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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mientras suena la música
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Mi esposo estaba de nuevo fuera de casa en uno de sus aburridos viajes de negocios y la noche de ese viernes, una conocida banda local tocaría en un bar cercano.

Para salir esa noche elegí un bonito conjunto, un sujetador rosa y unas bragas a juego adornadas con encaje negro y mi elegante vestido negro de corte bajo, me puse delante del espejo y me miré. Me pasé ligeramente los dedos por los pezones notando cómo se endurecían. Imaginé que esta noche me comportaría de forma muy tímida y me sonrojaría mucho con aquella ropa tan sexy. Pero luego pensé que iría allí sólo para ver y escuchar a mi banda favorita.

El bar no había cambiado desde la última vez y estaba como yo lo recordaba, seguía siendo un viejo edificio de ladrillos aún más sucio de lo que recordaba, y con grafitis por todas partes. El olor a cerveza rancia era casi molesto.

El local estaba muy poco iluminado y totalmente abarrotado. Tuve suerte de encontrar una mesa libre en una esquina oscura y situada entre dos columnas. Apenas podía ver el escenario, pero el sonido me llegaba bien. La música sonaba exquisita y penetrante. Mientras escuchaba, saboreaba mi bebida con la vista puesta en el escenario, y me dejé llevar por música.

Prácticamente no había espacio detrás de mi mesa, pero, sin embargo, oí varias voces apagadas. Giré la cabeza despreocupadamente para mirar hacia atrás y vi a un grupo de cuatro hombres mayores sentados cerca de mí en una mesa igual de mugrienta. Todos me sonrieron cuando les miré y levantaron sus copas para brindar por mí. Rápidamente volví a mirar a la banda en el escenario.

Mi cuerpo bailaba al ritmo de la música con cada canción, meciéndose de un lado a otro en la silla. Varios hombres se me habían acercado a pedirme un baile, pero yo había rechazado cortésmente todas las ofertas, simplemente había elegido a la sentarme y observar a la gente.

La camarera se acercó a mi mesa y me puso un margarita recién hecho. Señalando con la cabeza a los hombres que estaban detrás de mí y dijo― Con sus saludos.

Cuando giré la cabeza para darles las gracias, mi cara casi tocó la entrepierna de un hombre. Noté su mano en mi hombro y me estremecí ligeramente. Segundos después, noté que otra mano se deslizaba a lo largo de mi costado, palpando mis costillas. Una tercera mano en mi otro hombro se deslizó por dentro de mi blusa y capturó mis tetas. Gemí y cerré los ojos. Al ver mi reacción, los hombres se atrevieron a acciones más atrevidas.

Uno de ellos dio la vuelta a mi silla para que quedara de cara a ellos, se arrodilló separando mis piernas y presionó su cuerpo entre mis muslos. Las otras manos se movieron entonces por todo mi cuerpo mientras me quitaban el vestido de los hombros dejando al descubierto el sujetador rosa, mientras el hombre arrodillado me subía la falda y empezaba a meterme los dedos en la raja a través de las bragas.

De repente, las manos parecían estar por todo mi cuerpo, mi sujetador se desenganchó bruscamente y dos bocas empezaron a lamerme y morderme los pezones. Sin quererlo, gemí con fuerza, mientras intentaba de nuevo mantener la mirada baja. Eso pareció excitarlos aún más teniendo también el mismo efecto en mí. Note que mis manos eran dirigidas hacia sus endurecidas pollas y se las froté a través de los pantalones.

El hombre que estaba en mi entrepierna apartó las bragas, hundiendo su lengua en mi coño, lamiendo y chupando, con su dedo todavía dentro de mí. Reaccioné y levanté mis caderas para encontrarme con sus labios y su lengua.

Los demás hombres se abrieron los pantalones y sacaron sus pollas. Me hicieron cogerlas y comencé a acariciarlas. El hombre arrodillado se levantó y otro se arrodilló rápidamente entre mis piernas ocupando su lugar. Noté una polla contra mi mejilla y al girar mi cara hacia ella, la punta presionó contra mi boca. Saboreé su pre-semen goteando de la punta y abrí mi boca para chupársela.

Me agarró del pelo y me metió la polla en la boca introduciéndola profundamente en mi garganta. Con ligeras náuseas, tirando hacia atrás, continué lamiendo repetidamente hasta que mi primer orgasmo me golpeó como la ola de un tsunami y note mi coño regar la cara del hombre arrodillado entre mis muslos.

El hombre de mi boca se puso rígido de repente y me llenó la garganta con su carga y tragué con avidez. El siguiente hombre apartó a su compañero, metiendo su polla en mi boca aún cargada de esperma.

Delante de mí noté que otro hombre ocupaba el lugar y cómo un nuevo par de labios me chupaba el coño. Los hombres continuaron, uno tras otro, lamiéndome el coño y saboreando mis dulces chorros.

Los cuatro hombres se ensañaron con mi boca, cada uno eyaculando su esperma en mi garganta que yo traté de tragar hasta la última gota lo mejor que pude.

Todo el tiempo, las manos no dejaron de explorar mi cuerpo, tocando y apretando mis tetas y mis duros pezones o lamiendo mi coño.

Me sentí bien follada, con la boca y las mejillas ligeramente doloridas por todas las mamadas. Cuando el último hombre se apartó de mí con el esperma chorreando, sonreí y cogí una servilleta de la mesa que tenía detrás. Me limpié la cara, me alisé el vestido y guardé el sujetador rosa en el bolso.

Mientras salía del bar, unas manos me agarraron por la cintura. Una voz profunda me susurró al oído que había disfrutado de la mejor música de la ciudad, pero que ahora iba a disfrutar de las mejores pollas. Entonces un pañuelo me cubrió los ojos y me empujaron hacia delante...

Mujer solitaria

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