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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Viejo lascivo
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La fiesta de final del verano acababa de llegar y mi esposa Sheila y yo habíamos estado esperándola como siempre. Nos habíamos mudado al vecindario hacía cinco años y esta fiesta era una tradición nos había llegado a encantar. Yo tenía 30 años, mi esposa Sheila 29. Sheila era una belleza con pelo largo y moreno, un culo redondo y firme, y grandes pechos en forma de copa para llenar su cuerpo de 1,80 m. Encima de su cuerpo estaba su hermoso rostro. Todos los hombres del vecindario la deseaban, pero era toda mía. Nunca fui bendecido con un buen paquete pero aun así lo hacíamos como conejos al menos cinco veces a la semana.

La única queja que teníamos de la fiesta era que los vecinos de determinadas calles con mala reputación se nos unían. Eran una gente más ruda que a veces no tenía buenos modales. Sin embargo, este año sólo había unos pocos en la fiesta. Roberto y su esposa Ramona, ambos con sobrepeso y de unos cuarenta años. Lisa y sus grandes tetas, sin embargo su cara no era nada para recordar. Orlando un motociclista con tatuajes por todos lados, de unos cuarenta años con su hija Carolina, que en realidad era una pequeña belleza a los 18, con pelo rojo largo y culo apretado, marcada también por un tatuaje de una motocicleta en su hombro derecho.

Luego estaba el viejo Bernabé. Medía 1,80 metros. En sus sesenta y tantos años, tal vez bastantes más, con barriga cervecera y cabeza calva. Estaba sentado en una mesa bebiendo cerveza y mirando lascivamente a las esposas e hijas de los vecinos, vestido con una camiseta blanca y un par de pantalones cortos. Tenía la reputación de ser un viejo lujurioso ya que siempre piropeaba y silbaba a las mujeres cuando pasaban por delante de su casa. Habíamos oído que una pareja incluso se había follado al viejo lascivo. Su casa estaba en la intersección por donde la mayoría de la gente tenía que pasar desde la parada del autobús. Un rumor que Tim me había contado era que se estaba tirando a Carolina, la hija de Orlando, desde que cumplió los 18 años. Era demasiado difícil de creer para mí, puede que sea una pobre chica pero podría tener algo mucho mejor que aquel viejo lascivo. Otro rumor era que se había tirado a unas cuantas esposas, antes de que nos mudáramos, incluso a unas cuantas hijas de esas esposas. Pero no confiaba mucho en los rumores, porque ¿por qué una esposa sexy y acomodada tiraría su vida por la borda por un viejo como él? Se rumoreaba que estaba muy bien dotado y por eso las mujeres iban a verlo.

Llegamos y nos sentamos en una mesa y empezamos a charlar con algunos amigos. Luego Sheila se fue a hablar con sus amigas mientras yo charlaba con sus maridos. Cada cierto tiempo miraba a Bernabé por el rabillo del ojo, sentado en otra mesa y mirando a Sheila. No podía culparlo de que fuera tan hermosa, con su camiseta negra de corte bajo y sus vaqueros cortos que mostraban su trasero redondo. Pero le estaba ladrando a la luna equivocada.

Sheila me había dicho un día, mientras estaba en el trabajo, que la había saludado y le había dicho― ¡Vamos, nena! ¿Por qué no entras y te hago pasar un buen rato? ―Ella le dijo que no y lo llamó pervertido y se fue corriendo― No te preocupes, nena, volverás a por mí gran palo. ―le había gritado. Ella estaba tan enojada que quería que yo fuera y le diera una paliza. Le dije que era sólo un viejo y que no podía hacerle eso. Le dije que se mantuviera alejada de él después de eso y no dijo nada más.

― Bueno, has oído el rumor sobre su gran polla, ¿verdad?

― ¿Qué?

― Sí, por eso las mujeres van a verlo.

― No hay manera de que un viejo y feo pervertido tenga una gran polla. Además, ¿quién necesita eso cuando te tengo a ti?

No había pasado mucho tiempo desde esa conversación pero me di cuenta de que ya no salía a correr mucho, supongo que para evitar al viejo lascivo.

Después de un tiempo Bernabé se había ido, y luego, más tarde, Manoli, la esposa de Tim, había llegado corriendo a decirnos que su perro había salido de la cerca y nos pedía ayuda. Todo el grupo se separó, le di un beso rápido a Sheila y me fui con Tim mientras ella se iba con Manoli.

Tim y yo nos separamos, busqué durante unos minutos cuando creí oír un ladrido, y me acerqué para investigar. Estaba cerca de la intersección donde estaba la pequeña casa de Bernabé. Pude ver a mi esposa y a Manoli con su pequeño caniche en la mano al lado de la casa de Bernabé.

― Oh Sheila, lo encontramos, gracias, tengo que ir a decírselo a todos ―Manoli comenzó a correr y Sheila comenzó a caminar detrás de ella cuando la puerta de la pequeña casa se abrió. Allí estaba Bernabé en su escalera de madera, con su camiseta blanca, sin ocultar su vientre por completo.

― Bueno, cariño, ¿qué te trae por aquí?

― Estábamos buscando al perro de Manoli y lo encontramos justo ahí. ―Sheila parecía lista para huir de allí. Debí haber ido a ayudarla pero en vez de eso me agaché detrás de un arbusto. Quería ver lo que el viejo Bernabé haría. Empezó a bajar los pocos escalones hasta que quedó delante de ella.

―Bueno, eso es una buena noticia y te mereces una recompensa, tengo una grande aquí para ti ―dijo señalando el interior de su casa.

― No, gracias, no es necesario―dijo Sheila que comenzó a girarse.

― ¡Espera! ¿Estás segura de que no quieres entrar un minuto? ―El hombre se acercó mucho y no pude ver exactamente lo que estaba haciendo ya que Sheila lo ocultaba pero la oír decir― ¡Vaya! ¿Qué es eso?

― ¿Es tu recompensa si la quieres?

Sheila se quedó allí de pie, parecía que estaba agarrando algo de su cintura, sus pantalones cortos tal vez.

― Eso no puede ser real. No puede serlo.

―Confía en mí, nena, lo es, pero sólo hay una manera de comprobarlo.

Entonces la vi girar de izquierda a derecha como si estuviera comprobando si alguien estaba mirando y vi donde estaba su mano, en un bulto masivo en los pantalones del viejo. Todos los rumores tenían sentido ahora.

― Bien, creo que necesito mirar esto más de cerca dentro ―dijo ella.

El viejo se hizo a un lado para dejarla pasar hacia el interior y la siguió mirando fijamente a su trasero. Entraron e inmediatamente, salté y corrí hacia la casa, que era pequeña, de un solo dormitorio. Encontré un lugar para pararme y mirar por las ventanas sucias. Los vi dirigirse a la parte de atrás donde estaba el dormitorio y busqué la ventana.

Era una ventana por la que podía ver sin ser visto a menos que se asomaran. Por alguna razón estaba muy limpia. Miré y vi a mi esposa sentada en la cama mientras Bernabé estaba en la puerta.

― Muy bien, veamos mi recompensa, Bernabé.

El viejo Bernabé comenzó a quitarse los pantalones y cuando cayeron debajo de sus rodillas, su gran polla asomó. Era como una pitón, suave y colgando entre sus rodillas, se veía un poco sucia como el resto de él pero era impresionante.

― ¡Mierda! ¿Cómo es que un viejo como tú tiene eso?

―Nena, es un regalo. Uno que he estado tratando de darte por un tiempo. Así que adelante y tócalo, nena.

Sheila alargó la mano y la cogió levantándola para examinarla. Luego usó su otra mano ya que era demasiado grande, supongo que era como de 20 centímetros. Mientras la sostenía, comenzó a crecer un poco, luego comenzó a tirar de ella con ambas manos.

― ¡Oh Bernabé, es tan impresionante! Quiero decir que he oído rumores pero... ―Su boca estaba literalmente babeando sobre la gran polla mientras escupía sobre ella para lubricarla. Sus tirones entonces comenzaron a acelerarse.

― ¿Cómo se compara con la de tu maridito? ―dijo él sonriendo sabiendo la respuesta.

― Está bien, pero no está ni cerca de esto. ¿Son ciertos los rumores de que te has follado a esa chica, Carolina?

― Bueno sí, ella viene cada vez que su viejo se emborracha y no se cansa de hacerlo. Estuve trabajando en ella hace unos meses cuando cumplió los 18 años y finalmente la conseguí hace un par de meses. Ella sabe cómo manejar una tan grande.

― Vaya, se ve súper apretada, me sorprende de que pueda soportarlo.

― Ya no está tan apretada, jajaja.

― Ojalá lo hubiera sabido antes.

― Jajaja no es mi culpa, cariño, traté de decírtelo la primera vez.

Luego ambos comenzaron a concentrarse en la paja que mi esposa le estaba haciendo. Bernabé empujó hacia la boca de ella― Vamos, cariño, muéstrame un poco de amor ―Sheila abrió la boca para aceptar la polla y él la dejó trabajar en ella mientras ella lentamente metía más y más en su apretada boca.

Yo estaba haciendo un gran esfuerzo para verlos. No me habían hecho una mamada desde el año pasado pero ella se la estaba dando a un viejo. Observé como ella continuaba complaciéndolo con su boca mientras la baba comenzaba a caerle por el pecho sobre sus hermosas tetas y mezclándose con el sudor que ambos comenzaban a generar. Me imaginé que el dormitorio debía ser como un horno caliente, ya que era más de medio día, pero nada podía pararlos.

Sheila continuó lamiéndole la polla de arriba a abajo, volviendo a meterse la cabeza en la boca cada vez que llegaba a la punta. Sus manos tiraban de la mitad inferior de la polla y jugaban con las enormes pelotas. El sudor y la baba estaban ahora por todas partes y la polla requería plena atención. Debió haber crecido casi 6 centímetros y se hizo aún más gruesa.

Se sentó al lado de Sheila y le quitó la camiseta y luego el sostén para revelar sus pechos cubiertos de baba sudorosa. Eran grandes, redondos y alegres, y todos suyos. Bernabé no perdió tiempo y a tientas los chupaba y mordía a intervalos rápidos. Sheila echó la cabeza hacia atrás mientras seguía tirando de su polla con su mano más próxima. Finalmente, él la recostó y le quitó los pantalones para desnudarle el apretado coño.

― Bebé, ese coño se ve muy hermoso ―Luego le metió dos dedos gordos y comenzó a follarla con los dedos. Su hábil apertura se hizo aún más hábil muy rápido.

― ¡Oooh joder, sí! ―Gritó ella tan fuerte que pensé que los vecinos de la calle la oirían.

― Sí, nena, eso es, déjalo salir, muéstrame lo zorra que eres.

Bernabé se movió entre las piernas de ella mientras ella estaba acostada de espaldas y alineó su polla con la abertura de ella― ¿Estás lista para tu recompensa?

Sheila se apoyó sobre sus codos, lo miró fijamente a los ojos y le respondió― ¡Sí, cógeme pervertido!

Bernabé comenzó lentamente a empujar a cabeza de su polla hacia la entrada de ella. Sheila se dijo de nuevo― ¡Mierda! ¡Tan grande! ―El viejo estaba sudando tanto como Sheila tratando de entrar por su estrecha abertura.

― ¡Joder, nena! Me he follado a vírgenes más sueltas que tú.

Y siguió así hasta que finalmente vi que la cabeza desapareció.

― Oh Dios, me vas a destrozar. ¡Aaah!

Bernabé empezó a meterle la polla un poco más, primero un centímetro, luego dos y luego tres. Siguió moviéndola como si serrara para que encajara. Vi cómo Sheila llegó cuando la mitad se había metido dentro.

― ¡Oh Dios, qué bien! ¡Más, dame más!

Los dos sudaban como locos mientras Bernabé continuaba su ataque decidido a follarla hasta el final. Continuaron así por un tiempo hasta que Bernabé se detuvo y la hizo moverse. Sheila se puso a cuatro patas con todo su cuerpo cubierto de sudor, su pelo liso ahora enredado y encrespado por el calor. Bernabé se arrodilló detrás de ella y empujó su polla nuevamente dentro de ella

― Oooh joder, es jodidamente perfecto ―dijo Sheila que estaba en trance, creo que no pensaba nada más que en aquella polla. Bernabé estaba ahora follándola con fuerza. Todo su cuerpo temblaba en un orgasmo una y otra vez y él seguía follándola. Ahora se la estaba metiendo muy profundamente, oía sus pelotas golpeando su clítoris cada vez que se la metía. Le dio varios cachetees en el culo unas cuantas veces y empezó a follarla más fuerte.

Todo se volvió borroso cuando Sheila cayó sobre su pecho y su trasero se levantó. Ella seguía agarrándose a las sábanas y gritando, sólo que ahora me di cuenta de que toda la vieja casa de madera estaba temblando. Estaban literalmente sacudiendo todo el edificio.

― ¡Oooh, que bien! No sabía que los viejos podían follar así ―dijo Sheila agarrada a las sábanas y al costado del colchón―Oh Dios, más despacio ―La voz de Sheila apenas se oía. Se había corrido al menos una docena de veces y estaba tendida allí indefensa. A Bernabé no le importaba, sólo quería ser un macho brutal que sólo se preocupaba por correrse. Y esta vez lo iba a conseguir con mi esposa. Su súplica sólo lo hizo acelerar y empezar a metérsela en el coño más fuerte.

― ¡Oooh, jodeeerrr! ―gimió a Sheila que empezar a chorrear por toda la cama y sus ojos se ponían en blanco mientras el viejo continuaba follándola.

Luego Bernabé se detuvo a admirar su trabajo. Su polla dentro, hasta las bolas en el coño de Sheila. Ambos estaban sudorosos, empapados de pies a cabeza. Debía hacer unos 100 grados en este momento. Bernabé le tiró de su largo pelo marrón hasta que estuvo de nuevo de rodillas y le golpeó el culo con su mano libre.

― Dime cuánto amas a mi puta polla.

― Me encanta tu polla, es tan grande y hermosa.

― Desearías no haber sido una perra tan engreída cuando intenté meterte en la cama. Podríamos habernos divertido mucho ―Dijo mientras seguía tirándole del pelo más fuerza y apretándose contras sus nalgas.

― Sí, lo siento, debería haber venido antes. Debí dejarte mostrarme tu hermosa verga. Yo estaba demasiado engreída, Bernabé pero estoy aquí ahora y tu polla es increíble.

Nunca había visto a Sheila así, tan dispuesta y sumisa. Se entregaba a un hombre que le doblaba la edad y que era un conocido pervertido. Estaba de rodillas siendo follada por un viejo, sucio y feo lascivo y por su aspecto, le encantaba.

Bernabé le soltó el pelo y continuó su poderoso ataque contra el apretado coño ― Nena, no tienes ni idea de cuánto tiempo he querido tener este coño.

― ¡Maldita sea, Bernabé, es tuyo, todo tuyo! ―gritó mi esposa cuando Bernabé empezó a entrar con más fuerza. Se la estaba sacando casi toda fuera de su vagina y luego forzándola a volver a entrar en un empuje aún más poderoso, a diferencia de antes cuando solo era un movimiento rápido. Finalmente, él tiró hacia atrás y se metió debajo para apretarle las tetas― Un empujón más, bebé.

Luego se sentó y comenzó a cogerla súper fuerte y rápido, golpeando sus bolas en el clítoris cada vez. Era como un gordo borrón que se movía. Sheila no podía manejarlo y seguía siendo forzada hacia la cabecera golpeando contra la pared a mi derecha. Ella se aferró a la barandilla mientras él follaba su sexo. Toda la vieja casa temblaba tan fuerte que me sorprendió que la cama no se hubiera roto.

― ¡Santo cielo! ¡Eres muy bueno! ¡Más rápido! ¡Más fuerte! ―gritó Sheila que estaba entregada. Si alguien pasaba por allí oiría sus gemidos, la pequeña casa temblando y sabría que el viejo pervertido se estaba follando a alguien. Entonces Bernabé se detuvo― ¡Mierda, nena! estoy a punto de correrme ¡Chúpamela! ―La sacó con un fuerte tirón y se sentó¸ Sheila se arrodilló, agacho la cabeza y empezó a chupar― Así es, nena, pero déjame cubrir esas grandes tetas ―Ella continuó chupando y movió sus tetas mientras lo hacía preparándose para lo que finalmente sucedió.

― ¡Oh, joder, sí! ―dijo Bernabé cuando hizo erupción, su polla apuntó directamente hacia arriba y su primer disparo golpeó el techo. Sheila tiró de la polla hacia su cara y sus tetas mientras el siguiente disparo le daba en la cara. Luego el siguiente en su pecho, luego otro, luego otro y otro. Finalmente se detuvo pero mi esposa comenzó a chuparle la cabeza de la polla y a limpiarla. Hizo un buen trabajo lamiéndole la polla para asegurarse de que no se le escapara ni una mancha.

― Bueno, nena, ¿disfrutaste de tu recompensa?

― Sí, mucho.

― ¡Llámame señor!

―Sí, señor.

Entonces empezaron a besarse apasionadamente. Ambos estaban cubiertos de semen y sudor. Ella tenía tan mal aspecto como él. Era una visión extraña su hermosa figura de bellos pechos contra la vieja barriga cervecera y el cuerpo regordete.

― Deberías volver con tu marido, ¿no?

― ¡Joder, tienes razón!

―La próxima vez espero no tener que atrapar a un perro para traerte aquí.

― ¿Qué hiciste qué? ―preguntó ella.

―Tomé prestado el perro de esa mujer para atraerte hacia aquí. Cuando te acercaste, lo dejé salir por la puerta trasera y escuchaste el ladrido.

― ¡Imbécil! robando un perro ―dijo mi esposa que parecía un poco alterada.

― Oye, te divertiste, ¿verdad? Quiero decir que todavía no puedes soltarme la polla ―Él tenía razón en que ella seguía usando ambas manos para tirar de su polla.

― Bueno, es impresionante ―le respondió ella que le dio un beso rápido. Luego se limpió y se vistió, pero seguía sucia y sudorosa.

― ¿Vas a venir esta noche?

―No, no creo que debamos hacer esto de nuevo.

Él se quedó allí tumbado, aún desnudo, y le agitó la polla diciendo―Volverás, todas vuelven.

Ella caminó de espaldas a la puerta sin apartar la mirada de la polla y le dijo― Llama cuando quieras un poco más de cariño.

Luego salió y se fue hasta la fiesta. Entonces me di cuenta de que me había corrido en mis pantalones. Corrí a casa y me cambié antes de que Sheila llegara.

― Hola cariño, ¿dónde has estado? ―Le pregunté cuando llegó.

―Bueno, me llevó un tiempo encontrar el perro de Manoli. ¿Por qué estás aquí?

―Tuve que cambiarme los pantalones, se mojaron y Carlos llamó por cosas del trabajo. ¿Por qué estás tan sudorosa?

― Bueno, quiero decir que hace calor afuera, ¿qué esperas? ―dijo nerviosa.

― Vale, bueno, no estaré en casa durante unos días esta semana. ¿Crees que puedes arreglártelas sin mí?

La vi en el espejo de la escalera sonriendo― Creo que me las arreglaré.

Godo

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