico y de la saliva que corriendo por mis muslos empapaba las sábanas junto con mi propia corrida, me encontraba plenamente satisfecha. Tremendamente cansada pero muy satisfecha, quizás si mi marido llegase entonces me hubiera abierto de piernas para que me follara… o el jardinero.

Me desperté al notar las caricias del cumpleañero en mi monte de venus. Últimamente despierto siempre con algo entre las piernas que busca entrar en mi coño. Instintivamente, antes de abrir los ojos abrí las piernas. Satisfecha y complacida, suspiré al tiempo que le mitraba. Él también parecía complacido y satisfecho y me miraba con arrobo. Sus dedos por fi encontraron la entrada de mi vagina y comenzaron a entrar y a salir. El me miraba atento y le pregunté― ¿Por qué me miras así?

― Me encanta la carita que pones cuando te corres. Estás muy hermosa.

Gemí, en parte como reacción a la acción de sus dedos, el pulgar ya masajeaba mi clítoris, y en parte como consecuencia de sus palabras. Y me corrí. Quise abrir los ojos pero no pude, el orgasmo me obligó a cerrarlos― ¡Gracias! ―le dije.

― ¡Gracias a ti, Julia! Nunca hubiera imaginado ni tener un regalo de cumpleaños como este ni llegar a hacer el amor con una mujer tan especial como tú.

― ¿Y qué tengo de especial?

― Eres muy atractiva, sensual, hermosa, dulce, tierna, complaciente y te has ofrecido a mí como regalo.

―No he sido yo, han sido tus compañeros que los han propuesto.

― Podrías haberte negado, es tu derecho, pero no lo hiciste

Se inclinó hacia mí y nos besamos con pasión. Luego le empujé hacia atrás y me subí a horcajadas sobre su cintura. Tomé su polla, la coloque entre los labios de mi coño y bajé espacio introduciéndomela. Luego de algunos segundos para acomodarle comencé a moverme lentamente combinando movimientos, giros y rotaciones. Me movió adelante y hacia atrás, y también hacia los lados en círculos. Y lo combinaba todo frotando mi peludo pubis contra su pubis peludo. Y comencé a sentir como desde mi útero se levantaba una ola de placer orgásmico. Y me estiré perpendicular a él que buscó mis tetas con sus manos y me pellizcó los pezones provocando un aumento exponencial del placer que me provocaba su polla en mi vagina.

― Estás maravillosamente hermosa, Julia. Me gusta esa cara que pones. No quiero dejar de vértela nunca.

Este chico tiene la particularidad de que sus palabras me excitan tanto como su boca, sus manos o su polla.

Estaba muy cansada pero seguí moviéndome buscando tanto su placer cómo el mío propio. Puede que sus dos corridas previas, y quizás la sorpresa por mis reacciones, le retrasaban el orgasmo, pero por sus expresiones vocales estaba disfrutando conmigo encima. Yo también, pero me estaba poniendo romántica y necesitaba algo que solo él podía darme. Quise abrir la boca pero en lugar de palabras salía un largo y ronco gemido. Tuve otro orgasmo que llegó como una locomotora, rápido y demoledor.

― ¿Te falta mucho, amorcito?

― No mucho ―respondió el cumpleañero susurrando con dificultad.

― Cambiemos de posición, necesito que te pongas encima de mí.

― ¿En la postura del misionero?

― Si, amorcito, en la postura del misionero.

― No podré verte la carita cuando te corras.

― Necesito que cuando te corras lo hagas así. Necesito tu semen dentro de mí. Necesito hacerlo así. Necesito abrazarte cuando te corras dentro de mí.

Rápidamente nos cambiamos de posición y no pasó mucho antes de que ambos nos corriéramos en el orgasmo conjunto más bonito que tuve hasta entonces. Note su semen impregnándome las paredes de la vagina y le besé apasionadamente en la cara mientras le daba las gracias y le pedía que se quedara un ratito encima mío sin sacarla. Ingenua de mí, aun deseaba que se le pusiera tiesa dentro de mi cuerpo para continuar haciendo el amor pese a lo agotada que estaba.

Los dos nos dormimos y despertamos con golpes en la puerta y voces que nos comunicaban que la cena estaba lista. El cumpleañero se fue al baño, yo recogí mi ropa y subí a mi cuarto a ducharme y vestirme. El chico de la puerta me advirtió que la cena no era urgente y que me duchara y vistiera con calma.

Bajo el agua de la ducha comprendí que me he vuelto una completa ninfómana devoradora de jovencitos, ya llevaba dieciocho orgasmos y aún quedaba día. El decimonoveno no tardó en llegar consecuencia de una rápida masturbación que me hizo consciente de lo dolorida que tenía la zona genital

Cuando entré en el comedor, el cumpleañero estaba contándoles a todos lo maravillosa que era mi expresión facial cuando tenía un orgasmo. Me recibieron con un aplauso y besos y abrazos. Fue curioso, ninguna boca buscó la mía ni ninguna mano buscó mis nalgas. Como siempre, mi muchachito número seis, me ayudó con la silla y me sirvió la cena. La cena trascurrió con total anormalidad, nadie comentó nada sobre la tarde de sexo del cumpleañero conmigo. Únicamente un recordatorio― Pues aún te queda un rato ―Dijo mi chico número seis que ante mi expresión de incredulidad explicó― Aún no es medianoche, podéis ir juntos a la cama hasta esa hora.

― En mi habitación no puede ser ―protesté― Nadie puede entrar allí, es mi santuario… ―añadí mirando al número seis que guardó nuestro secreto.

― No es necesario que vengas a mi cuarto otra vez ―dijo el cumpleañero que añadió― Me haría muy feliz dormirme a tu lado pero entiendo que estés agotada y necesites tu espacio y descansar.

― Iré contigo a tu habitación y haremos lo que quieras, sigo siendo tu regalo de cumpleaños. Como Cenicienta, antes de que suene la última campanada tendré que estar en mi habitación.

Todos aplaudieron y alguno propuso que dejara un zapato escondido y que el que lo encontrara tendría derecho a una tarde a solas conmigo.

― Ya veremos… ―dije levantándome y comenzando a subir las escaleras. A mitad de trayecto me volví y mirando al homenajeado le pregunté― ¿No vienes?

El chico corrió escaleras arriba para alcanzarme en el rellano. Como las veces anteriores me hizo volver, pero esta vez no me palpó las tetas, ni me comió la boca, ni sus manos estrujarnos mis nalgas. Sencillamente pasó su mano por mi hombro, me besó en la mejilla y con la otra mano se despidió de sus compañeros.

Nos besamos muchos mientras nos desnudábamos. Luego nos metimos en la cama y nos abrazamos y nos volvimos a besar. Esta vez con ms ternura que pasión. Pero aun así, mi excitación iba en aumento. Necesitaba que el chico me hiciera algo pese a mi agotamiento y el dolor que sentía.

― ¿Me haces el amor? ―le pregunté muy sensual.

― ¿Te pones encima o me pongo yo? ―preguntó mientas le lamía el lóbulo de la oreja.

― Ponte tu ¡Por favor! Te necesito encima. Necesito tu peso encima cuando te corras en mí.

El chico rodó sobre su costado, se puso entre mis muslos, tomó la polla con la mano, la colocó entre los labios de mi coño y empujó. Entró solo un poco, lo justo para asegurarla dentro, luego se tumbó sobre mí y se acomodó para empezar a empujar. Me la metía y sacaba lentamente, como si quisiera que aquello durara mucho tiempo. Yo también lo quería, pese al dolor de mi vagina irritada después de tanta actividad. Me estaba follando como me follaba un viejo amigo al que adoro. Además de ser muy buena persona, es un amante experimentado que me ha enseñado muchas de las cosas que practico. Por aquel entonces solo nos habíamos acostado unas pocas veces, en ocasiones en lugares incómodos pero siempre discretos. Ambos estamos casados y tenemos cónyuges a los que queremos pero que nos tienen muy abandonados sexualmente. Estos pensamientos me acercaron aún más a un clímax que era irremediable. Volvimos a corrernos juntos y el chico antes de sacármela y separarse, se mantuvo un rato encima de mí, con su polla dentro ablandándose. Mientras tanto, fue besándome muy suave en la boca, la nariz, los ojos y las mejillas. Luego cogió su despertado y lo puso en hora, me abrazó y nos dormimos.

Desperté sobresaltada, el cumpleañero me despertaba para decirme que solo quedaban cinco minutos para la medianoche― Con todo mi pesar pero tienes que irte, Julia. Ya es la hora

Azorada, ni siquiera me vestí, recogí mi ropa y mis zapatos, salí de la habitación y corrí por el pasillo y escaleras arriba. Justo después de recorrer el pasillo del último piso, al empezar a subir el último tramo de escaleras, me cayó un zapato y no lo recogí.

Entré en mi habitación, sin cerrar con llave la puerta, arrojé la ropa en un montón y me acosté encima de la cama, completamente desnuda, y me dormí.

Julia

El confinamiento de Julia

Julia, tiene treinta y pico años, está casada y trabaja de camarera en una residencia universitaria. Al declararse la pandemia de Covid-19 casi todos los alumnos se fueron a sus casas al establecerse el confinamiento obligatorio de catorce días, excepto seis, todos ellos de primer año. Se decidió alojarles en la residencia de profesores invitados, un palacete apartado, en un extremo del campus, con un gran jardín cerrado con un alto muro rodeándolo. La encargada de atenderles durante el tiempo necesario será

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