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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi jefe da una fiesta
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Mi jefe estaba preparando una fiesta para celebrar el fin de año; pero no pude convencer a mi amado esposo de que viniera conmigo. Víctor dijo que estaba muy cansado después de una semana dura en su trabajo y me deseó que lo pasara bien; pero su intención era quedarse en casa esa noche. Así que tomé un taxi y me fui sola a la fiesta.

Un poco más tarde, cuando ya había tomado varios vasos de buen vino tinto me sentí un poco achispada; pero sin embargo, seguí bailando con algunos hombres bastante guapos, invitados de mi jefe. Nuestros cuerpos giraban, se movían, se tocaban y se acercaban bastante. Me estaba excitando mucho, ya que muy jóvenes y atractivos. La atmósfera allí parecía estar cargada sexualmente.

Uno de los chicos empezó a besarme mientras bailábamos, el otro también se acercó, por detrás, y me puso las manos en los pechos. Podía sentir su pene duro empujando contra mis nalgas a través de la tela de nuestras ropas. Pronto ambos estaban masajeando mis pechos, uno besando mi boca apasionadamente, mientras su pareja me estaba besando mi cuello y lamiendo los lóbulos de mis orejas. Sentí que las cintas de los hombros de mi vestido estaban resbalando, pero estaba tan ajena a todo que ni siquiera me importaba. Mis ojos estaban cerrados y dejé que me desnudaran en medio de la sala llena de gente.

La música sonaba fuerte mientras los dos se besaban y me acariciaban mientras nos balanceábamos juntos al ritmo de la música.

Sentí mi vestido caer en una cascada de seda alrededor de mis pies. Uno de esos hombres estaba detrás de mí, cogiendo mis pechos y lamiéndome el cuello. Su amigo estaba delante chupándome los pezones, mientras sumergía su mano dentro de mi pequeña tanga; cerré los ojos y abrí de par en par mis muslos para darle un mejor acceso. Me acariciaron en medio del suelo, con música y luces que se apagaban.

Entonces sentí a más hombres reunidos a mí alrededor; pasando sus manos por todo mi cuerpo desnudo. Unos dedos largos se sumergieron en mi coño mojado y goteante. Sentí pollas duras rozando mis muslos y mis nalgas. Me acerqué a ellos, sintiéndolos, agarrándolos, y acariciándolos, me sentí excitada y como si estuviera en celo.

Alguien me recogió y me llevó al piso de arriba. Entramos en una habitación y pude ver que varios hombres venían detrás de nosotros. Me hicieron acostarme en una cama de tamaño enorme. Luego sentí un par de manos bajándome la tanga por las piernas. Ahora sabía que sólo estaba vestida con un sexy par de zapatos con tacones de aguja.

Un primer tipo se metió entre mis muslos y guió su verga dentro de mi coño húmedo y ardiente.

Estaba lista para él; me oí a mí misma gemir mientras se zambullía en mi vagina. Me jodió bien jodida, mientras los otros hombres se reunían alrededor con sus pollas afuera. Me masajearon las tetas y me chuparon los duros pezones.

De repente me di cuenta de que allí también había una pareja de mujeres, mirando con curiosidad, susurrando entre ellas y señalando mi cuerpo desnudo.

Después de que el primer tipo acabó sobre mi coño mojado, otro tomó su lugar muy rápidamente y fue seguido por otro y otro. Uno tras otro me jodieron, haciéndome llorar y gritar de placer y lujuria mientras me jodían todos.

En un momento dado una de las señoras se acercó y comenzó a comerme el coño, que estaba lleno de varias descargas de semen. Fue maravilloso como me chupó el clítoris y me hizo venir nuevamente.

Después de que aquella mujer me lamiera, otro hombre me hizo rodar y me tomó por detrás, agarrándome las caderas y cogiéndome muy fuerte. Me judío fuerte durante mucho tiempo, mientras yo frotaba mi clítoris entre mis piernas y volvía a venir, rociando mis jugos sobre las sábanas de la cama. Después de que él se vino, un par de tipos más me jodieron también por detrás; pero el último quería tener mi culo y lo tuvo. Después de que me sodomizara brutalmente, otros hombres también lo quisieron intentar conmigo. Mientras me follaban a cuatro patas, me di cuenta de que había mucha gente de pie, con las bebidas en la mano, mirando, animando y riendo; ya que me había convertido en el principal entretenimiento de la fiesta. El último hombre que me cogió por el culo fue mi propio jefe. Reconocí su perfume y se rió de mí mientras me follaba el ano, ahora completamente estirado.

Al final se acabó y me tumbé en la cama mirando hacia abajo, con las piernas abiertas de par en par y el coño empapado cubierto de semen. La mujer que me había chupado el coño me dio el vestido, pero no pude encontrar mi tanga. Luego me ofreció llevarme a casa y acepté con gusto.

Esta mujer era toda una señora, muy agradable y dulce. Cuando se detuvo delante de mi casa, le agradecí por el viaje. Pero ella sonrió y se inclinó sobre mi regazo, para lamer más semen que todavía brotaba de mi coño.

Cuando finalmente llegué a mi dormitorio, estaba cansada y dolorida. Mi marido al verme sonrió notando que iba sin tanga y suponiendo que lo había perdido en cualquier parte. Me comentó que me veía como si me hubieran follado cientos de pollas enormes. Me reí, diciendo que habían sido sólo una docena, pero muy, muy grandes.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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