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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Obsesión
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― Respira, respira, o te desmayarás ―Le dije y todavía temblando, respiró entrecortadamente y se quedó rígida de repente.

― ¿Qué ha sido eso? ―exclamó mientras reconocía lentamente su enorme orgasmo.

Riendo, le aparté el pelo de la cara y le besé suavemente los labios― Eso es lo que dijiste que querías.

Mi hermanastra mayor, Estela, y yo tenemos más de treinta años, estamos casados y tenemos hijos, y siempre hemos estado muy unidos. Cuando crecimos, pasamos mucho tiempo juntos, con nuestros padres y nuestra hermana menor, y de adolescentes compartimos algunos amigos y aventuras, como la mayoría de los adolescentes. Sin embargo, nunca habíamos tenido relaciones sexuales entre nosotros.

Las cosas cambiaron cuando fuimos juntas a la boda de nuestra prima. Era en otra ciudad, y ella llamó y preguntó si podía viajar con mi mujer y conmigo, ya que su marido se iba a quedar en casa con los niños. Mi mujer también decidió quedarse en casa, ya que no conocía a mi prima y no quería llevar a los niños a un largo viaje por carretera en pleno colegio. Así que mi hermanastra y yo fuimos juntos.

Al llegar ese fin de semana fuimos al hotel, donde descubrí que Estela nos había reservado una sola habitación para no gastar tanto― No pensé que te importara ―dijo. Me pareció bien, íbamos a pasar un fin de semana divertido juntos, como en los viejos tiempos.

Nos preparaos y fuimos a la fiesta pre-boda. Después de una agradable cena y de visitar a nuestros familiares, fuimos con algunos de nuestros primos a tomar unas copas a un club cercano. Después de unas cuantas copas estábamos todos bailando con los demás y pasándolo muy bien.

Cuando la música bajó el ritmo, Estela me cogió de la mano y me dijo― Ven a bailar conmigo, pequeño saltamontes.

Ese era mi apodo cuando éramos niños, y hacía años que no la oía llamarme así. Mientras nos balanceábamos al ritmo de la música, empezó a apretarse contra mí. Noté sus grandes pechos contra mi pecho, y pude ver su escote estallando cuando miré hacia abajo. Mis manos estaban en su cintura, y las bajé para notar la curva y la firmeza de sus caderas. Ella continuó presionando contra mí, y supe que podía notar mi polla erecta empujando en su vientre.

Estela mide alrededor de 1,70 metros, tiene el pelo largo y castaño y siempre ha tenido un cuerpo curvilíneo y compacto y unos pechos grandes. Yo mido 1,90 y peso un poco más, así que cuando ella empujó contra mí, su cabeza quedaba en mi pecho. No dejaba de mirarme lanzándome su mirada sexy, casi salvaje. Sus ojos verdes eran vivos, casi brillantes, mientras se echaba hacia atrás para que pudiera ver su escote. Me olvidé de que era mi hermana y vi en su lugar a una mujer atractiva y sexy.

Volvimos al hotel y una vez en la habitación me agarró, me abrazó y me besó― ¡Quiero que me folles! ―gimió.

― ¿Estás segura de eso, Estela?

― ¡Oh, Dios, sí! ― dijo.

Invadidos por la lujuria nos fundimos en un apasionado abrazo. Como mi esposa ha perdido el deseo sexual en los últimos años, habían pasado varios meses desde la última vez que tuve actividad sexual con una mujer y yo estaba más que excitado. Mis manos recorrieron su cuerpo, notando sus curvas, sus sólidas caderas, su firme trasero. Subiendo por sus caderas y a lo largo de sus costillas, deslicé mis manos hacia sus pechos, grandes y torneados, que llenaban mis manos y las desbordaban.

Le desabroché la cremallera y le quité el vestido, luego le desabroché el sujetador. Sus pechos eran espectaculares. Me incliné y me llevé uno de sus grandes pezones a la boca, chupándolo con avidez. Sin dejar de gemir, me agarró la cabeza y me pasó las manos por el pelo mientras yo le apretaba y chupaba los pechos.

― ¡Oh Dios, oh Dios! ―Gimió respirando entrecortadamente, me empujó hacia atrás y me arrancó la camisa, tirando los botones por la habitación. Me bajó la cremallera y me quitó los pantalones y los bóxers, y se detuvo mientras miraba fijamente mi polla ya dura

― ¡Vaya! es más grande de lo que esperaba ―Dijo en voz baja, y luego me empujó de nuevo a la cama y se subió rápidamente encima de mí.

Nos besábamos frenéticamente, nuestras lenguas se entrelazaban mientras nuestras manos se movían rápidamente por todo el cuerpo. Se levantó y agarró mi polla, me miró directamente a los ojos con una hermosa sonrisa en la cara, y bajó sobre mí. Su coño estaba empapado y caliente mientras se deslizaba suavemente sobre mi pene, subiendo y bajando lentamente hasta que tuvo los veinte centímetros enterrados dentro de ella.

Con un gemido, se deslizó hasta la punta y, con un grito ahogado, volvió a bajar rápidamente, metiéndose toda mi polla. Luego, empezó a moverse rápidamente arriba y abajo. La empujé hacia atrás para que se sentara erguida y le agarré los pechos, masajeándolos y amasándolos mientras movía mis caderas para seguir su ritmo.

― ¡Oh, joder, oh, Dios! ―Empezó a gritar mientras se corría, y luego se desplomó sobre mi pecho sin aliento.

La puse boca arriba y empecé a follarla nuevamente, con fuerza, tirando de sus piernas hacia arriba y hacia mis hombros. Disminuí un poco la velocidad, pero cada vez que empujaba le metía toda la longitud de mi polla. Cuando saqué mi polla hasta que sólo la cabeza estaba entre los labios de su coño, la agarré por los tobillos, separé sus piernas y le introduje toda la polla con fuerza.

― ¡Fóllame, fóllame! ―gritó con un fuerte jadeo.

Y así lo hice, y pronto no pude contenerme y sentí que mi orgasmo aumentaba― Voy a correrme― gemí.

― ¡Dámelo! Quiero que me llenes, lo necesito, quiero correrme contigo ―suplicó.

No pude aguantar más y exploté dentro de ella, metiéndole mi polla lo más profundo posible, llenando su coño con un chorro tras otro de mi semen. Fue entonces cuando le llegó su primer orgasmo de cuerpo entero, alucinante y con los ojos en blanco. Una oleada tras otra recorrió su cuerpo, impidiéndole respirar y haciéndola temblar incontroladamente.

Mientras la besaba suavemente y le acariciaba el pelo, recuperó el aliento y me miró a los ojos― Nunca había sentido algo así en mi vida ―dijo en voz baja― Nunca me he corrido durante el coito, sólo con la mano.

Empezó a llorar y me acurruqué con ella mientras enterraba su cara en mi pecho, acariciándole el pelo. Mirándome dijo suavemente― Lo siento, es que pensé que nunca sentiría eso, ni nada parecido.

― Mi marido es un buen hombre y mejor marido, pero en el sexo nunca ha sido bueno. Y desde que tuvimos los niños no parece tener ningún interés en mí. Sé que está mal, pero necesitaba que me abrazaran y desearan ―Me confió, La escuché en silencio, sin dejar de mirarla, dejando que dijera lo que tenía que decir― Sé que te preocupas por mí y te has hecho la vasectomía, así que eres la opción perfecta ―Asentí, dejándola continuar― Y Susana me ha estado diciendo que no tiene ningún interés en el sexo y que tiene miedo de que encuentres a alguien más, ya que siempre tuviste un alto deseo sexual. Así que he pensado que por qué no yo.

Respondí besándola tiernamente y pasando mi mano por su cuerpo, deslizándola entre sus piernas y acariciándola suavemente. Ella gimió mientras yo deslizaba lentamente mis dedos dentro de ella, sintiendo el calor y la humedad. Me puse de rodillas y acerqué lentamente mi polla a su boca mientras trabajaba su coño con mis dedos.

Ella se metió mi polla en su boca, lentamente al principio, y luego acelerando mientras chupaba mi polla ahora completamente dura. Intentó meterla todo lo posible en la boca, llegando hasta el fondo de su garganta. Seguí trabajando su coño, frotándole el clítoris y acariciando con mis dedos a lo largo de su coño.

Al notar que mi semen se preparaba para salirse, puse mi mano izquierda en la parte posterior de su cabeza y empecé a follarle la boca con más fuerza.

― ¡Cómeme! ―la insté― ¡Córrete conmigo, con mi polla en tu boca!

Ella gruñó y gimió, sus caderas se retorcieron mientras yo sostenía su cabeza y mi polla explotaba en su boca. Intentaba gritar y tragar al mismo tiempo, moviendo las caderas salvajemente mientras su propio orgasmo la sacudía. Se desplomó sobre la almohada, con mi semen saliendo de su boca y sin aliento.

Retiré mi mano de su coño caliente, húmedo y repentinamente tierno, me incliné hacia ella y le di un profundo beso. Me miró a los ojos, sonrió y se quedó dormida. Me acosté a su lado, pasando mi brazo por encima de su cintura, y me puse a dormir.

El resto del fin de semana fue muy parecido, antes de la boda, después de la boda, al día siguiente. Era insaciable, adicta a los orgasmos que tenía conmigo. Me dijo que quería seguir haciéndolo después de que estuviéramos en casa. Le recordé que no era tan fácil, que ambos teníamos familia. Pero ella insistió en que lo solucionaríamos.

Ahora, bastante tiempo después, nos reunimos siempre que es posible. Algunos días viene a mi negocio a la hora de cerrar para que podamos follar en mi oficina, o en uno de nuestros coches en un aparcamiento. Me llama para que me acerque cada vez que está sola en casa, y una vez volvimos al mismo hotel durante otro fin de semana para visitar a nuestro primo.

MJ

Otro relato ...




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