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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nuestra primera vez
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Tuve que salir de la ciudad por negocios y me llevé a mi esposa Jane. Estábamos en una pequeña ciudad del medio oeste y nos alojamos en el único motel de la ciudad que tenía un bar. Decidimos ir a cenar y como estábamos fuera de la ciudad Jane decidió vestirse un poco sexy. Nada obsceno, pero algo más de lo que llevaría a la iglesia un domingo. Se puso una falda negra moderadamente corta, medias negras, zapatos de tacón y un top negro fino, pero no transparente. Dejó las bragas y el sujetador en la maleta.

Tuvimos una cena agradable. Jane es una mujer muy hermosa con un cuerpo excelente. Siempre me ha gustado la forma en que la gente la miraba cuando salíamos. En el restaurante todas las miradas estaban puestas en ella cuando llegamos y nos excitamos mutuamente durante la cena hablando de cómo podía ligar con cualquier hombre del lugar. En ese momento era sólo una fantasía.

Después de la cena, volvimos al motel. El bar estaba bastante lleno y sólo pudimos encontrar un asiento en la barra junto a un tipo negro que jugaba a la videoconsola. Era un vendedor que estaba tomando una copa y simplemente pasando el tiempo en otra ciudad. Jane y el vendedor entablaron una conversación y ella empezó a jugar al videojuego con él. Después de un par de tragos, ella había acercado su silla a la de él, de modo que toda  la longitud de su muslo estaba junto al de él. Me miró y su mirada decía que quería follar con él. Me limité a asentir, ella sabía que yo pensaba lo mismo. Yo estaba como en un segundo plano y después de un rato me di cuenta de que ella tenía su brazo sobre su hombro de manera que su pecho sin sujetador se frotaba contra su brazo. Su falda también se había levantado para que él pudiera ver claramente la parte superior de sus medias.

Unos minutos más tarde volví a mirarlos y ella se frotaba las manos por el pelo y tenía las piernas ligeramente abiertas para que él pudiera ver su coño afeitado.

El camarero anunció la última llamada al mismo tiempo que Jane se levantó para ir al baño. Se acercó a mí y me dijo al oído que debíamos invitarle a nuestra habitación a tomar una copa. Me acerqué a él y rápidamente aceptó. Aunque estaba un poco aturdido, después de todo era una mujer casada y yo su marido. Jane volvió a entrar en el bar y le dije que estaba de acuerdo. Pensé que iba a saltar de alegría.

Los tres salimos del bar y nos dirigimos al ascensor. Estábamos todos muy callados. Al fin y al cabo no conocía su papel y estaba un poco nervioso. Una vez que la puerta del ascensor se cerró, Jane deslizó su cuerpo junto al de él e intentó pasarle la lengua por la garganta. Al llegar a la habitación, él se sentó en la cama y Jane se puso de rodillas y le bajó la cremallera de los pantalones. Le cogió la polla y se la metió en la boca. Él me miró y le dije que disfrutara, lo que hizo durante la siguiente hora o así. Jane estuvo a punto de follarse al tipo hasta la saciedad.

Ni siquiera sabíamos su nombre ni él el nuestro. Jane y yo nos reímos durante semanas tratando de imaginar lo que él le contaba a los chicos de su ciudad natal sobre lo que había hecho en su último viaje de negocios.

Anónimo

Otro relato ...




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