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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Tacones rojos y cuero negro
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El restaurante solía estar muy concurrido los domingos. Mi amigo y yo íbamos todos los fines de semana a desayunar o almorzar. La comida era genial, el precio era bueno y el ambiente agradable. Pero la verdadera razón por la que íbamos era la camarera.

Mi amigo Kevin estaba enamorado de ella y quería que fuera a verla. Al ser tímido con las mujeres, quería invitarla a salir, pero era demasiado tímido para hacerlo solo. Como yo era el "mujeriego" oficial de nuestro grupo, quería que lo acompañara y le echara una mano.

― Tienes que echarle un vistazo― insistió―es jodidamente caliente.

Tenía dieciocho años y medía casi 1,80 de altura. Su largo cabello castaño siempre estaba peinado y suelto sobre los hombros. Era tetona y curvilínea con grandes caderas, un gran culo y piernas larguísimas. Sus pechos eran grandes y los botones de sus camisas siempre estaban tensos. Sus ojos azules se iluminaron cuando mostró su hermosa sonrisa. Tenía pómulos altos y bonitos labios carnosos. Debería haber sido modelo.

Ese fue el quinto domingo que fui con él. Como de costumbre, nos sentamos en su zona y le di consejos sobre cómo coquetear con ella e invitarla a salir. Lo intentó, pero no tuvo las agallas para apretar el gatillo. Finalmente me decidí a tirar de ella para él― Vamos a salir con un grupo de amigos el sábado por la noche. ¿Te gustaría venir?

Me miró con desconfianza ya que normalmente no hablaba mucho con ella. Dejaba que mi amigo hablara todo.

― Tal vez ―respondió― Trabajo el domingo por la mañana, así que nada si acaba tarde.

― Iremos a jugar a los bolos y luego a tomar unas copas ―intervino Kevin― Nos gustaría que vinieras.

Ella sonrió y se alejó para atender a otros clientes. Kevin suspiró y tenía mirada de fracaso en el rostro.

― No te preocupes, ella vendrá.

― No lo sé ―suspiró.

Regresó con nuestra factura y la puso sobre la mesa. Su número de teléfono estaba escrito en la parte de atrás― Llámame el viernes y dime dónde y cuándo ―sonrió.

Kevin y yo nos apresuramos a organizar un grupo para el sábado por la noche. Nos reunimos en la bolera a las ocho y la encontramos esperándonos. Saludó a todos y encajó con nuestro grupo al instante. Era como si ya hubiera venido durante años. Ella y las otras tres chicas se llevaban bien y eran como viejas amigas al final de la noche. Me aseguré de que Kevin le hiciera compañía.

En el transcurso de los siguientes seis meses se convirtió en parte de nuestro grupo. Kevin la invitó a salir un par de veces, pero ella se negó. Ella le dijo que le gustaba como amigo y que disfrutaba de su compañía, pero que no estaba interesada en tener citas en ese momento. Explicó que había roto con su novio no hacía mucho y que no estaba lista para otro. Él lo entendió y pronto el enamoramiento se convirtió en solo amistad.

Durante el año siguiente, siempre estuvo con algunos o con todos nosotros. Salía con chicos fuera del grupo de vez en cuando. Nunca parecía encontrar nada duradero. Yo era igual, pero me estaba cansando de todas las citas y relaciones que había hecho durante los últimos cuatro años. Me había mantenido alejado de una relación estable. Tenía la regla de nunca tener citas dentro de nuestro grupo, así que mantuve las cosas platónicas.

Un fin de semana, todos estaban ocupados con algo menos yo. La llamé y le dije que no había planes.

― No me importaría ir al cine o algo así, yo tampoco tengo nada planeado.

Entonces, por primera vez en dos años, nos encontramos y salimos solos. Después de la película fuimos a cenar algo, tomamos unas copas y disfrutamos de la noche. Lo pasé bien― ¿Te gustaría hacer esto de nuevo? ― pregunté― ¿Solo tú y yo?

― ¿Cómo una cita? ―se rió― ¿Te gustaría invitarme a cenar a algún lugar agradable?

― Sí ―respondí ―Me gustaría.

Me dedicó una ligera sonrisa antes de decir― ¡Claro!

― ¿El próximo fin de semana es bueno para ti? ―pregunté.

― Sí, estoy libre todo el fin de semana.

Acordamos que la recogería el viernes a las ocho para una cena y nos fuimos por caminos separados.

Hice una reserva en un asador de alta gama para el viernes por la noche. Me vestí bien con pantalones negros, una camisa de vestir con cuello abotonado y una chaqueta deportiva. Me pasé por su casa y llamé a la puerta. Ella abrió y sonrió.

El corazón me saltó a la garganta y me sorprendió lo hermosa que se veía.

Llevaba tacones rojos, una falda de cuero negra y una blusa roja sin mangas. Estaba deslumbrante. Era la primera vez que la veía sin jeans y tenis. Sus piernas estaban desnudas, largas y bien formadas. La falda se ceñía a sus caderas y le quedaba a la perfección. La camiseta roja mostraba sus hombros desnudos y su amplio pecho al mismo tiempo.

― Te ves bien ―se rió.

― Uh... gracias ―tartamudeé, mi cerebro se bloqueó de repente, no podía hablar. Mi corazón seguí latiendo aceleradamente.

― ¿Estás bien? ―preguntó.

― Lo siento ―respondí― Estás fantástica.

Me dio una gran sonrisa y fue hacia el auto. Caminé detrás de ella y la miré. Aquel trasero fantástico, el balanceo de sus caderas, las piernas largas, largas y hermosas. Nunca la había mirado así antes. ¡Guau! ¿Qué carajo?

Cuando entramos al restaurante todos la miraron. Las cabezas se volvieron cuando fuimos a nuestra mesa. Los camareros estaban sobre nosotros como moscas a la miel, ofreciéndole todo lo que quisiera.

La cena fue genial. Hablamos y coqueteamos. Era como si nos encontráramos por primera vez. Luché por ignorar el coqueteo del mesero y los hombres comiéndose con los ojos desde otras mesas. Cuando se levantó y fue al baño, un chico miró hacia mí y me hizo el gesto del pulgar arriba.

Tomamos unas cuantas copas de vino y finalmente salimos del restaurante. Una vez en el coche pude notar la tensión. Era tensión sexual. Mi mano tocó la suya mientras buscaba la palanca de cambios y su brazo descansaba sobre la consola. Estoy seguro de que hubo una chispa real. Me sentí caliente y sonrojado.

― Vamos a tu casa ―dijo― Quiero conocer tu piso de soltero.

Afortunadamente lo tenía limpio y ordenado. Cuando llegamos a la puerta, de repente me puse nervioso. Fue una sensación inusual para mí, nunca antes me había puesto nervioso traer a una mujer a casa, pero esa noche estaba temblando mientras buscaba a tientas la cerradura. Ella se rió.

La llevé adentro y le dije que se sintiera como en su casa mientras iba a buscar algo para beber. Serví dos copas de vino y me dirigí a la sala de estar. Se sentó en el sofá con las piernas cruzadas y su alto tacón rojo colgando. Tragué mientras le alargaba la copa y me sentaba a su lado. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y oídos. Sentí que tenía como fiebre.

― Por una gran noche ―brindé mientras tocábamos las copas.

― Y una noche aún mejor ―agregó con una gran sonrisa.

Dejamos las copas de vino y nos abrazamos apasionadamente. Nos besamos furiosamente, juntando nuestros labios y acariciándonos. Levanté la mano y agarré su pecho sintiendo el peso del seno grande y firme mientras se derramaba sobre mi mano. Su pezón se asomó en la palma de mi mano mientras apretaba y masajeaba. Sentí su mano ir a mi entrepierna y comenzar a frotar mi pene endurecido mientras empujaba mi lengua dentro de su boca y sentía su lengua responder. De repente se apartó.

― Vamos a la cama ―dijo en mi oído.

Saltamos y la llevé al dormitorio. Nos abrazamos de nuevo y empezamos a besarnos mientras nos quitábamos la ropa. En segundos estábamos desnudos y nos apartamos para mirarnos. Ella era increíble, sus grandes pechos eran perfectos en su torso delgado y sus caderas curvas. Una pequeña mancha de pelusa marrón destacaba entre sus largas piernas.

Me miró de arriba abajo antes de que sus ojos se detuvieran en mi polla tiesa.

― ¡Guauu... tienes una gran polla! ―susurró.

La empujé sobre la cama, salté entre sus piernas y comencé a lamerle la raja mojada. Su coño era hermoso con grandes labios carnosos y suaves pliegues. Pasé mi lengua por esos pliegues y entre sus labios mientras ella gemía y se agarraba a mi cabello. Giré mi lengua antes de deslizarla hacia arriba y sobre el clítoris. Miré hacia arriba y la vi apretarse los senos y pezones mientras mi lengua bailaba. Con un estremecimiento y un gemido, llegó al clímax. Su jugo resbaladizo cubrió mi barbilla mientras frotaba sus caderas en mi cara.

Me subí y la besé profundamente, dejándola probarse a sí misma. Ella lamió mis labios antes de empujarme y ponerme boca arriba. Con un movimiento rápido, pasó la pierna por encima y se sentó a horcajadas sobre mí. Sobre una rodilla agarró mi pene y se colocó sobre él. Su coño mojado goteando estaba tocando la punta. Ella me miro preocupada.

― Espero que esto no duela demasiado ―dijo en voz baja.

― No es tan grande.

― Es muy grande ―respondió ella con una gran sonrisa― Y esta es mi primera vez.

Observé mientras se agachaba y luchaba por meter la cabeza hinchada. Con un pequeño gruñido y un aullido, de repente se abrió y me tomó dentro de ella. Se detuvo y se quedó quieta mientras una pequeña sacudida de dolor se desvanecía y era reemplazada por el placer de sentirse llena. Comenzó a moverse lentamente y mi polla luchó por encajarse en el estrecho canal.

― ¿Estás bien? ―pregunté.

― ¡Oh, sí! gimió en respuesta.

Me estiré y agarré sus enormes pechos cuando empezó a montarme. Lentamente fue capaz de tomar los veinte centímetros de mi duro pene. Mi polla estaba siendo apretada por la seda apretada de su vagina. Ella tembló y gimió mientras disfrutaba de su primer orgasmo con una polla dentro de ella. Se empujó hacia abajo antes de detenerse y sonreírme.

― Encajas perfectamente ―dijo en voz baja― Dios, tu polla es grande. Me siento tan llena.

Moví las caderas y ella gimió ruidosamente antes de caer sobre mi pecho. Empecé a follarla, notando que su mojado coño se esforzaba por tomarme. Nos di la vuelta mientras mantenía mi pene enterrado dentro de ella mientras yacía debajo de mí. Empezamos a follar lentamente mientras nos besábamos. Aceleré y comencé a embestir mi polla contra ella mientras sus piernas me rodeaban la cintura.

No pude contenerme y gemí mientras descargaba mi semen dentro de ella. Sus piernas me sujetaron con fuerza alrededor de la cintura y sus uñas se clavaron en mi espalda. Llegó al clímax cuando mis bolas doloridas se vaciaron y chorros de semen la llenaron. Temblábamos mientras teníamos nuestro primer orgasmo juntos, como pareja.

Me relajé y me derrumbé encima de ella. Enterré mi rostro en su cuello e inhalé su fragancia corporal. Me abrazó con fuerza mientras recuperábamos el aliento y nos relajábamos. Nos besamos profundamente antes de rodar y ponerme de lado. Se giró para mirarme y puso su pierna sobre mi cadera mientras la atraía hacia mí. Nos fundimos en un fuerte abrazo besándonos y acariciándonos hasta que nos quedamos dormidos. Me desperté brevemente y nos tapé con las sábanas antes de volver a acercarla a mí. Me quedé dormido con un inusual sentimiento cálido en mi corazón.

Por la mañana volvimos a hacer el amor. Nos duchamos juntos, comimos y volvimos a la cama. El sábado se convirtió en domingo por la noche. Pasamos todo el fin de semana en la cama haciendo el amor, abrazándonos y hablando. Finalmente nos vestimos y la llevé a casa. La acompañé hasta la puerta y nos recibió su compañera.

― Ya era hora―dijo con una sonrisa― El resto de nosotras hemos estado esperándolo durante meses.

Nos miramos y sonreímos. Todos esos años había estado buscando al mejor.

MJ

Otro relato ...




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