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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Tanga en las rodillas
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Esa mañana me sentía totalmente excitada y caliente en mi escritorio. Mi esposo no me había cogido bien en las últimas dos semanas y no podía soportarlo más. Así que, mientras estaba sentada en mi mesa, me bajé la tanga hasta los muslos y metí mis dedos en el coño ardiente. Cerré los ojos y disfruté de la agradable sensación de mis propios dedos frotándome el hinchado clítoris. Fue una sensación muy agradable y excitante.

El único problema fue que había olvidado cerrar la puerta. Mientras estaba allí concentrada en mi propio placer, abrí de repente los ojos, para descubrir que Hugo, uno de mis compañeros de trabajo estaba allí, contemplando los labios de mi coño y mis dedos insertados profundamente entre ellos. Sorprendida di un respingo y quise dar una excusa pero él me sonrió, diciendo que volvería más tarde; para poder limpiarme el coño con la lengua. Después dejó una pila de expedientes sobre mi escritorio y me sonrió, cerrando la puerta cuando se fue.

Me había pillado con las bragas bajadas pero entonces pensé que podría disfrutar de una boca en mi coño, lamiéndome los jugos. Seguí masturbándome, aunque sabía que la puerta seguía sin cerrar. Hasta que arqueé la espalda y vine, sin importar si alguien podía oír mis gruñidos y gritos fuera, en el pasillo.

Empezaba a subirme el tanga cuando la puerta se abrió de nuevo y entró otra vez Hugo, esta vez seguido por Tamara, una de las más zorras de todo el edificio. Tamara sonrió, cuando la muy perra notó que mi tanga aún estaba de mis rodillas. Y pensé que la lengua de aquella tonta estúpida estaría bien en mi coño.

Hugo se me acercó y me agarró entre sus dedos. Me echó la cabeza hacia atrás y me miró a los ojos. Mientras tanto, Tamara se arrodilló entre mis muslos abiertos y noté su aliento cálido cerca de los labios de mi coño. Hugo siguió mirándome a los ojos, mientras su otra mano empezó a palpar mis tetas a través del fino tejido de mi blusa blanca.

Mientras estaba allí, tumbada de espaldas y mirando a los ojos de Hugo, sentí las manos de Tamara bajándome el tanga hasta los tobillos y quitándomela. Entonces, enterró profundamente un dedo en mi ansioso coño. Entonces, Hugo abrió la bragueta y sacó una buena polla. Me advirtió que estaba cachondo y quería metérmela en la boca. Mientras abría mis labios para él, noté una boca caliente chupándome el clítoris. Aquella estúpida rubia sabía realmente cómo comer un coño.

Empecé a chupar la polla dura de Hugo mientras Tamara disfrutaba de mí de coño caliente. Empecé a gruñir, pero mis sonidos de placer fueron amortiguados por la polla de Hugo entrado hasta mi garganta. Me encontraba levantando las caderas en el aire, para frotar mi coño mojado en los suaves labios de Tamara. La muy perra es una magnifica comedora de coños.

De repente cambiaron de posición. Hugo se arrodilló entre mis muslos abiertos y Tamara me agarró el pelo, haciendo que mi cara se encajara en su entrepierna. Se levantó la minifalda y vi que tampoco llevaba bragas. Tenía el coño afeitado, y ya estaba mojado y reluciente.

Mientras sacaba la lengua para lamer su bonito coño, noté la gruesa polla de Hugo entrando entre los labios de mi coño hasta quedar profundamente clavada en lo más profundo de mi vagina.

Mi corazón latía alocadamente mientras era follada por mis propios compañeros de trabajo. Tamara gemía de placer, mientras yo le chupaba el húmedo e hinchado clítoris. Y Hugo resoplaba y gemía mientras se follaba fuerte mi muy mojado coño. No tardé mucho en decirle a Hugo que estaba a punto de correrme pero él siguió embistiendo mi coño aún más fuerte y más rápido, con un ritmo muy intenso.

Pero Tamara fue la primera en venir, me empujó la entrepierna en la cara y gritó, mientras sus dulces jugos llenaban mi boca abierta. Su cuerpo se estremeció y luego se desmontó de mi cara. Se sentó en una silla, sonriendo mientras contemplaba mi coño siendo jodido por Hugo. Entonces me tocó a mí, abrí bien la boca y grité de placer, mientras Hugo gruñía fuerte y llenaba mi vagina con su semen. Cerró los ojos mientras intentaba recuperar el aire.

Antes de retirarse, me metió un dedo en mi apretado culo, haciéndome jadear por la sorpresa. El bastardo me sonrió, diciendo que mi pequeño culito parecía muy apretado. Me preguntaba si me iba a sodomizar pero sacó el dedo, diciendo que la siguiente vez, podría atraparme con las bragas bajadas y el dedo en el culo. La zorra de Tamara se rio, diciendo que la próxima vez que lamería todo el semen de Hugo de mi culo recién follado.

Salieron y pude escucharlos riéndose afuera. Me senté y un minuto después, me levanté para cerrar la puerta, con las piernas todavía temblando incontrolablemente.

Pero después de todo lo que me habían hecho, aún no había terminado. Así que muy pronto mis propios dedos volvieron a entrar profundamente en mí. Pero esta vez, la puerta estaba cerrada con llave.

Luciérnaga

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