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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Maestro Negro
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Mi esposa iba de mi mano mientras entrábamos en aquella habitación. El más reciente amante de mi esposa me había pedido que la llevara a aquella habitación de hotel y así podría quedarme a mirar.

Mientas llevaba a mi sensual esposa a la cama, él me sonrió y me señaló una silla en un rincón. Dejé a mi esposa junto a él y me senté a mirar como había prometido.

Mi esposa estaba sexy y hermosa con su vestido negro de corte bajo que mostraba un amplio y bonito escote, su cabello y maquillaje eran perfectos. Pero parecía estar tensa y su respiración se aceleraba.

El afortunado amante la despojó del vestido dejándola sólo con una tanga negra, muy pequeña, y un par de sexys zapatos con tacones de aguja, lo que hizo que sus piernas pareciera aún más largas y sexy. Luego, sus enormes brazos la rodearon y ella le devolvió el abrazo. Sus enormes manos rodearon su cintura, mientras la besaba apasionadamente. Una de sus manos bajó para palparle los glúteos redondos. Desde dónde estaba sentado, incluso podía notar en calor de su cuerpo.

Mientras su amante le besaba el suave cuello, su mano libre bajó para acariciar sus duros pezones. El cuerpo de mi esposa se estremeció con las caricias mientras me miraba de vez en cuando buscando mi aprobación y asegurándose de que yo seguía mirando. El espectáculo hizo que mi polla se pusiera dura dentro de los pantalones.

Vi como aquellas manos se iban hasta su tanga, encontrando que los jugos de su coño habían saturado el fino tejido negro. Lo vi meterle un dedo dentro, y luego dos. Un ligero jadeo se escapó de los rojos labios de mi esposa al sentir la invasión de su lubricado coño mojado. Estaba seguro de que él tenía su clítoris hinchado entre los dedos.

Luego la empujó por los hombros haciéndola ponerse de rodillas. Entonces, ella le bajó los pantalones y liberó su ansiada polla. Ella me miró buscando de nuevo mi aprobación y con una sonrisa la animé a seguir. Luego vi como la enorme polla desaparecía en la ansiosa boca de mi esposa. El enorme pene entraba y salía de su boca. Noté su entusiasmo, señal de que era algo que le gustaba.

De repente, él sacó la polla de su boca y le ordenó que se pusiera de pie. Luego la hizo inclinarse sobre el borde de la cama.

Me di cuenta de que mi esposa era absolutamente obediente en su elevado estado de excitación sexual. Su amante le bajó el tanga mojada hasta los tobillos y le pude admirar el hermoso cuerpo desde atrás. Sonreí mirándole el coño mojado, que goteaba haciendo regueritos por el interior de sus muslos.

Él me sonrió y se arrodilló para lamerle el coño. Ella soltó un suave gemido al sentir su áspera lengua bailando en su clítoris y como jugaba en su raja con los labios y luego los cerró alrededor de su clítoris. Mientras su cuerpo desnudo temblaba, mi esposa gritó al llegarle orgasmo mientras me miraba antes de cerrar sus cálidos ojos. Luego se desplomó hacia adelante en la cama.

Luego la hizo acostar de espaldas en la cama, ordenándole que se masturbara mientras él terminaba de desvestirse. Así que vi a mi esposa masturbándose lentamente, todavía sensible por el reciente clímax. Vi cómo se metía un dedo en su húmeda vagina. Luego vi que ya eran dos dedos los que trabajan rápidamente en su clítoris, dándonos un gran espectáculo, a su amante y a mí.

Él le sacó los dedos y los reemplazó por su enorme polla montándola al estilo misionero. Supuse que quería mirarla directamente a los ojos mientras la tomaba como si fuera su esposa. Él comenzó a moverse lentamente, disfrutando de su lubricado coño con cada empujón que le daba a mi esposa. Sus largas piernas lo envolvieron alrededor de la cintura y, entre jadeos y gemidos, mi esposa susurró que quería que la follara más fuerte.

El amante deslizó una mano bajo sus nalgas y levantó su cuerpo desnudo en el aire, cogiendo más velocidad en sus metidas y sacadas. Ella respondió empujando sus caderas hacia arriba, para ofrecer mejor su entrepierna, mientras jadeaba y gemía de placer.

De repente se detuvo, apartándose de ella y ordenándole que se volteara y pusiera el culo hacia arriba, con la cara en la almohada. Él se puso detrás de ella reanudando las fuertes y profundas penetraciones mientras le acariciaba el hinchado clítoris.

Ella volvió a dirigir sus ojos con los míos, como pidiéndome permiso para correrse. Me tomé mi tiempo, permitiendo que su pasión y excitación se elevara, entonces accedí a su petición. Unos segundos después, vi como su cuerpo explotaba en un salvaje segundo orgasmo.

Al mismo tiempo, su amante, no pudo durar más y liberó su toda la carga en el vientre de mi esposa. Luego se derrumbó encima de ella, luego le besó suavemente la nuca y se retiró muy lentamente. Mi esposa mantuvo su posición sumisa, esperando por mi polla. En más reciente amante, fue al baño, diciéndome que ahora era mi turno. No podía esperar a que mi sexy esposa se limpiara, así que, segundos después, metí mi polla en el coño de mi esposa, encontrándolo más lubricado que nunca.

Todavía la estaba follando bastante fuerte, cuando él regresó, se vistió y abandonó la habitación. Ella jadeo, gruñó, gimió y gritó de placer cuando vino por tercera vez en esa noche. Seguí follando su empapado coño hasta que me puse tenso y llené su coño con mi semen.

Mientras me retiraba, me sonrió, apreciando mi esfuerzo por hacerme pasar por un cornudo perfectamente obediente. Le respondí que ella merecía toda mi atención y le dije que su amante debería acompañarnos más a menudo en una habitación de hotel.

Esposo complaciente

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