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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi esposa y alguien del trabajo
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Permítanme aclarar, a modo de prólogo, que mi esposa y yo estamos tan enamorados como el día que nos conocimos y que yo no tengo más objetivo que hacerla feliz. Mantenemos una fluida comunicación y somos muy abiertos en nuestra actitud, especialmente cuando se trata de sexo. A menudo discutíamos sobre la curiosidad sexual, de la exploración de nuevas posibilidades y de cómo ambos estábamos siempre dispuestos a probar cosas nuevas, pero siempre estrictamente con previamente la aprobación del otro. Cuando surgió el tema de que si alguna vez hubiera considerado estar con una mujer, confesó que sí, que siempre tuvo esa curiosidad pero, como con todos los demás, sus deseos fueron reprimidos por su ex marido. Además, habiendo tenido pocas relaciones antes de casarse por primera vez, esas posibilidades se habían reducido mucho. Le aseguré que estaba allí para apoyarla y si era algo que quería probar que estaba totalmente de acuerdo. Así que un día llegó a casa muy emocionada para decirme que una de sus fantasías finalmente se había hecho realidad. Esta es la historia.

Mi esposa es la responsable de la oficina de la delegación, en nuestra ciudad, de una empresa de servicios y tiene a cinco mujeres a su cargo. Aparentemente se llevan bien entre ellas, en la clásica situación de solidaridad sexual. A veces pasan cosas divertidas y se ríen juntas.

Entre esas cinco mujeres hay una lesbiana, la llamaremos Katy. Mi esposa dice que muy capaz y trabajadora y que no tiene ningún problema con ella, a diferencia de con alguna de las otras chicas. Es la encargada del correo de la oficina, y no es extraño, que entre todo el correo entrante, haya de vez en cuando, un algo para Katy. Un día, que llegó un paquete, mi esposa oyó a Katy decir— ¡Mirad! Ha llegado mi nueva polla.

Mi esposa levanta la cabeza y por la puerta abierta ve a Katy sosteniendo un enorme pene de goma con arnés mientras el resto de las chicas ríen. Katy se pone el arnés como si fuera unos pantalones mientras una de las otras chicas le ayuda a ajustarlo. Mi esposa salió del despacho para ver mejor.

Katy comienza a jugar y a decir—Soy el maridito del sábado noche y si tienes suerte tendrás semen para tu bebé. Después comienza a gemir falsamente de forma afectada y de frente a mi esposa le dice— ¡Oh, oh! me voy a correr ¡oh, oh!

Siguiendo el juego, mi esposa se inclinó sobre el escritorio de Katy y le dijo— ¡Oh, oh! hazme un bebé.

Katy se acerca y le empuja, atrás y adelante, la polla falsa entre las piernas mientras se agita exageradamente.

Mi esposa corresponde con gemidos y diciéndole— ¡Oh, oh! cariño, que grande eres.

Las siete comienzan a reír con carcajadas casi histéricas, así que mi esposa finalmente interrumpe la fiesta y les dice a las chicas que trabajen el poco tiempo que queda antes de irse a casa.

A la hora de salir, todo el mundo recoge sus cosas para irse y una a una se van despidiendo hasta el día siguiente. Como otras veces, Katy es la última en dejar a mi esposa sola en la oficina. Antes de irse, corre al baño y se cierra por dentro.

—Lo siento, tengo muchas ganas de orinar y no voy a poder llegar a casa si hacerme pis.

No es nada extraño así que mi esposa sigue trabajando en la sala común enviando telefax urgentes. Después de unos minutos oye que la puerta del baño se abre detrás de ella.

— ¿Todo bien Katy?

—Así estará —respondió Katy y mi esposa sintió sus manos sobre sus hombros que comenzaron a masajearle los tensos hombros y el cuello tenso después de un típico día de trabajo. Mi esposa dejó escapar un suave gemido y le dijo que realmente estaba agradeciendo aquel masaje. Así que se relajó sintiendo la firmeza de las manos de Katy que le pidió que se pusiera de píe. Antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo, estaba de pie ante Katy que estaba completamente desnuda y llevaba puesto el monstruoso falso pene que había recibido esa misma mañana por correo.

Mi esposa se quedo muda sin poder articular ninguna palabra que le permitiera siquiera protestar.

—Sé lo que quieres —le dice Katy— lo pude ver por la forma de cómo moviste las caderas cuando me puse antes frente a ti.

Sin dejarla responder la atrae hacia ella y le da un profundo y húmedo beso de lengua en la boca de mi esposa. Si no fuera por la firmeza con la que la sujetaba, estaba segura que se habría derrumbado al suelo de la debilidad de rodillas que le entró. Mi esposa aceptó los besos y se encontró con su lengua mientras notaba la mano de Katy bajo sus bragas comenzando a tocarle el coño, que se estaba mojando segundo a segundo.

No duró demasiado antes de que Katy le ordenara a mi esposa que se inclinara sobre el escritorio.

—Voy a echarte el mejor polvo que nunca hayas tenido.

La hace inclinarse sobre el escritorio y apoyarse en los antebrazos. Mi esposa siente como Katy le levanta la falda y le baja las bragas. Completamente dispuesta, mi esposa se deja hacer y separa las piernas para estabilizarse. Casi inmediatamente siente como Katy la agarra de la cadera con una mano y como con la otra guía el pene de goma dentro de su coño. Katy ahora agarra las caderas de mi esposa con ambas manos y comienza a follarla con enorme pene de goma, de forma lenta pero rápidamente aumenta la velocidad y la intensidad mientras golpea su coño. Mi esposa me contó que, en ese momento, estaba gimiendo incontrolablemente mientras Katy aumentaba el ritmo.

—No sabes cuánto tiempo he esperado por esto, he querido follarte y comerte el coño desde el día que me entrevistaste —le dice Katy mientras golpea cada vez con más fuerza.

Durante un buen rato Katy sigue jodiéndola y diciéndole que va a ser su nueva perra.

Mi esposa reacciona diciéndole— ¡Oh, sí! Seré tu puta pero fóllame fuerte, más duro mi bebita.

Luego me contó que no se podía explicar como aquellas palabras salieron de su boca, Mi esposa está lejos de ser una mojigata, pero incluso para ella era demasiado exagerado. Sin previo aviso, Katy detiene sus movimientos pero mantiene la polla de goma dentro del coño. Mi esposa se retuerce empujando sus caderas hacia Katy y rogándole entre gemidos—No pares, no dejes de follarme, sigue, sigue.

Antes de que pueda hacer nada, Katy se separa y obliga a mi esposa a ponerse cara a ella y con una mano en su cabeza la obliga a arrodillarse y empuja el pene de goma dentro de su boca. Mi esposa dijo que había dudado un segundo pero Katy le había exigido— ¡Chupa perra!

 Mi esposa que es toda una experta en chupar la polla, comienza a chupar el pene de goma como si fuera el mío y me dijo que era increíble como sabían sus propios jugos que impregnaban el juguete.

Al rato, Katy le ordenó que se pusiera de píe y se recostara sobre el escritorio, a lo que mi esposa obedeció sin demora. Mi esposa separó las piernas y Katy se le acercó y deslizó su polla nuevamente dentro del coño de mi esposa comenzando a follarla de nuevo. Una de sus manos mano estaba sobre las tetas de mi esposa y con la otra le subió la camisa por encima de la cabeza dejando al descubierto sus grandes tetas dentro de un sostén de encaje blanco que yo le había comprado por su cumpleaños. Katy levantó el sujetador exponiendo las tetas y los pezones duros de mi esposa que pellizcó. Mi esposa protestó y le apartó las manos para ser ella quien se acariciara las tetas, frotándoselas suavemente con las palmas de las manos y tocando suavemente sus pezones. Ella hace esto cuando hacemos el amor porque me dice que sus pezones son tan sensibles que la hacen excitarse más y ponerse muy mojada. Katy le obedeció y comenzó a acariciarla muy suave las tetas. Mi mujer dijo que podía sentir un hormigueo el coño y comenzó a gemir y a decir—me estoy corriendo ¡Oh, bebita, mi bebita! Me voy a correr.

Hábilmente, Katy comenzó a frotar con el dedo pulgar el clítoris de mi esposa mientas continuaba follándola con el pene de goma. Mi esposa dijo que estaba temblando y que se sentía como todo su cuerpo vibraba mientras se acercaba el orgasmo. Dijo que sus caderas se retorcían y movían intentado que la polla de goma de Katy entrara más profundamente en su vagina. Katy respondió dando con mucha fuerza un último empuje profundamente en su coño húmedo que movió al escritorio con ella.

Mi esposa estaba agotada y llena de sudor, sus muslos internos estaban empapados con sus propios jugos

—Menos mal que me has quitado las bragas porque de lo contrario hubiera sido un completo desastre.

Ambas se echaron a reír y Katy sacó el pene de goma de dentro de mi esposa, pero antes de que esta pudiera ponerse de pie enterró su rostro entre sus muslos y le lamió el coño.

— ¡Oh que bien bebita! —dijo mi esposa con un suave gemido—por favor, déjame lamer tu coño, yo también quiero.

Katy le dijo que tendría que dejar algo para el día siguiente, que fuera a casa a follar con su maridito que seguro que se lo agradecería a ella.

Anónimo.

Otro relato ...




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