Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Otra aventura con mi viejo amigo
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Era sábado por la tarde, de un día de pleno invierno, y había ido a conocer al hijo recién nacido de una vieja amiga. Mi amiga vive en las afueras, en una urbanización de casitas adosadas, todas iguales. Había utilizado el transporte público, que me encanta utilizar, y cuando ya anochecía y el bebé la acaparaba, me despedí hasta otra ocasión y me fui. La parada del autobús quedaba a unas pocas calles y caminé con paso rápido porque ya comenzaba hacer frío. Cuando doblé la última esquina, el autobús ya se iba, la impuntualidad del transporte colectivo es algo que me afecta últimamente. Esperar otros veinte minutos en la parada no me atraía porque todo presagiaba que la noche sería heladora. Irme andando no era opción porque estaba demasiado lejos de mi casa en una zona apartada y que apenas conocía. Analizaba mis opciones cuando un coche se detuvo a mi lado y una voz familiar me llamó. Al volverme me sucedieron dos cosas, me alegré de verle porque me podría sacar de allí, y me entraron ganas de hacer el amor. Acepté su oferta, me subí al coche y nos saludamos con un par de besos.

Desde la tarde del diluvio no había vuelto a hacer el amor con mi antiguo amigo. Nos habíamos encontrado algunas veces pero nos limitamos a saludarnos. En un par de ocasiones nos sentamos a tomar una infusión mientras conversábamos. En ninguna de esas ocasiones me volvieron a entrar ganas de hacer el amor con él. Es cierto que desde aquella primera ocasión había tenido algunas aventuras con otros hombres pero sin más transcendencia que algún polvo que podríamos calificar como bueno sin llegar a memorable pero que disfruté.

Con el coche en marcha nos intercambiamos las preguntas de rigor.

— ¿Qué haces por aquí, Maite?

— He venido a conocer al nuevo hijo de una amiga ¿Y tú?

— Vivo aquí al lado, me he mudado el mes pasado.

— Tu apartamento me gustaba mucho, era cálido y coqueto.

— Pues este te va a gustar mucho más.

— ¿Me estás invitando a tu casa, es con alguna intención no confesable? —Le respondí dejando entrever mis ganas de sexo.

— No tengo ninguna intención que no pueda confesarte.

— Ya sabes… —Le dije dejando sin acabar la frase con cierta malicia

— Ya sé… —Respondió él de la misma manera.

Unos minutos después entrabamos en su nuevo apartamento, situado en la última planta del edificio, tiene la misma distribución que el otro pero más amplio y luminoso. Muy amable, mi viejo amigo me recogió el abrigo, y la chaqueta, que dejó sobre un enorme sillón de piel oscura. Después, me tomó cariñosamente del hombro, y mientras nos íbamos preguntando cosas me fue mostrando su casa. Curiosamente comenzó por el baño, muy espacioso y luminoso pero helador, las tetas se me pusieron tan duras como el hielo que yo misma noté como se me marcaban bajo la camisa. Luego me llevó a la cocina, también amplia y muy blanca. Luego me situó en el centro del salón y me señaló un amplio ventanal con puerta que daba a una terraza.

— Esto te va a gustar —Me dijo mientras salíamos.

Ya se estaba poniendo el sol y hacía un frío que entraba hasta los huesos. Y yo solo estaba vestida con mi camisa y mis pantalones. Los pezones me dolían de lo duros que se me habían puesto. Mientras, mi viejo amigo, no hacía más que señalar todas las cosas que se veían desde allí. Yo estaba aterida de frío y me acerqué a él buscando calor. El pasó su brazo sobre mi hombro y me apretó fuerte contra su cuerpo mientras señalaba una tumbona recogida en un ángulo de la terraza.

— Y eso es para que tu vengas a tomar el sol aquí —Dijo señalándola.

— ¿Solo para que venga a tomar el sol o para que venga a otras cosas? —Le repliqué.

— Para lo que quieras.

— Pues lo que quiero ahora es meterme en la cama para entrar en calor y después hacer el amor.

Mi frase pareció desconcertarlo porque se quedó quieto mientras yo corría al baño, el frío me genera también muchas ganas de orinar.

— Voy ahora, metete en la cama y vete calentándola.

Oriné, me aseé convenientemente y me desnudé rápidamente en aquel gélido cuarto de baño. Luego tiritando corrí desnuda a la habitación, me metí bajo la ropa y me abracé a mi viejo amigo pidiéndoles calor— Abrázame y dame calor que estoy helada.

Me abrazó y comenzó a besarme, primero la frente, luego entre los ojos, la nariz y luego la boca. Lo hizo con tanta pasión que mis ganas crecieron hasta hacerse evidentes cuando mi cadera comenzó a bailar.

— ¿Hacemos el amor? —Le propuse a mi amigo.

— ¿Tienes ganas?

— ¡Muchas! —Le respondí tirando de él para que se me pusiera encima.

— Soy muy grandote, peso mucho y te voy a aplastar —Protestó él.

— Es que hace mucho frío —Dije entre risas mientras dirigía su pene a la entrada de mi vagina y luego, cuando entraba en mí, dejé escapar el primer gemido. Y luego otros muchos durante todo el tiempo que duró. Disfruté muchísimo haciendo el amor con mi amigo. Y disfruté más sintiendo todo su peso encima de mí especialmente cuando se tensó para eyacular.

— ¡Córreteme muy dentro! —Casi grité entrecortadamente en medio de una sonora sucesión de gemidos generada por un intenso orgasmo.

Cuando se separó me preguntó porqué le pido que se corra muy dentro. Entre besos le expliqué que se lo pedía para que no se saliera y evitar ir goteando semen de otro hombre cuando regrese a casa.

— Pues te debo haber llenado toda la vagina, desde que estuviste en la otra casa no he vuelto a follar.

— ¿No? —Pregunté halagada— Pues debes hacerlo más a menudo, no puede ser sano estar tanto tiempo sin hacer el amor —Dije acurrucándome contra él.

— No tengo con quien hacerlo y además, desde que follé contigo no he sido capaz ni de intentarlo con otra…

— ¡Vaya! —Dije— Por un lado me halaga pero por otro me pones en un compromiso,

— Podríamos vernos más a menudo.

Le expliqué que había hecho el amor con él, estas dos veces, porque me entraron ganas de hacerlo y que no había nada más. Intenté hacerle comprender que me gustaba el sexo con él pero que no quería ningún compromiso. La conversación se iba poniendo complicada y estaba entrando en un lugar donde yo no quería llegar. Afortunadamente alguien llamó a la puerta, nos quedamos besuqueándonos en silencio pero volvió a sonar el timbre. Mi amigo se puso rápidamente el pantalón del pijama y fue a abrir. Yo me quedé callada y quieta en la cama desde donde pude escuchar toda la conversación pero temerosa de que quien fuera entrara, me viera y me reconociera ¡Y el mundo me caería encima!

La voz era de un hombre mayor que traía algo y al ver la vestimenta de mi amigo le preguntó— ¿Vengo en mal momento, estás con alguien?

Mi amigo negó estar con alguien— No, no estoy con nadie.

— ¿Estás con tu novia? —Insistió el visitante.

— No es mi novia —Se defendió mi amigo.

— Mmm… pero estás con alguien —Dijo triunfal el desconocido.

— Solo es una amiga —Confesó mi amigo.

— Pues pórtate bien que estás muy solo —Finalizó el extraño.

Nada más oír la puerta cerrase salté de la cama y corrí al baño donde comencé a asearme la entrepierna, ducharme supondría un olor extraño en mi piel, es mejor oler a sudor que a un jabón extraño. Mi viejo amigo me siguió y desde la puerta preguntó— ¿Ya te vas?

— Si, ya es tarde —Respondí un poco molesta.

— ¿Por qué no te quedas un poco más?

— No, que solo soy una amiga —Dije, al fin y al cabo no tenía derecho a que me considerara otra cosa porque estaba allí solo ocasionalmente. Solo era la segunda vez que hacíamos el amor.

— Me gustaría que no viéramos más veces, puedes venir siempre que quieras —Dijo muy serio mirándome fijamente-

— Sabes que no siempre voy a tener ganas…

— No hace falta que follemos, puedes venir a tomar el sol en la terraza.

La situación comenzaba a acercarse al lugar donde yo no quería que llegase, así que aproveché para cambiar de tema, en la medida de lo posible— Tu lo que quieres es verme las tetas.

Mientras tanto, mi amigo, se había acercado a mí que me aseaba en el bidet, y con me abrazó y pasó su enorme mano entre mi entrepierna y comenzó a frotarme todo el coño. No es algo que me guste si no estoy suficientemente excitada pero comenzó con tanta suavidad y delicadeza que le dejé seguir mientras hablábamos. Él se animó y comenzó a hacer más presión y a frotarme el clítoris con un dedo. Yo gemí y el fue introduciendo poco a poco su dedo medio dentro de mi vagina. Comencé a mover la cadera y mientras gemía con más intensidad y frecuencia. Quise gírame para abrazarle pero me sujetó fuerte y no me dejó. Estaba muy excitada, con muchas ganas, así que entre gemidos y suspiros le suplique— ¡Hazme el amor, por favor!

— Aun no, quiero que tengas un orgasmo ahora —Respondió introduciendo más adentro dos dedos mientras con la palma de su mano me frotaba todo el coño. Yo temblaba de emoción y de frío. Estaba desnuda en un baño gélido, descalza sobre un suelo helado pero solo quería correrme lo más posible para darle a mi amigo el orgasmo que quería.

Cuando mis temblores pasaron, me relajé y mi viejo amigo sacó sus dedos de mi, logré girarme, me puse sobre las puntas de los píes, le besé y casi le exigí— Ahora vamos a la cama y volvamos a hacer el amor.

— ¿No se te hacía tarde? —Rió mi viejo amigo.

— ¿Me llevarás a casa en tu coche?

— ¡Claro!

— ¡Pues hagamos el amor!

Y lo hicimos, y fue increíble, tuve un orgasmo delicioso que duró hasta que él se corrió y su pene se fue poniendo flácido hasta que se salió de dentro de mí.

Esta vez al baño solo fui yo. Me aseé, me vestí, recompuse el peinado y el escaso maquillaje que uso y salí. Mi viejo amigo ya me esperaba llaves en mano y nos fuimos al coche. Ya cerca de mi casa le dije— No necesitas que tome el sol en tu terraza para verme las tetas —Mi viejo amigo me miró sorprendido así que continué— Me las verás siempre que hagamos el amor.

Mi viejo amigo me sujetó una mano y preguntó— ¿Quieres hacerlo?

— Siempre que tenga ganas de hacerlo, ya lo sabes.

— ¿Seremos amantes? —Preguntó emocionado.

— Algo así seremos, entre amantes y amigos con derecho a roce.

Acordamos una nueva cita tras lo cual, mi viejo amigo insistió— Pero me gustaría verte las tetas al sol en mi terraza.

Me dejó en el mismo sitio de la vez anterior. En esta ocasión fui yo quien dio el beso en la boca y mientras abrí a la puerta le dije— Te hartarás de verme las tetas.

Tere

Aventuras de una mujer casada

Tere es una mujer casada a la que gustan las aventuras sexuales y el sexo furtivo. Dicho de otra manera, le gusta el sexo con otros hombres distintos a su marido. Pero eso no significa que le sea infiel, solo que, en ocasiones, sin que ella sepa los motivos, le entran ganas de hacer el amor con un hombre en concreto. ahora aprovecha esas situaciones para su placer.

Ir a la historia prohibida




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.