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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Noche normal
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Todo empezó bastante normal esa noche. Bueno, lo normal si normalmente pasas el tiempo preparándote para una cita con algún hombre que no es tu marido, mientras tu marido te mira o te ayuda. Si normalmente te pasas la mayor parte del día pensando en la gran polla con la que vas a poder jugar esa noche. Si normalmente tienes que ponerte varios protectores de bragas, en el trabajo, ese día, porque estás empapada y no quieres que se te mojen los pantalones o la falda. Si normalmente te miras los labios vaginales en el espejo durante el día y te preguntas cómo se verán alrededor de una la gran polla negra que esperas esa noche. Si normalmente tratas de planear que tu cita te recoja lo suficientemente tarde como para que todos los entrometidos vecinos no empiecen a sospechar que eres una puta, porque ven a bastantes hombres extraños recogiéndote; o simplemente viniendo un par de horas, a veces mientras tu marido no está en casa. Así que, por muy normal que sea, fue una noche normal.

Cuando llegó a la casa me miró y silbó. Me presenté y mi marido se presentó. Sonrió mientras estrechaba la mano de mi marido. Muy respetuoso y todo un caballero, incluso invitó a mi marido a acompañarnos, lo que él rechazó amablemente, porque iba a venir su nueva amante. Le dijo a mi marido que me iban a tratar muy bien, y lo sabíamos por las personas que nos habían recomendado a aquel semental.

Me sentía muy cachonda cuando mi marido nos abrió la puerta y le di un beso de despedida. De repente el semental me agarró por los hombros y me tiró hacia atrás. Me hizo girar y me miró a los ojos― Sé que eres nueva en esto, pero ten mucho cuidado con tu forma de actuar, o las consecuencias pueden ser graves. Desde el momento en que entres en mi casa, serás mía. Tu marido es sólo un espectador ―Dijo eso mientras miraba a mi marido― ¡Ahora bésame! ―Me asusté, pero también me excité. Me acerqué a él y le dije― Por favor, perdóneme, señor ―y le rodeé el cuello con mis brazos y lo besé.

Él me rodeó con sus brazos y sentí sus grandes y fuertes manos recorriendo por mi espalda... hacia abajo, hasta que llegó al dobladillo de la falda, entonces la subió, dejando al descubierto mi suave y blanco trasero, cubierto con unas bragas negras de encaje. Metió sus manos dentro de mis bragas y pasó un dedo por la raja de mi culo. Se apretó contra mí y pude sentir su gruesa polla a través de sus pantalones. En ese momento supe que haría cualquier cosa que me pidiera o me dijera que hiciera. Lo deseaba, quería hacer todo lo posible para complacerlo. Quería sentir sus manos sobre mí cuerpo, sosteniéndome, acariciándome, que me besara. Sentir su lengua explorando mi boca, sus besos en mis mejillas, en mi cuello, mis hombros. Sentir su fuerte cuerpo abrazándome y sintiéndolo contra mí, mojándome y excitándome. Mi corazón latía con fuerza.

Me giré y miré a mi marido cuando salíamos, y fue como si hubiera estado leyendo mi mente y supiera exactamente lo que estaba pensando. Sabiendo que su esposa estaba a punto de ser vista en público, del brazo de un joven extraño, y ser la mujer de aquel semental durante toda la noche. Yo me sentí como una colegiala en su primera cita, o después de su primer beso, mareada por la excitación y la expectación.

Me abrió la puerta y salimos. Luego me abrió la puerta del coche y me subí. Se subió y me miró y sonrió― ¿Estás lista? ―me preguntó.

― ¡Sí, señor, lo estoy! ―Le dije sonriendo.

― Desabróchame los pantalones y sácame la polla. Tu trabajo esta noche es poner tus manos, tu boca, tu coño y tu culo en esa polla tan a menudo como puedas, ¿entiendes? ―Dijo mirándome con sus ojos, que eran muy oscuros y penetrantes y estaba asombrosamente serio.

― Sí, señor ―dije, y me acerqué para desabrocharle los pantalones. Metí la mano y le saqué la polla. Era oscura y muy gruesa y larga. La cogí entre mis manos y las pasé hacia arriba y hacia abajo, acariciándola. Era preciosa.

― ¿Puedo chuparla?

Me dijo que ya me había dicho cuál era mi trabajo, hacer lo necesario para mantener su polla dura. Me incliné y empecé a besarle la cabeza de la polla mientras le acariciaba el resto, y los huevos, suavemente con las manos. Estaba tan excitada que quería decirle que me llevara de nuevo a mi casa y así poder tomar mi coño blanco de casada delante de mi marido, pero sabía que él tenía otros planes.

Montana

Otro relato ...




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