La Página de Bedri
Relatos prohibidos Una esposa mala
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Lograr que mi mujer tuviera sexo fuera del matrimonio no fue muy difícil. Hice que Keith, uno de mis amigos, se le acercara y ella se lo folló. Desde ese día he estado disfrutando de sus historias sobre cómo la polla de Keith es mucho más grande que la mía, y cómo él puede follarla largo y duro durante horas. Con el tiempo ella ha empezado a venir a casa con semen todavía en ella para que yo pueda dejar su coño limpio. Después de tenerla limpia siempre intentaba follarla pero como mi polla “es complicada” ella nunca lograba nada con mis esfuerzos. Por eso comenzó a sentirse mal y me dijo que dejaría de ver a Keith para poder sentir mi polla de nuevo. Le dije que no, que no lo hiciera. Le dije que no importaba que su vagina se hubiera estirado por una polla mucho más gruesa. Le sugerí que empezara a leer historias sobre cómo otras esposas lo hacen con maridos de polla pequeña. Un viernes por la mañana, mientras nos preparábamos para ir al trabajo, me dijo que no tardara en llegar a casa, que tenía una sorpresa para mí. Le pedí una pista pero se negó. Durante todo el día no pude quitarme de la cabeza lo que había dicho mi mujer y estuve medio excitado todo el día. Llegué a casa y me apresuré a llamar a Andrea que grito desde la habitación que me diera una ducha, que me había preparado algo para ponerme. Mientras me duchaba oí que se abría la puerta del baño y me dijo que me afeitara el pubis. Después de secarme, me puse los pantalones cortos de cintura elástica que me había dejado, sin ropa interior. Salí del baño me dijo que fuera en la habitación, cuando entré, estaba de pie en el centro de la habitación con su larga bata y me dijo que me acercara. Luego me dijo que me diera la vuelta y pusiera las manos en la espalda. Sacó unas esposas del bolsillo de la bata y me esposó. Dije que esto era bonito y respondió― Veamos si sigues sintiéndote así dentro de una hora. Me dio la vuelta para mirarla y se puso de rodillas. Me bajó los pantalones y revisó mi pene afeitado y mis pelotas. Luego buscó en otro bolsillo de su bata y sacó una jaula de castidad extra corta. Habíamos hablado de ello, pero yo no sabía que habíamos decidido hacerlo. Pasó mis pelotas y mi pene por el anillo y después de ajustarlo para que el mecanismo de cierre quedara centrado en la parte superior, empujó la pequeña copa sobre mi polla, ahora regordeta, aplastándola contra sí misma, y en un instante introdujo el manguito de cierre y sacó la llave. Se echó hacia atrás para admirar su trabajo. Se rió y dijo― No puedo creer que tu polla quepa ahí, es la jaula de castidad más pequeña que existe ― Bueno, es un poco estrecha ―dije en mi defensa. Se puso en pie y mientras colocaba la llavecita en una de sus cadenas de oro y luego alrededor de su cuello dijo― Bueno, se va a poner aún más apretada ―Entonces se giró hacia mí mientras se desataba la bata y se la quitaba. Llevaba un liguero de encaje negro y unas medias negras de encaje y eso es todo. Puso las manos en las caderas y me preguntó si me gustaba su conjunto. Asentí con la cabeza y dijo― Bueno, esto es todo lo que voy a llevar mientras Keith me folla delante de ti. Sentí que me tiraban de los huevos mientras mi polla intentaba ponerse erecta y Andrea dijo― ¡Oh! Me temía que pasara eso, déjame que te traiga algo. Salió de la habitación y volvió con un vaso de agua y una píldora ― Abre la boca ―dijo. Me echó la pastilla en la boca y me acercó el vaso de agua a los labios― Eres un buen chico― dijo. ― ¿Qué era eso? ―le pregunté. ― Una Viagra. ― ¿De dónde has sacado una pastilla de Viagra? ―pregunté. Se rió y dijo― Keith me la ha dado para ver si te ayudaba con tu patético rendimiento. ― Pero, nena ―protesté― ¿Cuánto tiempo me la pondrá dura esa pastilla? Se rió y dijo― Solo durante un par de horas. El timbre sonó unos quince minutos más tarde y Andrea fue a abrir la puerta vestida sólo con el liguero y las medias. La oí por el pasillo y entró en la habitación arrastrando a Keith por la polla. Era fácilmente de 20 centímetros pulgadas de largo y no estaba totalmente dura. Después de que él y Andrea comentaran mi situación, ella empezó a hacerle una mamada infernal. Se quitó los pantalones y tiró de mi esposa para que se pusiera de pie. Su polla se balanceaba de un lado a otro mientras me decía lo afortunado que era por tener una zorra tan sexy como esposa. Empecé a decir algo sobre que la llamara así, pero Andrea me cortó diciendo― Soy una zorra cachonda cuando estoy con la enorme polla de Keith ―Mientras la sujetaba, pude ver que sus dedos no llegaban a rodearla del todo. Me miró y dijo― Por eso me estira el coño cuando me folla. Keith la empujó hacia atrás, sobre la cama y en un instante estaba metiendo su polla peluda en el coño sin pelo de mi esposa. Vi como salía espuma blanca de dentro de ella y formaba un anillo alrededor de su polla. Miré durante casi dos horas mientras follaban. Mi propia polla goteaba líquido claro. Otro relato ... Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. 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