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La Página de Bedri  Relatos prohibidos
Sorprendidos
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Los dos estábamos en los cuarenta, por el amor de Dios. ¡Así no es como se supone que debe ser!

Me sacaron del baño público con las manos esposadas a la espalda, temiendo el ridículo que inevitablemente seguiría. Mierda, ¿me convertiré en un delincuente sexual convicto? ¡Pero soy un buen hombre! Soy uno de los buenos, aparte de mi gran deseo sexual, estoy tan lejos de ser un pervertido como de volar a la luna. Peo eso era de conocer a Luisa...

― Necesitas una mujer ―dijo mi amigo Andrés, al verme mirando a las chicas pasando por delante del banco del parque en el que estábamos sentados durante el descanso para el almuerzo. Sonreí y asentí sabiendo que tenía razón. Había estado soltero durante casi un año,   y mi última relación   terminó con una despedida llorosa. Había habido unos cuantos coqueteos desde entonces, pero nada como lo que ya había tenido y que deseaba de nuevo.

Luego vino Luisa…

― ¿Has visto a la chica nueva? ―preguntó Andrés, continuando nuestra conversación―  Apuesto a que   demonio entre las sábanas. Deberías invitarla a salir,  tal vez ella también esté desesperada.

― Gracias por la confianza ―Le contesté, y los dos nos reímos hasta que Andrés dijo― No, en serio, es una mujer muy atractiva y he oído que es soltera. ¿Qué tienes que perder?

Me acaricié la barbilla pensativamente― Sí, tienes razón, debería. Me ha mirado unas cuantas veces y si estás seguro de que está soltera, le pediré salir el viernes.

― Buen chico ―dijo Andrés― No podemos dejar que tu polla se arrugue y se caiga, ¿verdad? Podrás ser viejo, pero aún no eres demasiado viejo ―Le di un puñetazo en el brazo y se rió. Le encantaba tomarme el pelo. Yo soy  casi diez años mayor que él pero aún quedaba algo de vida en mis cuarenta y tantos. Ahora tenía que demostrar a Andrés y a mí mismo que estaba a la altura del desafío.

Solía ponerme muy nervioso antes de invitar a salir a una chica, pensando demasiado las cosas y centrándome en el posible rechazo en lugar de en el posible acuerdo. Una vez que me di cuenta de que a las mujeres les gustan los hombres seguros de sí mismos, modifiqué conscientemente mi actitud y las cosas mejoraron. Incluso recoger chicas en un bar, algo en lo que solía ser terrible, se convirtió en algo muy fácil. Había tenido varias aventuras breves y aventuras de una noche, simplemente por parecer seguro cuando invitaba a una mujer a bailar o a salir a cenar. Una vez tuve tanto éxito que terminamos follando en mi coche esa misma noche, pero esa es otra historia.

El viernes llegó y me dediqué a estar cerca de Luisa durante todo el día. La ayudé con un asunto en el que estaba trabajando, le llevé café mientras ella incorporaba mis sugerencias a su trabajo y, en general, estaba por allí, siendo un buen compañero. Sabía que no se sorprendería cuando la invitara a salir. Algunas mujeres tienen un sexto sentido cuando se trata de esas cosas y ella no había puesto ninguna barrera hasta entonces.

― Luisa, es viernes y no tengo planes para el fin de semana. Espero que tú tampoco y que podamos salir a cenar esta noche.

Eso puede sonar cursi   pero yo estaba seguro y sincero en mi estrategia. Mirándola directamente a los ojos  sostuvo mi mirada y su rostro permaneció impasible. Ella me probaba   y me sentí  aliviado cuando su cara se convirtió en una sonrisa radiante― ¡Descarado! ―contestó ella― ¿Vamos directamente desde aquí o me recoges más tarde?

La recogí de su casa a las 7.30 y nuestra primera cita fue muy bien. La dejé en su casa alrededor de las 11:30 y no intenté entrar en su apartamento. Me dio un beso en la mejilla y me dijo― Fue una velada encantadora, si quieres, puedes venir el domingo y te preparo un almuerzo.

Así que empezó...

Luisa y yo nos convertimos en pareja   poco tiempo después y estoy feliz de afirmar que su deseo sexual era tan alto como el mío.   No sólo hacíamos el amor con frecuencia, sino que parecía gustarle todo lo que a mí me gustaba y siempre estaba dispuesta a experimentar con cosas nuevas. Juguetes, sexo duro, sumisión, cibersexo cuando estábamos separados.

Entonces llegó el día fatídico. Siempre habíamos disfrutado de unas pocas   caracas en el coche y una noche,   estábamos en el parque, y    el deseo se apoderó de nosotros, lo que nos llevó a un polvo rápido   detrás de un gran árbol. Estaba preocupado porque la idea de que nos sorprendieran y la idea de eso   me aterrorizaba. La cosa es que ese mismo pensamiento despertó en  Luisa algo más allá de lo que habíamos hecho antes.

Más tarde esa noche,   en la privacidad de nuestro dormitorio, tumbados y desnudos uno al lado del otro en nuestra enorme cama. Luisa dijo― ¡Oh Dios mío, Matías, cuando me follaste contra aquel árbol, realmente esperaba que nos sorprendieran! Estaba tan caliente   que vine mucho más rápido de lo habitual. ¿No te pareció que era muy excitante?

Puse los ojos en blanco y le respondí― Honestamente Luisa, eres una sucia zorra. Pude ver lo caliente que estabas y sí,  eso lo hizo más excitante.

Luisa me miró frunciendo el ceño― Sucia zorra, ¿eh?  Nunca te habías quejado de eso antes.

Sabía que se burlaba de mí, pero quería asegurarme de que supiera que yo también me burlaba de ella― Yo tampoco me quejo ahora ―respondí― pero tengo una reputación que mantener, ya sabes. Si nos hubieran sorprendido, mi reputación de buen tío se vendría abajo.

El ceño fruncido de Luisa interrumpió   su característica sonrisa deslumbrante― ¡Querrás decir, de completo cabrón cachondo.

Lo tomé como un cumplido, aunque no fuera intencionado.

Bueno, con estas cachondas bromas y la deslumbrante sonrisa de Luisa, mi pene se estaba nuevamente endureciendo y bajé la mano para comprobar si Luisa también estaba excitada. El orgasmo que habíamos tenido antes nos había puesto cachondos y listos para más. Me estiré, besé la barriga de Luisa, la hice reír, y luego me dirigí hacía abajo.

Luisa suspiró roncamente mientras mis labios rozaban su afeitado montículo y mis manos agarraban sus rodillas, separándole las piernas. Exploré unos centímetros más o menos hasta que mis labios encontraron lo que estaban buscando, su clítoris. Ella ya estaba mojada con la excitación anticipada de un buen chupeteo. Yo también estaba ansioso por comérmela y mi verga me dolía por la fuerte erección. A ella le encantaba chuparme la polla tanto como a mí me gustaba comerme su coño y el 69 que   siguió fue sensacional. Pero   fue un poco diferente. Luisa me estaba hacía   comentarios groseros mientras me chupaba la polla.

Acostados uno al lado del otro, con mi cara enterrada entre los muslos de Luisa, mi lengua explorando cada grieta entre sus piernas y las nalgas de su culo. Mientras Luisa me estaba mamando ruidosamente   la polla dura y cada vez que sacaba mi polla de su boca, me la acariciaba firmemente y recordaba nuestra anterior sesión en el parque.

― ¡Dios mío, Matías! Tu polla está muy dura. Mmm, me encanta tu lengua en mi clítoris ¡Oh sí!  ¡Así de fácil! ¿Vas a cogerme de nuevo como hicimos antes? ―Murmuré un sordo gruñido de aprobación   mientras Luisa me chupaba la polla. La siguiente vez que se sacó la polla de la boca, dijo― Pensé que nos iban a sorprender con tu polla dentro de mí― Más chupadas y luego― Vi a un tipo paseando a sus perros no muy lejos de nosotros y estaba rezando para que se  nos acercara ―Lamió la longitud de mi polla y me acarició las pelotas mientras decía― Si nos hubiera sorprendido, ¿qué habría pasado?  Quizás se hubiera unido a nosotros y me hubiera dado una paliza mientras me follabas ―Uno, luego el otro de mis testículos fueron succionados por la codiciosa boca de Luisa y yo estaba empezando a sentir la necesidad de correrme.― ¿Quizás me habría follado justo después de que tú lo hicieras? Estaba tan llena de tu semen, que podría haberme metido la polla sin dificultad.

Eso fue demasiado para mí, me encanta hablar sucio  en estas situaciones y Luisa lo sabe. Con un todopoderoso― ¡Joder! ―por mi parte, llegué  salpicando su cara y   cuello   y cubriéndole las manos con semen pegajoso. Mientras empujaba mi lengua en el culo de Luisa, ella soltó un gorgoteado― Arghhhhh ―y vino también, apretando sus muslos alrededor de mi cabeza con demasiada fuerza y meciéndose de un lado a otro con el poder de su espasmódico orgasmo.

Quería cogérmela fuerte y profundamente   pero necesitaba tiempo para recuperarme. Mientras yacíamos allí, nuestros miembros aún entrelazados y la cara de Luisa   pegajosa, suspiramos y reflexioné sobre cuánto la había excitado aquel escenario. Tengo que admitir que estaba empezando a sentir lo mismo. La emoción de ser sorprendido ya estaba haciendo que mi polla se pusiera dura de nuevo y Luisa se apresuró a hacer buen uso de ella. Cuando me volví para acostarme junto a ella, cara a cara,   se apartó de mí y me clavó su culo en la ingle. Haciendo que el pequeño Matías palpitara fuerte. Luisa estaba tan mojada que mi polla se deslizó fácilmente dentro de ella y me la cogí por detrás. Luisa se inclinó hacia adelante para que yo pudiera metérsela   muy adentro y follamos duro hasta lo inevitable. Luisa vino primero, respirando fuerte y chillando cuando su orgasmo llegó y eso me hizo   correrme dentro de su coño   cuando se contrajo. Esa putita traviesa me había hecho correr tres veces en la misma cantidad de horas. Sospecho que ella se había corrido por lo menos cuatro o tal vez cinco veces también.

La siguiente vez que follamos en un lugar público fue tres días después. Habíamos quedado con Andrés y su novia Teresa   en un restaurante   con vista a un gran lago en las afueras de la ciudad. Ninguno de nosotros conducía, así que bebimos bastante y mientras esperábamos que llegara el plato principal, Luisa tomó mi mano y la dirigió   entre sus muslos. Llevaba puesta una falda que se había subido mientras se sentaba. Estábamos en medio de la conversación con Andrés y Teresa y me preguntaba si se habrían dado cuenta de que saltaba cuando Luisa llevaba mi mano hacia abajo y pude notar que no llevaba bragas. No sólo eso, sino que mientras mis dedos se curvaban, pude sentir que ya estaba empapada ahí abajo. Mi polla, inmediatamente empezó a crecer y sentí la mano de Luisa frotándomela en mis pantalones. En ese momento la camarera se acercó a nosotros, así que rápidamente dejamos de tocarnos y nos concentramos en la conversación y en los platos   que estaban frente a nosotros.

Andrés y Teresa tuvieron que irse a las cuatro   y eso dejó a una Luisa muy cachonda y a mi igualmente cachondo preguntándose cómo podríamos continuar con nuestras travesuras. Antes había visto que había un   baño para discapacitados entre los baños de hombres y mujeres. Después de pagar la cuenta, le pregunté si Luisa necesitaba usar las instalaciones antes de irnos. Ella asintió y se dirigió hacia los baños. La seguí a una distancia discreta y   la alcancé justo antes de que llegara a la puerta. El cubículo de discapacitados estaba vacío, así que cogí el brazo de Luisa y, en un   susurro, le dije― Luisa, ven aquí conmigo ―No tuve tiempo de cerrar la puerta antes de que Luisa me agarrara de la entrepierna.

Se levantó sobre las puntas de los pies para besarme en los labios, me bajó la cremallera mientras lo hacía y dijo― ¡Fóllame ahora! ―Me había sacado la polla, así que le di una palmadita, le levanté la falda y se la metí   con toda la sutileza de un mazo. Era tan increíblemente excitante que Luisa no podía dejar de gemir en voz alta. Me acerqué a ella y le tapé la boca con una mano mientras me la cogía fuerte y rápido. Esto la hizo gemir aún más y se inclinó hacia adelante, con las manos contra la pared, y empujó su trasero hacia mí con cada empuje. Nos encantan nuestros polvos rapiditos casi tanto como nuestras largas y tiernas sesiones haciendo el amor. Pueden ser muy   calientes pero siempre nos dejan con ganas de más.

Esta vez, sin embargo, no todo fue según lo planeado... La contemplación   de Luisa siendo follada por detrás enloquecería a cualquier hombre y yo no soy diferente. La sensación de que ella   empujaba con cada empuje mío, que ella me cogía tanto como yo a ella, significaba que yo no iba a durar mucho tiempo. Fue lo mismo para ella. Pude notar elevándose  en su crescendo hacía el clímax. Y  en ese preciso momento   recordé que no había cerrado la puerta, Luisa chillaba, la puerta se abrió, me eché para atrás para ver   quién nos había interrumpido, y se la saqué  desatando un enorme torrente de semen y maldije― ¡Oh, mierda! ―Luisa se había girado para mirar y empezó a reírse cuando llegué. La cara que nos había interrumpido no era divertida y rápidamente cerró la puerta, pero yo sabía que aún estaba afuera.

Riendo como un par de niños traviesos, Luisa y yo rápidamente nos recompusimos y nos limpiamos cómo pudimos. La puerta se abrió unos centímetros y luego   por completo cuando nuestro intruso se reveló. Mi corazón se paró y Luisa murmuró― ¡Joder! cuando nos vimos   que era un policía.

― ¿Qué carajo, es esto? Vamos, ¡esto es un baño público!

Luisa y yo mirábamos la punta de nuestros zapatos,  mientras nuestros rostros se ponían de color rojo brillante, por la vergüenza. Pero la peor parte estaba por llegar.

― Yo esperaría que un par de niños se comportaran así ―continuó el agente de policía― ¿Pero, ustedes? ¿En serio? ¿Me he topado con una aventura? Deberían ser más discretos. Voy a tener que llevarlos a los dos.  ¡Dios, ni siquiera cerrasteis la maldita puerta!

Protestamos, por supuesto― No, no, somos una pareja, de verdad. Acabamos de tener el impulso, y ya sabes...

Me ofrecí como voluntario y di nuestros nombres e hice todo lo que pude para congraciarme. Luisa parecía avergonzada y no dijo nada. Había sido por su culpa, la putita cachonda, y  ahora...

El policía me esposó y nos llevó afuera. Afortunadamente, su auto estaba   cerca, así que no nos hicieron desfilar por el restaurante como un par de   pervertidos. Nos metió en la parte de atrás de su coche y mientras saltaba al asiento delantero, murmuró― Sólo me detuve   para orinar. Escuché la conmoción en el baño para discapacitados y supe que alguien estaba tramando algo. No esperaba encontrar a dos adultos maduros follando como adolescentes y  tú, imbécil ―dijo señalándome― ¡casi me rociaste con tu  semen!

No quise reírme pero Luisa se rió y no pude evitarlo. ¡Hablando de un orgasmo arruinado! ¡Los policías ni siquiera estaban tan cachondos! Afortunadamente, tenía sentido del humor. Con Luisa riéndose y yo riendo a carcajadas, el agente también se rió a carcajadas. Todos nos reímos largo y tendido y cuando finalmente nos calmamos, sostuve mis muñecas hacia él y mientras   sacudía la cabeza y me liberó de las esposas  dijo― Caramba, debería encerrarlos a los dos pero es sábado y ahora tengo una gran historia que contarles a los muchachos de la comisaría ―Luisa y yo nos miramos y el policía nos dijo― Vamos, os voy a dar una oportunidad. Sacad vuestros culos cachondos de mi coche y no dejéis que os pille de nuevo. ¡Iros! ¡Ahora!

Con un suspiro de alivio y un― ¡Gracias, agente! ―Luisa y yo salimos disparados del coche de policía y prácticamente corrimos de camino a casa, aun riéndonos. Llegamos a   casa, entramos y cerramos la puerta con llave. Miré a Luisa y ella me miró y nos volvimos a reír de nuevo.

Hicimos un pacto esa tarde, no follar más en público. No al menos  si es probable que haya un policía cerca...

ST

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