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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Sexo en el Metro de Nueva York
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Como bien deben saber, en muchas ciudades del mundo, un medio de transporte muy común es el ferrocarril metropolitano. Yo me encontraba de visita, a ver a un buen amigo, en una ciudad muy poblada de los Estados Unidos, la Gran Manzana, New York.

En algún momento del día está la hora pico, el metro está absolutamente congestionado. Nos tomaría bastante tiempo llegar a la siguiente parada.

¡Ups! se me olvidó contarles, yo vestía una pequeña faldita mahón claro, una camisa amarilla tejida de botones manga larga, y unas botas con tacón negras. Mi ropa interior, era un hotpant(*) de encaje blanco, y un bra muy fino color blanco satinado. Si, solo tenía mi pequeña prenda de encaje bajo mi falda, mas nada.

Él, es mi amigo Alex, te cuento, un muchacho colombiano radicado en la gran manzana, unos treinta años, de tez blanca, ojazos verdes, rubio, cuerpo atlético, y su gran pene asombroso, trigueñito curveado. Se me antojaba desde la primera vez que lo vi por error.

Antes de dirigirnos hacia el metro deben saber cómo entre él y yo creció el deseo que nos teníamos para hacer la locura que hicimos.

Les cuento:

Luego de recogerme en el aeropuerto, Alex se dirigió a su apartamento. Mínimo quería tomar una ducha después de varias horas de viaje. Llegamos y sin desempacar, me fui al baño a tomar una ducha. No me percaté que la puerta del baño no se había cerrado completa, pero ya que, estaba toda empapada. Escuché la puerta entreabrir un poco, pero no lo tomé en cuenta. Si pensaron bien, no era el viento, era él espiándome. Al dejar todo en las maletas tuve que salir en toalla, sigilosamente lo más que pude.

—Buuuuuu —me asustó.

Grité, y se me cayó la toalla dejando todo mi cuerpo al descubierto. Él intento quitar la mirada, pero no podía contenerse.

— ¿Alex, qué te pasa porque me asustas así, mira lo que haces? —le dije con tono de molestia.

—Perdóname —dijo apartando la mirada— no sabía que te verías tan…

— ¿Tan qué? —pregunto seria.

—Tan bonita, discúlpame, tus maletas están allá —dijo señalando a su cuarto. El único que había por cierto, era un apartamento muy pequeño para él solito.

Yo no pude evitar, y miré hacia sus pantalones. Si, allí mismo, tenía su gran bulto marcado en el, como si no pudiera resistir a salirse. Me pregunté— ¿Cómo sería?

— ¡Hey! ¿Te pasa algo, te encuentras bien? — digo señalando hacia abajo.

El se miró y dijo— solo reaccionó a lo que vio.

—Vale —sonreí traviesamente— ¿A qué hora nos vamos?

—Ya, estamos en la hora pico, nos tomara un rato en el metro, va a estar bien lleno.

—Pues vamos.

Llegamos a la estación, y efectivamente, había un mar de gente, jamás había visto tantas personas juntas. Logramos entrar a uno, todo el mundo de pie, pegados, era algo incomodo, Alex se ubico detrás de mí, para asegurarse de que no se me pegara nadie indeseable. Tengo que confesarles, el tenerlo cerca me ponía muy inquieta. Inquieta en el sentido de que me despertaba lo que quería tranquilo, mi curiosidad por él. Entonces el vagón freno bruscamente. Su mano sujeto mi cintura, la otra al cristal del vagón y sentí como su verga aterrizó entre mis piernas, no pude evitar suspirar profundamente.

—Perdóname linda, no fue mi intención.

—No es nada.

—No lo pude evitar —se pegó completamente a mí, mis nalgas rozaban su gran pene y me habló al oído pasando su mano por mi muslo y llegando a la entrepierna — sabia que me gustabas, pero no tanto como ahora.

—Nos puede ver alguien —le dije.

—Todo el mundo anda en su mundo.

Sentí su gran verga ponerse cada vez más dura. Movió mi cabello hacia un lado, y me comenzó a besar sutilmente el cuello,

—Hueles dulce —suspiró.

Se abrió la cremallera del pantalón, me pegó al cristal del vagón, y se sacó su gran verga para esconderla justo donde se encontraba mi pantysito de encaje blanco. Comenzó a moverse como si quisiera cogerme.

—Estas tan calientita.”

—Ay, es como me pones —y me mordí los labios gimiendo.

Yo miré hacia abajo y veía como la cabeza de su pene se movía hacia delante en mi falda. Alcanzó a mover su mano por mi camisa, y me apretaba los pezones, los tenía muy paraditos al sentir sus grandes manos.

—Te siento mojadita, déjame verificar —con voz de pícaro y deseoso.

—No Alex eso no —protesté gimiendo en voz baja.

No me hizo aso y metió su mano debajo de mi falda, y me bajó la braguita hasta las rodillas. Apresuradamente, volvió a ubicar su gran verga entre medio ahora de los labios de mi conchita.

—Ay, estas tan babosita, me acabas de empapar todo —dijo moviendo sus caderas.

Yo solo cruzaba los ojos, su pene rozaba mi clítoris tan rico, era como si se masturbara con mi conchita, y a la vez me tenía muy mal con sus ricas cosquillas. Se detuvo un pequeño instante.

—Tengo tantas ganas de metértelo.

Se mordió los labios, se sujetó la gran verga, y la quiso dirigir a mi huequito intentando ensartarme, pero se salió.

—Aquí no, está muy gordo, y me pueden escuchar —le comente preocupada.

—Está bien.

Volvió a colocarse como estaba, pero esta vez decidido a terminar. Agarró una de mis tetas, comenzó a acelerar el paso. Tenía el clítoris súper hinchado por tanto roce, mi cuerpo comenzó a ponerse tembloroso. Mi conchita empezó a botar mucha babita, tomé con mis manos la cabeza de su pene y se lo continué sobando. Era divino, todo el tronco de su pene masturbándose en los labios de mi conchita, mi clítoris muy caliente e hinchado por el roce, y la cabeza de su vergota entre mis manos.

Se acercó a mi oído, y con voz algo temblorosa de la excitación, susurró—Me encantas, noto que me vengo.

—Yo también me estoy viniendo pero tengo miedo de que me escuchen.

—Shhhhh —dijo al tiempo que colocaba su mano en mi boca.

Empezamos a respirar más rápido. Me tomó con su otro brazo por la cintura pegándome hacia él. Y lo sentí. Sentí como su leche se escurría y caía en mis manos, piernas y el piso. Yo por otro lado, escurrí mucha babita transparente de mí, mientras trataba de gemir lo más bajito posible.

—Ay Alex —dije mirándolo a los labios.

El mirándome con esos ojazos verdes me distrajo y me propinó un beso tan rico. Yo me mordía los labios de las ganas que le tenía.

Me subí las braguitas muy rápido, y se abrieron las puertas del vagón. Alex me agarró de la mano tirando de mí para que lo siguiera.

—No hemos terminado, deja que lleguemos a la casa.

(*) Pantalones extremadamente cortos.

Inocencia

Otro relato ...




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