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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Trío en el paraíso
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A Ana le habían dicho que las Islas Canarias eran un verdadero paraíso y, por supuesto, era lo correcto.

Llegamos por la tarde después de dos largos vuelos de enlace; nuestra ciudad está muy lejos, muy lejos de ahí. En esa primera noche ambos estábamos un poco cansados por levantarnos tan temprano y el viaje tan largo; así que salimos a cenar y volvimos temprano a nuestra habitación del hotel.

Por la mañana todo era muy diferente. Anita fue la primera en la ducha. Se afeitó su dulce coño. A ella le gustaba mantenerlo totalmente depilado y, por supuesto, a mí también me gusta. Se rió cuando me vio espiándola desde la puerta abierta y me dijo― No hasta más tarde.

Después de ducharnos los dos nos dirigimos a la piscina. El lugar ya estaba lleno de gente y había muchas mujeres hermosas, pero ninguna tanto como caliente mi dulce Ana. Se quitó una toalla suave que revelaba su bikini negro, que mostraba perfectamente todos sus activos. Nos acostamos en unas tumbonas disfrutando del sol. Luego fui al bar a por unos margaritas.

Cuando regresé encontré a dos jóvenes sentados cerca de mi esposa y charlando con ella. Ambos eran jóvenes, de torsos musculosos, bien bronceados. No pude evitar notar que ambos tenían grandes bultos y que sus trajes de baño apenas contenían su hombría. Parecía que Ana estaba coqueteando con ellos, aceptando compartir sus bebidas y riendo.

Ella me los presentó como Giancarlo y Mauricio y por supuesto que eran italianos, como supuse por los nombres. Estaban prestando atención a la charla de Ana, pero nunca apartaron los ojos de su escote. Ana lo había notado y seguro que le encantaba. Le encantan mucho los italianos, se casó con uno.

Mauricio era muy simpático y encantador; hizo reír a Ana tan fuerte que ella se inclinó hacia él, poniendo sus manos sobre su pecho desnudo. Él pasó su brazo alrededor de ella y le dio un buen abrazo. Luego casi no podía creer lo que veían mis ojos, cuando su mano bajó hacia el pubis de mi dulce esposa. Desapareció dentro de la parte inferior de su bikini negro y comenzó a frotarle los labios de su coño con sus dedos, en medio de toda la multitud. Yo no estaba celoso ni enojado, en realidad me excitó. Ana me miró y lo aprobé. Mauricio me miraba fijamente, buscando mi reacción y preguntó― ¿Vamos todos a tu habitación?

Tan pronto como llegamos a la habitación, me senté en una silla en la esquina y Ana se quedó de pie cerca de la cama. Giancarlo se acercó a ella y le arrancó la parte inferior del bikini negro con un rápido movimiento de la mano, exponiendo su hinchado hermoso coño de color rosa. Entonces empujó dos de sus dedos entre los labios del coño de Anita, frotándole el clítoris y haciéndola gemir de placer. Mauricio se paró al otro lado de ella, acariciándole las nalgas. Yo podía ver sus enormes bultos creciendo más dentro de sus trajes de baño.

Ana no parecía saber cuál quería el primero. De repente, le bajó el traje a Mauricio y se le salió la polla. Era muy gruesa y ya tenía semen saliendo de la cabeza hinchada. Ella se inclinó y lentamente lamió la punta de la polla para provocarlo. Luego se volvió hacia Giancarlo y le quitó el traje de baño descubriendo que tenía una enorme polla más ancha que la de su amigo, con la cabeza muy hinchada.

Ana gritó sorprendida― ¡Oh, Dios mío...! ―Ella nunca había podido pensar que un hombre blanco podría tener una polla tan grande; ella solía follarse hombres negros con pollas grandes, pero estas piezas italianas eran realmente gigantescas. Yo también me desnudé y empecé a acariciarme la polla, excitado por lo que estaba a punto de ocurrir.

Mi esposa agarró una polla con cada mano. Eran tan gruesas que sus manos apenas cabían alrededor de ellas. Le encanta chupar pollas y comenzó lamiéndosela a ambos y luego se turnó para tratar de meterse en la boca sus enormes penes. Abrió la boca lo más que podía y se atragantaba con las pollas. De repente Giancarlo la agarró por la cara y empezó a follarle su boca ansiosa. Ana no podía esperar a que la cogieran. El tipo la tiró a la cama, le tiró por los tobillos hasta el borde de la cama y comenzó a lamerle el  ccalvooño . Ana gimió en voz alta, mientras Mauricio se arrodillaba al lado de su cara y metió su grueso pene en la boca abierta de mi esposa.

Tenía el ángulo perfecto cuando Giancarlo colocó su monstruosa polla para metérsela. Le frotó burló el clítoris con la cabeza hinchada hasta que ella le rogó que dejara de hacerlo y se la cogiera. Ella imploró tener dentro su dura polla.

Lentamente empujó su polla entre los labios del empapado coño y vi que se estiraba como nunca antes. Luego, centímetro a centímetro, la polla de Giancarlo desapareció dentro de mi esposa. Empezó a follar con Ana lentamente al principio, hasta que su coño se acostumbró al grosor de su polla; luego se aceleró. Ella tenía las piernas abiertas lo más que podía y él estaba siendo muy duro y rápido. Anita estaba gimiendo de placer, pero aun así se las arregló para seguir chupándole la polla a Mauricio.

Después de unos minutos, le pidió a Giancarlo que se apartara y se levantó, agarró la mano de Mauricio y lo empujó a una silla, quería montar en su enorme fuste. Me miró fijamente, asegurándose de que pudiera ver cada detalle perfectamente. Me sonrió y luego se sentó a horcajadas sobre Mauricio, empalándose hasta la base con la enorme polla. No podía creer que en su coño apretado pudiera entrar una polla de ese tamaño. Ana empezó a rebotar en ese pene que brillaba con los jugos que salían de su coño mojado.

Mi esposa gimió y gritó en puro éxtasis, pidiéndole a Giancarlo que le metiera la polla en su boca. Pero Giancarlo aún no había terminado y quería volver a metérsela en el coño; así que, agarró a mi dulce Ana por la cintura y la arrojó de vuelta a la cama, diciéndole que se pusiera a cuatro patas. Ella le obedeció y arqueó la espalda con lo que su culo se abrió de par en par, ofreciéndose para más polla. Giancarlo empujó de nuevo su magnífica larga polla dentro de ella y comenzó a follar con mi esposa como una máquina de pistón, enterrando todo el largo en su coño.

Entonces sucedió lo impensable. El puto amante latino se acercó a ella y le abrió las nalgas del culo con ambas mano y comenzó a cogerle al culo apretado de Ana con el dedo. Ella empezó a gemir más fuerte. Giancarlo sacó su polla de su coño y lamió y empujó su lengua dentro de su apretado culo rosa. Entonces, cuando supo que Ana estaba lista, apuntó la cabeza de su polla a la entrada de su capullo y la frotó un poco. Esto la volvió loca, gritándole y gritándole para que dejara de burlarse de ella y le rogara que se la cogiera por el culo.

― Que te joda el culo apretado ―Oí mi propia voz susurrando a ese joven semental.

Pensé que no entraría, pero contemplé con emoción cómo su culo se abría y la cabeza de la polla desaparecía en lo más profundo de su recto. Ana gruñó y luego me sonrió, diciéndole a Giancarlo que ella estaba bien y rogándole que la sodomizara cada vez más fuerte.

Durante la siguiente hora se turnaron para cogérsela, ahora con el culo estirado. Ana jadeó y lloró de dolor cuando Mauricio trató de meterle su enorme polla por primera vez en el culo, pero pronto volvió a gemir de placer. Se cambiaban de su culo a su boca.

Cuando Giancarlo se la estaba cogiendo, Ana tuvo su primer orgasmo anal salvaje, dejando escapar calientes gritos. La segunda fue cuando Mauricio tenía su larga serpiente enterrada en ella. Estaba tan jodidamente excitado mirándolos que mi polla estaba a punto de explotar en cualquier momento.

Cuando pensé que no podría mejorar, Mauricio se tumbó en la cama y Ana se sentó a horcajadas sobre él para montar su polla. Vi los labios hinchados coño acogerle la polla, cuando puso sus dos manos abriéndose el culo para Giancarlo. Este no perdió el tiempo; sólo se movió sobre su hermoso culo y metió su polla en el cálido agujero. Nuevamente se turnaron para follar el coño y el culo de Ana.

Finalmente Ana gimoteó diciendo que se estaba corriendo pero aun así gritó para animarles a que la cogieran más fuerte y más rápido. Estaba temblando entre los dos cuerpos de los sementales y se puso muy rígida con las olas del orgasmo.

El siguiente fue Giancarlo que lloró a gritos y agarrando las caderas de Ana con firmeza, empujó su enorme polla profundamente dentro de su ano y la llenó con su semen que al sacarla carga goteó por las nalgas de mi esposa.

Luego le tocó el turno a Mauricio y Ana le preguntó― ¿Quieres acabar dentro de mi coño?

Mauricio le agarró el culo con fuerza con ambas manos y eyaculó una enorme masa pegajosa en el hinchado coño. Ana se sacó la polla todavía dura y me miró a los ojos sonriéndome. No pude aguantar más y me acerqué a ella, metiendo mi duro pene en su boca hasta que le disparé un gran cargamento de caliente semen en lo profundo de su garganta. Estaba hecha un desastre con todo su cuerpo goteando semen.

Los chicos se vistieron los trajes de baño, me dieron las gracias por haberles dejado que se cogieran a mi mujer y se fueron de la habitación.

Ana quedó sobre la cama, boca abajo y totalmente borracha, con el coño y el culo todavía goteando semen. La miré y vi que los hermosos labios de su afeitado coño estaban rojos e hinchados; su capullo de rosa, ahora se abría de par en par y estaba lleno de semen pegajoso.

Abrió un ojo y susurró suavemente― Cariño, sabes que estos italianos imbéciles no son suficientes para mí. El camarero de la piscina es un hombre  guapo y bien dotado. Dile que esté aquí esta noche a las diez en punto, después de la cena.... y esta vez, cariño, quedarás fuera.

Accedí ¿Y qué podía hacer?, aún nos quedaban cinco días para disfrutar del paraíso...

Ana y Víctor

Otro relato ...




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