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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primera salida con Luís
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Conocí a Luis hace tres meses a través de contactos telefónicos. Es un hombre delgado, de un metro ochenta de estatura, con setenta y seis kilos, blanco, algo velludo y de ojos claros. Yo soy pequeño, con un metro sesenta y sesenta y dos quilos, blanco y con ganas de ser femenino con un hombre.

Compartimos charlas de café, hermosas y al final fantaseamos con entregarnos en privado. En uno de esos encuentros convenimos en hacer una salida juntos a pasar el día en la ciudad de Chascomus, bello lugar pegado a una laguna gigante. Tiene el poblado muchos hoteles y visita de turistas todo el año. Salimos el sábado por la mañana para esa ciudad, contentos y compartiendo caricias. Pocas por cierto ya que yo conduzco el auto. Al cabo de dos horas de andar arribamos. Nos besamos y nos dijimos todas las cosas que nos haríamos en una habitación. Nos dirigimos a un hotel con vista al espejo de agua y alquilamos una habitación con camitas separadas. Me hubiese gustado una matrimonial. Desayunamos y salimos a contemplar el paisaje.

Yo estaba tan caliente que todo se me hacia una eternidad. Miraba a cada instante escudriñando si notaba erección en Luis. Él se dio cuenta y me dijo― ¿Por qué sos tan ansioso? lo vamos a pasar bien ―y se rió.

Creo que eran las trece horas cuando ingresamos al hotel. Nos indicaron la habitación veintitrés y manifesté que iríamos a descansar ya que habíamos viajado toda la noche. Luis se sonrió por la mentira. Nos encaminamos a la misma sin equipaje.

― ¿Le alcanzo su equipaje? ―Se ofreció el servicio.

―No ―respondí―Lo dejamos en el auto.

Tras cerrar la puerta. No pude contener exclamar― ¡Por fin!

Me paré en puntillas para besarle la boca. El debió inclinar su cabeza hacia abajo a fin de salvar la diferencia de estaturas. Nuestras lenguas se revolvieron por largo tiempo. Con una mano comencé a desabrochar su camisa. Sus manos me aprisionaban la cintura y una nalga. Comencé a besarle y chuparle el pecho.

―Acostémonos, estaremos más cómodos ―pidió Luis.

―Me ducho y vengo ―dije― me gusta estar muy limpio.

―Me higienizo y te espero ―dijo Luis.

―Me parece bien ¡Dale!

Largos cinco minutos y salió Luis del baño con un toallón ceñido a su cintura. Noté su miembro erecto. Sin mencionarlo lo besé y pasé al baño. Jaboné todo mi cuerpo con mucha detención mi ano y toda la zona genital, y cepillé mis dientes. Me perfumé y esparcí crema humectante en los glúteos y entrepierna.

La habitación estaba en penumbra, con suave música y olía a perfume. Luis acostado con los brazos recogidos detrás de la cabeza y apenas cubierto por una sabana que hacia carpa sobre su falo.

¡Que hermosura, que deseado momento!

Sobre la mesita de luz había una caja de condones y un frasco de lubricante. Yo estaba desnudo de pie junto a la camita de él, la otra estaba sin tocar.

―Ven a esta ―me sugirió.

Y se destapó, su verga tiesa asemejaba un mástil. Me arrodillé a su lado y llevé el glande a mi boca. Succioné hasta donde pudo mi garganta. Luis se retorcía de placer y sus manos me acariciaban las nalgas.

― ¡Que grande es tu miembro! ¿Podrás…?

―Tengo lubricante y soy suave.

Luego tomó mi miembro de apenas catorce centímetros. Me hizo poner de pie y desde la cama lo chupó. Sus dedos acariciaban mi agujerito en círculos y lo lubricaban. Me tendí boca abajo poniendo la almohada bajo mi vientre y le dije ―Hace lo que quieras ¡cógeme!

Se puso de rodillas detrás de mí y sentí su falo apoyado sobre mis nalgas y sobre mi espalda.

―Levanta un poco más la cola ―me indicó.

Me puse de rodillas y sentí que pasaba algo sobre mi agujerito. Era su lengua, introducía la puntita, la retiraba y volvía.

― ¡Que sensación! no aguanto más ―suspire.

―Date vuelta, ponete de frente, quiero comerte esa boquita.

Lo hice quedando tendido boca arriba con las piernas abiertas. Él estaba de rodillas entre mis piernas. Se inclinó y me besó profundamente hasta impedirme respirar y mover la cabeza. Su verga húmeda, caliente y dura se apoyaba en mi vientre. Se reincorporó, tomó mis piernas y las apoyó en sus hombros.

― ¿Estas cómodo? ―pregunto.

―Si mi amor.

La cabeza de su verga estaba apoyada en mi culito haciendo una leve presión. Estábamos en silencio y sentía que me latía el esfinter.

―Dame un beso ―pedí.

―No puedo doblarme más, si me aproximo te la meto de una.

Permanecí callado sintiendo como se hundía en mí.

― ¿Te molesta?

―No, seguí, me gusta.

Y comenzó a moverse rítmicamente. Algo toco en mi interior que me hizo eyacular con espasmos en mi culo. Me derramé sobre el abdomen.

Luis continuaba moviéndose con más fuerza y más rápido. También yo levantaba la cintura de la cama. Comenzó a respirar profundamente. Su boca mordía mi oreja. Ambos mojados de transpiración. Y en una embestida profunda lo siento temblar y derramarse dentro de mí.

Quedamos tendidos los dos en la pequeña cama. Yo de espaldas a él llevé la mano a mi cola y palpé el ano muy dilatado y brotando semen y la verga de Luis mojada y flácida. El tenía una mano rodeándome y generándome mucho calor. Permanecimos así, escuchando música, desnudos tendidos en la cama. Al cabo de un tiempo sentía sed y ganas orinar.

―Luis quitame tu mano de encima ―le pedí.

No respondió, estaba dormido. Desplacé su brazo, me reincorporé y me dirigí al refrigerador a tomar agua.

Cuando caminaba un hilo de semen brotando de mi cola corrió por la entrepierna. Me dirigí al baño higienizándome en el bidet. Mi culito había vuelto a su estado original.
Iba a ducharme pero escuché su voz llamándome ―Robert.

―Si, aquí estoy, y asomé a la habitación.

―Me dormí ¿estás bien, te agradó?.

―Si, estaba a ducharme ¿Querés que lo hagamos juntos ?

Se volteó de la cama, tomó un sorbo de agua y estuvo conmigo. Abrí el grifo de la ducha e ingresé al duchador mientras el orinaba.

Estaba junto a mi bajo la ducha y me causa gracia ver tu pene flácido.

―No parece el mismo ―le dije.

―Fijate en el tuyo, no se lo ve ―Y se rió.

―Dejame jabonarte ―pedí.

―Dale ―respondió ―pero no vas a llegar a mi cabeza.

―No te rías de mi estatura, te jabono todo menos la cabeza.

Se inclinó y me besó introduciéndome la lengua. Jaboné su espalda y sus glúteos firmes y duros.

Deslicé una mano entre sus nalgas y jaboné su ano aprietado y velludo, y sus testículos con vellos gruesos color naranja en su pubis muy poblado. Bajé por sus piernas hasta los pies. Parecían columnas rematadas con un pie grande delgado y blanco. Por ultimo dejé jabonarle la verga, corriéndole el prepucio jaboné esa cabeza de color rosa que momentos antes se abría paso en mí. Cuando termine de lavarla le di un beso y tiré con mis dientes del cuerito que la recubre. Comenzó a perder la flacidez.

―Ahora te jabono yo ―dijo Luis ―pero tendré que ponerte sobre un banquito, para que me resulte cómodo ―Y se rió.

Comenzó a fregarme los hombros, cabeza espalda y pecho.

― Lo demás me resulta demasiado bajo ―me dice.

― Inclinate, yo me tomo de tu cuello, aferro mis piernas a tu cintura y me jabonas ―le dije.

Colgándome de su cuello y pegando mi abdomen a su pecho, se paró y acomodé mis piernas rodeando su cintura. No resulto muy cómodo para mí pero me agradaba sentir sus manos teniendo mis nalgas separadas y mi ano expuesto. Yo le besaba el cuello y mordisqueaba una oreja.

―Me has cansado, estás pesado, baja ―dijo.

Cuando aflojé un poco mis piernas sentí que su verga estaba apoyada en mi culo y en la posición justa a penetrar.

―Seguí bajando.

Afloje un poquito mis rodillas y el glande de Luis pujaba por entrar.

―Poneme lubricante ―Luis.

Extendió una mano y la untó, creo que con jabón, pero sentí que se deslizaba mejor.

―Soltá las manos yo te sostengo por la espalda ―me dijo.

Me solté. Y caí rápido quedando ensartado hasta el tronco. Me invadió una sensación rara, como que se partía mi culito. Se me escapó un ayyy largo y profundo. Luis se puso serio y perdió erección.

―Tendete en la cama, quiero ver.

Me toqué el ano, estaba muy dilatado, baboso y me latía.

Una vez en la cama, bocabajo, me separé las nalgas y Luis ayudado por la linterna del celular comprobó que no tenía fisura. Era un estiramiento violento del esfínter.

Cuando caía la tarde salimos a hacer trote con ropas de gimnasia que Luis fue a buscar al auto.

Rober.

 

 

Luis

Luis un hombre delgado, de un metro ochenta de estatura, con setenta y seis kilos, blanco, algo velludo y de ojos claros.

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