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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Polvo rapidito
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Iba de un lado a otro como en un partido de tenis de psicópatas. Si no diera muestras de ser una ninfómana folladora en la cama y la mayor parte del tiempo inteligente, nunca habría accedido a quedar con ella en el bar. Pero a lo largo de los meses que habíamos hablado en el chat de adultos ella había sido más ninfómana que psicópata.

Me levanté para cortar por lo sano e irme y ella también se levantó y me dijo― Aquí está la llave de la habitación. Ya he pagado. Es el hotel justo al final de la calle, voy a ir allí a prepararme.

Me quedé mirándola y vi salir a la joven de largas piernas que podría haber estado saliendo con uno de mis hijos. Pagué la cuenta y me fui al baño con la cabeza flotando por lo que acababa de pasar.

Entré en la habitación del hotel unos minutos más tarde y oí la ducha. Me acerqué a la cama y empecé a bajar las sábanas, acababa de quitarme la camisa y los zapatos y entonces la ducha se cerró. "¡Por fin!" Pensé para mis adentros y me alegré de la forma en que mi polla sobresalía por la parte delantera de mis calzoncillos mientras quitaba apresuradamente mis pantalones hacia el suelo.

― ¿Bryan?

― Sí, estoy aquí.

― No creo que pueda seguir con esto. Lo siento., simplemente no estoy preparada, supongo.

Algo dentro de mí se rompió. Siempre he sido bastante tranquilo y todo eso, pero me había tomado un día libre en el trabajo, y había hecho una docena de cosas para que aquello funcionara y que me sería difícil volver a solucionar para cualquiera. Me acerqué a la puerta que estaba ligeramente entreabierta y miré dentro. Ella estaba de espaldas a la puerta y al espejo. Se había envuelto con una toalla blanca y tenía la mirada fija en la ducha.

Abrí la puerta y quedé sin entrar. Ella me miró por encima del hombro con una media sonrisa. ― Maldita sea, tú aceptaste esto. Lo menos que puedes hacer es decírmelo a la cara, mirarme a los ojos y mandarme a la mierda ―Estaba enfadado, casi hasta el punto de atravesar la pared de un puñetazo.

Ella se giró, me miró y dijo con una voz fría como una piedra― Bien, Bryan, quiero que cojas... ―y se detuvo, miró mi ropa interior abultada, mi vientre, mi pecho y mis brazos. Estuve a medio segundo de dar un portazo tan fuerte como pude cuando dijo en un susurro― a mí.

Me giré para salir, agarrando el pomo con fuerza y cuando me volví a mirarla ella dejó caer la toalla, se volvió hacia la ducha y se estremeció. Di dos pasos hacia ella, la agarré por el pelo mojado y le dije― Entonces ven antes de que vuelvas a cambiar de opinión.

La arrastré tiré hasta la cama la tiré allí, la giré hacia mí y luego me incliné hacia la zona entre su cara y su hombro y le mordí el cuello. Ella gritó― ¡No me marques! ―Sólo gruñí y agarré sus nalgas con mis manos y la levanté de los pies. Ella envolvió sus piernas alrededor de mis caderas y luego me giré con ella y puse sus hombros contra la pared.

A pesar de lo que se ve en las películas porno, la polla no se abre camino mágicamente en el coño de una mujer cuando se está en esa posición, pero finalmente conseguí que mi polla se inclinara lo suficiente como para apuntar a la entrada de su pequeño y caliente coño y entonces empezamos a follar. Con una nalga en cada mano comencé a levantarla lentamente pero ella se agitaba como una mujer poseída. Con los hombros apoyados en la pared, empujaba hacia abajo y hacia fuera, y luego tiraba hacia atrás y doblaba mi polla en un ángulo de 90 grados, tratando de conseguir más fricción para su clítoris.

Ella abrió sus piernas, yo la saqué de ella y mi polla golpeó mi vientre con la frustración de estar libre. Entonces se giró y se inclinó sobre la cama, con la cara hacia abajo y el culo hacia arriba, y no necesité más estímulo. Con una mano a cada lado de sus caderas, empecé a golpear con mi vientre contra su culo a un ritmo bastante rápido que sabía que me haría explotar dentro de ella. Noté sus dedos frotando furiosamente su mágico botón rosa debajo de ella― ¡Fóllame! ¡Más fuerte, maldita sea, me voy a correr! ¡Fóllame fuerte! ―Gritó.

Noté como las paredes de su coño se cerraban con fuerza y se la metí hasta el fondo, con mis pelotas apretadas contra ella. Estaba a punto de reventar cuando ella dejó de masturbarse el clítoris, me agarró los huevos y tiró de ellos. Podía notar las uñas de sus dedos rasgando la carne bajo mis pelotas y clavándose en mí. Rugí en la confusión de sentimientos y emociones.

Probablemente me soltó en menos de 20 segundos, pero yo estaba empotrado en ella y no me moví, ni siquiera para derramar mi semen dentro de ella hasta que lentamente relajó su agarre. Me retiré tímidamente y empujé un poco mientras su mano caía en la cama.

― Eso es, nene, dámelo ahora ―dijo con voz ensoñadora.

Y eso fue exactamente lo que hice. Cinco minutos más tarde, mientras mis pulgares abrían sus nalgas y notaba que empezaba a correrse de nuevo, metí mi polla en su interior una vez más y disparé grandes chorros de semen caliente dentro de ella que parecía que me sacaba los dedos de los pies. Empezó a gemir y aquel joven coño se convirtió en un increíble vicio una vez más y aún más de mi semen fue extraído de mi interior en el horno de su coño. En el último momento, introduje un pulgar, hasta los nudillos, en su culo fruncido y noté cómo se cerraba por última vez, recogiendo un último poco de semen de mi polla.

Luego cayó de bruces y yo me tambaleé hacia atrás y me apoyé en la pared. Permanecimos así durante un rato y luego la vi meterse la mano entre las piernas y palparse, y luego volver a subir la mano y mirarla. Se giró y me miró con una mezcla de sorpresa y enfado en su rostro― ¿Te has puesto un condón? ¡Dios, dime que te has puesto un condón!

Miré mi polla desnuda y me reí― ¡Uy! Supongo que cuando dijiste que sí, no quise correr el riesgo de que durante el tiempo que tardara en ponerme el preservativo cambiaras de opinión― Me agaché al suelo y tomé mis calzoncillos para limpiarme la polla mientras ella soltaba una retahíla de maldiciones y amenazas que habrían hecho sonrojar a un marinero. Me reí mientras ella se levantaba rápidamente y se dirigía al baño.

Me puse los pantalones, me abroché la camisa y me dirigí a la puerta. Me llamó cabrón y me preguntó si siempre me corría a litros. Me reí y le arrojé los calzoncillos empapados de semen y le dije― Estoy limpio y sin nada, así que no te preocupes. Pero la próxima vez, si quieres hacerlo a tu manera, será mejor que sigas el puto acuerdo ―Luego abrí la puerta y me fui.

Ella me mandó un mensaje esa misma noche diciendo que había dormido con mis calzoncillos sin lavar, entre en sus manos esa noche antes de regresar a su apartamento.

Ivan81

Otro relato ...




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