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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Visita a Mateo
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Un buen amigo de mi esposa, Mateo, había sufrido un accidente de tráfico y por eso ella me pidió ir a visitar al hospital.

Cuando llegamos, un doctor estaba atendiendo a Mateo cuando llegamos, por lo que fue su esposa Raquel estaba esperando fuera, en el pasillo. Nos dijo que el buen amigo de mi esposa había tenido suerte después de todo.

Cuando el doctor terminara su tarea podríamos entrar a ver a Mateo. Después de media hora, le dije a mi esposa que me iba a ir al coche a fumar un cigarrillo. Raquel dijo entonces que vendría conmigo a dar un paseo e intentar despejarse.

Mientras íbamos por el pasillo me di cuenta de lo tranquila que estaba mientras hablaba sobre su esposo. Raquel se veía muy sexy y caliente, con una falda ajustada y una blusa casi transparente. Pero era amiga de mi esposa y la esposa de mi buen amigo Mateo.

Caminando por aquel pasillo, vi que había algunos baños. Cuando pasamos delante de uno ellos, me acerqué, abrí la puerta y entré. Raquel me siguió mientras yo la agarraba de la mano y la metía dentro, cerrando la puerta tras nosotros. Empujándola contra la pared la agarré de los hombros y empecé a besarla. Raquel me devolvió el beso con entusiasmo. Acaricié sus bonitos pechos redondos a través de su fina blusa. Después de acariciarla por unos minutos, le desabroché la blusa, se la quité de los hombros y desabroché su sostén de encaje. Me incliné y empecé a lamerle los pezones duros, mientras ella comenzaba a gemir.

Mientras le chupaba los pezones, metí una mano bajo su falda y comencé a acariciar su montículo a través de sus bragas. Luego, me arrodillé delante de ella y le levanté la falda. Raquel jadeó mientras le pasaba mi dedo por el refuerzo de su pequeña tanga. Se apoyó contra la pared y le separé tiernamente los muslos, metiéndole el dedo en su tanga y en su húmeda raja.

La fiel esposa del amigo de Anita gimió con fuerza y le aparté el tanga a un lado, comenzando a pasarle mi lengua por los hinchados labios de su coño. Y se quejó lascivamente mientras le lamía su muy hinchado clítoris, jugando con el dedo en su húmedo agujero. Después de sólo unos minutos, su respiración se hizo más entrecortada, entonces anunció su primer clímax. Sus jugos corrieron por sus muslos y mi cara, mientras yo se los lamía.

Cuando me levanté, me miraba fijamente y jadeaba así que la hice girarse y apoyarse contra un lavabo enfrente de un espejo. La hice inclinarse y le levanté la ajustada falda hasta la cintura. Me coloqué detrás de sus bonitas y redondas nalgas y con mi polla, dura como una roca en la mano, se la pasé por la raja, frotándole el coño.

Sin ninguna advertencia, empujé mi polla introduciéndosela hasta la base y empecé a entrar y salir a ritmo constante, mientras gemía y respiraba con fuerza. Me la cogí con largos empujones, mientras ella disfrutaba de mi polla en lo más profundo de su cuerpo.

Después de sólo unos cinco minutos me pidió que fuera más despacio, ya que le estaba viniendo teniendo otro orgasmo masivo. Así que la saqué y le froté la raja hasta que finalmente volví a metérsela sus débiles piernas. A medida que se recuperaba, volví a empujar mi polla dura hacia la tibia humedad de su vagina y comencé a acelerar de nuevo.

La follé hasta que me sentí cerca de mi propio orgasmo y de la eyaculación de mi semen. Así que de repente me retiré y le di la vuelta, empujando mi polla a su boca. Ella la aceptó hambrienta y me la lamió hasta mi propio clímax; hasta que le vertí todo mi caliente semen por la garganta. La esposa del amigo de mi esposa se atragantó, pero se tragó hasta la última gota.

Mientras nos vestíamos, Raquel dijo sin aliento que realmente lo necesitaba.

Cuando regresamos a la habitación de Mateo, Ana me miró y sonrió con los ojos abiertos, ya que lo había entendido todo.

Más tarde, esa noche en nuestra propia cama, Ana dijo que me dejaría cogerla por el culo porque que estaba segura de que su amiga aun no había renunciado a su virginidad anal. Me reí, diciendo que la próxima vez debería hacer lo mejor con Raquel.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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