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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Una larga historia, tercera parte
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Nota de David y Bedri : Este que viene ahora es un relato que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se puedan reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y no traicionar las identidades de los narradores. De la certeza de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración.

David.

Tercera parte.

Una mañana el la llamó y le preguntó si podría ser a los largo de las dos semanas siguientes, a cualquier hora del día. Mercedes tenía que hacer unas gestiones fuera de su ciudad que le podrían ocupar todo el día así que lo preparó todo para una fecha y se lo dijo y concertaron una hora y un lugar. El le rogó que llegara lo antes que le fuera posible.

El día acordado Mercedes salió de casa muy temprano, la noche anterior había advertido que llegaría tarde. El viaje hasta su destino fue rápido y las gestiones sorprendentemente breves. El hecho es que se adelantó casi un par de horas al horario establecido pero aún así se dirigió al lugar de la cita. Cuando llegó se extraño un poco puesto que se trataba de un edificio de viviendas. Aparcó delante y hizo la llamada convenida, dejó que el móvil diese dos señales de llamada y colgó. A los pocos segundos sonó su teléfono móvil, era él. El dialogo fue breve:

-¿Ya has llegado?.

-Si, estoy aparcada delante de la dirección que me diste, es un edificio de pisos.

-Si, es el sitio. Dame unos minutos y te vuelvo a llamar.

Ella se quedó en el coche y al cuarto de hora cuando ya empezaba a cansarse volvió a sonar el teléfono.

-Ya está, ya puedes subir, es el último piso. Si el portero te pregunta algo no le digas a donde vas.

-De acuerdo ¿qué puerta es?

-Te estaré esperando.

Entró en el portal sintiéndose observada por el portero pero eso es algo a lo que está acostumbrada especialmente cuanto viste con ropa ajustada como los pantalones vaqueros de ese día. Es una mujer atractiva y lo sabe muy bien. Entró en el ascensor y pulsó el botón del antepenúltimo piso. Se bajó en el lugar elegido y continuó a píe. Cuando llegó al último rellano todas las puertas estaban cerradas así que se detuvo en el medio. Oyó como a su espalda se abría suavemente una puerta. No había iniciado el movimiento de giro cuando oyó quedamente que la llamaban. Rápidamente entró por la puerta abierta y vio que se trataba de una vivienda. Él le recogió la chaqueta y el bolso que colocó en un ropero de la entrada tras lo cual le indicó el salón. Ella entró y le espetó:

-¿Y esto? Al tiempo que señalaba a su alrededor.

-Es mi casa, me pareció el lugar más seguro. Mi mujer se ha ido unos días a casa de sus padres. La tenemos para nosotros solos todo el tiempo que queramos. Ven te la enseño.

La llevó por toda la casa y se la mostró acabando por una amplia terraza donde una mesa sostenía una botella de cava con dos copas. El cogió las copas, le ofreció una, levantó la suya y brindó:

-Por la mejor jornada de sexo de la historia.

Ella se rió complacida y contempló la terraza mientras tomaba unos sorbos de la bebida.

-¿Te gusta la terraza?

-Si, me gusta, tiene unas buenas vistas, es tranquila y está muy bien orientada. Supongo que esas hamacas son para tomar el sol.

-Pues si. Ya sabes, si te apetece...

-Es que no he traído el bañador.

-No te hará falta...

-¿Y qué me podría poner?

-Unas gotas de Channel o de champán…

Ambos rieron de buena gana ante aquel intercambio de frases.

-¿Un poco más de champán?

-Si. Dijo ella acercándose a la mesita.

El le rellenó la copa e hizo lo mismo con la suya.

-Espera. Le dijo y apartó la botella y su copa hacía el alfeizar de una ventana.

-Ven ahora.

-¿Tu no tomas champán?

-Si, lo voy a tomar pero no en la copa.

Ella se acercó un poco intrigada. El comenzó a desabrocharle la blusa. Ella de dejó hacer mientras tomaba un par de sorbos. Cuando acabó con el último botón , le quitó con delicadeza la blusa que dejó en la silla. Luego le desabrochó el sujetador y al quitarlo, lo empujó ligeramente hacia debajo lo que provocó que al retirarlo del todo, los pechos recuperaran su posición natural dando un gracioso bota hacia arriba, como movidos por un resorte. El tomó su copa y dejo caer unas gotas sobre un pecho de Merchitas. El champán muy frío provocó un aumento en la erección de los pezones ya duros y una contracción de la aureola que se arrugó entorno al duro núcleo de cada pezón. Un chorrito del dorado líquido alcanzó la dura aureola y continuó hasta el pezón. La primera gota se quedó colgando, como si se negara a abandonar aquel lugar. El se agachó y tomó las gotas del vino según se iban formando al terminar su camino por la piel de la mujer. Volvió a echar otro chorrito de champán y aplicó su boca alrededor del pezón y sorbió lentamente. Merchitas se dejó hacer mientras a sorbitos acababa su copa. El acabó también la suya así que volvió a rellenar ambas. Así que Merchitas ofreció su otro pecho pero él pareció tener otra idea. Le tomó la copa con delicadeza de su mano y se puso por detrás de ella y sus manos buscaron el cierre de su pantalón y con algo de urgencia se lo quitó. Merchitas tropezó un poco al engancharse con los tacones en el pantalón y se apoyó sobre la mesa mientras el se agachaba para liberarle el píe por lo que su cara quedó a la altura de sus nalgas. Ella vestía una pequeña prenda interior que dejaba al descubierto casi todo su trasero.. El la hizo girar y ante sus ojos el inmejorable espectáculo del denso vello de Merchitas desparramándose y rebosando el escueto triangulo del delicado tejido que lo cubría. El pasó sus manos por la escasa cintura de aquella prenda y la retiró completamente. Al levantar Merchitas las rodillas para quitársela su coño se mostró sin recato alguno ante la mirada ansiosa de aquel hombre.

El se levantó y suavemente la hizo sentarse sobre el borde de la mesa, después la empujó delicadamente por los hombros hacia atrás y ella se dejó recostar sobre la espalda. El hombre le separó las rodillas y se colocó entre sus muslos. Ella se sobresaltó un poco al sentir nuevamente el champán sobre su piel. Esta vez sobre su pubis, resbalando hacia su sexo. El le lamió todas las gotitas sin dejar una ni tampoco sitio donde buscarlas. Volvió a echar más y algunas más atrevidas que las otras se deslizaron entre sus entreabiertos labios de la vulva perseguidos por la lengua del hombre. Merchitas se dejó ir relajando su cuerpo al tiempo que su cadera iniciaba un suave movimiento para acoplarse a los movimientos de aquella lengua.

Hacia mucho que el champán se había acabado pero en su lugar otros líquidos rezumaban del increíblemente húmedo sexo de Merchitas que gemido a gemido se fue dejando llevar por el placer hasta alcanzar un orgasmo que por su intensidad sorprendió a su acompañante.

Sin prisa, el se levantó y desabrochándose el pantalón liberó el pene completamente erecto y la penetró con movimientos firmes. Ella volvió a jadear cada vez con más intensidad al tiempo que el aceleraba el ritmo de las embestidas. A cada una de ellas , Merchitas dejaba escapar un suspiro al tiempo que sus pechos bailaban al ritmo de los embates. Fue un coito con un punto de brutalidad que cesó cuando el retiró su miembro para dejar caer el semen sobre el bajo vientre de la mujer derrotada por un orgasmo tras otro.

Al acabar el se dejó caer sobre ella jadeante y sudoroso. Así se quedó un rato, hasta que se levantó para regresar al poco con un par de cigarrillos encendidos. Mientras tanto Merchitas se había limpiado y vestido la blusa. Estaba abrochándosela cuando el regresó. Tomó un cigarrillo y juntos se acercaron hasta el petril que cerraba la terraza desde donde se tenía una bonita vista de la ciudad.

-Espera, no te muevas que vuelvo ahora.

Dijo de repente el hombre. Ella tampoco se extrañó mucho después de lo que ido a hacer allí. Así que se relajó, apoyó ambas mano sobre el muro dejando abrirse la blusa. Nadie la podría ver. Un ruido a sus espaldas hizo volverse a Merchitas. Su compañero tenía una cámara fotográfica ante la cara y le acababa de hacer otra toma.

-Tranquila ,es digital, nadie aparte de nosotros verá nunca estas fotos.

-Pero es que no me gusta que me hagas fotos así.

-Así estás encantadora.

-Es igual, estoy desnuda y no me gustan las fotos desnuda.

-Pues a mi me gustan mucho... vale, déjame que te haga alguna más, antes de que te vayas las borro.

Ella aceptó con cierta complacencia, parecía como si le excitase la idea de ser fotografiada desnuda aunque le inquietaba la posibilidad de que esas fotografías las viera alguien más.

-Si te parece preparo algo de comer que ya es hora. Tú mientras tanto puedes tomar el sol, dijo él señalándoles la hamaca.

Ella apuró el cigarrillo y se quitó la camisa que puso junto con el resto de la ropa y entró en la vivienda buscando un lugar para dejar su ropa..

Cuando salió, su amigo había colocado una hamaca orientándola hacia el sol y cubriéndola con una toalla de playa. Ella se recostó voluptuosa y dejó que le amasara las tetas mientras le proponía el menú. Cuándo se quedó cerró los ojos, levantó los brazos sobre su cabeza y estiró su cuerpo todo lo que pudo. No era solo un gesto de desperezamiento, simplemente se sentía bien allí desnuda sintiendo el sol y el viento. Era una situación nueva para ella, nunca había notado los rayos del sol directamente sobre sus pechos ni sentido el moverse del aire en torno a toda su piel. El vello de su cuerpo se erizó por las sensaciones que la alcanzaban, los pezones se irguieron y en el interior de su vientre comenzó a sentir una extraña y placentera sensación. Cerró los ojos y se dejó llevar por el momento. Poco a poco sus manos fueron bajando y poco a poco comenzó. Casi inadvertidamente, a acariciar su cuerpo. Sus pechos al ser acariciados se endurecieron y le proporcionaron una placentera oleada de sensaciones. Su vientre comenzó a agitarse con la respiración que se aceleró cuando sus dedos se introdujeron entre el denso vello que cubría su coño. Su cadera iniciaba un sensual baile. Delicadamente su mano derecha rozó el clítoris y la sensación de goce que le produjo le incitó a frotárselo suavemente. Poco a poco, con delicadeza, sus dedos comenzaron a horadar su vagina húmeda de fluidos e hinchada de placer. Se dejó hacer a si misma y pronto explotó en un orgasmo silencioso que nunca se hubiera imaginado. Se arrebujó entre los pliegues que se habían formado en la toalla de playa y siguió todavía un poco más con los ojos cerrados como recreándose en aquello que acababa de sentir. Pronto un repentino sopor la invadió y se dejo vencer por aquella dulce sensación quedándose adormilada.

David y varios

 

 

Una larga historia

Esta es una larga historia que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se pueda reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y para no desvelar las identidades de los narradores. De la veracidad de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración.

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