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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Reencuentro con Salvador
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Ya han pasado dos años, desde la inolvidable noche que dormimos juntos haciendo cucharita.

Hace unos días regresé a esa ciudad y llamé a Salvador. Inmediatamente me invitó a su casa mencionando su gran deseo de intimar conmigo.

El sábado fui a su domicilio. Me recibió con un fuerte abrazo y un beso que me impedía respirar. Sus ojos negros profundos me penetraron; sus brazos grandes y velludos rodearon mi cintura. Sus bigotes cortos me provocaron cosquillas cuándo besó mi cuello. Olía a buen perfume. Vestía una camisa liviana y pantalón deportivo.

— Ponte cómodo y charlamos —dijo.

— ¡Gracias Salvador! —Le respondí.

En el baño me higienicé todo. Cepillé mis dientes. Apliqué crema en mi ano y glúteos. Luego regresé a su lado, vistiendo una chomba verde agua y slip negro.

— Aquí a mi lado —me indicó desde el sillón.

Se había quitado la camisa. Su pecho lucia poblado de vellos negros que se prolongará en una angosta franja hasta perderse en su pantalón. Buena música sonaba.

Hablamos. Contándome experiencias vividas en mi ausencia. También relaté mis vivencias. Nuestras manos se juntaban por momentos y alternancia de besitos con besos profundos. Tomando mi mano derecha entre las suyas la depositó encima de su bulto. Lo sentí caliente y grande. Incliné mi cabeza sobre su pecho. Mi mano liberó su miembro tieso, grueso y moreno. Comencé a besarlo y succionarle con mucho deseo.

Salvador, acariciaba mi espalda hasta llegar a mis glúteos. Deslizó la mano debajo del slip hurgando entre las nalgas. Un dedo daba golpecitos en mi ano. Mis ganas aumentaban...

— Quítate todo —Me pidió.

Me incorporé. Quité mi slip. Y su pantalón. Estaba sin nada debajo. Completamente desnudo yo y también él. Nos abrazamos...

Su pene se apoyaba en mi vientre. Abracé su cuello, nos besamos; mientras sus manos apretaban fuertemente mi culo. Y me penetra usando dos dedos.

— Quiero darte la bienvenida —Dijo.

Y me llevó de la mano a su cama. Limpia, perfumada lavanda, con luz tenue y buena temperatura. Me senté al borde de la cama. Salvador me volteó para inclinarse sobre mí y besarme. Por segunda vez no podía respirar. Sacudí mi cabeza y él se reincorporó. Tomó mis piernas y las apoyó en su pecho, permaneciendo parado frente a mí. Pasaba un dedo haciendo círculos sobre mi ano y luego lo introducía untado con algún lubricante. Mi excitación aumentaba, segundo tras segundo.

— Quiero ser tuyo Salvador —Creo que dije jadeando.

La gruesa verga pujaba por meterse en mí. Con suaves movimientos de mete y saca. Sus bolas grandes, peludas y cargadas golpeaban mi cola entregada a mi Salvador. Recogí mis piernas sobre mi pecho. El se inclinó sobre mí para alcanzar mi boca, mientras su falo se hundía en mí hasta el límite Sentí sus espasmos y el semen que brotó de mi pequeño pene. Su miembro comenzaba a aflojar de sus diecinueve centímetros y casi seis de diámetro. Su semen salía de mi esfínter dilatado, dolorido y satisfecho.

Rober

Salvador

Rober conoce a Salvador en un chat gay. Se describía como “Adulto mayor activo muy cariñoso”. Luego de chatear varias veces le invitó a cenar en su casa.

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