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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Todo en una noche
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En mi juventud, antes de conocer a Carla, mi vida era una auténtica locura. Parecía que no hubiera límites para mí. Iba mucho a una discoteca de la que me había hecho bastante amigo de los dueños. Yo que, era un joven atractivo, atrevido y desvergonzado, salvo que ya hubiera acordado una cita, me iba a casa con una mujer diferente cada vez. A veces eran solteras, otras veces no, y en el mundo en el que entonces vivía, follar a la mujer de otro hombre puede complicarse con cosas serias, pero al final, una buena follada siempre compensa una patada en el culo.

Hubo un fin de semana en particular que fue totalmente diferente al resto. Era principios de verano y el tiempo era agradable. Llegué a la discoteca, donde bailé y bebí un rato. Conocí a una joven llamada Carlota, bailamos y nos reímos, luego le pregunté si estaba casada.

—¿Ahora mismo? —preguntó ella a su vez.

—Sí, claro, ahora —respondí riendo.

—¡No! —dijo con rotundidad.

No quise seguir preguntando pese a que no lo había entendido muy bien, así que decidí dejarlo ir. Entonces, mientras bailábamos, solo le pregunté si le apetecía algo de sexo.  

Ella dejó de bailar y dijo—Bien, si, vamos a donde quieras.

Así que subimos a mi auto y nos fuimos a mi casa. Una vez allí me preguntó dónde estaba el baño, se le dije y cuando Carlota cerró la puerta tras ella, aproveché para poner un disco de buena música. Cuando salió del baño estaba desnuda.

Supongo que me vio sorprendido porque me dijo riéndose—¡Oye! Me habías propuesto follar y no tengo toda la noche para meterme una polla bien dura por el coño.

No me tomó más de diez segundos desnudarme, y otros dos en llevarla a mi cama. Apenas aterrizamos sobre el colchón le metí mi polla en su coño ya muy mojado y comencé a follarla tan fuerte como pude. Le gustaba mucho y comenzó a gemir con intensidad hasta que finalmente se vino. Entonces yo  exploté dejando una carga caliente de semen profundamente dentro de su coño. Continué bombeando mi polla dentro y fuera de ella tanto como pude, hasta que me hizo un gesto para que me bajara de ella.

Comenzó a ponerse la ropa y me dijo— Tengo que volver a la discoteca para tomar mi auto y llegar a casa, le dije a mi marido que estaría en casa antes de la medianoche.

Nos aseamos, nos vestimos y la llevé al estacionamiento de la discoteca dónde ella tomó su auto y se fue. Entonces vi que uno de los dueños vino hasta mí y parecía enfadado.

—José, espero que sepas en qué te estás metiendo —dijo.

—No sé de qué estás hablando —le dije.

Entonces me explicó que Carlota estaba casada con un mal tipo que no se contentaría con solo darme una patada en el trasero—Eso sería lo mejor que te pudiera pasar—remachó mi amigo.

—¡Oh! De acuerdo, está bien, no te preocupes, no volverá a suceder.

Volví a entrar y tomé una cerveza mientras miraba a mí alrededor y vi a una mujer que conozco desde hace mucho tiempo, pero solo como amigos, y ella esta noche estaba sola. Me acerqué y comenzamos a bailar. Cuando  le pregunté dónde estaba su esposo, ella explicó muy enfadada que el hijo de puta se había ido que la había dejado sola y sin una polla bien dura que la folle esa noche.

Le respondí que quizás su marido no estuviera al tanto de eso, ella respondió con enojo diciéndome que podría salir al estacionamiento y tendría una buena fila de hombres atractivos dispuestos a follársela en el auto.

Entonces comencé a maquinar que quizás podría ayudar a mi amigo Michel y de paso follarme a su esposa en lugar de él. Así que la invité a mi casa para echar un buen polvo; se lo propuse y ella estuvo de acuerdo.  Nos fuimos cada uno en su propio auto.

Llegué primero y esperé que estacionara el auto en la calle de detrás de mi apartamento. Cuando la vi llegar, la esperé a la puerta y al abrir vi que subía por la escalera desvistiéndose. La invité a pasar y nos fuimos a mi cama. Al llegar, ella me empujó sobre la cama y se arrastró hacia mí, cogió mi polla con delicadeza entre sus manos y se la colocó entre sus labios de su coño y luego se sentó sobre mi dejándose bajar.

Ella gimió y me dijo lo bien que se sentía con mi polla dentro de ella, rogándome que la follara con fuerza. No hizo falta que yo lo hiciera, ella comenzó a rebotar sobre mí de forma salvaje. Estuvimos follado durante bastante tiempo y supongo que se vino tres o cuatro veces, hasta que dejé mi semen en su coño, como todo un semental. Luego giró y se desplomó profundamente dormida.

Mientras estaba tratando de recuperar el aliento, escuché el timbre de la puerta. Me puse los jeans y abrí. ¡Era Michel!

—¿Está Belinda aquí? —preguntó con total calma—he visto el auto estacionado detrás.

—Sí, está aquí, en mi cama, profundamente dormida —y le conté todo lo que había sucedido.

—Bueno, si ella quiere que se la folle todo el mundo lo va a conseguir.

Por mi pare había cumplido al follármela, así que hasta agradecí que su marido se la llevara. La cogió en brazos y se la llevó, desde mi ventana pude ver como la dejaba en la parte trasera de su furgoneta.

Y como la noche aún acababa de empezar regresé de nuevo a la discoteca. Al llegar al estacionamiento me resultó curioso ver una fila de hombres. Me acerqué y vi la furgoneta de Michel.  Había llevado a su mujer Belinda, y estaba dejando que todos los que quisieran se la follaran en la parte trasera del vehículo. A pasar, oí claramente  los gemidos de placer de ella que pedía que la follaran con fuerza.

Entré y me puse a escuchar a la banda mientras tomaba mi cerveza. Estaba pensando en lo cansado que estaba, y que debería haberme quedado en casa esta vez. Cuando de repente un puño golpeó mi cara arrojándome al suelo.

Un tipo enorme me amenaza con el puño y me grita—Si alguna vez vuelves a follar a mi esposa, te rajo el culo.

Me senté en el suelo tentándome la mandíbula, lo miré y le contesté—De acuerdo ¿Qué tal si ella solo me chupa la polla?.

Su respuesta fue intentar darme una patada en mis bolas, luego se agacha, me levanta del suelo por las solapas, luego me sacude un poco, y comienza a reírse.

—No te hagas el chistoso, simplemente no te metas con mi esposa, no te conviene para la salud —me dijo antes de soltarme.

En un palmo más alto que yo, que además de cansado no necesitaba para nada a su esposa, así que apuré mi cerveza y me fui. Al salir me encontré a una damita que me preguntó a dónde iba. Le dije que me iba a casa y ella me preguntó si la llevaba conmigo. Incluso se ofreció a preparar el desayuno. Nos fuimos a mi casa, follamos y yo dormí hasta que ella me despertó con el desayuno listo desayuno. Luego volvimos a follar.

CyJ

Otro relato ...




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