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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Visita de Úrsula
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Aquel sábado estaba solo en casa, porque mi esposa había ido a cuidar a su amiga Sara, que se sentía muy deprimida desde su divorcio.

Estaba sentado al lado de la piscina, trabajando con mi portátil, cuando de repente apareció Úrsula, una buena amiga de mi esposa. Me sorprendió verla allí porque pensaba que sabría que mi esposa estaría visitando a su amiga por un par de días. Se sentó a mi lado y le ofrecí algo de tomar. Me dijo que también estaba en casa sola y muy aburrida. Que su marido había ido a pescar con unos amigos. Empezamos a hablar y pronto me di cuenta de que estaba coqueteando conmigo.

Llevaba una camiseta blanca ajustada que me dejaba ver sus pezones duros y unos vaqueros ajustados que perfilaban su firme y redondeado trasero.

Le advertí que estaba coqueteando conmigo y se rio diciendo que no lo estaba, pero siguió frotando mi rodilla con la mano. Me hizo señas de que su vaso estaba vacío, así que me levanté y fui a la cocina para llevarle otro, y me siguió.

No dejaba de insinuárseme, susurrando en un tono muy sensual y sugerente que le gustaban los hombres calvos. Aquello era más que suficiente para mí. Así que me acerqué a ella y la agarré con firmeza, ella se apartó riéndose cuando la volví a mirar. La sujeté y la empecé a besar en los labios rojos. Se rió de nuevo, pero luego, cuando apoyé las manos en su camiseta y parecía preocupada. Trató de luchar, pero de repente de hacerlo.

Moví las manos hacia arriba, hacia sus tetas mientras las acariciaba bruscamente. Luego me dejó quitarle la camiseta y me incliné para lamerle los pezones endurecidos. La agarré con fuerza y la di vuelta, y mientras me miraba le agarré la parte de atrás de la cabeza y besé de nuevo sus labios regordetes.

― Por favor... aquí no... ―Siseó Úrsula mientras yo le bajaba la cremallera de los vaqueros.

Pero seguí tirando de ellos hasta sus tobillos y empecé a frotar mis dedos por la entrepierna de sus bragas blancas de algodón. Metí mis dedos dentro de las bragas y le froté directamente el húmedo trasero. Miré hacia su rostro y vi que tenía una mano cubriéndose la boca mientras su respiración se hacía más dificultosa.

La empujé sobre la mesa de la cocina e hice que abriera los muslos. Me incliné y apartándole las bragas a un lado, empecé a usar mi lengua en su clítoris hinchado. Ella vino allí mismo, gimiendo con fuerza, mientras su mano empujaba hacia ella por la parte posterior de mi cabeza mientras la lamía en aquel primer orgasmo poderoso.

Mientras me levantaba, me miraba con la boca abierta y respirando con fuerza. Me llamó maldito bastardo. Sonreí, mientras me desabrochaba rápidamente el pantalón, frotando mi dura polla en sus labios húmedos y resbaladizos del coño. De nuevo ella susurró― No está ahí ―mientras le bajaba las bragas hasta las rodillas. La di la vuelta y la hice inclinarse sobre la mesa. Apartándole las nalgas en buena forma, se la metí en su coño mojado.

Úrsula gimió fuerte cuando empecé a follarla con fuerza. Sus manitas estaban apoyadas en la mesa mientras yo aumentaba la velocidad. Mientras, mis dedos intentaban lentamente encontrar su clítoris a través de los labios húmedos de su coño. Y empezó a gritar fuertemente cuando encontré su pequeño clítoris hinchado. Me retiré y Úrsula se giró para mirarme a la cara. Aquella casada caliente me miró directamente a los ojos y me besó muy apasionadamente.

Abrí de nuevo sus bonitos muslos y le pasé la polla por la rendija. Ella jadeó sorprendida cuando la metí nuevamente en su cálido y húmedo agujero. Mientras la follaba con más fuerza, Úrsula casi lloraba con una mano tapándole la boca. De repente, me dijo que iba a venir otra vez, arqueó el cuerpo y vino gritando fuertemente. Se la saqué e hice que se diera la vuelta, apoyándose sobre los codos.

Agarré firmemente sus caderas y pasé lentamente la punta de mi polla por su apretado capullo del culo.

― Oh, por favor... no, ahí no... ―Me suplicó, pero era demasiado tarde.

Pese a sus súplicas, se la metí de lleno en su muy apretado trasero. Sodomicé fuerte a Úrsula, mientras ella gritaba con una de sus manos cubriéndole la boca. Yo tenía mis dedos dentro de su mojado coño mientras me follaba su culo por detrás.

Pronto sentí que venía, así que se le saqué del ahora estirado ano y se la metí profundamente en su húmedo coño. Segundos más tarde me retiré y la hice arrodillarse de cara a mí. Úrsula abrió sus rojos labios y yo le metí la polla hasta la garganta. Llené su boca con mi urgente eyaculación y ella se tragó hasta la última gota.

Mientras nos vestíamos, Úrsula dijo que había sido increíble, pero dijo que yo había sido grosero, pero que a ella solía gustarle el sexo rudo.

Un par de horas después, mi esposa me llamó desde la casa de su amiga. Le pregunté por su amiga y me dijo que estaba bien. Mi esposa quiso saber si el culo de Úrsula estaría demasiado dolorido entonces.

V

Otro relato ...




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