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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mejor el original
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La discoteca estaba bastante llena en una cálida noche de sábado de junio de 1986. Las baladas y el rock clásico sonaban mientras la multitud, en su mayoría clientes de mediana edad, se mezclaba.

Mis amigos y yo habíamos decidido pasarnos por allí y echar un vistazo mientras íbamos de bar en bar en busca de mujeres interesantes. Como éramos veinteañeros, destacábamos entre el público.

Me separé del grupo y me abrí paso entre la bulliciosa multitud hasta llegar a una de las barras. La camarera me miró rápidamente y me preguntó qué quería.

Whisky y cola, doble.

Asintió y me sonrió mientras lo preparaba rápidamente. Tenía unos cuarenta años, una larga melena rubia y un buen par de tetas. Los pantalones vaqueros bajos se ajustaban bien a sus curvilíneas caderas. Puso el vaso delante de mí y extendió la mano. Puse suavemente un billete doblado en su palma abierta, mis dedos se posaron sobre los suyos mientras le guiñaba un ojo.

― Gracias.

― Cuando quieras ―respondió con una sonrisa irónica.

Me di la vuelta y me encontré cara a cara con una morena alta y pechugona. Se acercaba a los cincuenta años y sus ojos marrones me miraban directamente.

― Hola ―le dije.

― Hola a ti mismo ―respondió ella con una sonrisa ligeramente torcida― Eres un joven interesante.

― Gracias ―respondí.

― ¿Estás soltero? ―preguntó.

― Sí, lo estoy ―me reí― ¿Por qué lo preguntas?

Se apartó un poco y me miró lentamente de arriba abajo, sus ojos recorriendo mi metro ochenta― Hmm ―murmuró― Alto, guapo, bien vestido, pareces estar muy sano y en forma.

― ¿Y? ―Pregunté con una sonrisa.

― Serías perfecto para mi hija ―soltó con una risita mientras se llevaba la copa de vino a los labios y la vaciaba― Le gustarías.

― Deja que te rellene la copa ―le ofrecí.

― Claro, lo que tú digas, guapo.

Me volví hacia la barra y encontré la camarera esperando con la botella de vino. La miré mientras servía el vino y le dediqué una sonrisa. Sus ojos brillaron y me devolvió la sonrisa.

― Aquí tienes ―dijo con un guiño.

Le di otro billete y le di las gracias con la cabeza antes de volver a la encantadora mujer que me esperaba.

― Gracias, guapo ―ronroneó mientras cogía el vaso.

― Entonces, ¿qué es eso de tu hija? ―pregunté.

― Oh, sería perfecta para ti ―dijo mientras su mano tocaba mi pecho― Tiene más o menos tu edad y es muy guapa.

― ¿Guapa como tú? ―pregunté.

Ella soltó una risita y volvió a apoyar su mano en mi pecho― Más bonita.

― Lo dudo ―respondí― Tu eres preciosa.

Me dedicó una gran sonrisa y se revolvió el largo pelo castaño― Oh, vamos...

― No, de verdad ―insistí― Eres una mujer muy elegante y atractiva.

Sonrió y se sonrojó ligeramente ―Sobre mi hija...

― ¿Es alta como tú? ―pregunté.

Asintió con la cabeza y bebió un trago de vino. Me aparté ligeramente y la miré de arriba abajo, haciendo evidente que la estaba examinando.

Unos elegantes tacones negros y unas piernas largas y tonificadas que desembocaban en una ajustada falda negra que abrazaba sus torneadas caderas. Su cintura ligeramente gruesa se estrechaba y la blusa de lentejuelas azules se esforzaba por mantener su amplio escote en su sitio.

― ¿Está tan bien torneada como tú? ―le pregunté mientras me acercaba.

Ella sonrió y asintió antes de dar otro gran sorbo a su vaso.

― ¿Es tan sexy como tú? ―Le susurré al oído.

―Eh, creo que sí... ―respondió

Puse mis manos en su cintura y la atraje suavemente contra mí. Mi polla, cada vez más dura, se clavó en su bajo vientre mientras la abrazaba con fuerza y le susurraba al oído. ― ¿Por qué iba a querer una copia si puedo tener el original?

Su aliento caliente se detuvo un momento antes de empezar a acariciar mi cuello.

― Te prefiero a ti ―continué mientras mis manos recorrían lentamente sus caderas y su culo.

― ¿De verdad? ―preguntó en voz baja.

― Sí ―respondí― Te quiero a ti, al original, no la copia.

Tragó con fuerza y sus dedos empezaron a aferrarse a mi pecho. Sentí que se empujaba contra mí, que su pelvis se frotaba contra la mía.

― Te quiero a ti ―susurré bruscamente mientras nos movía la multitud que nos rodeaba― Esta noche ¡Ahora!

― ¿Ahora? ―preguntó con voz ronca.

― Ahora ―respondí mientras tomaba su mano y ponía la copa de vino sobre la barra.

La conduje a través de la multitud y por la puerta de salida hacia el aparcamiento. Me detuve justo al lado de la puerta y la empujé suavemente contra la pared― Te deseo tanto, joder ―dije mientras la empujaba.

Sus labios se encontraron con los míos y sus manos se pusieron en mi cintura. Me atrajo hacia ella mientras nos besábamos apasionadamente. Recorrí con mis manos su curvilíneo cuerpo, notando la firmeza de su carne madura y disfrutando de cada centímetro.

Me separé y la llevé a mi coche. Lo desbloqueé y abrí la puerta del pasajero señalando el asiento trasero mientras lo echaba hacia atrás. Se detuvo un momento, me miró y negó con la cabeza. Asentí con la cabeza y señalé el asiento trasero con la mano. Se levantó la falda y subió al coche. La seguí rápidamente, cerré las puertas y me giré para mirarla

Empezó a hablar mientras tomaba suavemente su cara entre mis manos y empezaba a besarla con delicadeza― Sigue con ello ―le dije entre beso y beso― ¿O quieres parar?

― ¡Oh, no! ―respondió en un ronco susurro― ¡No pares!

Bajé mi mano derecha y le cogí el pecho, notado el volumen y la plenitud bajo la tela. Un gran pezón se clavó en mi palma mientras lo apretaba y amasaba suavemente. Sentí su mano izquierda sobre mi muslo, los dedos buscando tímidamente el bulto que había creado. Jadeó al encontrarlo y dejó escapar un pequeño gemido.

― ¡Oh, es grande! ―exclamó con un susurro gutural.

Deslicé mi mano hacia abajo y la metí bajo su falda. Mis dedos encontraron su entrepierna empapada y la acariciaron suavemente sobre el tejido húmedo de las bragas. Pequeños y agudos jadeos salieron de sus labios mientras le frotaba el clítoris, terminando en un suave gemido cuando la llevé al clímax.

― Oh, mi... ―gimió.

Retiré la mano, me incliné hacia atrás y me desabroché los pantalones, bajándolos hasta los tobillos y liberando mi hinchada polla. Continuamos besándonos mientras ella acariciaba bruscamente mi polla, introduciendo su lengua en mi boca. Su mano se detuvo y envolvió con sus dedos la polla por base.

― Tengo que probarte ―anunció con voz ronca.

Bajó la cabeza y noté cómo su lengua se arremolinaba alrededor de la punta de mi polla hinchada. Recorrió mi pene de arriba a abajo mientras lo lamía en toda su longitud.

― Tan gruesa... ―gimió antes de llevársela a su boca hambrienta. Chupó lentamente, pasando los primeros 15 centímetros por sus labios y poniéndome duro como una roca de granito. Después de un minuto, se detuvo y se apartó. Se levantó la falda y se subió a mi regazo de cara a mí. Se levantó, agarró mi pene y lo colocó en su sitio antes de bajar lentamente. En unos pocos movimientos, los veinte centímetros estaban enterrados en su caliente, sedosa y húmeda vagina.

Nos quedamos así un momento y nos besamos. Puse mis manos en sus grandes pechos mientras ella empezaba a mover las caderas. Sus movimientos lentos y sencillos se convirtieron en un polvo rápido y duro. Nos besamos apasionadamente mientras ella me cabalgaba y yo le sujeté las manos en la cintura mientras empezaba a empujar. Ella gimió y se estremeció.

― ¡Oh, joder... me estoy corriendo! ―gimió con fuerza.

Y noté cómo se tensaba y su coño se cerraba sobre mi polla, haciéndola estallar. Gemimos fuertemente cuando mi polla entró en erupción y enterró una enorme carga de semen dentro de ella. Chorro tras chorro la llené mientras nos retorcíamos y besábamos en el éxtasis del orgasmo mutuo. Exhaló un profundo suspiro y se desplomó sobre mí, con la cabeza apoyada en mi cuello y mi hombro. Noté su aliento caliente mientras jadeaba y recuperábamos lentamente la respiración. Puse un dedo bajo su barbilla y levanté su cara hacia la mía, poniendo suavemente mis labios sobre los suyos. Me acarició suavemente la cara mientras nos besábamos, con sus suaves ojos marrones clavados en los míos.

― Ha sido fantástico ―susurró― Y muy, muy especial.

― Sí, lo ha sido ―asentí― ¿Te gustaría venir a casa conmigo esta noche y disfrutar un poco más?

Ella dejó escapar un suspiro.

― Quiero... De verdad que sí ―dijo mientras me acariciaba suavemente la cara― Mi amiga me estará buscando... y mi marido me espera en casa pronto.

― Oh... no sabía que estabas casada.

― Debería habértelo dicho ―suspiró― Pero me dejé llevar por el momento. No te preocupes, todo está bien.

Me besó intensamente antes de bajarse de mi regazo. Nos arreglamos la ropa y salimos del coche al aire fresco de la noche. Me subí la cremallera de los pantalones mientras ella se alisaba la falda y se pasaba los dedos por el pelo. Me abrazó con fuerza durante un momento y luego me besó una vez más.

― Gracias por hacerme sentir como una jovencita de nuevo ―dijo con una gran sonrisa― No tienes ni idea de lo especial que ha sido para mí.

― Para mí también lo fue ―añadí― No olvidaré esta noche.

― Más vale que no ―bromeó mientras se dirigía a la discoteca.

Mientras la veía cruzar por la puerta, me di cuenta de que no le había preguntado su nombre.

MJ

Otro relato ...




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