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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Lengüeta y ranura
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La isla de la cocina había sido el último mueble en ser instalado y la encimera de granito ya estaba en su sitio. Inspeccioné las habitaciones para asegurarme de que el suelo estaba limpio antes de empezar la instalación del suelo.

― ¿Está todo listo?

Me di la vuelta y vi a Donna de pie en el pasillo― Creo que sí ―respondí― Todo tiene buena pinta.

― Espero que no sea un problema, pero John ha tenido que ir a trabajar hoy y no estará aquí para ayudarte ―dijo en tono de disculpa― Pero puedo echarte una mano si lo necesitas.

― Eso será de ayuda ―dije― Un par de manos más puede hacerlo más fácil.

― Te prometo que haré lo que me digas ―dijo― Sólo dime qué quieres que haga.

― Hmm, interesante ―dije con una sonrisa burlona― Entonces estás contratada.

Sonrió y desapareció por el pasillo. Cuando volvió, llevaba el pelo recogido en una coleta y vestía unos vaqueros desteñidos y una camiseta escotada. Le dije que se pusiera un calado resistente y volvió con un par de zapatillas.

Le expliqué lo que había que hacer y cómo quería colocar las tablas. Colocamos unas cuantas filas y le enseñé cómo hacerlo. Le expliqué que la "lengüeta iba en la ranura" y ayudaba a unir las piezas.

Se rio mientras sujetaba las dos piezas con las manos y las unía.

― Pon la lengüeta en la ranura... je je je ―murmuró con una sonrisa burlona.

― Te gusta, ¿verdad? ―le pregunté.

Se sonrojó y me dedicó una sonrisa mientras me devolvía las tablas.

― A mí también me gusta cómo ha quedado ―le dije guiñándole un ojo.

Miró al suelo tímidamente y volvió a soltar una risita― Poner la lengüeta en la ranura... tiene gracia.

Me reí y empecé a instalar el suelo. Mientras trabajaba, ella trajo más tablas y me observó atentamente.

― Necesito que me sujetes esto ―le dije.

Se arrodilló delante de mí y puso las manos donde yo le indicaba. Su camiseta se abrió cuando se inclinó y me dejó ver su pecho. Dudé un momento mientras disfrutaba de la vista antes de concentrarme en el trabajo. A medida que avanzábamos, ella bajaba las manos y se inclinaba, y cada vez su camisa se abría y dejaba al descubierto lo que había debajo.

Me dedicó una sonrisa cómplice mientras se levantaba y se estiraba. Levantó los brazos por encima de la cabeza, la camisa se levantó y dejó al descubierto la parte inferior del vientre por encima de los vaqueros. Giró lentamente la parte superior del cuerpo hacia la izquierda y luego hacia la derecha, con los pechos tensos contra la tela y las curvilíneas caderas ligeramente onduladas. Con un pequeño gemido, bajó los brazos y puso las manos en las caderas.

La miré recorriendo con los ojos su cuerpo de pie frente a mí. Ella esbozó una sonrisa antes de darse la vuelta y caminar hacia la pila de tablas. Mis ojos siguieron el suave vaivén de sus caderas. Me miró por encima del hombro mientras se inclinaba para recoger los tablones y su torneado trasero llenó mi vista.

Aparté los ojos y empecé a concentrarme en el trabajo mientras ella colocaba los tablones delante de mí. Después de completar unas cuantas filas, llegó la hora del descanso. Me levanté y me estiré mientras ella desaparecía por el pasillo y volvía con dos cervezas.

― Toma ―me ofreció mientras me daba una lata.

― Gracias ―respondí mientras me apoyaba en la isla y giraba el torso para relajar los músculos.

― Seguro que te duelen los músculos haciendo eso todo el día.

Me reí mientras le decía― Sí, a veces se ponen bastante rígidos y doloridos.

― Date la vuelta y te froto la espalda ―me ofreció.

― Claro ―respondí.

Me di la vuelta y apoyé los codos en la encimera mientras arqueaba ligeramente la espalda. Sentí sus manos en mi espalda, tentativas y suaves.

― ¡Oh, sí! ―gemí cuando sus manos empezaron a trabajar mis doloridos músculos.

Sentí que sus manos empezaban a subir por mi espalda hasta los hombros y el cuello, masajeando los músculos tensos y deshaciendo los nudos. Pronto pasaron a la parte superior de mis brazos.

― Eres muy musculoso ―me dijo cuando sentí que me apretaba.

Me incorporé y sentí que me rodeaba con los brazos, sus manos recorrían mi pecho y mi vientre mientras su cálido cuerpo se apretaba contra el mío y su cálido aliento cruzaba mi cuello. Mi polla respondió y empezó a hincharse en los estrechos límites de mis vaqueros.

Busqué sus caderas con las manos por detrás. Mis manos empezaron a recorrer sus formas y le acaricié el culo mientras la estrechaba contra mí.

― Eres muy fuerte ―ronroneó en el oído mientras una mano se deslizaba por la parte delantera de mis vaqueros y se posaba sobre el bulto oculto tras la cremallera. Soltó un pequeño jadeo cuando su mano apretó mi polla dura como una roca y palpó su grueso tronco.

Me giré para mirarla y la atraje hacia mí. Nuestros labios se encontraron al besarnos y me invadió una repentina oleada de calor y excitación. Mis manos recorrieron su cuerpo, acariciando su culo y sus pechos mientras nuestras bocas entrechocaban. Sentí sus manos en mi cuello y en mi culo, mientras apretaba su pelvis contra la mía. Deslicé una mano entre sus piernas y ella gimió mientras le acariciaba el coño con rudeza.

Nos separamos lo suficiente como para desabrocharnos los vaqueros y sentí que me caían hasta los tobillos. Me los quité de una patada y me tambaleé un poco cuando ella hizo lo mismo. Su mano agarró mi polla y la acarició mientras mis dedos se empapaban de la humedad entre sus piernas.

― Dios, te deseo tanto ―me susurró al oído.

La giré hasta que quedó de espaldas a la isla, la agarré por el culo y la subí a la encimera. Jadeó al sentir el frío granito en su trasero desnudo. La besé con pasión y luego le susurré al oído― Metiendo la lengua en el surco.

Dejó escapar un pequeño gemido cuando la empujé hacia atrás y levanté sus piernas hasta mis hombros. Rápidamente hundí mi lengua entre los sedosos pliegues y la oí gemir mientras lamía su húmeda raja. Mi lengua golpeó sobre su clítoris y sus piernas apretaron mi cabeza mientras ella alcanzaba el clímax con un profundo gemido y un estremecimiento.

Le bajé las piernas y la atraje hacia mí. Le metí la lengua en la boca y la sujeté con fuerza mientras la bajaba de la encimera. Cuando sus pies estuvieron en el suelo, la di la vuelta y empujé sus hombros hacia delante. Sus manos se agarraron a la encimera mientras mis pies separaban sus piernas y mis manos agarraban sus caderas. Rápidamente introduje mi polla en su húmeda abertura y empecé a empujar.

En cuatro golpes introduje profundamente mi polla dentro de ella. Ella gritó y gimió mientras yo la penetraba, impulsado por la frenética lujuria del encuentro. Gemí con fuerza cuando exploté dentro de ella y le metí la polla todo lo profundo que pude. Mis manos la agarraron con fuerza mientras eyaculaba y temblaba.

Saqué lentamente la polla y ella se enderezó, apretando su espalda contra mi pecho mientras su mano llegaba a mi nuca. Giró la cara y nos besamos en una postura incómoda pero íntima. Di un paso atrás y ella se volvió hacia mí.

― Ha sido jodidamente excitante ―dijo con una sonrisa sexy.

― Sí, lo ha sido ―coincidí.

Nos miramos un momento antes de compartir un beso rápido y buscar nuestras ropas. Nos vestimos y volvimos a beber de nuestras cervezas y a relajarnos un momento.

― ¿Ya os tomáis un descanso? ―gritó John al aparecer por la puerta que daba al garaje.

Ambos le miramos sorprendidos mientras se desabrochaba la corbata y se dirigía al pasillo.

― Menos mal que me fui pronto ―dijo desde el dormitorio― Nunca conseguiríais hacer eso.

Nos sonreímos y volvimos al trabajo.

MJ

Otro relato ...




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