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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Tuve sexo con mi sobrino
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Nunca pude imaginar que, en menos de una década, mi matrimonio se enfriaría de tal manera para que, con apenas treinta años, tendría unas solo tres relaciones sexuales por semestre con mi esposo. Acabé por acostumbrarme a esa situación y a aceptar que ya no había nada que hacer. Además, mi marido no hacía nada por remediarlo. Quiero aclarar, que la intención de este relato no es acusarlo ni dejarlo de pendejo, únicamente pretendo compartir mi experiencia con otras personas.

Me llamo Silvia y soy profesora de educación primaria. Me encontraba disfrutando sola, de mis vacaciones de verano recién empezadas, porque mi marido estaba en un viaje de trabajo que le tendría fuera otras dos semanas. Recibí la llamada de mi hermana que me pidió que me quedara con su hijo, de dieciocho años, durante una semana. Acepté ya que mi sobrino frecuentaba mi casa desde pequeño y así me haría compañía.

Mi hermana me explicó que le había surgido un viaje con una persona con la que había comenzado una relación y no podía llevar a su hijo pero tampoco quería dejarlo solo. Mi hermana ha criado sola a ese chico porque es madre sotera al haberlos abandonado el padre antes de que naciera mi sobrino. Nunca más tuvimos noticias de él.

Mi sobrino es moreno, delgado y bastante alto. Es dulce, simpático y educado. Juega al fútbol y es bueno en eso. Ayudé a su madre en su crianza y por eso me encanta y me respeta por lo que quedarse con él no sería problema para mí.

Pero volviendo al asunto de los viajes, mi hermana me lo agradeció, mi marido se alegró de no me quedara sola. Mi sobrino y yo veíamos a la televisión esa noche cuando comenzó una tormenta muy fuerte con fuertes truenos y lluvia muy intensa. Como era tarde y decidí irme a dormir, le di las buenas noches y me fui a la habitación, me puse un pijama adecuado porque estaba frío, llovía y hacía mucho viento Me acosté pero dejé la luz de la lamparita de la mesilla encendida. Unos minutos después, mi sobrino llamó la puerta y preguntó si podía entrar. Le dije que pasara y nada más entrar me pidió quedarse conmigo, al menos hasta que los vientos fuertes pararan. Yo entendía el miedo que sentía. Algunos años atrás, un vendaval, por lo demás, muy común donde vive, arrasó la casita de mi hermana y los dos pasaron momentos terribles y el pobre chico había quedado traumatizado con ese episodio tan terrorífico. Le dije que podía dormir allí conmigo, en la misma cama y me acosté. Me desperté en medio de la oscuridad, con el sonido de un trueno. Abrí los ojos, pero no me moví. Sentí que una parte del cuerpo de mi sobrino se apoyaba en mi culo. Pensé que sería la pierna o la rodilla, no me preocupó. De repente mi sobrino hizo un movimiento brusco, se movió y encajó en mí, de la misma manera que mi marido hacía en las raras veces en que me buscaba para tener sexo. Me quedé inmóvil y pensando en apartarlo cariñosamente, cuando sentí que había algo diferente; sentí algo duro en el culo. Mi sobrino estaba excitado, concluí que estaba durmiendo y su instinto de hombre había actuado. Me sentía avergonzada sin saber qué hacer. Entonces empezó a empujar el pene en mi culo. Entonces yo, lentamente me fui moviendo y escapando de aquella situación incómoda. Mi sobrino hizo entonces algunos sonidos típicos de quien está durmiendo y se apartó de mí. Me quedé aliviada y luego me dormí.

Cuando a la mañana siguiente me desperté, mi sobrino aun dormía, destapado y ocupando casi todo el espacio en la cama, y era bastante grande. Creo que no estaba acostumbrado a dormir con otra persona. Me quedé mirándolo un poco para él, tiene muchos de los rasgos de nuestra familia, el chico es lindo. Curiosamente no tiene ningún vello en el cuerpo, tiene brazos y piernas lampiños.

Volví a la realidad y decidí levantarme. Fui al baño, me saqué las bragas y las arrojé al suelo. Ya las recogería después, cuando me fuera a la ducha, es una costumbre que tengo. Después me puse la bata y me fui a la cocina. Mi sobrino ya había despertado y gritó desde la habitación, pidiéndole permiso para bañarse. Le dije que podía puesto que iba a preparar el desayuno. Un cuarto de hora después, mi sobrino salió del baño y se fue a la cocina. Mientras el chico desayunaba me fui a tomar mi ducha.

Después de de ducharme y al ir a buscar mis bragas percibí que estabas en un lugar diferente a donde yo las había dejado, al recogerlas mi corazón se disparó, pude ver que había una buena cantidad de semen en ellas, precisamente en el lugar que tomaban en contacto con mi coño.

Me asusté, y lo que es peor, aquello me excitó, me imaginé que aquel joven me deseaba. El hecho de que fuera mi sobrino, en aquel momento en vez de contener mis pensamientos, contribuía dándome más tesón todavía. Una sensación indescriptible se apoderó de mí. Me imaginé haciéndolo con él, algo prohibido pensé para mí. Me arrodillé en el suelo y me llevé la mano al mi coño que estaba empapado. Pasé los dedos por el semen de mi sobrino y me froté con él en mi clítoris. Me masturbé así, oliendo mis propias bragas y pasando lo que quedaba del semen por mi coño. Creo que fue la mejor masturbación que me di en mi vida. Desde ese momento cambió la visión que tenía de mi sobrino. Yo no alcanzaba a comprender por qué pensar en él sexualmente me daba aquel fuerte deseo y lo sentía diferente. No podía entender las razones por las que aquel deseo despertó tan de repente, tal vez por el hecho de estar carente sexualmente. Tal vez él estuviera como yo estaba ahora, muriendo de deseo. Y eso fue lo que decidí descubrir.

Esa noche le dije a mi sobrino, que si era bueno dormiría conmigo, pues la previsión sería de lluvia y vientos fuertes y así que podría estar más tranquilo. Al ir a acostarme, en vez del habitual pijama, puse una camiseta y debajo un tanga blanco de hilo dental bien metido por el culo. Ya había comenzado la tormenta cuando mi sobrino entró en la habitación, traía un pantalón y una camiseta ancha. Después de que se acostase, apagué la luz y dejé sólo la luz de la lámpara de la mesilla de noche. Me volví de espaldas y le di las buenas noches.

Yo fingía dormir mientras él se movía un poco inquieto en la cama. Pasó mucho tiempo y nada sucedía; yo ya estaba tomando el sueño cuando sentí que mi sobrino me destapaba bajando lentamente la ropa de la cama hasta la altura de mis muslos. Me quedé quieta, pero mi corazón se disparó otra vez. Pasaron unos segundos hasta que sentí que me levantaba también lentamente la camiseta y mi culo quedaba al descubierto apenas protegido por las minúsculas bragas. Sentí la cama moverse y concluí que estaba masturbándose. Me quedé inmóvil, no quería asustarle y quería que se viniera pronto. Poco a poco, mi sobrino, se fue allegando cada vez más cerca hasta que se pegó contra mí, como la noche anterior sentí su pene. Yo estaba mojada y temblando de la excitación. Tengo que admitir que el chico o es muy valiente, o muy tonto para hacer lo que hizo. Por suerte para él, era yo quien más lo deseaba en aquel momento. Mi sobrino logró abrir un poco mi culo, metió su palo y empezó a empujar. Me di cuenta de que no había más motivos para seguir fingiendo que dormía y lentamente empecé a responder a esos movimientos. Comencé a moverme al compás y ahora era él que estaba inmóvil. Llevé mi mano hacia atrás, le tomé por el culo y empujé hacia mí, apretando su cuerpo contra el mío mientras me frotaba el culo en aquel pene durísimo. Me quedé así unos minutos y luego me volví. Mi sobrino estaba con los ojos abiertos, sorprendido y asustado, pero aún muy excitado. Le pedí que se quedara callado y no se preocupara. Tomé en su pene y me bajé para chuparlo. Su pene es grande, mucho más grande que el de mi marido, y el chico tiene sólo dieciocho años. Comencé con los movimientos de dentro y fuera metiendo lo máximo que podía dentro de la boca. Mi sobrino comenzó a contorsionar y gemir hasta que en determinado momento, me suplicó que parara diciéndome que no aguantaba más y que era una gozaba. Yo ignoré su requerimiento y continué hasta que chorros de semen invadieron mi boca. Tragué lo que pude y continué chupando aquel pene que quedó todo impregnado de mi saliva pero que no se llegó a ablandar, ventajas de la juventud Entonces me quité las bragas, tomé su polla, me la metí en la entrada de mi coño y me senté. Entró con un poco de dificultad, pero entró. Yo subía y bajaba. A veces susurraba en su oído algunas cosas sucias del tipo— fóllate a la perrita de su tía.

Yo estaba poseída por el deseo y era un deseo como nunca en mi vida había sentido. Yo abría bien mis piernas y bajaba hasta casi aplastar los testículos de mi sobrino. Pero pronto me cansé en aquella posición, me puse a cuatro y le dije que ahora sería su turno de meter. El chico se agarró a mis muslos y metió el pene con violencia. Comencé a acariciarme el clítoris mientras sentía aquel pene tan duro dentro de mí. Apenas podía soportar tanto goce, mis piernas temblaban y le gritaba lo bien que estaba gozando. El continuó cogiéndome que me avisó que iba a gozar también. Lo hice quitar el pene rápidamente de mi coño y que eyaculara en mi boca. De nuevo mi garganta estaba inundada de su semen. Después de eso el pene de mi sobrino se ablandó y él cayó cansado en la cama. Me eché a su lado y nos quedamos desnudos hablando. El chico me contó que fue de tanto oír a sus amigos hablar de mí, que él empezó a sentir deseo pero que creía que jamás conseguiría follar conmigo y que dormir conmigo era inalcanzable. Por eso aprovechó la ocasión pero que su objetivo era solo masturbarse. Pero quiso el destino que todo sucediera de la mejor manera. Le dije que yo estaba feliz porque su deseo se había cumplido y que si quería ir más allá, le daría mi culito. Sólo había hecho esto una vez en la vida, cuando aún estaba con mi marido y confieso que no me había gustado en la ocasión. Le quise preguntar a mi sobrino si le gustaría follarme el culo, pero tuve vergüenza de decirlo, aún así, él entendió lo que quise decir y se excitó inmediatamente. Fui a buscar un bote de vaselina y cuando regresé, mi sobrino ya estaba acostado con el pene duro como una piedra. Me puse una buena cantidad de vaselina en mi agujero del culo y me coloque empinando el culo hacia arriba pidiéndole que tomara cuidado y que fuera lentamente para que entrara poco a poco sin dañarme. Ya me dolía sólo de pensar en ello. Mi sobrino se puso detrás y parecía un perro desesperado. Le pedí calma de nuevo y puse la mano detrás y le sujeté el pene para controlar la penetración. Cuando la cabeza del pene acabó de entrar, el dolor se alivió un poco. Le solté el pene y le dejé que me la metiera por su cuenta. A cada metida que él daba, yo tenía ganas de gritar. El sufrimiento se mezclaba con placer. Mi sobrino tardó en gozar, pero cuando gozó, agarró mis hombros y me apretó.

—Córrete en su tía —Eso es lo que le dije varias veces mientras mi sobrino llenaba mi culo de semen.

Cuando nos dimos cuenta eran las cuatro de la mañana. Me fui a duchar y luego me dormí satisfecha.

Durante esa semana follamos muchas veces. ¡Nunca tuve tanto sexo en mi vida!

Nunca hablé de eso con nadie y mi sobrino tampoco. Ahora, nos arreglamos para tener la manera de encontrarnos al menos una vez por semana. ¿Quién se atrevería a decirme que encontraría la felicidad sexual con mi sobrino de dieciocho años?

Silvia

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