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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nueva amiga de mi esposa
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Mi esposa Andrea conoció a una nueva amiga el mes pasado en el partido de tenis de la Asociación de Propietarios. Se llama Susan y es veterinaria. Susan y Andrea siempre llaman la atención de los demás jugadores, especialmente de los hombres. Ambas miden un metro setenta y dos y pesan unos cincuenta kilos, las dos están bronceadas pero Andrea lo parece más junto a su pelo rubio decolorado. Tengo que admitir que verlas con sus cortas faldas de tenis nunca deja de hacer que mi pene luche en su jaula de castidad. Andrea no quiere que haga masturbe mientras ella con sus citas, así que me mantiene en castidad constantemente y me encanta.

Un sábado, después de haber terminado mi trabajo en el jardín, decidí ir a ver a mi esposa jugar al tenis. Me puse una camiseta y me dirigí a las pistas de tenis del barrio. Sabía que no estaba precisamente presentable, pero si me hubiera duchado me habría perdido el partido. Mis pantalones de algodón estaban sudados y se me pegaban al cuerpo. Me coloqué junto a la valla, lejos de la mayoría de los demás, para que no se molestaran por mi aspecto y, también por mi olor.

Después del partido de Andrea la esperé y salió caminando con una preciosa morena. Cuando Andrea me vio sonrió y me presentó a Susan. Me disculpé rápidamente por mi aspecto. Susan dijo que le encantaban los hombres que olían a hombre. Andrea se rió y dijo que tenía que mantener a su hombre encerrado. Al parecer ya le había contado a Susan nuestro acuerdo porque Susan dijo que no podía esperar a ver eso. Miré a Andrea que sonrió y dijo― Bueno síguenos a casa y te mostraré.

Tan pronto como Andrea y yo subimos al coche empecé a protestar― Cariño no me vas a obligar a enseñárselo a Susan ¿verdad?

Ella miraba al frente mientras conducía y dijo― Por supuesto, a tí te gusta enseñar tus juguetes a tus amigos, tu moto y tus herramientas, así que para mí ese patético pene tuyo no es más que un juguete. Nunca me has dado un orgasmo con él y después de haber sido follada por pollas de verdad ni siquiera puedo sentir esa cosa.

Entramos en el garaje y Susan llegó mientras salíamos. Andrea me dijo que me duchara y que me esperaban en la piscina. Asentí hacia Susan y entré en la casa para ducharme.

Después de estar bien limpio, me puse unos pantalones cortos, sin ropa interior y me dirigí nervioso  a la piscina. Vi a Andrea y a Susan sentadas, de espaldas a la casa. Supuse que podría aliviar la tensión si llevaba bebidas, así que preparé unos margaritas para ellas y agarré una cerveza fría. Respiré hondo y fui hacia ellas.

Mientras me acercaba Andrea dijo― Verás Susan, lo que quiero decir.

― No puedo creer que realmente funcione ―respondió Susan.

Le di a cada una su  bebida y Andrea añadió― Cuando sus testículos están llenos y doloridos es absolutamente la cosa más dulce ―Andrea me dijo que dejara la bandeja y me quitara los pantalones cortos. Dudé y ella insistió con seriedad. Me di la vuelta y dejé la bandeja sobre la mesa y me quité los pantalones― Acércate para que Susan pueda ver mejor ―me ordenó Andrea.

Cuando me puse delante de ellas, ambas levantaron las gafas de sol. Susan se inclinó y sin que nadie se lo dijera tomó mi pene enjaulado en sus manos. Lo giró lo suficiente para ver mejor y dijo― Ya veo lo que decías, Andrea, es muy pequeño ―Me soltó, se recostó en las silla y dio un gran sorbo a su bebida. Yo no sabía qué hacer, así que me quedé de pie.

― Ya es suficiente, no necesitamos que nos recuerden por qué follo fuera de nuestro matrimonio ―Me dijo y luego ordenó que me fuera a sentar mientras ella y Susan hablaban.

Inmediatamente empezaron a hablar y Susan tenía disponible para usar conmigo vez que me dejara libre. Andrea dijo que eso sólo pasaba dos veces al mes para afeitarme y que estoy con la jaula para que no pueda masturbarme.

― Puedes quitarle la jaula y permitirle unirse a nosotras en la cama después de que le saque el jugo ―dijo Susan.

― No hay ninguna posibilidad de que se le ponga erecta se rió Andrea.

― Mi bolsa está en el coche y puedo hacerlo ahora mismo ―dijo Susan― luego podemos ducharnos y dejar que la medicación haga efecto.

Andrea se puso de pie, dijo que fuera a buscarlo y Susan se dirigió a su coche. Cuando se perdió de vista, miré a Andrea y le pregunté si era seguro.

― ¿Y qué puede salir mal? ―dijo Andrea.

― ¿Qué pasaría si nunca fuera capaz de tener una erección después de esto? ―dije.

― ¿y qué? ―dijo burlonamente Andrea.

Susan regresó y Andrea dijo que tenía que ir a buscar la llave y le dijo a Susan que no lo hiciera hasta que volviera, que quería verlo. Yo estaba flipando delante de esa extraña mujer sabiendo que en unos minutos me iba a inyectar algo y luego ella y mi mujer iban a follar. Quería ponerme duro pensando en que se comieran la una a la otra pero la idea de la aguja lo impedía.

Oí que la puerta y levanté la vista del maletín veterinario de Susan para ver a Andrea casi corriendo hacia nosotros. En un instante tiró de la pluma de cierre y quitó la jaula, luego empujó mis bolas a través del anillo liberándome completamente. Había como siempre marcas profundas en la cabeza de mi pene por la jaula. Susan dijo que fuera de la jaula parecía aún más pequeño. Puso su bolsa en la mesa junto a las margaritas y la abrió. Dije que no podía mirar y cerré los ojos.

Sentí que una mano me agarraba bruscamente las pelotas y tiraba de ellas, luego el ardor del alcohol y la aguja se introdujeron en mi testículo derecho haciendo que me levantara sobre las puntas de los pies. Mis manos tenían todos los dedos abiertos y comencé a respirar profundamente. Susan me soltó y abrí los ojos y la vi rellenando. Eso no fue todo, después de que agarrara mi nuez izquierda volví a cerrar los ojos. Me dolía igual de fuerte. Entonces me puso nueve inyecciones en la cabeza de mi pene y en todo su tronco. Me dijo que ya podía abrir los ojos.

Miré a Andrea y le dije― Si esto no demuestra que te quiero, nada lo hará. Cuando se me pase el efecto, quiero hacerte el amor.

Susan estaba guardando sus cosas y dijo― Si se le pasa el efecto...

Mis cejas se pusieron planas, ¿qué está diciendo? Andrea dijo― Susan te puso una cantidad extra y en algunos casos mata el testículo causando una esterilización permanente. Y eso probablemente puede causar la pérdida total de erección. Le dije que quería eso ―Luego miró a Susan y dijo― Vamos a ducharnos, me muero por comerte el coño, ver hacer un eunuco de mi marido tiene mi coño en llamas.

Mientras se dirigían a la casa Andrea me dijo por encima de su hombro― Vas a esperar en el dormitorio, eunuco.

Para cuando entraron en el dormitorio toda mi zona púbica estaba completamente entumecida. Andrea pasó y me dio una fuerte palmada en los huevos, mi reacción fue saltar pero no me dolió. Dejaron caer sus toallas y me mostraron sus cuerpos desnudos. Los cuerpos desnudos  de dos mujeres muy calientes. Las tetas de Susan son un poco más grandes que las de Andrea. Ambas estaban completamente rasuradas y sólo tenían marcas de bronceado en la parte inferior.

― Tú también te bronceas en topless por lo que veo ―le dije a Susan.

Ella se miró las tetas y dijo― Me gusta enseñarlas.

― Son muy bonitas ―le dije.

― Las tetas de Susan son para mí ―dijo Andrea.

Se acostaron en la cama y empezaron a besarse hasta que Andrea se puso sobre la cara de Susan mirando hacia mí. Andrea estaba gimiendo y me dijo que le comiera el coño a Susan mientras le comía el suyo.

Me puse entre las piernas de Susan y me serví de su dulce coño sin pelo. Encontré su clítoris y comencé a hacerle la mejor mamada de clítoris que pude. Sus muslos se apretaron alrededor de mi cabeza y oí a Andrea decir― Te dije que mi eunuco es un comecoños muy bueno.

Susan tuvo un orgasmo por mi trabajo y poco después,  Andrea se bajó de la cara de Susan y dijo― Necesito una polla

― Yo también ―dijo Susan.

Miré a mi pene completamente flácido y Andrea dijo― Puedo llamar a Keith y a Marcus.

― ¿Cómo son? preguntó Susan.

Keith tiene una polla de unos buenos 20 centímetros y es muy gruesa.  Marcus es negro e igual de bien dotado ―dijo Andrea.

― Nunca me he follado a un negro ―dijo Susan.

― Te encantará coge duro y rápido y para siempre ―dijo Andrea.

Keith y Marcus llegaron y me senté tranquilamente mientras desgarraban el coño de Andrea y Susan. Andrea les dijo que había hecho que Susan me hiciera eunuco y que eran bienvenidos a venir a por su coño cuando quisieran.

Me permitieron dormir sin la jaula de castidad y a la mañana siguiente me desperté con una erección durísima, desperté a Andrea para mostrársela.

― Sabía que eso iba a pasar, es mejor que ponga diera la jaula ―me dijo.

― Eso significa que no soy un eunuco ―Le dije.

― Lo sé, Susan dijo que no duraría, sólo nos divertimos contigo.

Le pedí que me diera un poco su coño pero dijo― No, que mi coño está dolorido desde ayer.

Se levantó de la cama y cogió mi jaula, luego tomó mi pene duro en su mano y lo apretó muy fuerte haciendo que bajara. Cuando estaba lo suficientemente blando me volvió a encerrar.

He sido sometido a inyecciones en varias ocasiones y realmente he llegado a disfrutar de la sensación de inutilidad.

Gogo

Otro relato ...




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