La Página de Bedri
Relatos prohibidos Una aventura memorable
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Tengo cincuenta y seis años aunque no los aparento, me cuido en lo que como, no bebo y no fumo, practico deporte regularmente y puedo afirmar que llevo una vida sana. Estoy casado con una mujer extraordinaria que llena todos los aspectos de mi vida, excepto el sexual, ella es mujer y yo soy bisexual y necesito mi dosis regular de semen. Aunque eso no me resulta nada fácil, no hay muchas oportunidades de encontrar un matrimonio o una pareja bisexual. Para aliviar esta fantasía, o mejor esta necesidad, utilizo Internet. Mi mujer lo sospecha, o quizás lo sepa, pero desconoce que visito páginas gay cada vez con más frecuencia. Y así comienza esta historia, mi esposa a veces trabaja por la noche dejándome solo en casa. Es entonces cuando entro en las páginas web en las que me he suscrito, no me fío de las gratuitas. Me paso buenos ratos hablando con otros hombres bisexuales como yo. Incluso nos intercambiamos fotografías o conectamos nuestras cámaras para vernos en directo. Pese a mi edad ya he dicho que me conservo en plena forma, voy al gimnasio por ello pero también para ver chicos desnudos en el vestuario. Cuando tenía treinta y tantos, conocí a un hombre en un gimnasio y lo que comenzó con un encuentro casual acabó siendo una relación que duró casi los dos años. Él también estaba casado pero fue el amante perfecto durante aquel tiempo. Unos años después, cuando yo tenía cuarenta y pocos acudí a una sauna para hombres, pero no me resultó agradable, así que nunca regresé. Mi experiencia homosexual es amplia, desde el despertar a la pubertad hasta ahora. Primero con jóvenes de mi edad y ahora también con hombres maduros, de mi misma edad. Sin presumir he de decir que soy muy activo y estoy dotado también de una inmensa libido. Trabajo en un campo que me lleva a reunirme con clientes de distintas localidades por lo que a menudo me veo obligado a alojarme en hoteles. Siempre llevo mi ordenador portátil conmigo, no solo me resulta útil para el trabajo sino que también para chatear con mis amigos. En una ocasión que estaba solo en casa por la noche, mientras charlaba con uno de mis habituales contactos, con quien me había masturbado ante la cámara en más de una ocasión, apareció un aviso de advertencia del chat, alguien me saludaba ―Hola buenas noches, he leído tu perfil y me interesas. Acepté su proposición y nos conectamos en un chat privado. ―Hola ¿Quién eres? ―pegunté. ―Soy Mario ¿y tú? ―Soy Luís. ―¿Tu edad es de cincuenta y seis años? ―Sí, esa es mi edad ¿Cuál es la tuya? ―Tengo diecinueve. ―¿Diecinueve? ―insistí. ―¿Te parezco demasiado joven? ―¿Eres mayor de edad? ―insistí. ―Si, si, soy mayor de edad, tengo diecinueve años. ―¿Y eres gay? ―Creo que si. ―¿Cómo que lo crees?, lo eres o no lo eres. ―Me gustan los hombres, especialmente los mayores que yo, me encantan los maduros. ―¿Y las chicas? ―No me interesan mucho, me hacen cosquillas. ―¿Has follado con alguna chica? ―De momento solo con hombres ¿Y tú? ―Estoy casado, soy bisexual. Nuestra conversación continua entrando en cuestiones más personales, me dice que es estudiante, que vive fuera de casa en un pequeño apartamento. Me cuenta que desde su pubertad ha estado con otros chicos. Yo le confieso que esos fueron también mis comienzos. Continúa diciéndome que le encantan los hombres maduros de pelo oscuro y aspecto atlético. Continuamos la conversación y yo le cuento cosas íntimas sobre mí. ―Me pones cachondo ―dijo de repente. ―Tú también a mí ―le respondí. Nuestra conversación finalizó con sendas pajas. Recuerdo haber eyaculado mucho esa noche. Casi todos los días que siguieron mantuvimos conversaciones intercambiándonos confidencias y contándonos nuestras experiencias sexuales. ―Te va a sonar de locura pero creo que estoy poseído por mi hermana gemela ―me confesó. ―¿Qué eso que tienes una hermana gemela? ―respondí perplejo suponiendo que me estaba engañando y hasta burlando de mí. ―No, no, no es eso, es como si la tuviera y viviera dentro de mí. ―Eso es muy extraño ¿Te estás burlando de mí? ―No, no es eso, me gusta vestirme de chica y maquillarme, tengo vestidos y ropa interior de mujer. A ves me maquillo y me visto como una chica pero es solo para mí, nunca nadie me ha visto. ―Hay muchos hombres que lo hacen ―dije. ―A veces, cuando estoy con otro hombre me siento como una mujer. ―Eso no es extraño ―le tranquilicé. ―No es tan sencillo, me han vestido de chica desde que era niño. Esa respuesta me sorprendió y ante mis requerimientos me contó su historia. Era el menor de una familia numerosa en la que todos eran chicos, su madre que siempre había querido tener una hija le compraba ropa de niña y cuando su padre estaba fuera le vestía con ella. Afirmó que su madre le había convertido en la hija que nunca había tenido, contó que para su madre, él siempre sería Mariana. Aclaró que su madre no sabía que tenía relaciones sexuales con hombres. Yo estaba perplejo y a la vez intrigado y sobre todo excitado, una de mis fantasías era tener sexo con un chico-chica, un shemale de los que aparecen tanto en Internet. Una de esas hermosas mujeres jóvenes, apenas mayores de edad, con hermosos culos. ―Me has excitado mucho, tengo una erección enorme ―le interrumpí. ―¿Es eso cierto? ―dijo aparentemente sorprendido. ―Si, eso es cierto, tanto como que la próxima semana estaré en tu ciudad y podríamos vernos si quieres. ―Me encantaría estar contigo ―respondió. ―Puedes enviarme una foto tuya ―le pedí. Cuando recibo el fichero y lo abro veo un hermoso joven casi imberbe, de piel clara, pezones rosados, cintura fina, piercing en el ombligo, cadera redondeada, una polla de unos veinte centímetros con la piel cubriéndole el prepucio y acabando en una punta. Sus muslos y piernas carecían de vello. ―¿Eres realmente tú? ―pegunté desconfiado. ―Si, le juro que soy yo ¿Puedes enviarme una foto tuya? ―Si, te enviaré una foto mía que saca desde mi ombligo hasta mis rodillas ―ese es mi imagen secreta para estos casos. Apenas se lo envié me respondió alabando mi pene― tú también tienes una buena polla, te he enviado otra foto. Cuando la abro veo otra similar pero de espaldas, su culo es similar al de algunas mujeres, si no le viera de cuerpo entero le hubiera confundido. Desde mis tiempos de adolescente que no veía un culo hermoso como el suyo. Confieso sin rubor que yo también lo tuve hermoso. ―¿Sabes que me estás volviendo loco? ―le confesé. Me masturbo mientras contemplo las fotografías, estoy muy emocionado, excitado y deseando el encuentro. Aquella noche me masturbé varis veces mientras charlaba con él. Antes de desconectarnos me advierte que es difícil contactar con él porque estudia y trabaja. Durante el resto de la semana, todas le veces que pude contemplé sus fotos y me masturbé pensando en mi nuevo amante. El día anterior a mi viaje le puse un e-mail indicándole que me quedaría en un hotel del centro de la ciudad y que llegaría al medio día. Cuando llegué al hotel le envié otro e-mail comunicándole el número de habitación que era pequeña suite con una cama de matrimonio. Esperé un rato y al no recibir ninguna contestación me sentí defraudado, burlado como un tonto, engañado como un adolescente inexperto. De repente el sonido de la recepción de correo me sobresalta y esperanza, pero es de la oficina. Lleno de frustración estoy a punto de apagar el ordenador portátil cuando me llega su mensaje ―Estoy a las puertas. Mi corazón comienza a palpitar descontrolado, me peino, me quito la corbata y luego me la vuelvo a poner, me ajusto el pantalón, me recoloco la ropa, la erección ya es manifiesta. El tiempo se hace pesado y parece que pasa una eternidad hasta que unos golpecitos rítmicos en la puerta me anuncian su llegada. Abro la puerta para encontrarme con un joven con una hermosa sonrisa que muestra dos hileras de blancos dientes regulares perfectamente alineados. Es alto, como yo, viste de manera informal, una amplia chaqueta de cuero negro, un jersey de cuello alto del mismo color y pantalones vaqueros también negros. Es espigado, de hombros estrechos, de rostro alargado, cabello negro rizado, ojos azules bajo largas pestañas, nariz fina, labios delicados y piel blanca. Me ofrece la mano y se presenta ―Soy Mario. Reconozco su suave acento, me gusta su timbre de voz, entre masculino y femenino, le invito a pasar. Al cerrar la puerta compruebo que sus nalgas se marcan en los ajustados pantalones. El silencio se hace opresivo, ambos parecemos incómodos, no es mi primera vez ni tampoco la suya pero es especial. ―Eres un chico muy guapo ―digo intentando romper el hielo. ―Tu eres un hombre muy atractivo ―me responde con una espléndida sonrisa. Abro el mueble bar y le ofrezco un vino. Deja su mochila de piel negra sobre la cama y toma la copa y brindamos entrechocando las copas. Toma un sorbo de la copa mientras contempla la habitación, de espaldas parece una mujer. ―Estoy nervioso ―confiesa. ―Yo también ―le confirmo y continúo― no sé qué decirte. ―Parece que necesitamos un teclado para comunicarnos mejor ―dice mientras se ríe. ―Es verdad ―respondí riéndome también. ―¿Has tenido alguna aventura aquí? ―pregunta mientras sigue observando la habitación. ―No, eres el primero ¿Y tú, aquí en esta ciudad? ―No, hace mucho que no estoy con un hombre, solo llevo unos meses y no es fácil encontrar un hombre que me guste. ―Tu eres tan joven y yo tengo la edad que tengo ―dije intimidado. Mario no respondió, simplemente dejó la copa sobre la mesilla, se acercó mirándome a los ojos, me sujetó la nuca y me besó en los labios. Su suave y fresca lengua gira lentamente alrededor de la mía, su cuerpo se acurruca contra el mío. El corto beso me electrocuta. Separa sus labios y me mira con su espléndida sonrisa. ―Ya está roto el hielo ―dice riendo y continúa ―ahora tienes que tener paciencia, me voy a duchar. Recoge su mochila de encima de la cama y entra en el baño, pronto oigo el agua. Mientras me sirvo otra copa, cierro las cortinas y enciendo las pequeñas lámparas de las mesillas de noche el televisor. De repente, ansioso y excitado, decido cancelar todas mis citas de negocios de ese día y del siguiente. Más nervioso según pasa el tiempo y sin saber qué hacer, me desnudo y me acuesto sobre la cama. Estoy empalmado pensando en sus nalgas, en aquel culo tan hermoso. Estoy al borde del ataque de nervios e intento calmarme diciéndome a mí mismo ―¡Cálmate! No es la primera vez que te acuestas con un chico tan joven ―pero no me hace efecto. Mario se retrasa, oigo el agua caer y lleva casi media hora allá adentro. Reacción levantándome y llamando con los nudillos en la puerta del baño. ―¿Está todo bien? ―pegunté. ―Si, todo bien, dame cinco minutos más y salgo. Me recordó a mi esposa que siempre dice eso cuando en realidad esos cinco Se abre la puerta del baño y aparece una mujer, una mujer alta. Estoy absolutamente sorprendido, no tengo palabras. Lleva una larga peluca negra hasta los hombros, correctísimamente maquilado resaltan sus pómulos, sus ojos y especialmente su boca de fresa. Se ha puesto una gargantilla negra en el cuello, se ha puesto un camisón negro transparente que deja ver un sujetador el mismo color y unas bragas de encaje también negro. El brillo del piercing se destaca en su vientre. Lleva medias negras con liguero y zapatos de tacón ―Esta es Mariana, la hermana gemela de Mario ¿Te gusta? ―dijo Me quedo mudo sin saber que decir Pareció dudar ante mi silencio y con voz triste me dijo― ¿Te he decepcionado? ―¡Estás esplendida! ―reaccioné asombrado. Ante su reacción alegre continué ―eres una mujer hermosa. Su luminosa silueta regresa a su rostro mientras de forma femenina camina por la suite con movimientos lentos. ―Ahora soy Mariana ¿Qué vas a hacer conmigo? ―Acércate amada Mariana ―le pedí. Se acerca felina y algo me inquita, su mirada ya no es la misma, ha cambiado, es diferente, mira de esa manera que solo las mujeres pueden hacer, como si atravesaran el alma. Me intimida cada vez más, es como si realmente su hermana que nunca tuvo viviera realmente dentro de Mario. Veo que el bulto de su pene ha aumentado considerablemente de tamaño, extendí las manos y le acaricio el vientre y le comento la finura de su piel y su ausencia de vello. ―Depilación láser y no me preguntes como la pagué ―dice enérgicamente. Me levanto, con los tacones es más alta que yo, le acaricio las nalgas, le tomo de la mano y le hago caminar alrededor. ―No me daría ninguna vergüenza caminar a tu lado por la calle ―le digo admirativo. Le atraigo y le abrazo, siento su polla dura contra la mía y busco su boca en un beso ardoroso. Si no fuera porque notaba su polla presionando diría que abrazaba a una mujer. Me resulta chocante besar a un hombre y nunca he engañado a mi esposa con otra mujer. No vamos a la cama sin más preámbulos. Estoy deslumbrado por la belleza de su cuerpo, es una mujer de verdad. Es sexy y siento la suavidad de su piel a través del encaje del camisón que rápidamente le saco. Luego con sus dedos hace bajar la braguita suavemente. Me acero a su pie que es suave y perfumada. Alcanzo su pene con mi boca y me lo trago hasta el fondo de la garganta. Le hago levantar la cadera y le chupo los testículos, uno por uno. Me hace buscarle la boca y su lengua atrapa la mía. Nos acariciamos mutuamente las nalgas. Se vuelve agacha y mete mi polla en su boca minetas yo hago lo mismo con la suya. Estoy a punto de irme, de eyacular en aquel momento. Traga mi polla, también hasta la garganta; yo jadeo. ―Quiero probarte ―exige. ―Yo también quiero probarte ―respondo entrando en el clímax. Me come los testículos, yo los suyos. Su boca resbala hacía mi culo, me separa las nalgas y su lengua busca mi ano. Yo busco el suyo, lo alcanzo con la punta de la lengua y empujo para introducírsela. Me chupa más fuerte. En ese momento me recuerda mi adolescencia y mis primeras experiencias. Le pido que meta su dedo en mi culo y lo hace. Chupo más fuerte, más profundo. Busco su polla, me la como. Ruge y rujo, nos corremos al unísono. Se lo traga todo mientras me lo trago todo. Pasada la tormenta no quedamos acostados. ―Muy bueno ―afirma. ―Sublime ―le confirmo. Inexplicablemente mi polla comenzó a desenredarse y a endurecerse y empinarse cada vez más. ―¿Te apetece mi culo? ―propuso. ―Todo, tienes un culo muy bonito que sería estúpido no disfrutarlo ―dije. Se acomoda sobre la cama colocándose una almohada debajo de sus caderas levantado las nalgas. Me pongo entre sus muslos, le beso las nalgas, le chupo el ano. Me tomo mi tiempo. Le veo agarrar las sábanas de la cama a la mano y levantar las nalgas, no se quien tiene más excitación. Le oigo gemir mientras me ofrece su hermoso culo. ― Quiero sentir tu polla en mí y quiero que vacíe su semen en mi culo ―pide. ―¿ Quieres que te lleve? ―Como una perra ―¿Sin condón? ―pregunto. ―Tómame como tomas a una mujer. Se vuelve y se acuesta sobre su espalda y se desabrocha el sostén, obviamente, no hay pechos, pero se acaricia el pecho como lo hacen las mujeres. Chupo y mordisqueo cada uno de sus pequeños pezones tan distintos de los de mi esposa. Tomo la polla con la mano y froto el agujero debajo de sus bolas antes de untarme de lubricante. Nos comemos las bocas y nuestros penes se entrechocan. Agarra mi polla y la dirige a su agujero mientras eleva las nalgas. Mi pene se hunde en un culo de terciopelo entrando hasta el fondo. Gime. Comienzo a follarle moviéndome con ritmo. Su boca chupa mi lengua y tiene ambas manos agarrando bien mis nalgas. Se mueve tanto como yo, su excitación es tanta como la mía. Abre la boca, ya no me chupa la lengua. Siento calor en mi estómago, se vacía entre nuestros vientres. Es el golpe de gracia. Me resisto y lucho contra el orgasmo pero llega violento. Excitado y fiel a mí mismo me deslizo entre sus muslos para lamer el esperma que sale del agujero. Mi mujer me acusa de ser un depravado por hacerle eso pero me encanta el sabor de mi esperma que sale de un agujero, ya sea un coño o un ano. Estoy muy de acuerdo con ella. Luego lamo su esperma extendido sobre su tierna barriga. Continúo mi limpieza especialmente entre sus nalgas. ―Nunca me habían hecho esto antes ―dijo. ―¿Qué cosa? ―Lamerme el esperma. ― Lo he estado disfrutando desde mi adolescencia ―le aclaré mientras sigo lamiendo. ―¿Tienes hambre? Yo me muero de hambre ―protesta. Se levanta y va a la pequeña mesa redonda para consultar el menú de las habitaciones. Tengo una visión de sueño, ella está de vuelta a mí con sus medias negras. Su cintura delgada como un modelo de moda, sus nalgas aun brillando por mi saliva, nunca olvidaré esta imagen. ―Vamos al restaurante aquí abajo tienen un excelente cocina ―le propongo. ―Nunca salí así en público. ―Pues es el momento, nadie va a notar nada excepto tu belleza. ―¿Estás seguro? ―Lo estoy. ―Dame unos minutos ―y corrió al baño. Salió vestida y con el maquillaje recompuesto. Se había puesto el sujetador con sus pechos falsos y su cuello de tortuga, la falda corta de cuero negro que mostraba sus largos muslos vestidos con medias y tacones negros. ―Ya estoy. ―Pues vamos ―dije ofreciéndole el brazo. Salimos de la habitación y tomamos el ascensor. Es más alta que pero no me importa. No miramos en el espejo del elevador y dice― Hacemos una pareja hermosa. ―Me pueden los nervios ―dice mientras se abre la puerta en la planta baja. Nos dirigimos al restaurante que está en el extremo del vestíbulo ―¿Nos miran mucho? ―pegunta asustada. ―Te miran a ti ―le dije. Al entrar en el restaurante el maître se no acerca y saluda obsequiosamente. ―¿Mesa para dos? ―Si, muchas gracias. Nos acomodaron en una mesa al fondo del comedor, junto a la ventana que daba a la calle. Llega una camarera que no toma el pedido. ―¿La señora quiere ha elegido? ―dice sonriente mirándole. Pedimos y comimos con calma charlando animadamente. ―Gracias, me están dando mucha confianza en mí misma, lo necesitaba ―dice sin que nadie más lo oiga. Terminamos la comida y nos fuimos para la habitación. Me dice que está un poco cansada y se ríe con una risa brillante. En el ascensor le recuerdo que nadie ha notado nada. Al llegar a la suite nos abrazamos y dureza de su polla entre sus cálidos muslos. ―Espérame desnudo en la cama ―me dice mientras entra en el baño. Mi polla se hincha. Me desnudo y me acuesto entre las sábanas. Cuando sale lo hace solo con un tanga blanco, eso me desconcierta. ―¿Estás decepcionado? ―No, solo sorprendido, esperaba ver a Mariana, pero me alegro de verte. ― Puedo ir a buscar a mi hermana si te gusta más ―dijo. Lentamente, bajó las finas bragas, levantó las nalgas y deslizó la tanga de sus pies. Se acostó a mi lado y noté su polla tan dura como la mía. ― Qué hermoso eres ―le confesé. ―¿ Me ves guapo?. ― Sí, ven aquí, mi sobrino, me comeré las pelotas. ―¿ Quieres jugar a eso? Siempre lo había deseado, es una de mis fantasías, un sobrino que me entendiera. Se extiende a todo lo largo sobre la cama. Me lengua se desliza por toda su piel. Busco su polla porque quiero su esperma en mi boca. Su pene está duro como una barra de acero. Le chupo frenéticamente, quiero hacerle disfrutar, quiero su disfrute. Su glande va a explotar pero me ralentiza, quiere disfrutar alargándolo. De improviso el esperma brota en mi boca. Es un licor dulce áspero, salado y dulce a la vez. Acaba de terminar de disfrutarme y le lamí y lo tragué todo. Se coloca entre mis muslos y comienza a lamer mis bolas, le gusta tanto como a mí. Su lengua es de una dulzura desconcertante. Se divierte en mordisquearme la piel larga del prepucio, la sensibilidad de esta piel es electrizante. Abre l aboca y se traga mi pene hasta la garganta. Me mira con sus ojos azules. Veo sus carnosos labios enrollados arriba y abajo en mi polla de carne con venas hinchadas y azuladas. Es una caricia divina. Lo nota, sabe que estoy disfrutándole y eyaculé mientras iba y venía más rápido con su boca. Se trata todo mi jugo de amor ―¿Le pareció bueno tío? ―dijo siguiéndome el juego. ―¡Ah sobrino! Fue divino. Después hablamos y nos reímos de Mariana, su hermana. Me dijo lo feliz que estaba de ser una mujer y que estaba ansiosa de decírselo a su madre. También me dijo que tenía que regresar a su ciudad en unos meses, porque terminaba sus estudios. Una punzada me atravesó el corazón y pregunté si estaba de acuerdo para continuar nuestra relación. Pasamos la noche juntos y a la mañana siguiente me despertó Mariana. Se había puesto peluca, maquillaje y medias con liguero. ―Hola cariño ―me saludó mientras se colocaba a caballo sobre mí. ―Hola ―respondí. ―Necesito tu polla ―dijo ondulando el cuerpo encima de mí. Le pedí ir a orinar porque me oprimía la vejiga y cuando regresé ya estaba a cuatro patas sobre sus rodillas, los muslos ampliamente separado s y el culo en lo más alto. Me puse detrás y le lamí el culo y sin hacer esperar mucho me puse el lubricante e hice entrar a mi polla entre sus esplendorosas nalgas. Es ella quien dirige la cadencia, estallé en un orgasmo y después le lamí cada gota del esperma. Desayunamos en la suite después de una ducha juntos, aprovechar quería al máximo esta extraña aventura. Nos separamos, prometiendo vernos de nuevo. Aquella relación duró, nos veíamos con frecuencia, le acompañaba a las compras. Era divertido ver la actitud de los vendedores, no creo que sospecharan que era un hombre, sino el hecho de que un hombre maduro acompañara a una mujer joven y bonita y le pagara las compras, incluso le compraba vestidos, zapatos y ropa interior. Otras veces nos sentábamos en un bar coqueteábamos bajo la mirada de otros hombres. A veces era Mario y jugábamos a tío y sobrino. Otras era Mariana. En resumen, me repartía con el hermano y la hermana hasta que regresó a su ciudad. Durante meses nos mantuvimos en contacto pero un día desapareció, no hubo más contacto ni noticias. Nunca más supe ni de Mario ni de Mariana. Otro relato ... Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. 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