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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Noche con un señor mayor
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El señor mayor de anteojos se llama Juan Carlos. Yo lo llamo Juanca. Tiene la edad de sesenta años. Muy caballero, desde que nos conocimos me hizo sentir hembra con sus palabras y ahora quiero hacerles el relato de como me hizo sentir en la cama.

―No te esfuerces en hacer algo para que me guste, seamos auténticos ―dijo Juanca,

Fui al baño y al vestidor mientras él me esperaba en la habitación. Cuando regresé vestido con una chomba larga y ceñida que marcaba mis pezones ya duros, y una braga pequeña, lo encontré sentado en la cama haciendo posición yoga del loto.

―¡Potra! ―exclamó― vas a ser mía.

Sus palabras sonaban deliciosamente y acrecentaban mis deseos. Giré frente a él, mis glúteos eran apenas visibles

―Otra vueltita ―me pidió.

Su miembro crecía y me acerqué a su boca apoyando la mía y nuestras lenguas se declararon. Cuando intenté separarme me sujetó con una mano la cabeza y con la otra lo  hacía por la cintura. Bajé mi boca a su pecho, lo besé y continúe hasta llegar a un glande brilloso y delicioso. Mucho tiempo permanecí introduciendo todo cuanto puse su miembro en mi boca.

El me pedía ―continúa, sos única.

Abandonó su posición de yoga y se tendió en la cama y abrió sus brazos para recibirme encima de él. Me quite la braguita y la otra prenda, luego me acosté sobre su cuerpo mirándole a los ojos. El bello de su pecho me provocaba cosquillas, deliciosas cosquillas. Su pene entre mis piernas, rozaba mis glúteos y los humedecían. Su boca buscaba la mía mientras sus manos sujetaban mi cabeza y mi cintura impidiendo que me separara un solo centímetro. Bajó una mano hasta mi cola,  tocó mi ano y comenzó a masajearlo con movimientos circulares que me resultaron maravillosos. Al cabo de unos minutos ya introducía su dedo mayor dentro de mí mientras su pene subía y bajaba tocándome las nalgas.

Tomándome por lado axilas me hizo mover quedando su boca a la altura de mis pechos y comenzó a succionar ambos que me dolían por estar los pezones tan duros y por tanta excitación.

Su glande ya me rozaba el ano y lo humedecía en cada pasada.

De pronto me dice― cambiate de posición.

―¿Cómo me pongo? ―pregunté.

―Dame la cola y mira mis pies.

Obedecí dándome vuelta quedando mi cola en su cara y su pene casi en mi boca. Lo succioné hasta donde pude. Sus manos separaron mis nalgas y su lengua me provocaba sensaciones nuevas de entrega total. Así varios minutos hasta que exclamó― ¡Ya está dilatado como una conchita!

Me separó de su cara y me reincorporé. Nos besamos profundamente y con sus manos me dirigió hasta ponerme en cuatro. Con un brazo rocé su miembro y lo sentí caliente y a punto de estallar. Besó mi nuca y mi cuello apoyando la cabeza de su verga en mi ano ya muy dilatado. Presionaba suavemente y se introducía en mi  y quedé a su merced. Iba y volvía lentamente mientras cobraba ritmo la embestida haciéndome  sentir sus guevos golpeándome.

Nos pusimos de pie luego de unos minutos. Nos besamos y luego tomándome de las pierna, primero una y luego la otra, las levantó hasta su cintura. Me comió la lengua y dejándome apoyarme espalda en la cama me penetró  profundamente con mucha fuerza y lo sentí derramar todo su semen en mí.

Rober.

Otro relato ...




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