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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Una larga historia, quinta parte
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Nota de David y Bedri : Este que viene ahora es un relato que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se puedan reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y no traicionar las identidades de los narradores. De la certeza de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración.

David.

Quinta parte.

Ella despertó al encenderse la luz y notar que él le había pasado su brazo sobre su cuerpo para apretarle las tetas al tiempo que hacía presión con su cadera contra las nalgas de ella. Todo su cuerpo reaccionó ante la agradable sensación de los masajes en las tetas. Le pellizcaba los pezones y le masajeaba firmemente las tetas mientras que el duro pene buscaba un camino entre las nalgas. En un principio ella se dejó llevar pero al recordar lo poco agradable que le había resultado la felación decidió tomar la iniciativa. Se volvió hacía el hombre y se abrazó buscándole la boca con su boca al tiempo que pasaba su pierna sobre la cintura del él. Hizo que su lengua se enredase con la de su pareja al tiempo que apretaba su expuesta cadera contra la suya. Se giraron y ella se colocó a horcajadas sobre él que comenzó a apretarle las tetas nuevamente. Ella e inclinó hacia delante para apagar la luz mientras él se movía intentando penetrarla. Ella se irguió nuevamente, se elevó ligeramente sobre las rodillas y con su mano derecha se introdujo el miembro del hombre en su ya chorreante vagina al tiempo que dejaba escapar un largo y leve suspiro y comenzaba a mover su cadera con suaves oscilaciones que pronto adquirieron intensidad y que acompañaba con marcadas rotaciones de su cadera El hombre seguía aferrado a sus temblorosas tetas y se dejaba hacer por una desconocida Merchitas. Parecía desenfrenada, como dispuesta a disfrutar como nadie de aquel momento de sexo. Sus leves gemidos iniciales fueron transformándose en nítidas expresiones de placer y los movimientos de su cadera más intensos y profundos. Ya no eran gemidos, eran gritos. Su cadera me movía buscando una intensa y profunda penetración. Su compañero completamente superado apenas podía hacer otra cosa que mantener la erección, masajearle las tetas y pellizcarle los durísimos pezones. El hombre parecía bloqueado con aquel derroche de sensualidad y de actividad sexual. Toda la habitación olía a sexo, sentía en sus muslos la humedad del coño de la mujer cada vez que ella se dejaba bajar en aquel dentro y más dentro increíble. De repente ella estalló en un gémido quedándose rígida y comenzando a ralentizar sus movimientos se dejó caer sobre el hombre y comenzó a besarle en la cara al tiempo que se movía para frotarle las tetas sobre el pecho.

Al mantener el hombre la erección y no haberse retirado ella poco a poco los movimientos pélvicos fueron haciéndose cada vez más intensos y profundos. Solo fueron unos escasos minutos en los que ella no dejaba de pronunciar palabras ininteligibles acompañadas de jadeos, grititos y amplios y lentos movimientos de cadera. El hombre era un mero espectador de aquel derroche de pequeños y repetidos orgasmos que de forma continuada hacían vibrar a Mercedes. Solo la espectacularidad del momento y la intensidad de su excitación le permitían mantener la erección pese a su pasividad. Ella había tomado de tal modo la iniciativa que el ni siquiera se movía, solo unos mínimos movimientos que lograba efectuar de vez en cuando. Ella, gimiendo y jadeando continuamente fue cesando lentamente en los movimientos y gimiendo cada vez más suave hasta hacerlo de forma imperceptible. Se quedó callada y quieta un momento y luego de deslizó hacía un lado. Al hacerlo el pene salió de su chorreante vagina haciendo un curioso ruido como de botella al abrirse. Se tumbó boca arriba acariciándose el vientre mientras satisfecha intentaba recuperar el ritmo normal de respiración. Mientras el se había quedado como estaba, boca arriba, con el instrumento en ristre. Al verlo ella le preguntó:

-¿Tu no te corriste?

-No me dejaste, tu sola te lo hiciste todo.

-¿Entonces esta mojadura?

-Tu solita.

-¿Fue para tanto?

-Espectacular, no sabía que fueras capaz de eso.

-Yo tampoco

Ella sonrió satisfecha y separó un poco los muslos al notar la mano que comenzaba a acariciarlos buscándole el coño. La mano del hombre logró su objetivo y notó la humedad consecuencia de las repetidas corridas de cada uno de sus orgasmos.

-¡Estás empapada!

-Es verdad, vaya mojadura ¿y es todo mío?

-Si, es todo tuyo, vete a lavarte y luego seguimos.

Merchitas se puso de píe al lado de la cama y se miro la entrepierna. Varios brillantes chorritos resbalaban por sus muslos y alcanzaban ya las rodillas. El vello del coño estaba completamente mojado y la vulva tumefacta y brillante por efecto de los fluidos que seguían saliendo de entre aquellos labios. Fue al baño y por tercera vez se sentó en el bidet para volver a lavarse el coño. Al hacerlo sintió la agradable sensación del agua tibia y de los movimientos que con sus dedos hacia en torno al clítoris al enjabonarse. Notó también el olor de sus jugos mezclándose con el del jabón. Notó el tacto suave y cálido de su vagina cuando se introdujo los dedos. Se dejó llevar por el intenso deseo y se masturbó sentada en el bidet mientras el chorro de agua bañaba el coño. Sobreexcitada y en pleno éxtasis no se apercibió que la observaba desde la puerta. Cuando se dio cuenta estallaba en otro intenso orgasmo tras el cual se acabó de lavar. Se puso de píe y de frente a él se secó con detenimiento todos los pliegues de su coño mientras de vez en cuando levantaba la cara con una insinuante y pícara sonrisa en los labios. Dejó caer la toalla en el suelo y se abrazó con fuerza contra el hombre mientras le buscaba la boca.

-Ven ahora me toca a mi pasarlo bien.

Le pasó el brazo por la cintura dejando bajar la mano hasta la nalga y juntos fueron así hasta la cama. Entonces la cogió por los hombros y la colocó a cuatro patas, con el culo ligeramente levantado y las piernas separadas. Se colocó tras ella y tomando el pene con una mano lo apoyó en aquel agujero que parecía haberse convertido en su objeto de deseo. Con un movimiento continuo, lento y firme introdujo el pene por el ano de Merchitas que dejó escapar una exclamación de dolor, era su primera vez. El cogió ritmo y fue embistiendo cada vez más profundamente y cada vez con más fuerza. A cada embestida Mercedes se quejaba suavemente, más que dolor lo que sentía era incomodidad. Si las embestidas fueran menos fuertes quizás llegase a sentir placer. En cualquier caso no le parecía desagradable ni siquiera cuando le dio varios sonoros cachetes en las nalgas que le dejaron marcadas, en rojo sobre la piel blanca, las manos y los dedos. Con un rugido el se corrió en el interior de su culo, la empujó hacía delante y se dejó caer encima de ella. Al poco rato se giró y se dejó caer sobre la cama. Mercedes se quedó quieta, aún dolorida por la enculada. Pese a todo le había gustado. Siempre le había excitado el sentirse dominada cuando practicaba sexo. Era una de sus fantasías.

Le dio un sonoro cachete en las nalgas y le dijo que se lavase, que le salía leche por el culo. Ella volvió al bidet, a lavarse otra vez. Cuando regresó a la cama el dormía. Apagó la luz y se acostó a su lado, intentó hacerlo boca arriba pero le dolía el culo, tampoco de lado se sentía cómoda así que se puso boca abajo.

Apenas pudo si quiera dormir unos segundos, estaba incómoda, el culo le tiraba y tenía una extraña sensación. El efecto del vino ya le había pasado y se sentía resacosa, cansada e incómoda. Así que se levantó y se dirigió al baño para ducharse. Antes recorrió la casa recogiendo la ropa que colocó cuidadosamente sobre el secreter del dormitorio.

Entró en el baño e hizo sus necesidades, luego entró en la ducha que era una de esas con varios efectos y distintos chorros. Abrió el agua bien caliente en un chorro fuerte y lo dejó caer sobre su cuello y espalda. Estuvo así un buen rato hasta que cerró el agua, busco un gel de ducha que no tuviera mucho aroma y se empezó a enjabonar utilizando las manos para extenderlo. Acarició lentamente los pechos cuyos doloridos pezones reaccionaron a las caricias. Se enjabonó el coño con delicadeza y el culo con especial cuidado. Al retirar la mano se dio cuenta de que le sangraba un poco. Se secó y salió de la habitación. Abrió el bolso y sacó un pequeño frasco de perfume que se aplicó sobre el pecho y el cuello. Luego se puso la ropa y se calzó- Al pasar cerca de a la cama. se dio cuenta de que estaba despierto y la miraba.

-¿Ya te vas?

-Si, ya estuvo bien.

-Estuvo muy bien.

Le hizo un gesto de despedida con la mano, cogió el bolso y ya en la puerta se volvió y le dijo:

-Adiós.

-¿Adiós?, mejor hasta otra.

-No, hoy era la despedida, eso acordamos, no podemos seguir así siendo compañeros de trabajo. Además, los dos tenemos una familia y una vida propia aparte. A lo mejor otro día, si nos apetece, podemos repetir, pero de momento no, no quiero más, no me apetece.

-¿De momento?

-De momento pero no te hagas ninguna ilusión, no esperes otra cosa, nada me obliga a follar contigo.

Recogió el abrigo y salió de la casa cerrando la puerta con cuidado. Al pasar por el portal notó como el portero se asomaba desde su cubículo para mirarle el culo. Le dolía y el pantalón ajustado empeoraba las cosas. Temía que la sangre que le salía del culo le pudiera manchar el pantalón y se notase.

En lugar de dirigirse al coche entró en un bar cercano y pidió un café, necesitaba espabilarse un poco. Se dirigió al baño y se bajó los pantalones y las minúsculas bragas y las observó. No había ninguna mancha en las braguitas y eso la tranquilizó en parte porque temía que no se quitase del delicado tejido de la prenda. Se las había comprado su marido y nunca se la había puesto para él.

Desde aquel lugar hasta su casa solo tardó un cuarto de hora. Cuando llegó saludó y rápidamente, se descalzó, cogió algo de ropa en la cómoda de su habitación y entró al baño. Cerró la puerta, se desnudó y se quitó con las braguitas que escondió dentro del cubo de la ropa sucia. Se volvió a duchar frotándose la piel con la esponja, especialmente entre las piernas y el dolorido culo que afortunadamente ya le molestaba menos.

Se puso unas bragas limpias y se las protegió con un salvaslip, se vistió el camisón y fue al salón donde estaban su marido y su hijo.

-Me voy a dormir, estoy muy cansada y no me encuentro bien, comí algo hoy que no me sentó nada bien.

Le desearon buenas noches y se retiró. Se acostó recordando todo lo que había hecho aquel día con el convencimiento que aquella extraña relación ya se había acabado. Un buen final para esa película pensó en un susurro. Agotada se durmió rápidamente.

David y varios

Una larga historia

Esta es una larga historia que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se pueda reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y para no desvelar las identidades de los narradores. De la veracidad de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración.

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