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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Julia
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Llevaba fuera de casa casi una semana entera, en un viaje de negocios muy aburrido. Me encontraba, en la sala de espera del aeropuerto, aguardando por mi vuelo de regreso, cuando oí una dulce voz que me llamaba por mi nombre. Me di la vuelta y vi a Julia, la esposa de mi viejo amigo Bernardo. Es una mujer muy sexy de unos cuarenta años a la que yo siempre había fantaseado con follarla; pero ella estaba profundamente enamorada de su marido y yo no había ni siquiera considerado intentarlo.

Nos saludamos y nos sentamos juntos puesto que Julia y yo esperábamos por la salida del mismo vuelo. Habíamos iniciado una amistosa conversación cuando anunciaron que nuestro vuelo se había retrasado por causas climatológicas. Unos minutos más tarde, comunicaron que finalmente se había cancelado y que no podríamos volar hasta la mañana siguiente. Vi una mirada de preocupación en la cara de Julia y le pregunté qué le pasaba. Me respondió que no podía permitirse coger una habitación de hotel para pasar la noche porque había usado lo último de su dinero en efectivo para comprar algunos recuerdos para Bernardo y había llegado al límite de su tarjeta de crédito.

Le dije que no se preocupara, que no la dejaría pasar la noche en el aeropuerto porque su marido me mataría. Luego hice algunas llamadas telefónicas y conseguí dos habitaciones en un pequeño y cómodo hotel cercano.

Las habitaciones resultaron ser contiguas y después de instalarnos fuimos a cenar. Después de haber disfrutado de una deliciosa cena y una agradable conversación fuimos al bar para tomar un trago. Continuamos nuestra pequeña charla durante un tiempo, hasta que una pequeña orquesta comenzó a tocar, entonces la invité a bailar. Julia aceptó sonriente y tomándola cortésmente de la mano la llevé a la pista de baile.

Estuvimos en la pista de baile durante un buen rato. Poco a poco, Julia se me fue acercando y tuvo que ser imposible que no notara el crecimiento y endurecimiento en mi entrepierna. Ella no dijo dijo una palabra, pero tampoco se echó atrás. Por eso me pregunté si me estaba provocando pero no me importó. Ella podría estar notando mi polla en su pierna pero es que yo tenía sus magníficas tetas presionando en mi pecho. Acabábamos un baile y me pidió que antes de subir a las habitaciones bailáramos el último. Ella no se movió y continuó pegada a mí. Notaba su cuerpo centímetro a centímetro y ahora mi erección era casi dolorosa. Mi excitación era tan intensa que sabía que me masturbaría tan pronto como entrara en mi habitación.

La pierna de Julia se mantuvo todo el baile presionándome la polla y tuve que hacer grandes esfuerzos para evitar besarla. Cuando la canción terminó, la acompañé por el largo pasillo hasta la puerta de su habitación. Entonces ella se puso de puntillas para besarme suavemente la mejilla. Luego me dio las gracias por una muy agradable velada y entró en su habitación.

Estaba sentado en mi cama, acariciándome la polla, cuando la puerta de la habitación contigua se abrió. Julia entró y cerró la puerta detrás de ella. Luego dejó caer la bata resbalando desde los hombros hasta el suelo. Se quedó desnuda mostrándome su increíble cuerpo. Nunca, ni en mis más atrevidos sueños, hubiera podio imaginármela con un cuerpo tan glorioso.

Se subió a la cama conmigo, tomó mi cabeza con ambas manos y me dio un largo beso mojado. Entonces sentí que una de sus manos agarraba mi polla y empezaba a acariciarla. Cuando cesó el beso, le pregunté por su marido. Julia sonrió y dijo que su marido no estaba allí.

Luego bajó la cabeza hasta mi dura y gruesa polla, se la frotó sobre los labios y luego me lamió la cabeza. Luego se la metió en la boca hasta la garganta y me la chupó durante casi diez minutos. Julia apretaba con los labios, con fuerza alrededor de la polla, y cuando me vine dentro de su boca se tragó hasta la última gota.

Después, se levantó y me besó de nuevo, luego se tumbó hacia atrás y abrió las piernas, diciendo que era mi turno. Empecé a lamer y chuparle el coño y al poco ella empezó a gemir. Su cabeza rodaba de lado a lado, y se retorcía y movía el coño en mi cara. Luego comenzó como a llorar y me agarró por la parte posterior de mi cabeza y empujando su coño contra mi boca. Entonces la oí teniendo un orgasmo fuerte y salvaje.

Sentí que mi polla se estaba poniendo dura de nuevo; así que, mientras recuperaba el aliento, me levanté y me puse entre sus increíbles piernas. Mientras deslizaba mi polla en su coño caliente y húmedo, Julia movió sus caderas para acomodarse.

Incluso con los jugos de su anterior orgasmo estaba apretada y tuve que entrar en su interior centímetro a centímetro. Pero de repente me empujó hacia arriba y me hizo metérsela toda de un golpe. Julia gimoteó rogándome que me la cogiera fuerte.

Su coño se parecía a un guante de terciopelo y empecé a follarla tan fuerte como pude. Su trasero empujaba hacia arriba para hacer frente a mis embestidas. Yo ya sabía que no iba a durar mucho más tiempo.

Podía sentirla temblando y preparándose para otro orgasmo y de repente gimió más fuerte que la primera vez. Entonces Julia se vino de nuevo; tuvo un orgasmo muy intenso mientras lloriqueaba. Segundos después hice erupción dentro de su coño caliente y empapado. Después, nos tumbamos con la relajación de la completa satisfacción sexual.

Pero pronto volví a sentir su mano en mi polla. Me acerqué y le pellizqué uno de sus pezones. Ella gimió y se movió sobre mí y nos acomodamos en la posición del sesenta y nueve. En menos de dos minutos tuvo de mi polla de nuevo en pie. Follamos dos veces más antes de que Julia se levantara y se pusiera la bata.

Poco antes de abrir la puerta de conexión, dijo que ésta había sido la primera y la última vez que estaríamos juntos porque regresaríamos a casa. Asentí con la cabeza, entendiéndolo. Julia me regaló una sonrisa deslumbrante y se fue a su habitación.

Dos semanas después estaba sentado en mi oficina cuando sonó el teléfono. Contesté y una voz dulce y conocida me preguntó si podíamos vernos más tarde en una habitación de hotel. Después de colgar el teléfono sonreí, pensando que todas las mujeres son mentirosas.

Anónimo

Otro relato ...




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