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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Sexo infinito con mi esposa
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¿Sexo infinito? Espero que no pienses que estoy presumiendo de follarme a mi mujer durante horas; más bien todo lo contrario, pero déjame explicar más.

Habíamos alquilado una villa en España durante todo un año y la elevada temperatura nos obligaba a pasar la mayor parte de las tardes sumergidos hasta los hombros en la piscina para mantenernos frescos. Era una piscina infinita y las vistas eran impresionantes. A a mi esposa le encantaba desnudarse y meterse en la piscina, bajo una sombrilla, con los codos en la pared leyendo y mirando a la lejanía. Yo estaba tumbado al sol en una tumbona leyendo y, durante un capítulo particularmente picante, sentí cómo se agitaba mi viejo equipo de boda. Sabiendo que tendría que hacer algo, me levanté y me metí en el agua. Mientras me bañaba, noté que la renovación de agua estaba funcionando y que ella estaba parada justo frente a ella, con las piernas ligeramente separadas sintiendo el fresco pulso de su flujo contra su clítoris. Nadé hacia su izquierda y me paré a su lado y dejé que el flujo me diera un repaso a mis entrañas también.

Poco después ella me miró y me sonrió con descaro. Tomando mi mano derecha con la suya la guió hacia su trasero y luego tomó mis bolas con su mano izquierda, y por un tiempo; mientras yo profundizaba en su coño por detrás con mis dedos ella amasaba mi polla y mis bolas. En ese momento me soltó y me dijo que me estaba excitando demasiado, así que mejor me ponía detrás de ella y se la metía antes de que me corriese por todos lados.

Me coloqué detrás de ella y ella separó sus nalgas exponiendo su vagina para que yo pudiera entrar en ella fácilmente. Lego de repente me dijo― ¡Alto! No te muevas o te correrás; sé que lo harás, siempre lo haces, quiero sentir tu polla dentro de mí el mayor tiempo posible, piensa en otra cosa para quitarte de la cabeza lo que estás haciendo.

Lo intenté pero en poco tiempo un orgasmo comenzó a formarse a partir de lo que parecía estar en mis dedos del pie y viajó a través de mis bolas y por mi ingle haciendo que mi polla latiera mientras mi esperma escapaba por su agujero.

Mi esposa suspiró y dijo―Estaba disfrutando mucho de mi coño lleno de tu polla y ahora te has ido y te has corrido.

Ese es el problema, no puedo controlar mi polla pero me recupero rápidamente y normalmente estoy preparado para una repetición en cuestión de minutos. Mientras tanto, mi polla había empezado a transformarse de dura a blanda y con un golpe, se deslizó fuera de ella junto con mi esperma que salió de ella y flotó hacia arriba con un “¡slooshhh...!”

Otra vez que tuvimos sexo fue un día cálido en Inglaterra. Habíamos dado un paseo a lo largo de un canal muy transitado y nos detuvimos en un puente para admirar la vista del canal y el camino de sirga que se extendía en línea recta en la distancia. Después de un rato me puse cachondo y me froté con su trasero mientras ella se apoyaba en la pared sobre sus codos. Me puse detrás de ella, levanté su largo y vaporoso vestido de verano y le bajé las bragas, que cayeron a sus pies.

― Esto va a ser demasiado obvio ―opinó―Será mejor que pienses en un plan o estaremos en problemas si alguien nos ve.

La necesidad es la madre de las invenciones, así que me moví entre ella y la pared, me puse de rodillas y, metiéndome bajo su falda, metí la mano y separé sus labios enterrando mi nariz en sus partes íntimas. Su clítoris se puso a la altura de las circunstancias y mientras le lamía el altar de la femineidad, metí mi pulgar en la parte posterior de su vagina y le di un masaje a su jugoso túnel del amor. Fue divertido escuchar sus comentarios a los navegantes que pasaban como si fuera la imagen de la inocencia en lugar de la zorra cachonda y mojada que estaba conmigo lamiéndola desde abajo. No pasó mucho tiempo para que yo me excitara demasiado y rápidamente tuve que sacar mi polla de los pantalones y disparar mi semen sobre la hierba y sus bragas.

Ella se dio cuenta de que algunos ciclistas subían por el camino hacia nosotros. Con astucia se apartó de mí, suspiró por el desorden que había ocasionado con su ropa interior y rápidamente se la volvió a poner, se alisó la falda y reanudó su mirada infinita. Los ciclistas que habían llegado decidieron quedarse un rato, así que nos fuimos y nos dirigimos de nuevo al coche y follamos allí.

Tabita

Otro relato ...




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