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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nuera
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La esposa de mi hijo y yo estamos hablando un día y salió el tema del sexo. Ella me dijo que le gustaba follar y que una vez que empezaba lo quería hacer toda la noche.

― ¿Mi hijo te hace disfrutar?

― Si, me puede follar mejor que cualquier otro chico con el que haya tenido sexo.

― ¿Con cuántos hombres te has acostado? ―pregunté.

― Unos cuarenta y dos.

― ¡Una mierda! ―Le dije.

― Te lo prometo, y también he estado con tres mujeres ―insistió.

― ¿Cuando estuviste con una chica, le diste o recibiste?

― Siempre he recibido.

― ¿Te comerías un coño?

― Si ―dijo ella.

Como sólo éramos nosotros dos, y sabía que no había modo de que nadie nos oyera, le dije que tenía algo que le haría volar la cabeza.

― ¿Qué es? ―preguntó.

― Acabas de compartir algo que va a quedar entre nosotros y lo que estoy a punto de decirte, también tiene que quedar en nuestro secreto―Le dije.

― De acuerdo te lo prometo ―dijo ella.

― Mi esposa y yo tenemos una relación abierta, yo soy cornudo ―no me creyó, así que insistí― Puedo probarlo.

― ¿Cómo? ―Preguntó sorprendida.

Me levanté, me desabroché los pantalones y me los bajé. Mi pene completamente afeitado salió disparado encerrado en una pequeña jaula de castidad de acero inoxidable.

― ¡Oh, Dios mío! ―exclamó ella― Ven, déjame ver eso.

Me acerqué con los pantalones en los tobillos para que ella pudiera alcanzar y agarrar la jaula. La tomó y la puso del revés mientras la inspeccionaba.

― ¿Puedes quitarla? ―me preguntó

―No, el anillo que pasa a través de mi uretra y de un piercing bajo la cabeza de mi pene que me impide quitarla.

― Si, entiendo lo de la castidad ¿Significa eso que mi suegra se coge a otros hombres?

― Si ―le dije.

Estaba sorprendida y me di cuenta de que no se creía esa parte. Saqué mi teléfono y le mostré unas fotos de mi esposa follando con Tim y Carlos. Mientras sostenía el teléfono en su mano derecha mirando las fotos, sostenía mi jaula de castidad en su mano izquierda.

Me devolvió el teléfono y diciéndome que era muy erótico, y le pregunté― ¿Te has afeitado el coño?

― Por supuesto ―dijo ella.

― Déjame ver ―le pedí.

― No sé, me parece algo raro.

― ¿Y estar de pie, delante de ti, con la polla encerrada en una jaula de castidad no es raro?

Se puso de pie pero dudó y dijo― No sé si debería hacerlo.

― Tranquila, no puedo cogerte ―la tranquilicé.

― Cierto, lo haré entonces.

Se abrió la cremallera y se bajó los pantalones mostrándome su suave coño afeitado.

― Puedes tener una erección ―preguntó.

― Lamentablemente no, no puedo ―le dije.

Se subió los pantalones y yo me subí los míos y le pregunté― ¿Alguna vez pensante en follarte a otro hombre?

― Si, pero tengo miedo de hacerlo.

Intenté convencerla de que lo hiciera pero cuando me fui de su casa no estaba seguro de que lo hiciera. Más tarde me envió un mensaje y me preguntó si la llevaría a comprar zapatos y me mostraría su coño en tanga. Le dije que sí. Terminé comprándole zapatos y ropa por una buena cantidad de dinero y mantuvo mi polla enjaulada dura como una roca.

Gogo

Otro relato ...




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