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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Partida de póker
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Fui a una partida de póquer este sábado, mi jefe me presentó a todos los demás y dijo que mi marido estaba fuera de la ciudad. También dijo que yo no jugaría pero que les haría compañía, y que les llevaría bebidas si querían. Todos los ojos estaban fijos a mí, desde el momento en que entré. Me acercaron una silla, colocándola entre mi jefe y su hermano. Dijeron que era para que yo viera el juego pero en realidad era para ellos verme mejor.

A medida que avanzaba la noche, le servía sus bebidas, cuando las pedían, coqueteando con todos y mostrándoles mi coño desnudo cada vez que me levantaba de la silla. No era realmente una silla, era un taburete de bar, con un respaldo que quedaba a la altura perfecta con sus sus ojos casi a la altura de mis rodillas. A medida que el juego avanzaba, también lo hacía la charla que finalmente se convirtió en sexual. Me reí de sus chistes verdes, y les sonreí e incluso me ruboricé un poco. Cuanto más bebían, más miradas me dedicaban y más sucios eran los chistes hasta que finalmente, yo era el objeto de los comentarios sexuales. Dijeron que nunca dejarían sola, un sábado por la noche, a una mujer tan caliente como yo. Dijeron cosas como que me mantendrían encadenada a la cama. Yo sólo me reía fingiendo estar sorprendida y avergonzada. Y eso sólo era combustible para su fuego, y continuaron con sus comentarios sin darse cuenta de que estaban perdiendo mucho dinero que ganaban mi jefe y su hermano.

Mi jefe les decía que se aseguraran de darme una buena propina por llevarles las bebidas. Incluso puso una jarra de cerveza en la mesa para que os demás dejaran las propinas. La jarra se llenaba rápidamente con billetes de hasta diez.

Después de unas horas, estaban bastante bebidos porque las bebidas que preparé eran bastante fuertes, así que decidieron dejar de jugar por esa noche. Yo pensé que eso sería todo y les acompañe al bar pensando que la noche ya había terminado, pero insistieron en que me quedara un poco más. Me prepararon una bebida y continuaron hablando de mí sexualmente.

Uno de los chicos dijo que me daría cien dólares, por verme desnuda y me reí. Los otros dos acordaron darme cien cada uno. Añadirían otros cincuenta dólares cada uno si me quedaba así hasta que me fuera. Fingí estar avergonzada y me reí. Cada uno puso ciento cincuenta dólares delante de mí, hasta mi jefe y su hermano, en total setecientos cincuenta dólares para que me desnudara. Era dinero fácil por algo que mi jefe podría haberme dicho que hiciera gratis. Se quedaron esperando mi respuesta y fingí tener que pensarla. Finalmente tomé el dinero, lo puse junto con el de las propinas y me levanté lentamente. Comencé a quitarme el vestido mientras sonreían de oreja a oreja al ver cómo me desnudaba. Cuando quedé totalmente desnuda me acerqué a cada uno de ellos, y les dejé que tuvieran una buena visión, girándome lentamente para que me vieran mejor, especialmente el culo. Luego me separé poniéndome en el medio de todos ellos mientras me acariciaba las tetas y me tocaba el culo. Uno se acercó más y metió su mano entre mis piernas. Dejé que su dedo se deslizara dentro de mi coño mojado, para que todos lo vieran. Luego se fueron turnando para palparme el coño, y me abrieron las piernas para vérmelo mejor.

En la sala había un sofá que abrieron y convirtieron en una cama. Me hicieron acostar en él, y empezaron a chuparme las tetas y a tocarme el coño. Todos se desnudaron y pronto tenía cinco pollas para que me follaran. Una polla entró en mi húmedo coño y otra en mi boca. Durante las siguientes dos horas me follaron en cada agujero que tengo, asegurándose de lubricar mi culo, para hacerlo más fácil. Cuando terminaron, me tumbé allí como una muñeca de trapo, con las piernas y los brazos extendidos. Tenía a semen dentro de mi culo y en mi coño. Estaba cubierta de su semen.

Cuando me levanté, me mostraron la ducha e incluso uno de ellos se unió a mí para una cogida más. Cuando salí ya todos se habían ido menos mi jefe y el dueño de la casa. Hablamos un poco, y mi jefe se fue al mismo tiempo que yo acompañándome a mi coche, me dijo que era increíble, y que me vería el lunes.

Pero ¡caramba! Entre los setecientos cincuenta que gané por desnudarme y los ciento cincuenta de las propinas, he ganado más que trabajando toda una semana.

Bárbara

Bárbara y su jefe

Estos relatos son los relatos que nos hace Bárbara de su relación con su jefe. También incluye otras relaciones, con otros hombres, pero a petición de su jefe.

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