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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Sobre mi cama
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Había hecho arreglos con Jaime para que viniera a visitarme. Como venía desde lejos, acordamos que se quedaría una noche. Dijo que llegaría al día siguiente por la mañana. Así que me fui a la cama, pensando en que vendría, y pensando que sería hermoso verlo. Me acomodé en la cama, leyendo una novela erótica en mi e-book, lo que hizo que mis jugos comenzaran a fluir, pero mis ojos se cansaron, y me dormí, sumergiéndome en un profundo sueño.

Jaime llegó, y lo primero que noté fueron sus hermosos ojos azules. ¡Oh, pensé!, sus ojos son magníficos, ojos en los que podría caer felizmente, que me hipnotizaron.

Me rodeó con sus brazos y me apretó tan fuerte que casi me deja sin aliento. Me inmovilizó contra la pared y me sujetó las manos por encima de la cabeza. Sus labios se acercaron a los míos, suaves, pero duros y sensuales, mientras apretaba su cuerpo contra el mío, diciendo en un tono gutural, muy bajo― Ahora arriba, Angela ―y sus ojos penetraron profundamente en los míos.

Mientras lo miraba, podía ver el fuego ardiendo, y sentir cómo se alargaba su polla. Las sensaciones que recibía de él, también podía verlas en sus ojos. Sonriendo, le cogí de la mano y le llevé a mi apartamento.

Mi barriga se agitaba mientras íbamos. La forma en que no dejaba de mirarme, hizo que miles de mariposas revolotearan en la boca del estómago, lo que a su vez, hizo que mi coño babeara, empapando mis bragas, hasta que pude notar a mis jugos corriendo por mis muslos. Apenas podía recuperar el aliento, mi corazón latía tan rápido que creía que se me iba a salir del pecho. Mi pulso se podía notar claramente en mi garganta, y Jaime podía verlo.

Mirándome, una de sus manos rozó la parte delantera de sus pantalones, esbozando una sonrisa perversa mientras decía― ¿Estás segura de que vas a ser capaz de soportar esto, mi ángel? ―mientras empezaba a desabrocharse lentamente la camisa, clavando sus ojos en los míos, atento a cualquier reacción. Cualquier mínimo movimiento y lo detectaría, sin importar lo que fuera.

Tragando audiblemente, asintiendo con la cabeza y sonrojándome intensamente. Le pregunté si quería una bebida, teniendo en cuenta el viaje que acababa de hacer. Negando con la cabeza, se limitó a decir― Tira ahora. ―Sin poder apartar mis ojos de los suyos, empecé a quitarme la ropa lentamente. De pie, desnuda frente a él, sus ojos recorrieron tranquilamente mi cuerpo, su mirada penetró hasta mi alma mientras se masturbaba suavemente, con conocimiento de causa. Su dedo índice hizo un movimiento circular de “gira lentamente".

Empecé a temblar, poniendo un brazo sobre mis tetas y el otro sobre mi coño.

― Los brazos a tu lado, Angela, y no los muevas, a menos que yo te diga que puedes hacerlo ―me susurró al oído cuando estaba de espaldas a él. Sus dedos recorrieron mi columna vertebral hasta los costados de mi cuerpo, provocando escalofríos y piel de gallina por todo el cuerpo, y luego apretando mi cintura, bajó hasta las nalgas de mi trasero, dándome una fuerte palmada, y provocando que un gemido escapara de mis labios. Mis latidos aumentaron, haciendo que mis piernas casi cedieran. Noté su polla dura rozando mi muslo interior. Colocó sus manos abiertas alrededor de mi cintura, apretando firmemente. Esto me hizo temblar aún más.

― Ahora túmbate en la cama para mí. De espaldas, con las manos detrás de las rodillas, y llévalas hasta el pecho. Quiero ver tu húmedo y jugoso coño mientras me miras.

De pie en el extremo de la cama, sosteniendo su dura y enorme polla en la mano, sus ojos iban de mi coño a mis ojos y viceversa. Todo ese tiempo, mi respiración se volvía más errática. Mis pezones se endurecían y empezaban a arder. No podía apartar los ojos de su hermosa polla, y de cómo empezaba a brillar mientras comenzaba a gotear por el agujero de la punta.

― ¿Quieres que te refresque los pezones? ―dijo y se relamió los labios para humedecérselos. Se inclinó hacia delante y pasó la punta de su lengua por mis pezones fruncidos, chupando con fuerza mientras pasaba de uno a otro, lo que hizo que yo moviera automáticamente mi coño chorreante hacia él.

― Abre los labios de tu coño para mí, y tira del capuchón de tu clítoris hacia atrás, quiero ver cómo te masturbas, mientras me miras a los ojos. Cuando termine contigo, me pedirás más.

Bajó sus labios desde mis pezones hasta los costados de mi cintura, lamiendo y chupando; hasta mi clítoris, y luego bajó hasta mi coño, metiendo y sacando su lengua, entrando y saliendo, y luego bajando hacia mi ano, dando vueltas y empujando, mientras me follaba el coño con dos dedos. Esto me hizo entrar en un reino que desconocía. Mi mente me susurraba que aquello no debería estar sucediendo, pero mis ojos y mi cuerpo suplicaban más.

Arrodillado en la cama, rozó ligeramente mi coño con su dura y deseada polla, provocando un escalofrío de puro placer que me recorrió todo el cuerpo.

― ¡Oh, sí, preciosa! podría estar mirándote todo el día, pero necesito probar tu néctar cuando te corras. Veo que estás esperando por mí. Pero no voy a follarte hasta que te haga correr con mis dedos y mi lengua.

Mientras bajaba su boca hacia mi coño, sus ojos no se apartaban de los míos. Podía ver el deseo ardiente en ellos. Aquellos hermosos ojos azules eran como un océano profundo, llenos de misterio y deseo.

Lamiéndose los labios, se puso a horcajadas sobre mí, con su polla pidiendo permiso para penetrar en mi boca. Poniéndose en la posición sesenta y nueve, quiso follarme la boca mientras me follaba el coño con su lengua. Su lengua entraba y salía lamiendo todos mis jugos, y luego volvía a acariciar mi endurecido clítoris. Eso me produjo una descarga de electricidad, mientras yo empujaba mis caderas hacia su boca. Chupando su dura y ansiada polla, sentí cómo se deslizaba por mi garganta, quería más, no, necesitaba más, estaba al límite. Podía sentirme el aumento de mi deseo, mi coño palpitaba por la necesidad de tener su polla.

Un gemido escapó de mi garganta, mi cuerpo temblaba y empecé a ver las estrellas, no podía parar. Me corrí con fuerza, sin poder evitar que mis piernas temblaran. Podía oír como se bebía todo mi néctar y notaba como su polla se agitaba y se hinchaba en mi garganta. ―Está cerca―pensé, justo cuando se retiró de mi boca, con un audible sonido de estallido.

Mantenía mis muslos bien abiertos observando cómo salían todos mis jugos, mis ojos se dilataban. Mi respiración era errática― Ahora voy a follarte como nunca antes te han follado. No apartes tus ojos de los míos, quiero ver tu placer ―Mientras decía eso, me la metió con fuerza en mi coño, que la esperaba deseoso, llenándome hasta los topes. ― ¿Cómo se siente eso, nena?

Todo lo que pude hacer fue gemir.

No pasó mucho tiempo antes de que pudiera sentir que me estaba haciendo daño de nuevo. ― No te atrevas a correrte hasta que yo te diga que puedes. Si lo haces, tendré que castigarte. Puedo sentir tu coño apretándose alrededor de mi polla, me estás empujando más adentro.

Entonces exploté, no pude aguantar más, lo que a su vez hizo que Jaime se corriera.

― Oh, Angela, qué dije, te dije que no te corrieras, pero lo hiciste, ahora voy a tener que azotarte el trasero.

Al sacarla de dentro de mi vagina, todavía estaba semiduro y su semen goteaba de la punta de su polla. Yo seguía temblando― Ponte de rodillas y levanta el culo. Te voy a dar diez azotes, y tú contarás conmigo, ¿vale?

Todo lo que pude hacer fue asentir con la cabeza, con todo mi cuerpo temblando. Me preguntó, mirándome directamente a los ojos― ¿Me has oído, Angela?

Todo lo que pude hacer fue susurrar― Sí, voy a contar contigo mientras me azotas.

― ¿Y por qué te estoy azotando?

― Por haberme corrido, antes de que me dijeras que podía hacerlo.

De pie detrás de mí, me acarició las dos nalgas y con la otra mano me apretó el estómago. Bajó su mano con una sonora bofetada― uno ― luego la otra nalga, bofetada― dos ―bofetada― tres ―bofetada― cuatro ―bofetada― cinco ―bofetada― seis ―bofetada― siete ―bofetada― ocho ―bofetada― nueve. Puedo ver que estás empapada, y puedo ver tu coño latiendo, tu ano también. Ahora este último es especial, pero no te corras, podrás hacerlo cuando te folle fuerte y rápido, ¿vale?

― Sí ―fue todo lo que pude decir mientras la palma de su mano golpeaba mi clítoris y mi coño. Lo único que quería era correrme de nuevo, pero sabía que si lo hacía, él querría castigarme de nuevo, así que me mordí el labio inferior y me aguanté.

― Buena chica ―fue todo lo que dijo mientras sentía cómo penetraba con fuerza en mi vagina, que esperaba, que deseaba y que me dolía. Me agarró por la cintura y tiró con fuerza hacia él. Sabía lo que estaba haciendo y yo no podía contenerme mucho más. Él lo sabía mientras seguía empujando dentro de mí.

― Me estoy corriendo, Angela, suéltate, córrete para mí. Hazme sentir que me aprisionas la polla, tirando de mí.

Eso fue todo lo que necesitó decir, me dejé llevar, fue como un volcán explotando, enviándome a las estrellas.

Cuando nos calmamos un poco, me puso de lado, se acostó en la cama y se acurrucó, susurrándome en el oído― No tienes ni idea de cuánto tiempo he esperado para follarte así.

Le respondí― Yo también.

D'Angela

Otro relato ...




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