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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi primera esposa
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Mi primera esposa había sido mi novia en el instituto. Era una hermosa y bien desarrollada pelirroja. Era la segunda de tres hermanas y estas tres hermanas eran de particular interés para mí.

Primero había invitado a la hermana mayor a salir. Era un poco gruesa, con un gran trasero, casi del mismo tamaño que su cintura, pero sus pechos eran excepcionales. Las chicas gruesas no eran muy solicitadas en el instituto porque había muchas más chicas delgadas y deseables. Pero a estas chicas delgadas siempre se las llevaba otro, así que elegí cortejar a las chicas menos agraciadas, con gran éxito por mi parte.

Nuestra segunda cita terminó con mi polla en su boca soltando semen en su garganta mientras yo jugaba con sus tetas. En la cuarta cita, ni siquiera me molesté en llevarla a ningún lado, nos subimos a mi auto y nos fuimos a un estacionamiento tranquilo y solitario. Follamos apasionadamente y disfruté viendo sus enormes tetas rebotando y reaccionando con mis caricias. Esos encuentros, y las correspondientes cogidas, continuaron durante varias semanas.

Como una vez que los chicos conseguimos algo, inmediatamente empezamos a buscar algo nuevo, y yo no era diferente a los demás. El único problema era que yo había puesto mis ojos en su hermana menor. Esta chica era una copia de su hermana mayor aunque ligeramente más delgada, pero con unos pechos extremadamente deliciosos. La había visto en la escuela varias veces, su pelo era de un rojo vivo, casi anaranjado y también tenía muchas pecas.

Tampoco la invitaban a salir, así que cuando hubo un partido de baloncesto en el gimnasio, terminé sentándome con ella. Ella sabía que yo todavía estaba saliendo con su hermana mayor y aparentemente eso la excitaba. Estuvo coqueteando conmigo tocándome mientras hablaba.

Al final del primer tiempo, me pidió que la acompañara a la cafetería. No llegamos a la cafetería, me tiró de una mano y nos colamos por una pequeña puerta debajo de las gradas del gimnasio. Era como una tigresa con un cervatillo. Se abrió la blusa y me metió la cara entre sus pechos mientras me buscaba a tientas el cinturón y los pantalones. Cuando mi polla quedó entre sus manos, se arrodilló y empezó a chupármela como una aspiradora. No tuve que hacer nada, salvo mantener el equilibrio con sus labios complaciéndome tan bien. Me corrí con fuerza y le lancé el semen por toda la cara y el pelo. Se limpió lamiéndose todo lo que pudo y cuando salimos, pude ver los goterones blancos de mi esperma en su pelo. Intenté decírselo, pero me ignoró y volvió a subir a las gradas, sin importarle si la seguía o no. Tenía una mirada muy satisfecha y estoy segura de que se sintió realizada por haberle chupado la polla al novio a su hermana mayor.

El lunes siguiente después de aquella mamada, me dirigí al estacionamiento y para mi sorpresa, allí estaba la hermana del medio, mirando a su alrededor y esperándome. Esta chica era lo mejor de la cosecha por así decirlo. Su cabello rojo brillaba con la luz del sol con un rojo intenso. Su cuerpo era delgado y bien formado, los pechos proporcionados para su cuerpo. Sus dos hermanas eran bastante guapas aunque gruesas, pero ésta, tenía un cuerpo celestial pero con un dulce rostro. Cuando me acerqué, me sonrió mostrando sus brakes, cubriendo rápidamente la boca con la mano, me dijo― Hola ―Por supuesto, le respondí y empecé a subir al auto. Volvió a hablarme con la mano sobre la boca diciendo que su hermana mayor pensaba que se había dejado algo en la parte de atrás de mi auto, y preguntaba si podía buscarla.

Abrí la puerta y ella entró arrastrándose. Llevaba una falda corta que se levantó mostrando completamente su trasero. Sus bragas estaban encajadas entre sus nalgas y vi vellos púbicos, de color rojo brillante, que sobresalían por todas partes. Entré detrás de ella, con la cara a pocos centímetros de su delicioso coño, y cerré la puerta detrás de mí. Ahora, no sé si fue intencionado o no, pero ella retrocedió un poco, y mi cara quedó firmemente presionada contra su coño. La oí jadear y dar vueltas a cuatro patas riéndose.

― Mis hermanas ya me advirtieron sobre ti ―dijo en voz baja, sonriéndome― ¿Fue un accidente... o fue intencional, meter la cara en mis partes íntimas? ―Se rio más, todavía a cuatro patas, girando lo suficiente para que yo, una vez más, viera bien todo el pelo rojo que sobresalía por debajo de sus bragas.

― Fue un accidente, retrocediste hasta... ―Tartamudeé tontamente, poniéndome rojo mientras hablaba.

― ¡Qué pena, esperaba que fuera intencionado! ―dijo mientras inclinaba su cabeza mirándome a los ojos que tenía fijo en su entrepierna. Se giró más, se echó hacia atrás y apartó las bragas ofreciéndome su coño. Su dedo se movió seductoramente de arriba abajo, a lo largo de su rajita, separando lentamente sus labios. Yo estaba hechizada al ver aquello produciéndose ante mis ojos y mi polla se había endurecido incómodamente dentro de mis pantalones. Enganchó sus dedos en las bragas, y se los llevó por los muslos, y las piernas hasta abajo, y se movió hasta que quedaron en el asiento junto a ella.

Yo estaba completamente atontado y no podía moverme. Los labios de su coño eran pecosos y su coño sin afeitar, estaban cubiertos por largos rizos de pelo rojo que casi ocultaban su coño de mi vista. Movió el trasero hacia atrás y su coño desnudo me rozó la cara. Mis labios se mojaron instantáneamente por los jugos que fluían de su coño.

― Quiero que me lo lamas, por favor ―dijo con voz temblorosa. Como no necesitaba más invitación, alargué una mano, separándole las nalgas y metí mi lengua en su rajita. El sabor de su coño era celestial, un sabor que uno nunca olvida. Esta fue la primera vez que me comí el coño de una mujer, aunque entonces fuera solo poco más que una niña. Algo que quedó grabado en mi memoria para siempre. Mi polla se estaba endureciendo tanto que me eché hacia atrás, me desabroché los pantalones y la liberé mientras continuaba chupándole el coño. Con una mano, me acaricié la lentamente, sintiendo que ella empujaba cada vez más hacia mi cara. No queriendo que aquello terminara, seguí lamiendo y metiendo mi lengua profundamente dentro de ella durante varios minutos, hasta que noté sus nalgas empezar a girar hacia arriba y hacia abajo ante mi cara. Tenía un chorrito de sus jugos resbalando por mi barbilla, llenando mi boca, cubriendo mi lengua completamente mientras ella empujaba contra mí manteniéndose quieta por unos momentos.

― ¡Oh Dios! Acabas de hacerme correr con tu lengua ―jadeó sin aliento mientras se daba vuelta sobre su espalda. Levantando las rodillas, abrió completamente las piernas, exponiendo ante mí, su coño y su culo completamente desnudos. Su blusa se abrió y sus encantadoras tetas pecosas, sin sostén, quedaron a la vista.

― ¡Fóllame como si estuvieras follado la boca de mi hermana pequeña y el coño de mi hermana mayor! Quiero tu polla metida hasta lo profundo de mí. Quiero que te corras dentro de mí y me hagas tuya ―dijo mientras me tiraba del pelo, obligándome a ponerme sobre ella. Apoyé mi polla en su joven coño pelirrojo y empujé dentro de ella, fuerte y profundo. Empecé a bombear tanto que el auto me acompañaba en los movimientos.

El sudor empapaba nuestros cuerpos mientras estábamos entrelazados haciendo el amor, sin prestar atención a nada más que a los placeres que cada uno sentía. La oí comenzar a gemir mientras me decía que se estaba corriendo; inmediatamente empujé más profundamente dentro de ella, cogiéndola más y más fuerte mientras mi verga descargaba dentro de su vagina. Los dos nos desplomamos juntos, estrechamente abrazados, besándonos y acariciándonos como lo hacen los buenos amantes, completamente satisfechos.

Al final del nuestros estudios le propuse matrimonio a aquella encantadora mujer. Nunca me arrepentí de ninguno de los momentos que pasamos juntos, incluso después de divorciarnos.

Veterano

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