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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mamada inesperada
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En el instituto, mi prioridad número uno, como la de todos los chicos, era intentar tener sexo. Era un instituto pequeño, con unos 600 estudiantes y las chicas superando a los chicos 2 a 1. Yo no era el chico más guapo, y mucho menos atlético, pero era inteligente lo que me daba ventaja en muchos aspectos.

La tutoría, que es como se llama ayudar a los compañeros menos aventajados, se convirtió en una actividad habitual para mí. Podía escoger a los mejores, o debería decir, a los más tontos para ayudarlos. Me pareció que, cuanto más tontos eran, mejor me iba.

La alumna elegida aquella ocasión fue Helena, una estudiante de buena constitución que tenía problemas con las matemáticas y yo soy bastante hábil en eso, así que la seleccioné para ayudarla. Cuando llegué a su casa, me sorprendió que tuviera una hermana menor que reconocí de verla en la escuela. Cuando se hicieron las presentaciones, Catalina, la más joven, era una estudiante de primer año. Mi mente seguía dando vueltas al hecho de que Helena era guapa pero eso era todo lo que tenía a su favor, y me preguntaba si su hermana Catalina sería tan tonta como ella.

Mientras trabajábamos en sus problemas, noté que en varias ocasiones, Catalina pasaba por delante de la habitación donde estábamos. Aunque sólo le había echado un breve vistazo, cada vez que pasaba, me saludaba con una pequeña y tímida sonrisa.

Tomamos un descanso, salimos a su porche y nos sentamos en un columpio a tomar un refresco. Era una noche muy cálida y húmeda y mientras hablábamos, ella parecía estar muy nerviosa. Sus manos jugaban nerviosos con los botones de su blusa mientras hablaba. No sé si fue intencionado o accidental, pero el botón del centro, justo entre sus pechos, se había soltado. Sentado tan cerca como estaba, disfruté de la vista de su sostén y de la forma de su pecho. Aquello fue un gran placer para un joven como yo que veía sus pechos, y naturalmente mis hormonas se activaron y comencé a tener una erección. Hice lo que pude para mantener mis manos en mi regazo para cubrir mi incómoda situación.

Cuando nos levantamos para volver a entrar, ella se acercó a la puerta y su mano rozó accidentalmente mis pantalones. Se dio vuelta y sonrió mientras su mano me tocaba. Sé que me puse colorado pero la seguí al cuarto y continuamos el trabajo. Me costó mucho trabajo concentrarme en los papeles, con los ojos fijos en la abertura de su blusa y en el hecho de que me había tocado. La última hora duró una eternidad hasta que llegó el momento de irme.

Mientras me dirigía a la puerta, intenté ocultar mi estado de erección con mis carpetas. Helena siguió agradeciéndome el haberla ayudado mientras salíamos de la habitación principal donde Catalina mantenía la puerta abierta. Fue entonces cuando me di cuenta de que las dos hermanas eran bastante similares en apariencia. Cada una tenía el pelo castaño claro con brillo rojizo, ojos verdes y bonitas figuras. Catalina no estaba tan bien dotada como Helena; pero era evidente que a medida que creciera, también lo estaría. Helena me besó en la mejilla cuando salía por la puerta.

Yo sólo vivía a unas pocas cuadras de su casa. Durante el camino, en mi mente seguía viendo su sostén y sintiendo el tacto de su mano, por breve que fuera, en mi erección. Tan pronto como llegué a casa, fui a mi habitación y alivié la tensión, pensando no sólo en Helena, sino también en Catalina. Es increíble lo que una joven mente masculina es capaz de imaginar.

Aquella tutoría continuó durante algún tiempo. Como me estaba convirtiendo casi en un habitual de su casa, no pude evitar darme cuenta que, ahora el vestido de cada una de las chicas se estaba volviendo mucho más revelador, y se aseguraron de que les viera más de lo que debería verles. Después de la primera sesión, Helena comenzó a tener al menos dos botones abiertos en sus blusas, dándome muchas oportunidades de verle el escote. Catalina comenzó a traernos bocadillos y refrescos a la habitación, asegurándose agacharse cerca de mí.

Mi alumna parecía incapaz de comprender el concepto de nuestro trabajo, pero había empezado a comprender muy bien otra cosa. Yo estaba casi en un constante estado de excitación; mis pantalones estaban tan tensos que era casi inútil esconderlo si estaba de pie, así que empecé a sentarme a su lado con la esperanza de que no se notara.

Yo había levantado la mano y le señalaba un error en su cuaderno, y mientras se inclinaba hacia delante para mirarlo, su pecho se posó sobre mi brazo. Empecé a moverme, pero su mano izquierda sostenía mi mano sobre los papeles, y su mano derecha se había posado en mi regazo, directamente sobre el bulto de mi polla. Se me escapó un gemido ronco al tocarme y ella volvió su cara hacia mí, sonrió y comenzó a frotarme la tiesa polla a través de los pantalones. No había duda de lo que me estaba haciendo; mis piernas se abrieron permitiendo que notara mejor mi polla. Puedo decir que en pocos momentos eyaculé dentro de mis pantalones.

Su mano me soltó y ella me besó, mordiéndome suavemente el labio inferior, con su lengua metiéndose en mi boca. Como no tenía mucha experiencia, hice todo lo posible para devolverle el beso, y mis torpes manos pasaron por encima de sus pechos y los noté. No se apartó de mi contacto y nuestro beso se hizo más intenso. Por el rabillo del ojo, vi la cabeza de Catalina asomándose a la puerta mirándonos. Rompí el beso y rápidamente dejé caer mis manos de sus pechos, mirando hacia la puerta, y Helena se dio cuenta de que su hermana nos había estado mirando.

Esa noche caminé incómodamente a casa con la ropa interior pegajosa. La siguiente semana de tutoría llegó a su fin con Helena pareciendo entender la materia. Ella fue muy fácil aquella semana, siempre alcanzando y frotando mi polla bajo la mesa, y moviendo mis manos bajo su blusa para acariciar y apretar sus pequeños y duros pechos. Yo estaba en el cielo. El jueves de esa semana, me dijo que tenía un examen a la mañana siguiente y que me haría saber cómo le había ido durante nuestra sesión de tutoría del viernes por la noche.

Ese viernes por la noche, Helena me esperaba en la puerta. Me dijo que sus padres se habían llevado a Catalina a cenar y que teníamos la casa para nosotros solos. Mientras dejaba mis libros sobre la mesa, se acercó a mí y me dijo que no era necesario usar los libros esa noche. Me dijo que había aprobado mi examen con un 78, que era más alto que el que ella había obtenido en cualquier otro examen de matemáticas antes. Me besó apretándose contra mí y sentí sus pechos aplastarse en mi pecho, y sus dos piernas que parecían entrelazarse entre mis piernas. Empezó a besarme el cuello y las orejas, lamiéndome a medida que avanzaba. Sentí sus manos abriendo expertamente mi bragueta y me sacó la polla.

Se arrodilló, me miró y me dijo que yo era el mejor tutor que había tenido y que esa noche iba a recibir mi recompensa por ayudarla. Sin más palabras, empezó a lamerme la polla, probando la esperma que ya se había empezado a escapar por la punta. Mientras yo miraba hacia abajo, ella seguía mirándome y lentamente mi polla empezó a desaparecer en su boca. Noté que su lengua se movía en la parte inferior de mi sensible punta, con sus labios cerrados alrededor de ella. Casi como si tuviera una pajita en un espeso batido, trabajó mi punta con la lengua, y uso sus manos con el resto de mi polla y mis testículos.

Yo casi llegué inmediatamente pero ella apretó mi polla muy fuerte por la base, impidiéndome correrme. Luego se sacó mi polla de su boca y dijo que quería tener mi polla en su boca cuando yo llegara y procedió a metérsela toda, sin detenerse sólo en la punta. Vi que sus mejillas se hinchaban mientras se balanceaba hacia atrás y adelante con mi polla dentro de su noca, todavía sosteniéndomela por la base. Mi respiración era irregular y profunda. Ella soltó su agarre en la base y la oí murmurar con mi polla completamente dentro de su boca― ¡Córrete!

Sin más preámbulos, solté en su boca una buena cantidad de esperma, tanta cantidad como un hombre joven como yo podía. Ella me miró con ojos parpadeantes. El esperma salió goteando alrededor de sus labios y goteó por su barbilla y sobre mis pantalones. Continuó chupando, sin parar hasta que mi polla empezó a encogerse y a salir de su boca. Abrió la boca, que estaba llena con mi semen, mientras movía su lengua a través de ella. Cerró la boca, tragó y la abrió de nuevo mostrando que ya no había esperma.

Se puso de pie, con mi polla en la mano y me besó de nuevo. Podía notar un ligero residuo del sabor salado de mi semen en su lengua. Volvió a sonreír y me sacudió la polla en sus manos, la volvió a meter en mis pantalones y me cerró la cremallera de los vaqueros.

Mientras caminaba a casa aturdido, supe que probablemente era el tipo más afortunado del mundo, por haber sido tratado con todo lo que había imaginado en mis sueños.

Veterano

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