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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Un día de julio
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Hacía un buen día de verano, un auténtico día de finales de julio. Uno de esos pocos que por aquí presentan un cielo absolutamente azul. Una muy ligera brisa hacía presagiar una agradable jornada.

Apenas había tráfico en al autopista y una vez en la carretera comarcal la situación se mantuvo, apenas algún vehículo más compartía la carretera conmigo. Me desvié por una pequeña carretera local y a los pocos kilómetros tomé una pequeña pista que bajaba hasta la playa entre plantaciones de eucaliptos. Había elegido aquella ruta pese a su estrechez y dificultad porque me dejaría casi en el centro de la playa, en una pequeña plataforma de origen natural justo sobre las dunas y me permitiría ver fácilmente quien estaba en la playa.

No tenía ni idea de cómo eran las personas a las que iba a visitar y conocer. Solo la conocía a ella y únicamente de alguna charla y de intercambiarnos algunas fotos, pero la realidad suele obstinarse en hacernos muy diferentes a como queremos ser o como nos muestran las imágenes. A veces nuestra imaginación nos juega muy malas pasadas.

Me bajé del coche, me acerqué al borde de la plataforma y comencé a observar la playa, me fijé en un grupo de personas, un hombre, tres mujeres y dos niños de corta edad. Estaban a menos de un centenar de metros, en una pequeña hondonada formada después de la primera línea de dunas. Una de las mujeres parecía estar desnuda, las otras dos solo llevaban la parte inferior de sus bikinis. El hombre parecía buscar algo entre unas bolsas. Cuando empezaba a girar la cabeza para observar el resto de la playa, tres largos kilómetros de arenal, una de las mujeres señaló hacia mi y otra de ellas, la desnuda, se levantó y comenzó a mover las manos llamando mi atención, dudé un momento, no creí que fuera para mi pero salí de dudas cuando oí mi nombre, más exactamente mi nick. Entonces comencé a bajar por el sendero, bastante rápido. Ella avanzó hacía mi una decena de metros mientras se ponía un pareo a la cintura. Cuando nos encontramos el grupo se había completado con otros dos hombres. Ella me dio un abrazo y un beso en la mejilla. Me sentí cohibido, ella seguía casi desnuda y yo sabía que uno de aquellos era su marido. Tenía un bonito cuerpo, puede que con algún kilo de más pero en cualquier caso estaba espléndida, pero no me atrevía a mirarla, me cortaba la presencia de los demás. Me cogió de la mano y me acercó al grupo, con su agradable acento me presentó a sus acompañantes. Uno de ellos era su marido, estaba preparándose junto con los otros dos para una jornada de pesca submarina y me preguntaron si conocía los fondos de la zona, los peces y los riesgos que podrían presentarse. Como buenamente supe les di todas las explicaciones que pude, aquella no era una playa que frecuentase. Mientras tanto ella escuchaba nuestra conversación cogida al brazo de su marido. No se si me costaba más apartar mi mirada de sus ojos, de su sonrisa, de sus pechos o del pubis que se escondía entre el pareo.

Cuando me preguntaron sobre mis planes y si me gustaría ir de pesca con ellos le dije que sería difícil, el buceo no era ni mucho menos mi fuerte y además de no haberlo practicado más que de forma ocasional no tenía equipo. Les dije que había pensado mostrarles alguno de los sitios interesantes de la zona y llevarles a comer a algún sitio típico pero auténtico no uno de esos destinados al turismo. Ellos evidentemente declinaron la propuesta. A ella pareció agradarle pero no a sus amigas a las que los niños no dejaban mucho tiempo tranquilas. Hablaron un momento entre ellas y por la cara de desilusionada de ella parecía que me volvería pronto a casa o pasaría un día de playa. Su marido intervino y le dijo que si lo deseaba viniera conmigo y que nos encontraríamos para cenar todos juntos. Ella con la mayor sonrisa que recuerdo le dio un beso y me dijo con su suave acento –"Vale, nos vamos los dos a esos sitios y a las 7 nos encontramos todos para cenar donde tu digas". Les indiqué un sitio y nos despedimos hasta la tarde, fue rápido ya que previsoramente había confeccionado un par de planos con la situación del restaurante. Ella se puso una camiseta blanca y una braguita de bikini, cogió un bolso y se puso a mi lado. – "Ya estoy me dijo", –"¿No pensarás ir así? dije. Una carcajada general acogió mis palabras. –"No, iremos hasta el apartahotel y me cambio de ropa dijo.

Comenzamos a subir por el sendero, ella iba delante de mi. Su cadera se movía cadenciosamente casi al ritmo de su voz, suave, dulce, agradable, profunda. Nos subimos al coche y nos dirigimos hasta su alojamiento mientras charlábamos de cosas absolutamente triviales y relacionados con su estancia allí, con ella, conmigo, con otras amistades comunes del chat.

En poco más de un cuarto de hora llegamos al apartahotel y nos bajamos del coche. –"Sube conmigo me dijo y cierto es que no me hice mucho de rogar. –"Espérame aquí mientras me ducho rápido y me cambio de ropa", asentí y me dirigí al balcón que se abría sobre el amplio paisaje de la zona. Desde allí me giré un poco y miré hacia dentro. A través de la entreabierta puerta del baño vi su ropa caer al suelo mientras se desnudaba, pronto la oí entrar en la ducha. Al rato la sentí junto a mi, se había envuelto en una toalla. –"¿Qué ropa me pongo?", -"Mejor ninguna le dije, se rió y continuó –"¿Un tejano y una camiseta valdrá? Le respondí afirmativamente. Ella se volvió y entró en el dormitorio, en pocos minutos salió vestida con la ropa mencionada. La camiseta era roja, de un escote algo generoso. El pantalón se le ajustaba al cuerpo sin ser excesivamente apretado. En sus pies unas sandalias rojas completaban su atuendo, al menos en el exterior. Unos pendientes con piedras negras adornaban sus orejas. Estaba realmente magnífica.

Le hice una pequeña programación de lo que yo pretendía mostrarle y a ella le pareció bien. –"Pero recuerda que a las siete hemos quedado para cenar apostilló.

Subimos al coche y nos dirigimos a un cercano museo, antes tenía previsto detenernos en un mirador sobre el mar. Mientras conducía la miraba de reojo y no podía dejar de pensar en su cuerpo desnudo allí en la playa.

El mirador estaba al final de un pequeño tramo de carretera, restos de la antigua nacional desviada recientemente. No había nadie, por semana no era muy visitado. Nos bajamos del coche y nos acercamos a la barandilla. Mientras lo hacíamos yo le explicaba la historia de aquel mirador, antigua atalaya en la lucha contra los piratas y en la pesca de las ballenas y le indicaba las cosas que se podían ver desde allí. El paisaje era impresionante, situado en un cabo, desde más de cien metros de altura la línea de costa aparecía en todo su esplendor. El mar era de un azul intenso y la brisa marina hacía que su pelo ondease como la bandera de una hermosa y excitante patria. Se apoyó en la barandilla y contempló el paisaje. Su escote era un autentico balcón sobre sus pechos y un autentico imán para mis miradas. Ella se dio cuenta, me miró y se rió, pero su risa no era de burla, era una risa franca, fresca, alegre. –"¿Te gustan", -"si, mucho le contesté –"¿quieres verlas? Dijo con un alegre chispeo en los ojos. Hizo ademán de subirse la camiseta pero lo que es la suerte, en aquel momento llegó un coche, se bajaron más visitantes. Nos quedamos unos minutos más y nos fuimos. Nada más encender el motor de coche ella preguntó –"¿te hubiese gustado?", -"si le respondí. –"Antes, en la playa ¿no me viste?", -"si, te vi, pero no me atreví a mirarte, me sorprendiste mucho añadí. Ella volvió a reírse y me hizo un guiño que parecía cómplice. Los dos nos reímos.

Al cabo de pocos minutos llegamos al aparcamiento del museo, apenas había coches, busqué un sitio a la sombra. Paré el motor y al poner el freno sentí su mano sobre la mía. La mire y volví a quedar atrapado en sus ojos. Solo su sonrisa podía competir con ellos. –"¿Qué hubieras hecho si te hubiera mostrado los pechos?"- "No lo se contesté, - "Supongo que te los hubiera acariciado, puede que te hubiera besado - "¿De verdad? Preguntó ella con mirada pícara. Le respondí haciendo un gesto y me volvió a besar. Esta vez fue un beso en los labios, suave, rápido pero nada fugaz. Al retirase dijo con un mohín en los labios –"Y estoy peladita", eso si que me desconcertó. Me sonrió y salió del coche. Yo tardé en reaccionar.

La visita al museo duró hasta que cerraron al medio día, entonces le propuse ir a comer, ella asintió y regresamos al coche. Entramos y justo cuando colocaba mi cinturón de seguridad, ella hizo un gesto. Rápidamente se subió la camiseta dejando al descubierto sus pechos cubiertos por un sujetador de encaje, de color Burdeos. Con la misma rapidez se lo bajo. Fue un autentico visto y no visto. Miré su rostro y me sonrió, con una sonrisa dulce que me encantó.

Comimos en un pequeño restaurante, el comedor no muy amplio estaba en un primer piso, tres pequeñas ventanas se abrían sobre el pequeño puerto pesquero y dejaban entrar el aire marino y el bullicio de la calle. Estábamos casi solos, únicamente un par de mesas más estaban ocupadas, aún era temprano para comer.

Tras los postres solo yo pedí café, ella dijo que el café de España era muy malo. Mientras lo tomaba y nos traían la cuenta ella adelantó su mano y cogió la mía, nos miramos –"Llévame a un sitio especial me dijo con mirada profunda y sonrisa leve, dulce, insinuante. –"¿Quieres hacerlo? Le pregunté. –"Si, llévame donde desees, hagamos algo diferente y a las siete vayamos a la cena añadió. La propuesta era inmejorable, mi memoria retenía la imagen de su cuerpo desnudo en la playa, el color de su sujetador llenaba todo el comedor.

Salimos del restaurante y tras un breve recorrido llegamos al coche. Nada más entrar nos abrazamos y nos besamos. Dejó que mis manos entraran bajo su camiseta, acaricié su piel. Dentro del coche hacía mucho calor, había estado a pleno sol y hasta era dificultoso respirar. Arranqué el coche y puse el refrigerador al máximo. –"Hace mucho calor, vamos a bañarnos, llévame a un sitio donde nos podamos bañar los dos". Volví a besarla en los labios. –"Te deseo le dije, – "Vámonos dijo ella.

Salimos del puerto por una carretera comarcal hasta la nacional, después de menos de media hora tomé un desvió a la izquierda por una carretera local y al cabo de unos dos kilómetros por una pequeña pista de tierra que se internaba a través de un bosque y que acababa en un prado. Detuve el coche allí, nos bajamos y nos dimos un abrazo, largo, fuerte, muy intenso, lleno de caricias. Luego abrí el maletero y saqué una bolsa con el bañador y ropa de playa, había ido preparado para una jornada de playa, ella se sorprendió – "¿No irás a ir con eso? que yo no llevo nada", – "No, es solo para sacar la toalla" le contesté.

Tomamos un pequeño sendero medio escondido entre arbustos y al cabo de unos pocos minutos de camino y muchos de abrazos, besos y caricias llegamos a una pequeña playa fluvial. La verdad es que no parecía posible que aquel río tan pequeño pudiera formar aquella hermosa playa ni aquel pozo de aguas tan profundas y transparentes. Ella se quedo un rato mirando el sitio -;"Me gusta" dijo. Se empezó a desnudar y yo la imité.

Ella fue más rápida y entre risas se fue rápidamente al agua, yo la seguí casi inmediatamente. Antes de entrar al agua me detuve un instante para contemplar su cuerpo. Nadaba con cuidado como si no quisiera mojarse el pelo que se había recogido a la nuca con una pinza. Entré tras ella y buceé para verla bajo el agua, ella se dio cuenta y se cubrió con las manos mientras se reía y protestaba.

Me acerqué a ella y la abracé, la besé en la boca y le acaricié la espalda y las nalgas. Ella se apretó contra mí y se dejó caer, despacio dentro del agua. Nos fuimos al fondo, apenas a poco más del metro, besándonos sin separar las bocas. Sentí el frescor de su saliva y el calor de su boca, sentí la firmeza de su cuerpo. Más que nadar nos arrastramos por el fondo hasta la orilla. Ella salió delante, ofreciéndome a la vista todo el esplendor de sus nalgas y de sus muslos. Se dejó caer sobre la hierba y giró su cuerpo mientras separaba sus brazos y piernas. La vista era una delicia, su cuerpo era todo un ejemplo del esplendor de la belleza y del deseo. Mi mirada recorrió su cuerpo con deleite, sus pechos subían y bajaban al ritmo de una respiración que parecía acelerarse, su vientre les acompañaba. Su pubis estaba delicadamente depilado, no tenía nada de vello, sus muslos eran firmes.

Me tumbé de costado a su lado, casi sobre ella y la besé en la boca, con ansia, hasta quedar sin aliento. Me fui deslizando lentamente sobre su cuerpo mientras la llenaba de besos hasta llegar a sus pechos. Los acaricie, los besé, los apreté, los mordí, los manoseé, los lamí. Fui goloso. Seguí bajando mi boca, recorrí su vientre con mi lengua y mis besos, dejé atrás su ombligo, llegué al monte de Venus y alcancé su sexo. Dejó escapar un suspiro, suave, dulce, ansioso, sensual. Tomé con mis labios un clítoris excelso, repleto de deseo y de placer. Mis labios y mi lengua exploraron todo aquella parte de su cuerpo, cada pliegue, cada poro. Su cadera comenzó a moverse, primero suavemente, de modo casi imperceptible. Luego de forma cadenciosa, con movimientos suaves acompañados de suspiros y algún leve quejido. Aumentaron sus suspiros al tiempo que comenzó hablar con su dulce y agradable acento, decía cosas dulces, cosas excitantes, sensuales. Mi boca, mis labios, mi lengua recorrían todos aquellas formas del deseo. En un momento su cuerpo pareció estremecerse, su garganta dejo escapar un suspiro casi gutural, tensó su cuerpo y tomó mi cabeza entre sus manos al tiempo que la apretaba ligeramente entre sus muslos. –"Fóllame dijo con voz entrecortada –"Fóllame repetía mientras se estremecía. Su sexo inundaba todos mis sentidos, su olor me embriagaba, su sabor me emborrachaba y su voz me transportaba a un mundo de sensualidad y deseo. –"Fóllame repitió otra vez y con todo mi deseo la penetré. Su respiración volvió a acelerarse, su cadera volvió a moverse, esta vez de una manera mucho más profunda, ayudando a la penetración. Me apretó contra ella, sus brazos rodearon mi espalda. Sus piernas se cruzaron sobre mí. Cada estremecimiento de su cuerpo era un acicate para mi deseo. Cada suspiro, cada jadeo, cada leve quejido componían una sinfonía de deseo y de placer. Juntos llegamos a eso que algunos llaman clímax pero yo no podría encontrar palabras para definir tanto placer. Aún sobre ella le dije mientras le besaba el rostro –"Gracias, muchas gracias, nunca me imaginé que pudiera suceder". –"Te quiero mucho me dijo. –"Yo deseaba que pasara esto, deseaba hacer el amor contigo, era mi pequeño deseo secreto, por eso vine y por eso te llamé continuó. Sencillamente no tuve respuesta para esas palabras, me quedé a su lado acariciándola mientras contemplaba su cuerpo. Sus pezones se habían erguido y parecían ofrecerse así que me incliné sobre ella y le tomé los pechos con mis labios mientras ella me acariciaba la cabeza. –"Vámonos al agua le propuse al poco rato, ella sonrió mientras sus ojos mostraban una expresión pícara. La ayude a levantarse y volví a abrazarla pero esta vez mis manos se quedaron en sus nalgas que acaricié, amasé, apreté con ansía. Nos fuimos hasta el agua y nos dejamos arrastrar por la ligera corriente hasta quedar donde desaguaba la poza, apenas cubría unos pocos centímetros. Rodamos mientras nos besamos hasta quedar yo sobre ella. La besé en la boca, nuestras lenguas se juntaron al tiempo que volví a introducir mi pene en su vagina. El agua corría a los lados de su cuerpo y provocaba una ligera sensación de flotabilidad muy agradable. –"Déjame ponerme encima me dijo. Me tumbé de espaldas y ella se colocó sobre mí. Se apoyó sobre la manos y las rodillas y con un suave, casi delicado, movimiento de su cadera hizo que la volviese a penetrar. Comenzó a moverse de una manera tremendamente excitante. Se levantó apoyándose solo sobre las rodillas, arqueó su cuerpo hacia atrás y comenzó a acariciarse los pechos mientras su cadera se movía rítmicamente. La visión de su cuerpo era excitante. –"Tus tetas, déjame tocar tus tetas" le pedí, ella asintió y se enderezó ofreciéndome sus ansiados pechos. Mis manos se aferraron a aquellas hermosas formas, a sus pezones duros y sabrosos. Sus jadeos volvieron a sonar y se convirtieron, por unos minutos, en un sonido más de aquel paisaje, junto con el sonido del agua o de los pájaros. Volvió a arquear su cuerpo mientras nuevamente se estremecía. Se dejo caer hacia delante y se abrazó a mi cuerpo mientras repetía algo que no alcancé a comprenderle. Se separó de mí y me ofreció sus nalgas –"Por donde quieras, haz conmigo lo que quieras me dijo. Su culo lo era con mayúsculas, un culo rotundo, firme, lleno, espléndido, mágico. Le dejé un leve mordisqueo en una nalga y me así a su cintura. Todo lo delicadamente que pude comencé a penetrarla, un pequeño quejido salió de su garganta. Deslicé mis manos sobre sus costados haciéndolas girar hasta alcanzar aquellos deseados pechos. Poco a poco y siguiendo mis movimientos, su cadera volvió a acompasarse ofreciendo todo el placer del que era capaz su cuerpo. No tardé en eyacular y dejarme caer sobre su espalda. Luego, entre besos comenzamos un breve aseo y nos tendimos sobre la toalla para dejarnos secar al sol cogidos de la mano.

–"Debemos irnos ya, se está haciendo tarde, son casi las seis y quisiera ducharme". Así que tras una breve despedida nos vestimos y nos fuimos. Pronto llegamos a su alojamiento. Los otros aún no habían regresado. Esta vez subió ella sola, me lo pidió así. Yo me quedé esperándola en la cafetería. Los otros fueron llegando mientras se duchaba. Lo que sucedió luego no tiene mayor historia. La cena, la sobremesa y las despedidas. No la he vuelto a ver, ahora apenas hablamos, ya no nos encontramos en el chat. Ya no me envía correos. Pero yo sigo guardando el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel, el olor de su sexo lleno de deseo y sobre todo el sabor de su cuerpo, el sabor de su sexo. Algunas noches despierto con ese sabor. Por eso pienso, y cada vez estoy más convencido de ello, que solo fue un sueño. Un sueño extraordinario, maravilloso, increíble, pero solo un sueño. Pese a los recuerdos tan vivos y a que nunca más fui capaz de volver a sentirme a gusto en aquel rincón de aquel río perdido. Ahora allí hay demasiado silencio, ya no se oyen los pájaros y el agua ya no es tan transparente ni canta de la misma manera que lo hacía Ahora aquello es reino del silencio. Ella quizás solo fue un sueño pero yo me resisto. Aún sigo con su sabor en mi boca, ahora mismo me sucede eso. Pese a todo la sigo queriendo. Aún en sueños.

Anónimo




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