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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Sorprendiendo a mí esposa
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Haya encierro por el COVID-19 o no, la compra todavía tenía que hacerse. Mi esposa dijo que le dolía la cabeza y me preguntó si me importaría ir solo. Así que fui de compras yo solo.

No tardé tanto como pensaba, no había cola en el supermercado y volví bastante rápido. Vi una gran furgoneta blanca aparcada en la calle fuera de la casa, pero no le presté atención. La gente a menudo recibe entregas por mensajería.

Extrañamente, me di cuenta de que la puerta principal no estaba bien cerrada. Ligeramente intrigado metí la cabeza dentro. Podía oír ruidos, extraños ruidos desde detrás de la puerta de la cocina. Dejando las compras en silencio, fui silenciosamente hacia allí y pronto se hizo evidente cuáles eran los ruidos... era Lisa gimiendo como cuando se despertaba.

Cuidadosamente y lentamente, me asomé por el borde de la puerta. Y allí estaba ella, apoyada contra el mostrador de la cocina con un joven amasándole los pechos. Las manos de Lisa estaban en la entrepierna tratando de liberar la polla del chico. Hice lo único que podía hacer, saqué la polla y me preparé para disfrutar del espectáculo.

Tengo que admitir que el joven tenía una polla impresionante. No era enorme, pero si deliciosamente gruesa. Lisa obviamente estaba de acuerdo, ya que pronto se puso de rodillas, metiéndose la dura polla entre los labios y chupándola con entusiasmo. Me sorprendió ver lo profundamente que la tomó en la garganta, y lo vigorosamente que el joven se la cogió por la cara.

― Pronto estará en casa ―Atinó a jadear Lisa mientras él la sacaba de su boca.

― ¿Cómo lo quieres? ―preguntó el chico sonriendo.

En respuesta, Lisa se puso de pie, se quitó las bragas y se inclinó sobre la encimera de la cocina. El repartidor no perdió tiempo en colocarse detrás de ella y luego le metió la polla toda entera por detrás.

Lisa gimió fuerte y largo y yo casi me corro entonces. Tuve que reducir la velocidad de mi propia masturbación para evitar correrme demasiado pronto.

El joven no perdió el tiempo, agarrado a las caderas de mi esposa, le follaba el coño como si su vida dependiera de ello. Lisa movía la cabeza, gimiendo y jadeando mientras la polla carnosa se entraba y salía de dentro de ella. Ella se esiró hacia atrás hasta que sólo su cabeza descansaba en el mostrador, con sus grandes tetas colgando libremente y balanceándose de un lado a otro con cada fuerte empujón

El ritmo del chico aumentó, al igual que el de mi paja, luego se detuvo, le dio un empujón muy profundo y duro. Y se detuvo. Luego otro. En el tercer empujón, se tensó, agarró las caderas de Lisa con más firmeza y, me di cuenta que comenzaba a descargar su semen profundamente dentro de ella.

No pude aguantar más y me corrí. Había podido sacar un pañuelo de mi bolsillo cuando empecé a masturbarme pero apenas conseguí contener los enormes chorros de semen que estaba lanzando. Sabiendo que les llevaría algunos minutos arreglarse me tranquilicé, recogí las compras y me fui de vuelta al coche.

Unos minutos después, la puerta principal se abrió y apareció el joven repartidor, Lisa justo detrás de él. Al verme, pareció un poco sorprendida e incómoda por un momento, pero el joven , engreído y confiado, pasó junto a mí con un alegre ― ¿Bien, amigo?

Llevé las compras de vuelta a la casa.

― ¿Entrega de mensajería? ―Le pregunté inocentemente a mi esposa.

― ¿Eh? Sí ―respondió― Vino hace un minuto.

Yo sonreí para mí mismo.

Lucas

Otro relato ...




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