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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Una chica muy mala
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Era temprano cuando me entré silenciosamente en la oscuridad del dormitorio y me acosté desnuda al lado de mi esposo. Quería que notara el calor de mi cuerpo, y mi aliento oliendo a sexo y alcohol. Le besé el cuello mientras mis manos recorrían su vientre hasta alcanzar su siempre dura polla.

Había salido por la noche con mis amigas, había salido de casa vestida para impresionar y mi esposo estaba seguro de que tendría una aventura que compartir con él cuando volviera a casa.

Mi marido se quejaba mientras yo me ponía a horcajadas sobre él cuerpo y guiaba su polla entre los labios húmedos de mi coño. Aquella bonita y gruesa polla no encontró resistencia alguna mientras la metía completamente dentro de mí. Mis tetas desnudas se aplastaban contra su pecho y le susurré al oído que había sido una chica mala.

Noté sus caderas dejar de moverse mientras mis palabras resonaban en su mente. Esperé a que reaccionara y continuara, con mis pezones duros contra su pecho, con mis manos sujetándole la cabeza mientras le besaba apasionadamente. Entonces sentí que su cuerpo me decía que continuara.

Mientras me retorcía lentamente con la polla de mi marido dentro de mí, empecé a contarle mi noche salvaje.

Estábamos en un bar con varios hombres invitándonos a bebidas y coqueteando con nosotras. Después de un rato alguien sugirió que podíamos continuar la fiesta a su casa. Mis amigas estuvieron de acuerdo y pensé que por qué no, estaba segura de que podría mantener el control de mí misma y eso me daría una pequeña historia con la que molestar a mi marido.

Los hombres eran cuatro chicos guapos de mediana edad y nosotras tres locas casadas de unos cuarenta años.

Fuimos al estacionamiento; Pedro me abrió la puerta de un elegante auto mientras David se ponía al volante. El asiento de cuero se sentía genial en mis piernas desnudas. Me estiré la corta falda para mantenerla todo lo baja posible.

Me senté y Pedro me rodeó con un brazo, mientras veía que me miraba las piernas. Mi falda se había vuelto a subir, mostrando casi todo de mis muslos. Me sorprendí un poco cuando se inclinó hacia mí y me besó, pero pensé que realmente no había nada malo en un pequeño beso.

David lo vio y luego dijo que también quería un beso. El beso fue rápido mientras conducía pero el siguiente de Pedro fue más largo.

Cuando llegamos a la casa, David fue a buscarnos algo para beber mientras Pedro ponía música y comenzamos a bailar. Saber que los otros chicos y mis amigas iban a llegar pronto me dio sensación de libertad y seguridad.

Pedro era un buen bailarín y mantenía mi cuerpo muy cerca del suyo. Nos movíamos como uno solo. Podía notar el calor de su cuerpo y su bonito bulto dentro de sus pantalones.

Sus besos penetraron profundamente en mi boca, y sus manos me acariciaron el culo de vez en cuando. Se lo permití pensando que me sentía tan bien.

David volvió con bebidas y reclamó su turno para bailar conmigo. Estábamos apretándonos el uno contra el otro mientras sus manos exploraban mi cuerpo. Su boca caliente me besaba en el cuello y sus grandes manos en mis tetas me tenían en otro mundo. Incluso con la ropa puesta podía notar el calor de su bulto contra mi pubis.

Luego, la música cesó y los tres nos sentamos en el sofá. David me acarició las tetas después de abrirme la blusa. No llevaba sujetador así que se llevó mis duros pezones a la boca. La mano de Pedro fue entre mis muslos, haciendo que se abrieran para él, porque en realidad no encontró ninguna resistencia por mi parte. Su otra mano me acarició las nalgas. La única restricción eran mis delgadas bragas de encaje rojo. Entonces David dirigió mi mano hasta su regazo. Noté que su polla ya no estaba dentro de sus pantalones y comprobé que era gruesa y larga. También estaba ya resbaladiza con algo de pegajosa saliéndole por la punta.

Levanté las caderas mientras Pedro me bajaba las bragas de encaje rojo por las piernas. Y allí estaba yo, con la blusa abierta, la falda subida hasta la cintura y el mojado coño a la vista, mientras le acariciaba la polla.

De repente David se sentó junto a mí y me hizo sentarme a horcajadas en su regazo. Entonces pude notar su dura polla intentando entrar en mi coño mientras levantaba las caderas para hacerle la penetración más fácil. Cuando empecé a rebotar con aquella magnífica polla dentro, cerré los ojos y disfruté del momento. Entonces noté las manos de Pedro extendiéndome las nalgas mientras metía polla, dura como una roca, en lo profundo de mi apretado culo. Pasó mi anillo anal y lloré en éxtasis, con ambas pollas cogiéndome.

Gemí con lujuria mientras entraban en mis dos agujeros casi al mismo tiempo. Pero protesté, porque quería que una polla en mi boca me inundara con semen caliente y pegajoso. Pero me pusieron de espaldas, con los tobillos levantados sobre los hombros de Pedro que me sonrió mientras me metía dos dedos y luego tres más el mi húmedo pozo de coño follado y dilatado. La sensación fue intensa cuando empezó a meterme los dedos de forma salvaje. Después de hacerme llorar a lágrima viva como una caliente perra loca, se inclinó hacia adelante y empujó su duro pene dentro de mi coño tembloroso, lo que me provocó otro orgasmo brutal.

Pedro dijo que era demasiado para él tenerme temblando con un orgasmo, así que me metió la polla en mi bien follado y lubricado coño. Se retiró y David tuvo su oportunidad para follarle el culo. Me dio vuelta poniéndome sobre el vientre y luego me montó por detrás. Abrí la boca para gritar mientras notaba su enorme polla tratando de entrar en mi ano. Insistió hasta que finalmente pudo vencer la resistencia de mi esfínter. Cerré los ojos y grité de dolor. Pero pronto el dolor se convirtió en puro placer y gemí mientras me sodomizaba. Me folló el trasero de manera salvaje, hasta que sentí que me llenaba con su semen.

Ambos chicos me dejaron recuperar el aliento, pero sin esperar mucho, Pedro usó las manos para colocar mi cuerpo y sujetarme las rodillas. La parte superior de mi cuerpo se aplastó en el sofá y mi coño quedó dispuesto para su polla.

Con sus manos sostenía mis caderas y noté como su polla volvía a entrar en mi coño. Mi cuerpo, ahora en plena lujuria, se movía y se retorcía empujando hacia atrás tratando desesperadamente de que me metiera la polla dentro de mi ansioso coño.

Pero entonces mientras empujaba hacia adelante, incluso con tanta lujuria como yo, mi cuerpo reaccionó tratando de alejarse de aquella cosa que me invadía el coño. Pedro me sujetó por las caderas y pasó la cabeza de su pene por encima de mi coño tenso. Susurró que yo seguía estando tensa, mientras me metía la polla hasta el útero. Gemí con placer y dolor al sentir que una enorme y gruesa polla me abría el coño de nuevo.

Mis dedos se aferraron a los cojines mientras su polla entraba aún más en mi coño. Él se retiró un poco y yo tragué aire todavía tratando de asimilar todo lo que me estaba metiendo dentro de mi cuerpo, pero entonces Pedro comenzó con ese maravilloso movimiento de adentro y afuera.

Empecé a igualar sus movimientos mientras su polla me habría aún más. Entonces comenzó a hacer algunos movimientos circulares con su polla clavada dentro de mí hasta las bolas. Pedro me cogió lentamente, a veces sosteniendo mis caderas y otras veces apretando y tirando de mis tetas. Su amigo estaba allí, mirándonos. De repente mi clímax se me acercó inadvertidamente pero fue muy bienvenido. Mi cuerpo gritaba con esa maravillosa sensación temblorosa.

Pedro siguió follándome para prolongar mi clímax, y buscando su propio orgasmo. Aplasté mi cara contra los cojines haciendo que me fuera difícil respirar pero sin querer que se detuviera. Mi coño mojado y follado se encontró con una invasión de polla y finalmente fui recompensada con una enorme ráfaga de semen caliente y espeso en lo profundo de mi vagina.

La polla ablandada de Pedro se escapó de mi vagina y ambos declararon que estaban borrachos. David me dijo que yo había sido el mejor de culo que se había cogido. Te tengo que confesar que eso me agradó y me hizo sonreír.

Luego noté los dientes de mi esposo mordiéndome el cuello mientras me metía su dura y gruesa polla. Sentí que mi propio coño estaba caliente, dilatado y resbaladizo. Su cuerpo comenzó a temblar con su lujurioso empuje. Me movía cada vez más rápido, gruñendo por el esfuerzo mientras sentía el orgasmo de mi marido atacando todo su cuerpo, poniéndolo rígido mientras gritaba por mis poderosos empujones.

Me abrazó fuerte y entonces sentí sus chorros de semen inundándome. Y yo sonreí, ronroneando como una gatita.

Y entonces entendí que mi esposo era mi hombre, mi único hombre, que no importaba quién más pudiera follarme; que él sería el único para mí para siempre. Y sé que también yo para él.

Luciérnaga

Otro relato ...




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